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Francisco Hernández

Biografía

Hernández, Francisco. La Puebla de Montalbán (Toledo), c. 1515 – Madrid, 28.I.1587. Médico, expedicionario, investigador de la Materia Médica Mexicana.

La vida y escritos de Francisco Hernández han sido estudiados en detalle por Somolinos (1960), al imprimir las obras completas de Hernández, pero incurre en algunos errores que han sido repetidos por otros biógrafos. El apellido original de Hernández fue Fernández y éste es el patronímico que aparece en los primeros documentos; a partir de 1570 ocurre una mutación del apellido a Hernando y finalmente a Hernández, que se mantiene hasta el momento de expresar su última voluntad y testamento. En este documento, publicado por Barreiro (1929), Francisco Hernández declara que nació en La Puebla de Montalbán, diócesis de Toledo, sin expresar edad, ni año de nacimiento. Algunos de sus biógrafos sugieren que nació en 1517, pero como el primer Libro de Bautizos de La Puebla de Montalbán comienza en 1544 y el de Matrimonios en 1566, no es posible confirmar la fecha de nacimiento. Parece, más bien, que Francisco Hernández naciera antes de 1515, pues tenía que contar, cuando menos, veintiún años al graduarse de médico en 1536 y la única referencia a su edad aparece en una carta suya del 20 de marzo de 1575 a Juan de Ovando, presidente del Real Consejo de Indias, donde se queja de mala salud y de que tiene casi sesenta años de edad, lo cual indica que nació en 1515.

Entre los estudiantes de la primitiva Universidad de Alcalá de Henares hay varios graduados “Francisco Fernández” oriundos de la diócesis de Toledo, aunque sólo uno de La Puebla de Montalbán. En 1530 se graduó un Francisco Fernández de bachiller en Artes y Filosofía, grado previo al de Medicina, y Alonso Muñoyerro (1945) encontró en los archivos de la Universidad Complutense (Libro 397, Universidad, folio 85), un acta que dice: “1536. Bachiller en Medicina Francisco Fernández. Este dicho día q. fue a 22 de mayo del susodicho año se graduó de bachiller en Medicina el bachiller Fco. Fernández de la puebla de Montalbán e fue su presidente q. le dió el grado de bachiller el Dr. Xristobal de Vega”. Sin embargo, no se ha encontrado en estos archivos acta de su posterior grado de doctor en Medicina, aunque Hernández asegura que fue compañero de estudios en aquella Universidad de dos médicos coetáneos famosos, Francisco Valles (1524-1592), graduado de bachiller en Medicina en 1550, de licenciado en Medicina en 1553 y de doctor en Medicina en 1554, y Juan Fragoso (c. 1530-1597), graduado de bachiller en Medicina en 1552.

Tras su graduación, Francisco Hernández fue médico del duque de Maqueda en la villa de Torrijos (Toledo), de allí pasó a ejercer a Sevilla y contrajo matrimonio con Juana Díaz, oriunda de Paniagua, de la cual tuvo dos hijos, Juan Hernández y María de Sotomayor.

Hay noticias de que en 1555 herborizó con su colega Juan Fragoso por Andalucía y entre 1556 y 1560 Francisco Hernández fue médico del monasterio de Guadalupe en Extremadura, donde tuvo a su cuidado el jardín botánico y participó en las disecciones anatómicas de Francisco Miró. Después, pasó a residir a Toledo, donde tuvo casa y propiedades, y practicó en el Hospital de la Santa Cruz. Desde Toledo, viajó repetidamente a la Corte de Madrid y asegura que gozó allí de la amistad de Andreas Vesalius.

Fue a finales de 1568, mientras completaba la traducción de la Historia Natural de Plinio, cuando Hernández cambió su residencia a Madrid, alcanzó el favor real y en 1569 fue nombrado médico de cámara de Felipe II.

El 11 de enero de 1570, Francisco Hernández fue nombrado por Felipe II protomédico general de todas las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano, para hacer la historia natural de las cosas de las Indias, por espacio y tiempo de cinco años, con un salario anual de 2.000 ducados. Este nombramiento confirma el interés de la Corona española en la Materia Médica Americana, cuyo valor había expuesto originalmente Cristóbal Colón en la carta de 1493 a los Reyes Católicos anunciando el descubrimiento del Nuevo Mundo, donde apuntaba que los simples americanos evitarían la dependencia del monopolio veneciano que controlaba la importación de las drogas orientales. El nombramiento contenía entre otras instrucciones: “Primeramente, que en la primera flota que destos reinos partiere para la Nueva España os embarqueis y va[ya]is a aquella tierra primero que a ninguna otra parte de las dichas Indias, porque se tiene relación que en ella hay más cantidad de plantas e yerbas y otras semillas medicinales conocidas que en otras partes.

“Item, os habeis de informar donde quiera que llegáredes de todos los médicos, cirujanos, herbolarios e indios e otras personas curiosas en esta facultad y que os pareciere podrán entender y saber algo, y tomar relación generalmente de ellos de todas las yerbas, árboles y plantas medicinales que hubiere en la provincia donde os halláredes”.

“Otrosí os informareis qué experiencia se tiene de las cosas susodichas y del uso y facultad y cantidad que de las dichas medicinas se da y de los lugares adonde nascen y cómo se cultivan y si nascen en lugares secos o húmedos o cerca de otros árboles y plantas y si hay especies diferentes de ellas y escribireis las notas y señales”.

“De todas las cosas susodichas que pudiérades hacer experiencia y prueba la hareis [...] las escribireis de manera que sean bien conoscidas por el uso, facultad y temperamento dellas [...]”. Otras instrucciones especificaban el lugar de residencia que habría de tener el protomédico, funciones, prerrogativas, limitaciones de su empleo y las relaciones que habría de tener con la Audiencia y Chancillería de México. Aunque señalaban la Nueva España como su primer destino, indicaban que también habría de explorar el virreinato del Perú y en ambos lugares debería ser proveído de dibujantes y geógrafo.

Antes de partir, Hernández dejó a su hija en el convento de San Juan de la Penitencia de Toledo junto con otra hija ilegítima que había tenido en Toledo, después de viudo. Partió Hernández con su hijo Juan y el geógrafo Francisco Domínguez del puerto de Sevilla a primeros de septiembre de 1570, hizo escala en Gran Canaria, donde herborizó dos semanas, llegó a Santo Domingo y, tras presentar su nombramiento ante la Audiencia el 25 de noviembre de 1570, herborizó en la isla durante la escala, y tras breve tiempo en La Habana, llegó al puerto de Veracruz a finales de enero de 1571. Desembarcó en aquel puerto y de allí viajó a la ciudad de México, donde se presentó ante la Audiencia el 1 de marzo de 1571.

Francisco Hernández procedió a recoger la experiencia terapéutica de los médicos españoles residentes en Ciudad de México en aquellos años y hay noticias de su relación con Francisco Bravo, médico sevillano, autor de la Opera medicinalia (México, 1570), el primer libro de medicina impreso en América, Alonso López, cirujano del Hospital de San José de Indios, autor de una Summa y Recopilación de Chirugía (México, 1578 y 1595), Agustín Farfán, autor de un Tractado breve de Anothomía y Chirugía (México, 1579), y de un Tractado Brebe de Medicina (México, 1592 y 1610), y algunos otros profesionales, como Pedro López, Francisco Toro y Juan de Unza, conocedores de la práctica indígena, pero cuya doctrina reflejaba la medicina europea.

Además, hay noticias de que Hernández obtuvo prestados, de particulares y del convento de la Orden de San Francisco en México, varios libros de medicina y materia médica, como el Herbario de Tragus (1553), el Canon de Avicena (1507), la Materia Medicia Medicinal de Dioscórides comentada por Laguna (1566) y otros textos.

En De Antiquitatibus Novae Hispaniae Hernández expresó su criterio acerca de la medicina indígena de México: “Entre los indios practican la Medicina promiscuamente hombres y mujeres, a los que llaman ticitl. Estos ni estudian la naturaleza de las enfermedadxes y sus diferencias, ni, conocida la razón de la enfermedad, de la causa o del accidente, acostumbran a recetar medicamentos, ni siguen ningún método en las enfermedades que han de curar. Son meros empíricos y solo usan para cualquiera enfermedad aquellas hierbas, minerales o partes de animales que, como pasados de mano, han recibido por algún derecho hereditario de sus mayores y eso enseñan a los que les siguen [...]”. Hernández comenzó la investigación de la Materia Médica Mexicana en la propia ciudad de México en marzo de 1571, ayudado por su hijo Juan Hernández, tres pintores indígenas, Antón Elías, Pedro Vázquez y Baltasar Elías, y luego por diversos médicos indígenas como informantes en cada una de las áreas que visitó. Somolinos (1960) sugiere que llevó a cabo cinco periplos: Altiplanicie central, el viaje al Mar austral, Oaxaca, Michoacán y Pánuco, cada uno de los cuales comenzó en un convento con enfermería u hospital. Para noviembre de 1571, con base en Ciudad de México, había clasificado ochocientas plantas medicinales, más de la mitad de toda su obra, gracias al jardín medicinal que tenía en Cuernavaca Bernardino del Castillo, compañero de Hernán Cortés durante la conquista y al jardín de Moctezuma en Huaxtepec, donde trabajaban el eremita Gregorio López y el primer editor de la obra hernandina Francisco Ximénez.

Hernández estudiaba la planta, supuestamente medicinal, primeramente in situ y después realizaba pruebas farmacológicas en los hospitales monásticos. Para ello, mientras residió en Ciudad de México, se reunía diariamente en el Hospital Real de Naturales con cuatro médicos de la capital, observando los efectos de las drogas medicinales sobre los enfermos internados en las doscientas camas de aquel hospital de indios.

Sánchez Téllez (1979) ha comparado la similitud entre la exposición de la Materia Medicinal de Dioscórides y el Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus de Hernández, su mismo orden, iguales bases farmacognósticas e inclusive el tamaño de las ilustraciones, pero a la vez ha señalado el esmero con que Hernández estableció la calidad de los medicamentos americanos, cálido o frío, húmedo o seco, determinando su grado en la más fiel tradición hipocrática; no hay que olvidar que estuvo a punto de perder la vida en Michoacan al probar el latex del quauhtepatli o chupiri, Euphorbia calyculata, como confesó a Arias Montano y confirmó Ximénez (1615). En el verano de 1572 Hernández enfermó de cólicos y fiebres, posiblemente disentería amibiana, enfermedad que no le abandonó hasta su muerte.

Para comienzos de 1574 Hernández había completado la redacción de siete volúmenes de pinturas de plantas y otro de animales americanos y en septiembre de aquel año concluyó diez volúmenes de dibujos de plantas y animales, con veinticuatro de texto de la Historia Natural de México, además de otro sobre las Antigüedades de la Nueva España; todos ellos en latín. Próximo a concluir su nombramiento recibió una prórroga de un año el 15 de mayo de 1575 a la que siguió otra el 25 de junio de 1576. Los originales de su obra en dieciséis volúmenes salieron de Veracruz en dos cajones con la flota en marzo de 1576 y ya próximo Hernández a embarcar en agosto de 1576, la aparición de una epidemia de cocolitztli, tifo exantemático, en Ciudad de México, que causó notable mortandad, le forzó a quedarse para atender a los enfermos, y escribió un tratado de esta enfermedad en 1577. Francisco Hernández pasó a Veracruz y embarcó en marzo de 1577 con veintidós tomos de libros, sesenta y ocho talegas de simientes y raíces, ocho barriles y cuatro cubetas con árboles y hierbas medicinales mexicanas, que junto con los dieciséis volúmenes ya enviados, recogían los siete años de exploraciones entre 1571 y 1577.

Tras su llegada a Sevilla, Hernández procedió a plantar en el Alcázar las plantas y semillas medicinales traídas de México, entre ellas el árbol del bálsamo, labor que concluyó el 16 de septiembre de 1577. Siguió viaje a Madrid, donde se avecindó en el barrio de Santiago y presentó un Memorial a Felipe II a finales de aquel año donde enumeraba los trabajos realizados y los libros concluidos: Las Antigüedades de la Nueva España, la traducción de la Historia Natural de Plinio, la Historia Natural de la Nueva España, un Tratado de Sesenta Purgas americanas, las Plantas de Canarias, las Plantas de Santo Domingo, las Plantas de La Habana, insistiendo que había experimentado sus propiedades en los hospitales.

Los libros de Hernández, bellamente encuadernados, fueron conservados por Felipe II en su guardajoyas.

Hay noticias de León Pinelo acerca de que Hernández fue nombrado médico del príncipe Felipe, luego Felipe III, pero por su testamento se sabe que desde su regreso cayó en cama con la disentería adquirida en México en 1572 y “[...] no tuvo un día de salud [...]”.

Fue enterrado delante del altar de San Cosme y San Damián en la parroquia de Santa Cruz, pero su tumba no se conserva debido al incendio de aquella iglesia en 1620, que se repitió en 1783 y a la destrucción de su reedificación en 1868. El manuscrito original de Francisco Hernández sobre la Materia Méxica Mexicana pereció en el incendio de El Escorial en 1671, pero el resumen de la copia del Dr. N. A. Recco fue regalada al Príncipe Cesi que consiguió su impresión por la Accademia dei Lincei en Roma. En 1780 se localizó una de las copias de la obra de Hernández en el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid que sirvió para la edición de 1790 en tres tomos, sin láminas, al cuidado del botánico Casimiro Gómez Ortega.

 

Obras de ~: Quatro libros. De la natvraleza, y virtudes de las plantas, y animales que estan receuidos en el vso de Medicina en la Nueva España [...] Francisco Hernández [...] por Francisco Ximénez, México, Viuda de Diego López Dáualos, 1615; Rerum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Jacobi Mascardi, 1628; Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Jacobi Mascardi, 1648; Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Vitalis Mascardi, 1649; Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Vitalis Mascardi, 1651; Opera, cum edita, tum inedita, ad autographi fidem et integritatem expressa, Madrid, Ibarrae Heredum, 1790; Cuatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales de uso medicinal en la Nueva España (extracto de las obras del Dr. Francisco Hernández) por Francisco Ximenez, México, Secretaría de Fomento, 1888; Cuatro libros de la naturaleza y virtudes medicinales de las plantas y animales de la Nueva España extracto de las obras del Dr. Francisco Hernández [...] por Fr. Francisco Ximénez, Morelia, Escuela de Artes, 1888; De antiquitatibus Novae Hispaniae. Códice de la Real Academia de la Historia de Madrid, México, Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1926; Historia de las Plantas de Nueva España, México, Imprenta Universitaria, 1942-1946, 3 vols.; Obras completas, México, Universidad Nacional, 1959-1960.

 

 

Bibl.: A. J. Barreiro, El testamento del Dr. Francisco Hernández, Madrid, 1929; L. Alonso Muñoyerro, La Facultad de Medicina en la Universidad de Alcalá de Henares, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Instituto Jerónimo Zurita, 1945; G. Somolinos d’Ardois, Vida y obra de Francisco Hernández, México, Universidad Nacional, 1960 (Col. Francisco Fernández. Obras Completas, 1); F. Guerra, Historia de la Materia Médica Hispano-Americana y Filipina en la Época Colonial, Inventario crítico y bibliográfico de Manuscritos, Madrid, Afrodisio Aguado, 1973; M.ª C. Sánchez Téllez, F. Guerra y J. L. Valverde, La doctrina farmacéutica del Renacimiento en la obra de Francisco Hernández, c. 1515-1587, Granada, Universidad, 1979; F. Guerra, “La Leyenda del Tesoro Mexicano”, en Atti del Convegni Lincei 78. Convegno celebrativo del IV Centenario della nascita di Federico Cesi (Acquasparta, 7-9 de octubre de 1985), Roma, Accademia Nazionale dei Lincei, 1986, págs. 307-314; S. Varey (ed.), The Mexican Treasury. The writings of Dr. Francisco Hernández, trad. de R. Chabrán, C. L. Chamberlain y S. Varey (California), Stanford University Press, 2000; S. Varey, R. Chabrán y D. B. Weiner (eds.), Searching for the Secrets of Nature. The life and works of Dr. Francisco Hernández (California), Stanford University Press, 2002.

 

Francisco Guerra