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Manuel Orovio y Echagüe

Biografía

Orovio y Echagüe, Manuel. Marqués de Orovio (I). Alfaro (La Rioja), 17.VII.1817 – Madrid, 18.V.1883. Político.

De acaudalada familia terrateniente por sus dos ramas, y de remoto origen hidalgo, cursó los primeros estudios en su pueblo natal, realizando la carrera de Derecho en la Universidad de Zaragoza. Con viva vocación política desde su mocedad, no tardó en comenzar a materializarla al ser designado alcalde constitucional de su pueblo en el bienio inicial (1843- 1845) de la Década Moderada, a cuyo ideario se sintió vinculado desde los primeros pasos de su actividad pública, la cual tendría su primer jalón de ámbito regional al resultar elegido diputado provincial en 1847, y nacional, una vez miembro de la Cámara Baja por el distrito de Arnedo en 1850, mantenido hasta los sufragios de 1853, perdido durante el bienio esparterista, recuperado en 1856 hasta el fin del reinado de Isabel II y otra vez recobrado y posesionado durante un quindecenio y reemplazado por una senaduría en 1880; ejemplo no insólito, pero tampoco demasiado frecuente en la historia del caciquismo español decimonónico, que tuvo en el del político alfarero uno de sus paradigmas, muy particularmente en el periodo canovista, cuando el control de gran parte de La Rioja llegó a ser total del lado de su principal hombre público. Hasta entonces, y por espacio de casi un cuarto de siglo, su omnímodo ascendiente e influencia hubo de disputarse, en un duelo político de caracteres africanos por su dureza, con figuras de radio nacional —caso de Santiago Tejado y uno de los célebres generales Concha— y europeo, a la manera del campeón del progresismo hispano y una de las estrellas del parlamentarismo decimonónico con Salustiano Olózaga. Conocedor éste desde los inicios mismos de la carrera pública del que llegaría a ser de por vida su principal antagonista regional de tal condición, opondría una numantina resistencia a su elección como diputado en los sufragios de 1850, que llegaron a ser célebres en los anales de vida política riojana y aun, en buena medida, nacional por los contenciosos a que diera lugar.

El primer cargo de gobierno que ocupase el futuro marqués de Orovio tras su experiencia edilicia, fue el entonces muy importante como invariable plataforma para el salto a una poltrona ministerial, del Gobierno Civil de Madrid, en el último gabinete del prohombre moderantista gaditano Francisco Javier Iztúriz, del 20 de enero de 1858 al 1 de julio de 1858, día mismo del advenimiento de la Unión Liberal, etapa en la que incesante actividad pública concentróse en lubrificar a fondo su maquinaria caciquil, con trabajos e iniciativas que pudieran erigirse en acabado modelo de un peculiar género político que poseyó —importará insistir por la innegable trascendencia del tema: el asentamiento de toda una cultura política: ideas, valores, normas, sensibilidades y representaciones— en el primate alfareño un ejemplar de rara perfección. El abandono del poder del o’donnellismo y el retorno de los moderados supuso también para su figura un paso cualitativo en su cursus honorum al verse nombrado consejero de Estado, sección de Gracia y Justicia —materias claves en el ejercicio y despliegue del caciquismo— por el gabinete del marqués de Miraflores y al año siguiente (1864), consejero de Estado en las secciones de dos materias claves para el ejercicio del caciquismo: Fomento y Gobernación, por el ministerio Arrázola. Otra vez la llegada al Ejecutivo de la Unión Liberal implicó un relativo eclipse de su calculada imparable marcha hacia una cartera ministerial. Y de nuevo el regreso del moderantismo en la persona de su caudillo Ramón María Narváez entrañó, por fin, y después de un corto tránsito por la Vicepresidencia cuarta del Congreso de los Diputados, la ascensión al ministerio en el último de los muchos Consejos de la Corona presididos por el militar granadino. Fue esta cartera la de Fomento, por aquel entonces cartera de “entrada” en la vida ministerial, pero muy decisiva, según quedó anotado, tanto para el itinerario de políticos con grandes ambiciones como para el despliegue de toda suerte de presiones e influencias. Una historiografía tan piadosamente intencionada como desorientada ha querido ver en esta capital experiencia de su héroe un marginamiento y desenganche de éste del reaccionarismo doctrinal que distinguiera al postrer gobierno del Espadón de Loja, incluso un tanto a contre coeur de la verdadera personalidad del famoso general andaluz. No hay, desde luego, indicio alguno de consistencia que avale tal interpretación, dada la absoluta solidaridad del novel ministro con todos los actos de sus colegas —González Bravo, Severo Catalina…— y, sobre todo, de su sanguíneo e híspido presidente, amén de la concluyente prueba de su firma al pie de los decretos que suspendían de su cátedra a varios docentes, los célebres “textos vivos” del error y la heterodoxia de la prensa “neocatólica”. Por lo demás, el testimonio quizá más irrefragable de la inalterabilidad ideológica del titular de Fomento se encuentra en su presencia y concurso al último de los gabinetes del reinado de Isabel II, de insuperable pedigrí autoritario. Haciéndose ahora cargo de la cartera de Hacienda (de 23 de abril a 30 de septiembre de 1868) en el gabinete pilotado por Luis González Bravo, vio también realizada la aspiración más íntima y permanente de su biografía privada al ser agraciado por la Soberana (el 20 de agosto) con el título nobiliario de marqués de Orovio.

Más clara e indisputable fue su posición de acercamiento primero y luego de alineación estricta en el conservadurismo de un Cánovas del Castillo que, aun prevaliéndose de sus servicios y hombres, albergaría la más invencible de las prevenciones ante los miembros del viejo Partido Moderado, una vez instaurada la restauración. Integrante del Ministerio-regencia y sin solución de continuidad del primer gabinete del estadista malagueño como responsable de Fomento, también pasaría a la más controvertida historia de la España contemporánea con el decreto de expulsión de la Universidad de Francisco Giner de los Ríos y otros profesores krausistas, que impulsarían ulteriormente el nacimiento de la Institución Libre de Enseñanza. Fuera del Ejecutivo a partir del otoño de 1875, no por ello su estrella palidecería en el panorama del régimen alfonsino. Hasta su nueva responsabilidad en el Ejecutivo al frente de los destinos de la Hacienda Nacional en el segundo gabinete Cánovas (11 de julio de 1877), ejerció cargos de la importancia de la presidencia del Consejo de Estado, de la Comisión de Presupuestos o de la Comisión Mixta Constitucional —Senado y Congreso—. Tanto en su segunda experiencia al frente de Hacienda como en su ininterrumpido desempeño en el Gobierno de Arsenio Martínez Campos que siguiera al segundo de Cánovas como en el tercer de éste, la gestión del político alfareño se descubrió muy notable y eficaz. Entre sus medidas más acertadas se hallan, entre otras y dentro de su obsesiva preocupación por equilibrar ingresos y gastos para enfrentarse con esperanza a la Deuda, la actualización de los haberes de los empleados públicos, la anulación de los préstamos de los particulares al Tesoro Público, el aumento de la recaudación y la rebaja sustancial del déficit en los presupuestos estatales. No hay tampoco que olvidar aspectos tales de su labor como el acrecentamiento de los recursos permanentes de la Hacienda estatal, el control de la conversión de los Bonos o el reforzamiento de los Amillaramientos.

Coleccionista de honores y distinciones, poseyó las Grandes Cruces de Carlos III e Isabel la Católica, la de la Concepción de Villaviciosa de Portugal, la de Leopoldo de Bélgica, la Piana de Roma y la Legión de Honor. Socio de mérito de Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País, la capital cesaroagustana le nombraría su Hijo Adoptivo por los señalados servicios que prestase a las obras del Canal de Aragón o la puesta en pie de la Compañía del Ferrocarril de Zaragoza a Escatrón. Igualmente lo fue de Logroño.

 

Obras de ~: Discursos pronunciados en el Congreso de los Diputados en los días, 14, 16 y 17 de mayo de 1878 [temas: política económica y financiera], Madrid, Imprenta de Manuel Tello, 1878 (Discursos parlamentarios. Manuel de Orovio y Práxedes Mateo Sagasta, ed. de G. Capellán de Miguel, J. M. Delgado Idarreta y J. L. Ollero Vallés, Logroño, Parlamento de La Rioja, 2000).

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Congreso de los Diputados, Serie documentación electoral, 28 n.º 27, 31 n.º 10, 34 n.º 7, 40 n.º 27, 44 n.º 6, 48 n.º 3, 51 n.º 13, 54 n.º 12, 58 n.º 6, 58 n.º 10, 78 n.º 6 y 84 n.º 10; Archivo del Senado, Exps. personales, HIS-0322-07.

C. Gurran, Galería de riojanos ilustres, Valladolid, Imprenta de la Viuda de Cuesta e Hijas, 1888; Conde de Benalúa, Memorias del conde Benalúa, Duque de San Pedro de Galatino.

I. La emigración. Alfonso XII. La restauración (1867-1875), Madrid, Ediciones Blass, 1924; V. Cacho Viu, La Institución Libre de Enseñanza. I. Orígenes y etapa universitaria (1860- 1881), Madrid, Editorial Rialp, 1962; J. Martínez Díez, Historia de Alfaro, Alfaro, Gráficas Ochoa, 1983; J. M. Cuenca Toribio, Estudios de Historia y Literatura contemporánea, Madrid, Editorial Alhambra, 1983; F. Bermejo Martín, “Olózaga y Orovio o el caciquismo en el distrito riojano de Arnedo: 1846-1864”, en Segundo Coloquio sobre Historia de la Rioja, vol. II, Logroño, Colegio Universitario de La Rioja, 1986, págs. 341-353; F. Bermejo Martin y J. M. Delgado Idarreta, La administración provincial española. La Diputación Provincial de La Rioja, Logroño, Diputación Provincial, 1989; A. Rull Sabater, Diccionario sucinto de Ministros de Hacienda (s. xix-xx), Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1991; J. M. Cuenca Toribio, Parlamentarismo y antiparlamentarismo en la España contemporánea, Madrid, Ediciones de las Cortes Generales, 1995; F. Bermejo Martín, Espartero, hacendado riojano, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2000; G. Capellán de Miguel (ed.), Parlamento y parlamentarios en la España liberal: Manuel de Orovio y Práxedes-Mateo Sagasta. Discursos parlamentarios, Logroño, Parlamento de La Rioja, 2000; J. M. Cuenca Toribio, Estudios de Historia política española contemporánea, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 2000; M. A. Martorell Linares, El santo temor al déficit: política y hacienda en la restauración, Madrid, Alianza Editorial, 2000; G. Capellán de Miguel y F. Gómez Ochoa, El Marqués de Orovio y el conservadurismo liberal español del siglo xix. Una biografía política, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2003.

 

José Manuel Cuenca Toribio

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