Sessé y Lacasta, Martín de. Baraguas (Huesca), 11.XII.1751 – Madrid, 4.X.1808. Botánico y médico.
Su ejercicio profesional, como médico, quedó eclipsado por la notable trascendencia de sus trabajos relacionados con la flora americana a pesar del enorme retraso con que la comunidad científica internacional lo reconoce, gracias a los trabajos que desde Álvarez López se han intensificado en los últimos años.
Estudió medicina en la Real Academia Teórico- Práctica de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, centro de reconocido prestigio, desde su fundación por Alfonso V de Aragón, entre las clases médicas españolas.
En 1775 opositó (sin éxito) a la Cátedra de Prima de medicina de la Universidad de Huesca, tras lo cual se trasladó a Madrid para continuar sus estudios médicos durante este mismo año y el siguiente, a lado del afamado doctor Antonio Flamenco. Momento que aprovechó para establecer contacto con las instituciones científicas metropolitanas de mayor relieve, especialmente con el Real Jardín Botánico madrileño que en esos años aún se encontraba en la ribera del Manzanares.
En 1779 se incorporó a la milicia, sirviendo como Practicante Mayor y Médico de Entradas del hospital del Ejército en el bloqueo de Gibraltar e incorporarse, al año siguiente, como médico militar de una gran expedición hacia América, al mando primero de José Solano —marqués del Socorro— y después bajo las órdenes del conde de Gálvez. Contribuyó con sus servicios y dedicación a mejorar la salud de la tropa, al combatir con gran éxito la epidemia de calenturas que se había declarado a bordo de los buques y que diezmaba a la tripulación de la escuadra naval.
Tras su paso por La Martinica, donde organizó un hospital de campaña, continuó su labor médico-quirúrgica en el Hospital de Operaciones de La Habana y como principal responsable del primer hospital en la Isla de Providencia durante su conquista. Una vez finalizada la guerra con los ingleses se encargó del hospital real del Pilar de la misma capital cubana, compatibilizando su actividad hospitalaria con la atención a pacientes fuera del ámbito militar. Consiguió una sólida reputación y sosegada posición económica que le permitió desinteresadamente prestar 10.000 pesos a la Tesorería de La Habana para cubrir las necesidades de la guerra. Se relacionó por entonces con el también aragonés y formado como él en la misma Academia de Zaragoza, Francisco Barrera, con el que colaboraría años después (1797) en el estudio y tratamiento de más de trescientos pacientes afectados de parasitosis que producía la culebrilla dracunculus y a los que extrajeron, con ayuda del microscopio, más de tres mil quinientos parásitos en diversas localizaciones anatómicas.
Con treinta y cuatro años se trasladó a México con el ánimo de renovar la investigación, la enseñanza de las ciencias naturales y la caduca práctica médica, en concordancia con lo que estaba sucediendo en la metrópoli, en donde, al amparo del despotismo ilustrado, se realizó un gran esfuerzo por recuperar el puesto perdido por España, dentro del avanzado racionalismo europeo de finales del Siglo de las Luces, y esto lo volcó hacía sus dominios ultramarinos. El 10 de mayo de 1785, Sessé recibió su título de correspondiente del Real Jardín Botánico de Madrid, pero sin abandonar aún el ejercicio de su profesión. Aprovechó la retirada para España de los doctores Ruiz y Virgili y se encargó de sus pacientes, sustituyó inicialmente al también médico Vicente de la Peña y, como responsable de los presos del Santo Oficio que de él dependían, consiguió el nombramiento de ministro Oficial Calificado de ese Tribunal, cargo que ejerció desde el 22 de agosto de 1785 hasta el 6 de enero de 1789; simultáneamente ejerció la medicina clínica en el Hospital del Amor de Dios y en el Recogimiento de Santa María Magdalena, hasta su incorporación como director de la Expedición Botánica de Nueva España. A él se debe la idea original, a partir de entonces su vida estuvo totalmente vinculada al desarrollo de la misma.
Desde un primer momento y antes de que se decidiera la organización de una expedición oficial a Nueva España, que cumpliera unos objetivos similares a los encomendados a las expediciones botánicas de Perú y Nueva Granada, Sessé ya consideró la idea de establecer un Jardín Botánico y una cátedra de botánica en la capital mexicana.
En efecto, el 30 de enero de 1785, desde La Habana, propuso al responsable del Jardín Botánico de Madrid, y para todos los efectos rector de la política científica española, Casimiro Gómez Ortega, su intención de pasar a México acompañando al conde de Gálvez, con el objeto de “establecer Cathedra de Botanica con Jardín, a que combida el fértil e inculto terreno que hay dentro de Palacio contiguo a la Universidad”.
Sugería el envío de algún discípulo aventajado que pudiera hacerse cargo de este cometido e indicaba asimismo su propósito de crear una Academia de Medicina Teórico-Práctica, similar a la que se había implantado en la Península. En ambas instituciones se impartiría la docencia de la Botánica a los estudiantes de los tres ramos de la Medicina (Medicina, Cirugía y Farmacia) siguiendo los nuevos principios del Sistema Linneano.
Una vez en México, Sessé solicitó la mediación, ante el Rey, de Bernardo de Gálvez, el nuevo virrey de Nueva España a quien expuso sus planes iniciales, ofreciéndose a viajar por el territorio novohispano. Incluía en su proyecto la formación de una expedición botánica que también se encargara de recuperar los materiales hernándinos que deberían estar dispersos en ese Virreinato. Fue precisamente el descubrimiento de esos manuscritos en la biblioteca de los jesuitas expulsos del Colegio Imperial de Madrid (1783?), junto a la introducción del sistema binario sexual de Linneo, el detonante de todo el gran despliegue de expediciones botánicas españolas. Por tanto, la idea de Sessé prendió en el fértil terreno de la Ilustración científica.
El 13 de marzo de 1787 fue nombrado oficialmente director de la Expedición Botánica a Nueva España y del Jardín botánico de la ciudad de México y el 21 de noviembre el ministro Antonio Porlier remitió al virrey Manuel Antonio Flores los títulos de los expedicionarios, el Reglamento, el Plan de enseñanza y las instrucciones de la Expedición y de los dibujantes de la misma. Desde estos momentos abandonó la medicina y se dedicó por entero a la historia natural y en mayor medida a la botánica. Como director de la Expedición Botánica se responsabilizó de su operatividad y funcionamiento, a su cargo estuvieron las normas para la colecta de las plantas vivas para el Jardín Botánico, las técnicas para la preservación y preparación de los ejemplares de herbario, la organización de las actividades de los integrantes de la Expedición y del diseño de las rutas y campañas, del Jardín Botánico, de la Cátedra de Botánica, todos los trámites administrativos, algunos bastante complicados como los referentes a las cuestiones salariales que siempre le llevaron de cabeza, así como conseguir equipos de viaje, bibliografía e instrumental.
Pese a la buena acogida inicial que tuvo el proyecto de Sessé entre las autoridades virreinales y las capas más selectas de la sociedad novohispana, los inconvenientes y las dificultades pronto empezaron a surgir entre el director y algunos de los miembros más relevantes de las instituciones sanitarias novohispanas, Protomedicato y Universidad. Se iniciaron como un conflicto corporativo cuando Sessé solicitó “la visita de Medicina y Boticas de este Reyno”, con la intención de ordenar e inspeccionar la sanidad del Virreinato, desde entonces las rencillas y rencores fueron en aumento y dificultaron bastante las iniciativas de Sessé y sus compañeros de Expedición.
Otros funcionarios, por el contrario, se mostraron más complacientes. Para la construcción del Jardín Botánico de la ciudad de México, Sessé se auxilió del ilustre arquitecto Miguel Constanzó y para la construcción y sostenimiento de la nueva institución, que según la Orden Real debía automantenerse, Sessé sugirió una serie de medidas económicas, que hoy pueden resultarnos sorprendentes, que iban desde la creación de una plaza de toros con capacidad para quince mil personas y que proporcionaría la cantidad de 56.300 pesos por cada doce corridas, hasta la obtención de fondos con lo recaudado por la lotería del Estado.
Como él no conocía suficientemente la botánica y tampoco se consideraba un buen conocedor del idioma latino, esencial para la interpretación y traducción del texto de Hernández, así como para la identificación y descripción de especies naturales, Gómez Ortega seleccionó a su discípulo Vicente Cervantes, destacado farmacéutico extremeño que se hizo cargo de la Cátedra de Botánica de México.
El Jardín mexicano fue inaugurado solemnemente en un acto público el 1 de mayo de 1788, en la Universidad mexicana, con asistencia de las personalidades más relevantes de la ciudad y estuvo precedido por el juramento como catedráticos de la Universidad de Sessé y Cervantes. Los vecinos de México, los curiosos y todos los interesados del mundo hispánico pudieron enterarse del acto inaugural por la Gaceta de México. Dio comienzo con un discurso a cargo de Sessé en el que alababa a la Corona por esta fundación, esbozaba los progresos de la botánica, explicaba la “Utilidad a la Religión, a la Humanidad y al Estado”, fijando especialmente su atención en las aplicaciones a la medicina y a la agricultura. Finalmente intentaba atraer a los jóvenes al estudio de la botánica a través del sistema de Linneo, para lo cual Sessé hizo una reimpresión en México (1788) del Curso elemental de Botánica de Gómez Ortega y Palau, que serviría de texto básico en la docencia.
Sessé, sin contradecir a Cervantes, sobre la tenaz defensa que éste hacía de la botánica linneana de la que él era un claro defensor, le manifestaba en cambio el respeto que sentía por el gran reformador mexicano, José Antonio Alzate, con el que se debía ser más tolerante y respetuoso en los comentarios. Tenía un alto concepto del sabio criollo preguntándose “¿quién de ellos se ha dedicado antes que nuestro autor, a memoralista, semanario o gacetero literario?. Entre tanto que no tengamos otro mejor, V., yo, todos los amantes de letras, demosle las mas vivas, sinceras y singulares gracias al único que hay, solo porque quiere serlo; y tratemos por cuantos modos podamos de sus obsequios y de su premio”.
Sessé delegó las responsabilidad de la cátedra y del Jardín en Cervantes, que con el tiempo fueron adquiriendo gran prestigio y cuyo modelo pedagógico fue muy ensalzado por los intelectuales europeos, hasta hacer exclamar al célebre Humboldt: “no haber encontrado en ninguna Colonia de las naciones extrangeras más ilustradas, y adictas al estudio de las ciencias naturales, un acopio de plantas tan exquisitas y bien ordenadas” como las existentes en este Jardín mexicano. Mientras Sessé y el resto de naturalistas emprendieron sus largas exploraciones por el oeste de México, las costas del Atlántico e Islas de Barlovento.
Describió numerosas especies vegetales, entre ellas varias especies caucheras del genero Jatropha (J. edulis, J. peltata, J. palmata, J. triloba, J. quinquiloba y J. octandra), árboles de enorme interés en estos años y que pudo observar en su propio hábitat, durante su periplo mexicano.
Territorio explorado científicamente que se amplió en 1795 con las campañas de Centroamérica y El Caribe, donde abundan los bálsamos y otras producciones de mucho interés para el comercio y la medicina. Para dichas exploraciones destinó a José Longinos Martínez, José Mariano Mociño y al pintor Vicente de la Cerda a Guatemala, y él junto a Senseve y el otro pintor, Atanasio Echeverría a las Islas de Cuba y Puerto Rico.
El 5 de mayo de 1795 se embarcó Sessé del puerto de Veracruz con destino a La Habana donde llegó veinticinco días después. Inmediatamente estableció contacto con las dos instituciones ilustradas más activas de Cuba, la Sociedad Patriótica y el Real Consulado de La Habana, que ejercían como centros de poder de la oligarquía habanera y eran lugares de discusión en los que se planteaban los problemas cruciales del momento.
Les proporcionó el “Reglamento del Rl. Jardín Botánico, y Plan de enseñanza de Mexico”, que les pudiera servir como modelo para el que algún día se estableciera en la capital habanera. Asimismo les propuso un terreno adecuado para su ubicación en las inmediaciones de la ciudad, con dotaciones para el catedrático de botánica y los jardineros; de modo que con estas iniciativas surgió el germen del futuro Jardín Botánico de La Habana, ya bien avanzado el siglo XIX. Sessé se dedicó inicialmente a la investigación ictiológica en las inmediaciones de la capital habanera y pudo clasificar y describir muchos de los peces raros, en gran medida gracias al auxilio de la interesante pero poco científica obra Descripción de diferentes piezas de Historia Natural, del portugués Antonio Parra, que él ordenó y redujo “a método”. Colaboró en las tareas científicas con la comisión de naturalistas de la Comisión Real de Guantánamo, dirigida por el conde de Mopox y Jaruco, y que en el campo de la botánica tenía como responsable al también aragonés Baltasar Boldo.
El 4 de marzo de 1796, a bordo de la fragata Gloria, viajaban Sessé y sus colaboradores, Senseve, Echeverría y el recién incorporado José Estévez, rumbo a Puerto Rico. Se describieron y dibujaron cerca de trescientas plantas desconocidas en Europa, entre ellas una especie de laurel, cuyos frutos remitió Sessé al Jardín Botánico de México, para que Vicente Cervantes los analizase y comparase con la nuez moscada, que era el nombre con el que la distinguían los isleños.
Ya de nuevo en México, Sessé a principios de 1800 propuso la creación de las denominadas Salas de Observación en los hospitales generales de San Andrés y Real de Naturales de la capital mexicana, en las que se analizaron las virtudes terapéuticas de las plantas medicinales con base en la observación y experimentación clínica con vistas a su aplicación a la medicina y a la farmacopea y, de esta forma, aportar los elementos esenciales para contribuir a la conformación de la flora médica indígena de Nueva España.
Esta actividad tenía en Sessé a un experimentado investigador, cuyos precedentes se remontaban a los primeros tiempos de su llegada a México, cuando entre otros remedios comprobó los portentosos efectos purgantes del “Bulpinus” o planta del zorrillo para combatir el “gálico”, en lugar de la administración del mercurio como elemento drástico, utilizado habitualmente y causante de graves efectos secundarios.
Asimismo, en 1793 utilizó la “quassia” en las “fievres intermitentes, remitentes y hemitritheas”, en sustitución de la quina.
También realizó experimentos, junto a Mociño, en pacientes de fiebre amarilla o vómito negro, sosteniendo que la enfermedad respondía a condiciones ambientales y climáticas características de las zonas endémicas donde proliferaba, en contra de la tesis contagionista muy debatida por entonces. Más tarde Sessé amplió su conocimiento con nuevos datos procedentes de La Habana y Mociño se responsabilizó de la inspección sanitaria durante la epidemia que se declaró en Andalucía (1804), una vez que los expedicionarios ya se encontraban en la Península.
En los primeros meses de 1803, la nómina con la que contó Sessé en su viaje de retorno a la metrópoli, además de él mismo, incluyó a: su esposa, M.ª Guadalupe de los Morales, sus hijos Alejandro y Martina, su cuñada M.ª Josefa de los Morales, José Mariano Mociño, Jaime Senseve, el escribiente José Antonio Zambrano, el criado Agustín de Betancourt y la esclava negra del director, M.ª Inés. Sessé, los miembros de su familia y Senseve embarcaron en la corbeta-correo Zeballos, el 29 de abril y arribaron a Cádiz a finales de octubre, tras su escala forzosa en La Habana, porque la esposa y uno de los hijos del director habían contraído el temible vómito negro.
Reunido en Madrid con Mociño, reanudó sus actividades e inició el rescate y ordenamiento de todos los materiales procedentes de las remesas de productos naturales que se habían remitido durante sus exploraciones novohispanas, para adjuntarlos con los que él mismo trajo consigo: veintiséis cajones con los herbarios de más de tres mil quinientas plantas y otro con manuscritos y dibujos.
Para Sessé las especies vegetales “no baxaran de 2500 las desconocidas en Europa, y que entre éstas se hallarán cerca de 200 géneros nuevos. Vienen igualmente descritas y dibujadas 500 aves, [...] pasan, de 250 especies (de peces) las descritas y dibujadas, y no faltan algunas desconocidas en género y especie”.
Para completar y finalizar la obra resultante de sus investigaciones, la real orden de 16 de julio de 1804 asignó 20.000 reales al año a Sessé y 10.000 a Mociño y a Senseve. Esto supuso un cierto alivio para los naturalistas, ya que unos meses antes la precaria situación económica por la que pasaban les hizo recurrir a las altas instancias en demanda de ayuda. Sessé solicitó el título de Médico de Cámara como había hecho casi tres siglos antes el doctor Francisco Hernández y recomendaba los méritos de su compañero Mociño, que le había seguido en sus largas y penosas exploraciones por toda Nueva España, para que se le concediera alguna distinción y un sueldo adecuado a su rango de médico. Por otro lado, la muerte de Cavanilles le dio oportunidad para solicitar el cargo de director del Jardín Botánico de Madrid que el insigne botánico valenciano dejaba vacante. No lo consiguió por las rencillas existentes entre Gómez Ortega, de quien Sessé era fiel seguidor, y el fallecido Cavanilles; en su lugar se nombró a Francisco Antonio Zea, discípulo de Mutis, que pertenecía a la línea política seguida por su maestro.
En 1804 una Real Orden establecía, con motivo de las epidemias declaradas en España, la formación de una comisión oficial de expertos, de la que formó parte Sessé entre los médicos de la misma. En octubre, Sessé y Mociño comenzaron su experimentación con muestras de copalchi en el tratamiento de las calenturas intermitentes, para comprobar, como ya habían hecho en las Salas de Observación, sus indicaciones terapéuticas, propiedades y forma de administración.
Sessé se encargó de las observaciones y suministró este remedio indígena mexicano a los enfermos del Hospital de San Lorenzo del Escorial.
Por otro lado, ambos naturalistas intentaron conseguir la reforma de la enseñanza de la medicina que se impartía en la Universidad de México, cuyas deficiencias conocían perfectamente. El plan de estudios debería incluir, según Sessé, la zoología, mineralogía, la química y las matemáticas, lo que tras arduas negociaciones no tuvo efecto en su totalidad por los acontecimientos insurreccionales que acabaron en la independencia de México.
En abril de 1808 se agravó una extraña dolencia que padecía, “un obstruccion en el higado” y que le llevaría a la muerte. Mociño le acompañó en todo momento y se responsabilizó, como médico, de la atención de su amigo que melancólicamente veía cómo su vida se extinguía sin remisión. Sessé murió el 4 de octubre de ese año, en medio de los terribles sucesos políticos que acontecieron y que minarían aún más su castigada salud.
Sessé fue un botánico competente, a la vista del enorme volumen de manuscritos, notas y descripciones botánicas que realizó, aunque la mayor parte del estudio botánico en realidad lo hiciera Mociño, bajo su dirección nominal.
Muchos de los materiales del patrimonio científico de Sessé y Mociño fueron adquiridos por botánicos y aficionados a las ciencias naturales. Gran cantidad de las plantas quedaron diseminadas por toda Europa, existiendo especímenes secos en los herbarios de Oxford, en el Museo Británico, en París, Ginebra, Florencia, etc., y en colecciones particulares europeas o americanas, el resto del herbario original, con la mayoría de los manuscritos y un reducido número de dibujos botánicos de la Expedición de Nueva España pasaron a las dependencias del Real Jardín Botánico de Madrid, donde se conservan en la actualidad.
Sin embargo y en relación con la iconografía, un hecho de lamentables consecuencias iba a suceder ya en nuestros días. En enero de 1981, una colección de dos mil una láminas originales de la expedición Sessé y Mociño salió del aeropuerto de Barcelona con destino al Instituto Hunt de Documentación Botánica de Pittsburgh, Pensilvania, USA. La noticia de que la mayor parte de la Iconografía original de la expedición se encontraba en Estados Unidos fue acogida con gran disgusto entre los especialistas españoles.
Obras de ~: Oración inaugural para la apertura del Real y nuevo estudio de Botánica, dixo en esta Universidad el Director del Jardín y Expediciones, México, F. Zúñiga y Ontiveros, 1788; con José Mariano Mociño, Virtudes de la Corteza del Palo nombrado Copalchi: remitidas de Veracruz con fecha de 16 de Enero de 1802, inéd., Plantae Novae Hispaniae, México, Tip. de la Secretaría de Fomento, 1893 y Flora Mexicana, México, Tip. de la Secretaría de Fomento, 1894.
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José Luis Maldonado Polo