Montseny Carret, Joan. Federico Urales. Reus (Tarragona), 19.VIII.1864 – Salon (Francia), 12.III.1942. Maestro y publicista libertario, director de la Revista Blanca.
Primera figura de una familia de larga proyección libertaria, Juan Montseny constituyó el núcleo solvente de un proyecto editor continuado, a lo largo del primer tercio del siglo XX, junto a su mujer —conocida como Soledad Gustavo—, su hija Federica y su yerno Germinal Esgleas. Conocido como Federico Urales, también usó otros seudónimos, como Ángel Cunillera, Antonio Galcerán, Ricardo de Andrés, Charles Money, Mario del Pilar, Doctor Boudín, Rudolf Sharfenstein, Remigio Olivares o Ricos de Andes.
Juan Montseny pasó por sus primeras experiencias de estudiante y trabajador tonelero en su ciudad natal, Reus, donde se incorporó a la vida societaria en la Federación de Trabajadores de la Región Española, la recién legalizada, en 1882 sección española de la Internacional Obrera. Inicialmente de ideas republicanas, el joven Montseny se interesó en las cuestiones sociales, al escuchar en 1886 a Pablo Iglesias. Pasó al anarquismo en 1887, cuando desempeñaba el cargo de secretario de la sección tonelera comarcal en Reus y fue detenido por primera vez. En 1888 era secretario de la federación nacional de toneleros y comenzó entonces a extenderse su proyección en los medios societarios de la organización hasta 1893, momento en el que abandonó la pertenencia a sociedades obreras, y se independizó: primero como maestro y después como publicista. Casado en 1891 con Soledad Gustavo, ambos iniciaron una larga trayectoria de iniciativas editoras que marcó gran parte de la difusión de ideas libertarias en la España del primer tercio del siglo XX. Con ella publicó ese mismo año de 1891 en Reus Las preocupaciones de un despreocupado y Dos cartas por Teresa Mañé.
Su condición de publicista arrancó de su proyección pública en los medios sociales como arriesgado denunciante de distintos ciclos de represión social y medidas gubernativas, tomadas contra las protestas obreras por los gobiernos de la Restauración (en obras como Consideraciones sobre el hecho y la muerte de Pallás o El proceso de un gran crimen). En 1892 fue detenido con ocasión de la protesta por la represión de los sucesos de Jerez, así como el 7 de junio de 1896, por el atentado en Barcelona de los Cambios Nuevos. Permaneció entonces un año en la fatídica prisión de Montjuic, para ser expatriado finalmente a Inglaterra. Su experiencia carcelaria en Montjuic —hasta julio de 1897— le dejó un perfil siniestro de la misma (recogido en El castillo maldito) y añadió nuevos elementos a la leyenda negra fuera de España a propósito de las torturas y fusilamientos en sus fosos de los detenidos obreros por los sucesos de Barcelona en 1896.
Una vez se produjo su regreso clandestino, Montseny retomó la campaña de denuncias contra la represión —iniciada en diciembre de 1897 junto a Alejandro Lerroux en El Progreso—, que desarrolló con éxito desde La Revista Blanca, una de las publicaciones emblemáticas en la publicística libertaria. Fundada en 1898 y extendida en 1899 por un suplemento, en 1900 adoptó el definitivo título de Tierra y Libertad.
Juan Montseny había sido un partidario y divulgador incansable del “anarquismo sin adjetivos”, que lo mismo se mantuvo apegado a varias de sus corrientes sociales finiseculares, como adoptó posiciones de indiferencia hacia posturas tolstoianas —pacifistas— o mantuvo su propia independencia ideológica (véase Sociología anarquista).
De aquí se explica su abandono en 1900 de la organización obrera anarquista, así como su línea vacilante entre espontaneísmo y organización, ante la presencia social de esta corriente ideológica contemporánea.
Pero, atento a los logros sociales del anarquismo, así como tributario de alguna de sus justificaciones teóricas de entresiglos (siglo XIX al XX), Juan Montseny se mostró partidario de la huelga general como arma obrera, así como de la acción de masas y de la presencia popular del anarquismo hispano. Del mismo modo, también Montseny enfatizó los empeños educativos y pedagógicos del anarquismo, entre los sectores populares más desatendidos o atrasados, para lograr la elevación moral y la superación personal de los individuos en la sociedad. No es extraño que Montseny se adscribiese a las tesis pedagógicas y de la educación racionalista propugnadas por el pedagogo libertario Francisco Ferrer (véase Sembrando flores), como tampoco resulta extraño su rechazo a la religión —tal y como formalmente se hallaba institucionalizada en la educación o peor aún, fomentada su práctica desde la coacción o el terror—, fundando toda su fe en el progreso (véase La religión y la cuestión social). Por otra parte, su acreditación a nivel internacional en las ideas ácratas también se reflejó en su actividad de prologuista, en obras de A. Hamon, Soledad Gustavo, M. Nettlau, N. Estévanez o Casanovas.
En estos años de su trayectoria Juan Montseny vio además crecer su popularidad en los medios anarquistas gracias a su amistad con Sánchez Rosa y a su asistencia al congreso de 1901. También fue ésta una época de mayor impacto —como en otros teóricos anarquistas— del evolucionismo y el biologicismo, que es posible seguir en gran número de sus novelas, relatos y algunos de sus ensayos como La ley de la vida, Honor, alma y vida o Ley de herencia.
La buena marcha de sus publicaciones le generó acusaciones de enriquecimiento; estas críticas provenían de algunos jóvenes de 1898, que circunstancialmente flirteaban con el anarquismo y habían quedado deslumbrados por las ideas ácratas —como Azorín, Camba o Romeo—, así como de algunos impenitentes republicanos, también en empeños publicísticos, como Nakens. Mientras, Montseny se dedicaba a la agricultura en su casa periférica de Madrid, difundía planteamientos ideológicos en el Ateneo (véase La anarquía en el Ateneo de Madrid), y veía cómo sus polémicas ganaban impacto editorial; como las que sostuvo con Unamuno, a propósito de religión (véase La religión y la cuestión social) o el quijotismo (véase El último Quijote o Mi Don Quijote), o bien la que implicó a Montseny frente a los constructores de la Ciudad Lineal de Madrid, que ocasionó su marcha fulminante de la capital.
Tras su marcha a Barcelona —y su afincamiento en Cerdañola, entre 1912 y 1913—, las críticas y las polémicas en los medios obreros y libertarios le siguieron acompañando. A su enemistad con los núcleos de la naciente Confederación Nacional del Trabajo (CNT) —visible en sus denuncias contra su comité nacional, en las personas de dirigentes Birlán y Plaja, y en sus ataques a activistas de la organización obrera— se añadieron otros motivos de distanciamiento, como la firma en 1914 de un Manifiesto a favor de los aliados en la Guerra Mundial.
A partir de entonces, Montseny se afirmó más en el periodismo y en su vertiente como narrador y comediógrafo, sin tampoco abandonar su tradicional función de ideólogo y su papel como divulgador social.
Durante los años previos a la dictadura de Primo, en 1922 Montseny asistió a un pleno anarquista catalán y en 1923 relanzó La Revista Blanca con el refuerzo inestimable de su hija Federica, una joven con talento, que por entonces contaba con apenas veinte años, y que en poco tiempo inició las famosas series en La Novela Ideal (1925) o La Novela Libre (1929) y El Luchador (1931).
Aparte de dirigir este último y La Revista Blanca, Juan Montseny también dirigió El Escándalo y colaboró en un extenso número de publicaciones obreras o libertarias, como: El Cosmopolita, Cultura y Porvenir, Eco del Rebelde, Fraternidad, Luz y Fuerza, Nueva Senda, Solidaridad Obrera, El Trabajo, La Voz del Cantero, El Porvenir del Obrero, El Productor. Colaboró también en la prensa de otras tendencias, como los republicanos en El País o los liberales de la Campana, la Campana de Gracia, La Publicidad o El Liberal.
Desde antes de la dictadura de Primo, Montseny había criticado duramente las encrucijadas del sindicalismo y el obrerismo radical (El sindicalismo español, su desorientación), para finalmente justificar la existencia de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), nacida clandestinamente en 1927, como contrapartida anarquista de corrientes más militantes. Su proyecto editorial aumentó con colecciones de novela popular, barata y de formato manejable, mientras que sus publicaciones doctrinales se reorientaron hacia Hispanoamérica (En la sociedad anarquista, la abolición del dinero, se editó en Asunción, las Consideraciones morales sobre el funcionamiento de una sociedad sin gobierno en Nueva York o Por qué no somos comunistas. Por qué somos libertarios en Montevideo). En su obra doctrinal mantuvo una línea teórica y práctica de propuestas de sociedad seguidora de la naturaleza, solidaria e igualitaria, con una orientación moral del anarquismo social.
Con la instauración de la Segunda República y ya en su último tramo vital, Montseny no perdió influencia en los medios sociales y anarquistas. En sus folletos y propuestas, como en El ideal y la revolución o Los municipios libres (Ante las puertas de la anarquía), Montseny prefiguraba una salida para la mayoritaria sociedad rural española —en el comienzo de una crisis profunda— que revalorizase sus cuadros tradicionales de la comuna campesina frente a la ciudad industrial; pero sin que ello supusiera un retorno al pasado, sino la adecuación de la sociedad a un nuevo desarrollo.
Montseny mostró allí y en otras obras de entonces (como Pedagogía social. Cómo educar a los hombres, Los peregrinos del ideal, El anarquismo y sus virtudes o La persecución de los vagos) una aguda percepción de una revolución que debía recuperar las buenas cualidades de las personas —corruptas por la sociedad—, aun cuando claramente abogase por una rectificación de conductas antisociales.
Mientras, mantuvo su vieja orientación de denuncia antigubernamental (España 1933. La barbarie gubernamental).
Ya viejo, al iniciarse la sublevación militar, se encontraba terminando algunas obras literarias, género en el que había sido tan prolífico y que tanto ascendiente popular le había dado —gracias a sus series de entre rosa y zarzuelera, sobre el amor, la aventura, 1931-1934, las experiencias escabrosas o de escándalo social—, así como de ensayo (Mi Don Juan).
En octubre de 1936 Juan Montseny aconsejó a su hija que aceptase el Ministerio de Sanidad; mientras, se mantuvo atento a la realidad de la Guerra Civil (A los frentes, 1937). Al terminar ésta, Montseny marchó al exilio francés y fue internado en el campo de concentración de St. Laurens, en Montpellier. Sin apenas resistir su situación, falleció con grandes penalidades en Salon, a los tres años de su exilio.
Obras de ~: Consideraciones sobre el hecho y la muerte de Pallás, La Coruña, La Gutenberg, 1893; La ley de la vida, Reus, 1893; El proceso de un gran crimen, La Coruña, La Gutenberg, 1895; Sociología anarquista, La Coruña, 1896; La religión y la cuestión social, Buenos Aires, 1896 (Barcelona, Ediciones de la Revista Blanca, 1931); Honor, alma y vida, Madrid, Imprenta de Antonio Marzo, 1899; Ley de herencia, Madrid, Est. Tipográfico de Antonio Marzo, 1900; La evolución de la filosofía en España, Barcelona, La Revista Blanca, 1902-1903 (3.ª ed. 1934), 2 vols.; El castillo maldito, 1903 (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1992); La anarquía en el Ateneo de Madrid, Barcelona, Ediciones de la Revista Blanca, 1903; Sembrando flores, Barcelona, 1906 (Buenos Aires, La Protesta, 1922; Barcelona, Talleres Gráficos Costa, 193?; Barcelona, Ediciones de la Revista Blanca, 1934); Los grandes delincuentes, Barcelona La Revista Blanca, 1923; El sindicalismo español, su desorientación, Madrid, Imprenta de Felipe Peña Cruz, 1923; En la sociedad anarquista, la abolición del dinero, Asunción, 1924; Consideraciones morales sobre el funcionamiento de una sociedad sin gobierno, New York, 1926; La anarquía al alcance de todos, Barcelona, La Revista Blanca, 1928 (Toulouse, Universo, s. f.); La anarquía al alcance de todos, Barcelona, 1928 (Barcelona, La Revista Blanca, 1931); Pedagogía social: cómo educar a los hombres¸ Barcelona, Ediciones de la Revista Blanca, 193?; El ideal y la revolución, Barcelona, La Revista Blanca, 1932; Mi Don Quijote, Barcelona, La Revista Blanca, 1932 (3.ª ed.); Los municipios libres (Ante las puertas de la anarquía), Barcelona, La Revista Blanca, 1932; Aventuras de un perseguido político, Barcelona, La Revista Blanca, 1932 (Toulouse, Universo, 1951); Mi vida, Barcelona, La Revista Blanca, [c. 1932]; El anarquismo y sus virtudes, Barcelona, La Revista Blanca, 1933; La persecución de los vagos, Barcelona, La Revista Blanca, 1933; Los peregrinos del ideal, Barcelona, La Revista Blanca, 1933; La barbarie gubernamental, Barcelona Ediciones de El Luchador, 1933; A los frentes, 1937; Per Catalunya, Tarragona, Diputació Provincial, Institut d’Estudis Tarraconenses Ramón Berenguer IV, 1981; El último Quijote, Barcelona, La Revista Blanca, s. f.; Por qué no somos comunistas. Por qué somos libertarios, Montevideo, Comité de Propaganda Anarquista, s. f.; El Luchador, Barcelona, s. f.
Bibl.: A. Elorza, La utopía anarquista bajo la segunda república española, Madrid, Ayuso, 1973, págs. 355-356 y 363- 371; V. Fuentes, La marcha al pueblo en las letras españolas, 1917-1936, Madrid, Ediciones de la Torre, 1980, págs. 31 y 69; X. Paniagua, La sociedad libertaria, Barcelona, Crítica, 1982, págs. 83-91; M. Íñiguez, Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español, Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, 2001, págs. 416-417; S. Gurucharri, Bibliografía del anarquismo español, 1869-1975, Barcelona, Librería La Rosa de Foc, 2004, págs. 50-51, 63, 75, 147-148, 198, 255 y 334; A. Girón Sierra, En la mesa con Darwin. Evolución y revolución en el movimiento libertario en España (1869-1914), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2005, págs. 25, 48, 50, 214, 222-223, 239, 248, 300, 308, 311, 321 y 362-363; VV. AA., Catálogo de publicaciones, folletos y documentos anarquistas españoles, Buenos Aires, Editorial Reconstruir, 2005, passim.
Alejandro R. Díez Torre