Casals i Defilló, Pau. El Vendrell (Tarragona), 29.XII.1876 – San Juan de Puerto Rico (Puerto Rico), 22.X.1973. Violonchelista, director de orquesta y compositor.
Pau Casals, segundo de once hermanos de los cuales sobrevivieron solamente tres, nace en una modesta población de Tarragona, hijo de la puertorriqueña Pilar Defilló y de Carles Casals, republicano partidario de Pi y Margall, que se sustenta dando clases de Solfeo y Piano y como maestro del coro y organista de la parroquia. Iniciado por su padre, muy pronto se descubre la vocación musical de Pau, quien aprende rápidamente a tocar el piano y el violín, instrumento este último con el que ofrece su primer concierto a los ocho años; Carles construye unos zapatos con alzas para que Pau pueda llegar a los pedales del órgano y le enseña la técnica para tocarlo. El acontecimiento que iba a marcar su trayectoria profesional y su vida se produciría cuando una compañía de cómicos ambulantes, llamada Los Tres Bemoles, visita El Vendrell y fascina al pequeño Pau con un instrumento de posición frontal, hasta el punto de que el padre se hace construir una réplica con una calabaza (Bonastre, 1999: 281). En ese violonchelo primitivo, que se conserva en la casa natal del artista, Pau desgranará las primeras notas en colocación frontal, y en poco tiempo tocará el violín en idéntica posición hasta que, en 1888, escucha un violonchelo auténtico, tocado por José García i Jacot, su futuro maestro, con ocasión de un concierto de cámara celebrado en El Vendrell, y decide aprender el instrumento al que su nombre permanecería asociado de por vida. En el mismo año, ante las pocas perspectivas de completar la formación musical en su localidad natal, Pau se instala en Barcelona con su madre —el apoyo fundamental en la formación no sólo de Pau, sino también de los otros dos hijos, Lluís y Enric, músicos como él— e ingresa en la Escuela Municipal de Música, donde aprenderá Armonía, Piano y Violonchelo, teniendo como profesores a García i Jacot, José Rodoreda, Francisco Costa Llobera y Joaquín Malats, y alcanzando las máximas calificaciones.
En poco tiempo el aprendizaje rinde sus frutos y Pau, en 1891, da su primer concierto como solista de violonchelo en la Ciudad Condal. Sin haber cumplido aún los trece años, contribuye al sustento económico de la familia sustituyendo a su propio maestro y dando conciertos en algunos cafés; en uno de ellos conoce a Isaac Albéniz, quien escribe una carta de recomendación al conde Morphy —aristócrata, político, compositor, crítico y secretario de la reina María Cristina—, que permitirá a Pau, tras haber finalizado los estudios en 1893 con Premio Extraordinario, ampliar la formación en la capital española. En Madrid hallará Casals el mecenazgo de la reina María Cristina y la protección del conde Morphy, quien no sólo le ofrecerá apoyo y una formación humanística —que incluía la Filosofía, las Matemáticas, el Arte y la Política— sino que se convertirá también en su segundo padre. Tras estudiar con Tomás Bretón y Jesús de Monasterio, siempre bajo estipendio real, Casals viaja en 1895 a Bélgica para ampliar estudios de Violonchelo con Edouard Jacobs, y de Composi ción con François-Auguste Gevaert, pero decepcionado por las maneras antiguas de la cátedra de Jacobs, abandona Bruselas contra las indicaciones de Morphy y se instala en París, iniciando una etapa protagonizada por las penurias económicas y otras dificultades, que acaban propiciando la vuelta de la familia Casals a Barcelona. En la Ciudad Condal cosechará sus primeros éxitos, pues en 1896 consigue el puesto de profesor de violonchelo de la Escuela Municipal de Música —sustituyendo a su antiguo maestro García i Jacot— y se convierte en el violonchelista principal de la Orquesta del Gran Teatro del Liceo, y como tal participó en el estreno de Pepita Jiménez de Albéniz (Bonastre, 1999: 282). Inmerso en un ambiente de gran actividad musical, Casals recorrerá junto a Enric Granados los diferentes escenarios del país, pero sin dejar de lado un importante objetivo hasta ahora aplazado: la conquista de París. Habiéndose reconciliado con el conde Morphy tras los sucesos de Bruselas, Casals es recomendado por el aristócrata para la orquesta de Charles Lamoreux, y desde la capital francesa —donde coincidirá con ilustres personajes de la vida cultural gala e internacional— iniciará el artista la conquista europea, siendo reconocido como “máximo virtuoso mundial” (Rubio, 1976). Lamoreux queda fascinado al escuchar a Casals y le propone tocar el Concierto de Lalo, el 12 de noviembre de 1899, en el teatro Château d’Eau. Previamente, Casals —admirador de Wagner— pide a Lamoreux poder participar el 28 de octubre en el estreno de la primera versión completa de Tristan und Isolde ofrecida en París, pero no como primer violonchelo, sino entre el grueso de la masa orquestal; el 17 de diciembre interpretará el Concierto de Saint-Saëns, que será un éxito absoluto y el inicio de la carrera internacional del artista catalán (Alavedra, 1962: 80-98).
Ya en los albores del siglo xx, la actividad concertística de Casals se multiplica. En París es toda una celebridad, los contratos son numerosos y en 1901, en plena efervescencia profesional, emprende una gira por los Estados Unidos, país que visitaría con asiduidad; el 9 de marzo de 1904 será el violonchelo solista en el estreno norteamericano del poema sinfónico para violonchelo y orquesta Don Quijote, de su admirado Richard Strauss, quien dirige su propia obra.
A finales de ese año, junto al violinista Jacques Thibaud y al pianista Alfred Cortot, crea uno de los tríos de mayor reputación del continente europeo, que actuaría a lo largo de tres décadas y protagonizaría los primeros registros discográficos del violonchelista.
Poco después viaja a Rusia, donde conoce al gran pianista —y discípulo de Liszt— Alexander Siloti, en cuya casa de San Petersburgo vivió Casals la revolución de 1905, y donde coincidió con los grandes compositores rusos, como Rachmaninov, Scriabin, Prokófiev y Rimsky Korsakov (Alavedra, 1962: 135- 143). Pero uno de los acontecimientos de mayor importancia en la trayectoria del músico fue, sin duda, aquél cuyos orígenes se remontaban a 1890, cuando un jovencísimo Casals descubre en una polvorienta librería de Barcelona las seis Suites para violonchelo de Bach. Admirado por la belleza de las desconocidas partituras, el músico dedica más de una década a su estudio para rescatarlas del silencio y ofrecerlas al mundo en su particular cruzada, demostrando que no eran simples ejercicios técnicos, sino obras de elevadísimo contenido expresivo y espiritual. En una de las audiciones celebradas en casa de Julius Roentgen en 1906, Casals interpreta por primera vez una de las Suites e impresiona profundamente a Grieg, asistente a la velada; este ejemplo fue seguido por violinistas y pianistas, que empezaron a incluir las Suites y Partitas en sus programas de concierto. Para esas fechas, el artista catalán es ya un violonchelista de prestigio internacional, y cuenta con una agenda de casi doscientos conciertos anuales. Pero queda, todavía, una asignatura pendiente: la orquesta. “Si hasta ahora he sido tan feliz tocando el violonchelo, ¡cómo lo seré cuando posea el más grande de los instrumentos, la orquesta!”, dirá Casals a Roentgen. En 1920 creará la Orquestra Pau Casals, formación con la que podrá profundizar en la dirección orquestal, y que utilizará para difundir la música clásica durante diecisiete años. Los más de trescientos conciertos ofrecidos por la orquesta dan fe de la intensa actividad realizada, que convirtió Barcelona en uno de los centros musicales del mundo. Desde el concierto inaugural —el 13 de octubre de 1920, en el Palau de la Música— hasta la última actuación, el 13 de septiembre de 1936 en el Teatro del Liceo, muchos fueron los artistas —directores y solistas en calidad de invitados— que desfilaron por la Orquestra Pau Casals: Manuel de Falla, Arnold Schönberg, Igor Stravinsky, Richard Strauss, Joaquín Turina, Gaspar Cassadó, Pierre Fournier, Wanda Landowska, Alfred Cortot, Béla Bartók y los hermanos Casals, fueron algunos de los participantes en las jornadas concertísticas de la formación orquestal. Otra de las preocupaciones de Casals —quien, pese a su dedicación a la orquesta no descuidaba la carrera solística— fue que la música llegase a todos los estamentos sociales, y para ello crea en 1926 la Associació Obrera de Concerts, una entidad que llegará a tener tres mil socios y —a partir de 1934— una orquesta formada por obreros, cuyo objetivo será el de permitir el acceso de los trabajadores a los estudios musicales y a los conciertos. En julio de 1936, durante el ensayo de la Novena Sinfonía de Beethoven, se anuncia el levantamiento militar. Casals, finalizada la sesión, promete volver a interpretar la obra en Barcelona y Madrid cuando todo acabe; desgraciadamente, no podrá cumplir su promesa.
“La paz ha sido siempre mi mayor preocupación [...]. Soy catalán. Cataluña es hoy una provincia de España, pero, ¿qué fue Cataluña? Cataluña ha sido la nación más grande del mundo y os explicaré por qué. Cataluña tuvo el primer Parlamento, mucho antes que Inglaterra; Cataluña tuvo las primeras Naciones Unidas. En el siglo xi, todas las autoridades de Cataluña se reunieron en una ciudad de Francia para hablar de paz. Paz en el mundo y contra la guerra, la inhumanidad de las guerras. Es por eso que estoy tan feliz de estar aquí con ustedes [...]. Hace muchos años que no toco el violonchelo en público, pero siento que ha llegado el momento de volver a tocar. Tocaré una melodía del folklore catalán: El cant dels ocells —‘El canto de los pájaros’—; los pájaros, cuando están en el cielo, van cantando ‘paz, paz, paz’, y es una melodía que Bach, Beethoven y todos los grandes habrían admirado y amado. Y, además, nace del alma de mi pueblo, Cataluña.” Pau Casals pronuncia estas palabras el 24 de octubre de 1971 —cuando se estrena el himno de la ONU compuesto por él mismo—, al recibir la Medalla de la Paz de las Naciones Unidas.
De ellas se deriva lo que el artista llevó siempre consigo, el profundo amor a Cataluña y la condena de las injusticias derivadas de la lucha por el poder. Casals, criado en un ambiente que defendía el republicanismo y el catalanismo, manifestó constantemente su rechazo a las dictaduras y a cualquier tipo de institución que no derivase del sufragio libre y universal, convirtiéndose en símbolo de libertad frente a los regímenes opresores y totalitarios. Ya desde 1917 había manifestado su calidad humana al negarse a actuar en Rusia tras los sucesos de la Revolución y la implantación del régimen comunista; después, esta decisión se extendió a todos los países que no tuviesen un sistema democrático. En 1933, se niega a actuar en Alemania manifestando su oposición a Hitler, cuya ideología detestaba, jurando no volver a ese país hasta que no cambiara el régimen político, y rechazó también la invitación de Furtwängler en 1934 para dirigir la Filarmónica de Berlín, como protesta por la situación política. La relación con Alfred Cortot, pianista del mítico trío formado con Casals y Thibaud, acabó cuando el violonchelista supo de la atracción del primero por el nazismo: se negó a tocar nunca más con él y llegó a retirarle la palabra para siempre. A partir de 1936 decide no dar conciertos en ningún país de régimen totalitario y, tras el estallido de la Guerra Civil española, se sitúa a favor del bando republicano; el 19 de octubre de 1938, en el Liceo, en el intermedio del que fue su último concierto en Barcelona, emite un mensaje radiado en inglés y francés en el que solicita auxilio para España a los países democráticos.
Al entrar las tropas franquistas en Barcelona, Casals se exilia instalándose primero en Prada de Conflent —Prades, al sur de Francia y cerca de su querida tierra— y después en Puerto Rico; “[...] quizá nunca vuelva a ver Cataluña. Durante años creí que, antes de morirme, la libertad volvería a mi querida tierra.
Ahora no estoy seguro”, dirá Casals, consciente de la situación política de su país. Desde Prada, volcado en la composición, el estudio y la enseñanza, iniciará el músico una campaña de ayuda a los refugiados españoles que habitaban en los campos de concentración del sur francés, haciendo llamamientos internacionales para solicitar el envío de donativos, ropa y comida.
“No hay palabras para describir el horror de lo que está sucediendo aquí”, escribirá Casals a su amigo Germaine Grottiendieck el 5 de febrero de 1939. El 28 de marzo toca en el Royal Albert Hall de Londres para recaudar dinero para los niños españoles; Franco declara el 1 de abril que la guerra ha terminado y Casals jura que no volverá a su país hasta que no haya un régimen democrático. Pero también sabe que es peligrosa su vuelta, aun cuando quisiera, pues Gonzalo Queipo de Llano amenaza por radio que cuando aprese a Casals “le cortarían ambos brazos a la altura del codo” (Baldock, 1994: 210-211). Desde entonces el artista catalán se dedica en cuerpo y alma a trabajar ayudando a los refugiados, realizando conciertos para recoger fondos, o atendiendo peticiones particulares de su propio bolsillo; “todo es más importante que la música cuando se trata del dolor humano”, dirá Casals, quien llegará a involucrarse en el bienestar de cerca de seiscientas familias, siempre dispuesto a aportar su inestimable ayuda (Baldock, 1994: 229).
Hasta 1946 participó en conciertos de fines benéficos, pero más adelante decidió no actuar en ningún país que fuera condescendiente con el régimen franquista.
Casals decide no tocar ni dirigir jamás en público, con la excepción de ocasiones que tuvieran que ver con el altruismo y la defensa de la paz. El exilio y el silencio autoimpuesto, serán los métodos que utilizará el artista para expresar su decepción ante la barbarie política del momento, emprendiendo así su particular cruzada contra las injusticias sociales y en defensa de la dignidad y la fraternidad humanas. Sólo Bach romperá el silencio de Casals: en junio de 1950, para conmemorar el centenario de la muerte del genio de Leipzig y persuadido por su amigo el pianista Alexander Schneider, participa en el primer Festival de Prades. Los actos del certamen —que aún se celebra, manteniendo el mensaje de reconciliación y paz— cobran una dimensión especialmente significativa, de apoyo a la postura de Casals por parte de los músicos participantes, y de provocación a la situación política española. En ese mismo año, junto a Albert Schweitzer, emprende una campaña para criticar la carrera armamentística de las potencias nucleares.
El 24 de octubre de 1958 participa en la Asamblea General de las Naciones Unidas, y su mensaje es retransmitido por radio a más de cuarenta países, intervención que lo erige como símbolo internacional de la lucha por la paz y la defensa de la libertad, y le supone la nominación al Premio Nobel de la Paz: “La música, ese maravilloso lenguaje universal comprendido por todos los hombres, debería contribuir a hermanarlos.
Las únicas armas de que dispongo son la batuta y el violonchelo; no son demasiado mortíferas, pero no tengo otras y prefiero no tener otras”. Y con esas armas peregrinará por todo el mundo: en 1943 inicia la composición de El Pessebre, oratorio con letra de Joan Alavedra —y orquestado con la participación de su hermano Enric Casals—, que se convertirá en el abanderado musical de la causa pacifista, y que Casals llevará por diferentes auditorios como símbolo sonoro de la defensa de la libertad. La intención inicial de Casals al escribir El Pessebre, era la de conmemorar, el día de su estreno, el final de la Segunda Guerra Mundial y la restauración de la democracia en España. Desgraciadamente, la composición se estrenará años más tarde, el 2 de diciembre de 1960, en Acapulco, marco que Casals elige para agradecer así la generosidad del pueblo mexicano para con los exiliados españoles.
El 22 de octubre de 1973 Pau Casals muere a consecuencia de un ataque al corazón en San Juan de Puerto Rico. El comprometido artista, que luchó contra el fascismo y juró no volver a España hasta que volviese la democracia y Cataluña tuviese administración propia, no conoció la muerte del dictador; los restos del violonchelista por antonomasia, volvieron con todos los honores a su tierra natal, El Vendrell, el 9 de noviembre de 1979, cuando Josep Tarradellas —vuelto también del exilio— era ya presidente de la Generalitat.
Entre los numerosos premios y distinciones recibidos por Pau Casals, destacan el título de Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica (1895), los doctorados honoris causa por las universidades de Edimburgo (1934), Barcelona (1939), Oxford y Cambridge —concedidos en 1945 y rechazados por el artista como protesta por la pasiva actitud del Gobierno británico ante la dictadura de Franco—, la nominación a Premio Nobel de la Paz (1958), la Medalla de la Libertad otorgada por el presidente de los Estados Unidos (1963), la Gran Cruz del Orden del Mérito Nacional de Francia (1971), la Medalla de la Paz de las Naciones Unidas (1971) y, a título póstumo, la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya, concedida en 1979.
Además de su extensa producción musical, dejó una amplia selección discográfica en la que destacan las Suites para violonchelo y los Conciertos de Brandeburgo de Bach; las Sonatas y variaciones para violonchelo y piano de Beethoven; las Sonatas para violonchelo y piano de Brahms, los Conciertos para piano de Mozart, y obras de otros compositores, como los tríos y quintetos de Schubert, o los conciertos de Schumann.
Pau Casals fue, sin lugar a dudas, no sólo una de las figuras más influyentes y relevantes de la historia de la interpretación, sino también el paradigma de músico comprometido con la sociedad y las circunstancias de su tiempo. Indisolublemente ligado al violonchelo, revolucionó la técnica de este instrumento con sus innovaciones digitales y expresivas, con movimientos más sencillos y naturales desligados de la pomposidad de la antigua tradición, y utilizó su música como arma universal para defender la paz y la justicia, haciendo de su arte la voz de la libertad.
Obras de ~: Concierto para violonchelo y piano, 1892; Misa de Gloria, 1892; A tu, des de Santes Creus (voz y piano), 1892; Balada (piano), 1893; Cuarteto de Cuerda, 1893; Pastoral para violonchelo y piano, 1893; Preludio (piano), 1893; Romanza (voz y piano), 1893; Cuatro Romanzas sin palabras (piano), 1894; Mazurca (piano), 1895; Cançons catalanes, n.os 1 a 5 (voz y piano), 1895-1897; Romanza para violonchelo y piano, 1897; La Fiancée du Nil (voz y orquesta), 1899; Au cimitière au jour des morts (voz y piano), 1899; Sardana, 1927; Cançó de bressol (voz y piano), 1935; Cançó a la Verge, 1942-1968; Prélude (piano), 1943; Sonata para violonchelo y piano, 1945- 1972; Misteri del Sant, 1949; Tres estrofas de amor (voz y piano), 1957; El ángel travieso (voz y piano), 1959; Coral de Navidad, 1966; Himno a las Naciones Unidas (voz y orquesta), 1971; Cuando vuelva a nacer (voz y piano), 1971.
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Verónica Maynés Gutiérrez