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Baltasar Samper Marqués

Biografía

Samper i Marquès, Baltasar. Palma de Mallorca (Islas Baleares), 1888 – Ciudad de México (México), 1996. Compositor, pianista, director de orquesta y etnomusicólogo.

Samper fue uno los miembros, junto con Manuel Blancafort, Robert Gerhard, Joan Gibert Camins, Ricard Lamote de Grignon, Frederic Mompou y Eduard Toldrà, del llamado grupo de Compositors Independents de Catalunya, que se había presentado públicamente en 1931 en un concierto en el Palau de la Música Catalana. Tras permanecer en Barcelona hasta el fin de la Guerra Civil, tuvo luego que tomar el camino del exilio marchando primero a Toulouse, donde residió unos años, y posterior y definitivamente a México.

Tras unos años de estudio del Piano en su tierra natal, un primer contacto con el reconocido folclorista e investigador de la música tradicional de las islas Baleares, Antoni Noguera Balaguer, y la frecuentación del joven músico en las tertulias y conciertos que se celebraban en la Sala Beethoven, donde se daban cita las mentes artísticas isleñas más inquietas y progresistas, determinó vivamente el interés de Samper tanto por la canción popular tan rica de su tierra y de la que Antoni Noguera había sido un gran coleccionista, como asimismo su amor por la música contemporánea y en particular su afición por el piano, cuyo estudio sería el motivo de su traslado a Barcelona en 1907. Una vez establecido en la Ciudad Condal, Samper continuó primero sus estudios de Piano con Enric Granados, que le tuvo en gran estima como prueba el hecho de que el compositor de Goyescas lo incorporara enseguida como profesor de aquel instrumento en la Academia de Piano por él mismo fundó, y más delante de Armonía y Composición con Felip Pedrell, uno de los máximos decanos de la musicología hispana. Terminados sus estudios, Baltasar Samper desplegó durante unos años (la década de 1920), que fueron decisivos en el proceso de consolidación y normalización de la cultura catalana, una intensa actividad como concertista solista y acompañante de lieder en lengua catalana, experiencia fundamental en su faceta de creador musical siempre cercano a la práctica interpretativa. La plena incorporación de Samper en la vida cultural y musical barcelonesa, el cosmopolitismo que se respiraba en aquella ciudad en aquellos años, no reñido con la necesidad de hallar una nueva forma de nacionalismo urbano para la música alimentó igualmente en Samper el deseo de conciliar sus orígenes rurales con formas de plasmación sonora que no renunciaran al hecho de pertenecer el músico al nuevo siglo xx con conquistas espectaculares en el terreno de la expresión, de la estructura, de la armonía y de la tímbrica como las llevadas a cabo en la música francesa por Claude Debussy o Maurice Ravel, especialmente este último, por quien Samper manifestó durante toda su vida una honda admiración.

Era difícil sin embargo ganarse la vida por completo como intérprete, sobre todo después de que el músico formara una familia, por lo que Baltasar Samper se vio muy pronto en la necesidad de simultanear las actuaciones y las lecciones de Piano en la Academia Granados con el ejercicio de la crítica musical en el diario La Publicitat y su trabajo diario desde 1924 hasta el estallido de la Guerra Civil en la oficina de la Obra del Cançoner, una institución creada gracias al mecenazgo de la Fundación Concepció Rabell i Civils que tenía como objetivo la recopilación con criterio científico y crítico de un corpus exhaustivo de las manifestaciones musicales populares a lo largo y ancho de las tierras de habla catalana. Las tareas regulares en este despacho las complementaba Samper con su marcha todos los veranos a Mallorca para llevar a cabo allí, para el Cançoner, un trabajo de campo como etnomusicólogo visitando pueblos y aldeas para recoger y transcribir las melodías que cantaban los campesinos.

Durante la Guerra Civil, Samper fue de los pocos compositores de su generación que permanecieron activos en Barcelona dirigiendo hasta la entrada de las tropas franquista en la Ciudad Condal la Orquestra de Cambra de Barcelona y continuando sus labores de comentarista musical. Finalizado el conflicto, el exilio voluntario lo condujo a buscar refugio los primeros momentos en el sur de Francia, donde durante un cierto tiempo compartió el famoso molino de Bierville junto a otros insignes escritores y artistas catalanes que corrieron la misma suerte, entre ellos Carles Riba, Ferran Soldevila, y el pintor Joaquim Sunyer, hasta establecerse como organista de la ciudad de Toulouse. La invasión alemana en Francia en la Segunda Guerra Mundial supuso, sin embargo, un nuevo traslado, esta vez definitivo, a México, país en el que el músico iniciaba una nueva etapa, quizás no tan importante desde el punto de vista de la creación, pero rica por lo que se refiere al compromiso de Samper en la actividad musical de la capital de aquel país de adopción. Allí, además de desempeñar cargos en el Teatro de la Ópera, de dirigir ocasionalmente a la Orquesta Sinfónica Nacional, al Orfeó Català de la capital mexicana, de hacer orquestaciones para la radio, compuso también algunas bandas sonoras de películas y reanudó su trabajo como investigador en el recién creado Instituto de Bellas Artes, dando asimismo conferencias en la Sociedad Folclórica de México.

El interés por la música popular de las islas Baleares —y en especial por la de su Mallorca natal— impulsado por el ejemplo del folclorista Antoni Noguera y alentado estética y moralmente en Barcelona por el maestro del Orfeó Català, Lluís Millet así como por el director de l’Obra del Cançoner, Francesc Pujol, junto con el aperturismo y la voluntad innovadora que caracterizaba la vida musical barcelonesa en los primeros decenios del siglo xx, fueron los dos ingredientes fundamentales que se hallan en la base del estilo musical de Baltasar Samper. Más que nacionalismo, el particularismo o localismo en el que se apoyaba su música —el paisaje sonoro concreto mallorquín— establecía en sí mismo la posibilidad de su trascendencia al poder proyectarse inmediatamente sin filtro ideológico alguno en un lenguaje universal que el músico tomaba directamente de la música impresionista francesa. Ser simplemente nacionalista en la década de 1920 resultaba quizás ya algo periclitado para la promoción de compositores jóvenes que habían heredado este legado de sus mayores, pero acercarse con mirada crítica —y también con cierta añoranza sentimental del adolescente que abandona el campo por la ciudad— a un material popular que se conoce de primera mano pero que la mayor parte de los demás ignoran, para someterlo a un proceso de elaboración y depuración sintácticas en el que apenas queda resto alguno de “música mallorquina”, sino más bien las impresiones que aquélla despertaba en el músico, ello sí que continuaba constituyendo un reto legítimo para un compositor obligado a medir sus fuerzas y acomodarlas a los profundos cambios que se habían operado en la música occidental a inicios del siglo xx. Si ir más lejos, la confluencia en una sola persona del etnomusicólogo y el creador había sido uno de los caminos posibles abiertos a la composición en la obra de Béla Bartók. Y ésta será también la senda emprendida por un artista culto, reflexivo, admirable igualmente en su faceta de crítico inteligente y de fino escritor —como tuvo ocasión de demostrar en la biografía que dedica a Luís Millet—.

En la actualidad aún queda por hacer un estudio riguroso y sistemático de la vida y obra de Baltasar Samper, así como de catalogar una producción guardada en distintos lugares que abraza además del piano y el lied, la música coral y la orquestal.

Entre sus obras destaca especialmente Cançons i danses de l’illa de Mallorca, conocida más popularmente por Mallorca, suite sinfónica, estrenada en 1929 y que se proyectó inmediatamente como una de las piezas sinfónicas españolas más importantes de su época por el virtuosismo tímbrico e instrumental que en ella se manifestaba. Mallorca, organizada en tres movimientos: Rapsòdia, Calma en el mar y Festes, está basada toda ella en la yuxtaposición de melodías de la isla que el músico apenas desarrolla en un sentido clásico sino que se limita a presentarlas y reiterarlas de forma rapsódica en distintos registros y según las múltiples posibilidades de una cambiante paleta instrumental. El paradigma melódico en la evolución del discurso —el respeto por el perfil de la canción popular— es incuestionable como lo es el tratamiento solista de los instrumentos de viento encargados de conducir aquellas canciones y los contrastes que en su yuxtaposición se crean. Pero la marcha temporal melódica genera a la vez un despliegue armónico y un juego de timbres que forman parte de la misma estructura de la obra. La técnica objetiva de la orquestación raveliana está presente en Mallorca de igual manera que se esconde en ella el misterio del nocturno romántico tan presente en el segundo movimiento, Calma en el mar, o el impresionismo deformante de fanfarria callejera popular en el tercer movimiento, Festes, que remiten directamente al mundo de Debussy. Y si lo francés era patente en Mallorca, se puede trazar la evolución hacia un mayor abstraccionismo o constructivismo distanciado en la interpretación nacionalista en su siguiente obra, Ritual de pagesia, estrenada por la Orquestra Pau Casals en 1935, y cuyas posibles consecuencias estilísticas quedaron truncadas por la Guerra, ya que, una vez en México, la música de Baltasar Samper emprendió otros derroteros más circunstanciales y sin la trascendencia de su etapa barcelonesa.

 

Obras de ~: Música orquestal: Cançons i danses de l’illa de Mallorca (suite Mallorca), 1929; Ritual de pagesia, 1935; La balada de Luard, el mariner (soprano y orquesta), 1938; Concierto para piano y orquesta, 1941; Càntic espiritual (coro mixto y orquesta); 1941.

Música coral: Cançó de l’espadar; L’om; Oració de la monja; Pitchou ome.

Canción: Amor, tinc por!, 1936; Cançó de les ones; Cançons franciscanes; Cançó de la sirena; Cançó de taverna; Cirerer florit; Desig; El mariner; Enigma; Glossa; L’amor de les tres germanes; Lai d’amour; Plors; Scherzo; Sonets de Shakespeare; Tu que dorms.

Piano: Danses mallorquines; Lai d’amour; Ritual de pagesia.

 

Bibl.: M. Valls i Gorina, La música catalana contemporània, Barcelona, Editorial Selecta, 1960; E. Casares, La Generación de la República o la Edad de Plata de la música española, Madrid, FM, 1983; T. Marco, Historia de la música española contemporánea, 6. Siglo XX, Madrid, Alianza Editorial, 1983; E. Casares, La música en la Generación del 27. Homenaje a Lorca, 1915-1939, Madrid, Ministerio de Cultura, 1986; J. Company i Florit, “El centenari de Baltasar Samper. 50 anys de música, 50 anys de silenci?”, en Revista Musical Catalana, n.º 50 (diciembre de 1988); S. Tapia Colman, Música y músicos en México, México, Panorama Editorial, 1992; X. Aviñoa, Història de la música Catalana, Valenciana y Balear, t. IV, Barcelona, Edicions 62, 1998.

 

César Calmell y Piguillem

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