Fernández Velázquez Laguna, Andrés. Doctor Laguna. Segovia, c. 1510-1511 – Guadalajara, 28.XII.1559. Médico, farmacólogo, pensador, escritor.
Acerca de su nacimiento en Segovia no existe duda alguna, mientras que sobre la fecha sí. Los primeros biógrafos databan el nacimiento en 1499. En la actualidad se aceptan las fechas de 1510 o 1511. Sus escritos aparecen firmados por Andrés de Laguna y como tal es conocido, aunque su nombre era Andrés Fernández Velázquez Laguna.
Hijo del médico judeoconverso Diego Fernández Laguna y de Catalina Velázquez, fue el segundo de cinco hermanos. La mayor y la menor de sus hermanas se casaron; los otros dos varones se dedicaron a la vida religiosa. Uno fue canónigo de la catedral segoviana y el otro, cura. Su casa en la judería, su condición conversa y probablemente el consejo de su padre, quien valoraría el panorama social del momento, influyeron en su vida viajera y en su formación cosmopolita.
Pese a las numerosas quejas recogidas sobre la educación de los niños en las epístolas nuncupatorias de algunos de sus libros, recuerda con afecto a sus profesores de Latín, Juan Oteo y Sancho de Villaveses o Villavesano, y a su padre, a quien considera su primer maestro.
En la adolescencia, a los catorce o quince años de edad, le enviaron a Salamanca. Entre sus condiscípulos estuvieron Amato Lusitano, García da Orta, Juan Aguilera, Fernando de Sepúlveda y Luis Núñez de Santarén. Su maestro de Dialéctica fue el portugués Enrique Hernández. Sólo cursó en Salamanca los dos primeros años de Bachiller en Artes y el tercero lo realizó en París.
Llegó a la capital francesa en 1530 o a principios de 1531. La causa de tan temprano viaje puede encontrarse en su deseo de estudiar Medicina y en la prohibición establecida en España, por el Real Tribunal del Protomedicato, de otorgar licencias de ejercicio profesional sanitario a todos aquellos que no pudieran demostrar su limpieza de sangre. Cuando se graduó, el lunes 6 de marzo de 1534, probó su estancia de tres años en la capital francesa. En París había numerosos españoles. Durante su estancia pudo coincidir con Ignacio de Loyola, Luis Vives, Gaspar Lax, Juan Celaya, Miguel Servet, Juan Valverde, el doctor Martínez Población —luego médico de la reina Leonor, hermana de Carlos V— o los segovianos Antonio y Luis Coronel, fray Domingo de Soto, Andrés Valera, fray Andrés de Maderuelo, fray Antonio de Contreras, Diego de Cáceres o Francisco de Segovia. También coincidiría con Erasmo, gran amigo de los hermanos Coronel, y acaso con Calvino. Frente a la dureza y a la fama conservadora de La Sorbona, eligió o le enviaron al Colegio de Francia. Allí recibió clases de los helenistas Pierre Danés y Jacques Toussaint, a quienes reconoce y agradece sus enseñanzas; del latinista Lathomo, a quien recuerda en su texto sobre Europa como amigo, y de Juan Gélida, profesor de Filosofía.
Junto a los estudios de Humanidades realizó los de bachiller en Medicina. Sus maestros de anatomía fueron Silvius y Winter von Adernach; el decano Juan de Tagault le enseñó la Cirugía y Juan Ruellio, uno de los traductores de la Materia Medicinal de Dioscórides, influyó en su posterior especialización en esa ciencia. Alcanzó el grado de bachiller en Medicina el 16 de marzo de 1534.
El primero de sus libros, la traducción de De Phisiognomicis de Aristóteles (París, 1535) la dedica al obispo de Chartres. La Anathomica Methodus... (París, 1535) está dedicada al obispo de Segovia y la edición del libro de Galeno, De Urinis, a su padre, en una costumbre inveterada a lo largo de toda su actividad literaria y científica.
En Anatomía se manifiesta fiel seguidor del pensamiento galenista, aprendido de sus maestros. Su texto es incomparable con el de Valverde, situado ya en la órbita vesaliana. Pese a ello, tuvo un gran éxito editorial y se efectuaron dos tiradas distintas. Si una de las características de la ciencia renacentista es una vuelta a los clásicos, mediante su estudio original sin el tamiz islámico, actitud triunfante en la Universidad de Alcalá desde donde se observa un retorno a Hipócrates y a Galeno, se aprecia como esa vía la inicia Laguna tempranamente y no la abandonará a lo largo de toda su vida y la totalidad de su obra. Las otras características de la ciencia durante el Renacimiento, la crítica a los clásicos, una vez estudiados, la valoración de la propia experiencia, el impulso al viaje, al contacto con sabios, empíricos, artesanos... diferentes a los habituales ostentadores del saber procedentes de las universidades, la utilización de la imprenta para difundir mejor las propias ideas y el empleo de la lengua vernácula para conseguir una mayor penetración en gentes desconocedoras del latín, la lengua franca, son características presentes en la obra de Laguna.
Si a ello se añade su magnífica pluma, su gran sentido del humor y de la crítica, mostrada siempre de manera irónica, su permanencia en la fe católica sin abandonar un sano sentimiento de racionalidad crítica para con los poderosos laicos y religiosos, cercano al erasmismo, le sitúan en el epicentro del pensamiento y de la actividad renacentista europea y española, no sólo en el ámbito de la Medicina o la Farmacología.
A principios de 1536 se embarcó en Ruán camino de España, por Lisboa, en un barco portugués. Es indudable que estuvo en Alcalá, en cuya Universidad comenzaba a triunfar el humanismo médico, pero no regentó cátedra ninguna; acaso dio algunas lecciones o tuvo un cargo transitorio en alguna “catedrilla”.
En Alcalá firmó la dedicatoria a Carlos V de la traducción del libro de Aristóteles De Mundo (Alcalá, 1538) y en ese mismo año publicó la traducción de dos diálogos de Luciano de Samosata: Ocypo (Alcalá, 1538) y Tragopodagra (Segovia, 1538) dedicados, el primero a Gonzalo Pérez, secretario de Carlos V, y, el segundo, a Fernando López Escurial, protomédico del Emperador.
En el año 1539, se acepta que fue a Toledo, por encargo del Emperador y tal vez por recomendación del doctor Francisco López de Villalobos, otro cristiano nuevo con intereses humanistas, para atender a la emperatriz Isabel, que murió de parto. No obtuvo o no aceptó ningún cargo en la Corte y volvió temporalmente a Segovia, aunque de manera casi inmediata se embarcó, en Vizcaya, con destino a Londres, probablemente con alguna misión imperial. Desde Inglaterra viajó a los Países Bajos. Seguramente ejerció la medicina en Gante y en Lemos y acaso formó parte del séquito imperial para asistir a la Dieta de Ratisbona. También efectuaría alguna excursión por territorios alemanes. Desde el día de san Juan de 1540 al mismo día de cinco años después, residió en Metz (Lorena) contratado por el Consejo ciudadano. Por aquellos años, Rabelais era consejero de la ciudad y entre los médicos estaba su antiguo maestro, Winter von Adernach, exiliado de París por su condición de protestante.
Según declara el Doctor Laguna, contribuyó a mantener a la ciudad fiel a la fe católica y al sometimiento imperial. Tras asistir a los enfermos en la terrible epidemia de peste de 1542, publicó su trabajo Compendio latino [...] acerca de la curación y preservación de la peste (Estrasburgo, 1542), en el que explicaba sus propias experiencias sobre ese mal. Volvió sobre el tema más adelante en su trabajo Sobre la cura y preservación de la peste, publicado en castellano tras su muerte. Aparte de que durante le Renacimiento se denominaba “peste” a cualquier contagio epidémico, la peste negra seguía siendo una enfermedad incurable con una gran incidencia humana, social y económica, ante la cual no había remedio. Para Laguna, con la guerra y el hambre, era una de las “tres infernales furias”, incapaces de ser atajadas por la ciencia y la cultura de su época, desatadas por las pugnas políticas, en su tiempo entre el emperador Carlos y Francisco I de Francia.
Tras el exceso de trabajo ocasionado por la pestilencia, obtuvo un permiso para atender a una invitación de la Universidad de Colonia. En esta ciudad se alojó en casa del rector Adolfo Eicholtz y el día 22 de enero de 1543 pronunció su famoso discurso Europa que a sí misma se atormenta, en el que mantenía unas posturas pacifistas, entonces acordes con la política imperial, y criticaba a los ejércitos que sólo se diferenciaban por el color de la cruz de sus banderas. Defendió la idea de una Europa unida y en paz bajo una sola religión. Sin abandonar su postura, la matizó en el Viaje a Turquía, si como aceptan muchos autores es un libro suyo, en el cual mantiene una actitud erasmista, de crítica a los propios católicos. En ese libro considera la maldad alejada de las creencias y producto de la ruindad de corazón, evidenciada en la falsa religiosidad, en la excesiva preocupación por los ritos, las reliquias y la religiosidad externa. Sea o no su autor, el doctor Laguna, esa actitud se evidencia en muchos de sus libros científicos y de manera peculiar en su traducción del Dioscórides, un texto farmacológico en el que abundan las anécdotas, las historias, las narraciones y las opiniones, muy a menudo críticas, siempre irónicas, magníficamente escritas, con la intención de despertar reflexiones en otros ámbitos del pensamiento ajenos a los meramente sanitarios. No se ha de olvidar que durante el Renacimiento aún no se había producido la desacertada escisión entre las mal llamadas “dos culturas” y se estaba preparando el cambio paradigmático en el conocimiento científico que empezó a gestarse con Copérnico y Vesalio.
En Colonia desarrolló una abundantísima actividad editorial. Además de su discurso, tradujo un libro italiano de una recopilación de pseudo prodigios sucedidos en Constantinopla entre junio y julio de 1542, considerados presagios de la caída del Imperio turco, al que añadió una historia de los turcos, plagiada de un texto de Paolo Giovio. Dio a la imprenta la Philosophia Historica de Galeno, De Natura Stirpium de Aristóteles y el De Virtutibus atribuido al Estagirita, la traducción de Geopóntica o De Re Rustica, dedicada al emperador Constantino, y un librito sobre higiene o dietética entendida a la manera clásica, el Virtus Ratio.
A su vuelta a Metz sufrió un persistente insomnio, a causa del exceso de trabajo, que curó con el efluvio de hojas de Hyosciamos o beleño, ofrecido por una “vejezuela tudesca, la cual tenía un lindo talle de bruja”. La anécdota, además de lo improbable del remedio, tal y como lo usó, indica el talante del personaje, abierto a cualquier posibilidad, viniera de donde viniese, fuera de una autoridad clásica o de un artesano o mero empírico, lo que, de nuevo, se aparece como una de las características fundamentales de los científicos renacentistas.
El nuevo alcalde de la ciudad, Richard de Raigecourt, era fiel al Emperador y adoptó a Laguna como confidente y embajador, mientras sus colegas protestantes se marchaban a Estrasburgo. Por cartas del Emperador, se sabe que le visitó y consiguió de él las exenciones pedidas por la ciudad, referentes a gastos y subsidios de guerra. Laguna se dedicó a labores de avituallamiento de las tropas imperiales durante la ofensiva contra Francia. En estos avatares bélicos le conoció el cirujano imperial Daza Chacón, que le menciona con gran respeto.
Cansado de las intranquilidades del panorama centroeuropeo, viajó a Italia. Tuvo una excelente acogida en Viterbo. Al poco de llegar a Bolonia, el 10 de noviembre de 1545, le concedieron el grado de doctor en Medicina por unanimidad. Ya en Roma, en ese mismo año de 1545, el papa Pablo III le nombró Miles Sancti Petri, con consideración de caballero, reconocimiento social que hubiera sido difícil para un judeoconverso en España. Entró en la Orden pontificia del Caballero de la Espuela Dorada y conde palatino, establecida por León X en 1511, que vendía sus títulos.
También obtuvo el título honorífico de médico del papa Julio III. Sin ser un auténtico médico de los Papas, la evidencia documental asegura que ejerció labores asistenciales en el Vaticano. Trató de la gota o podagra a Pablo III y a Julio III. Sus conocimientos los volcó en De articulari morbo commentarius y su interés lo demostró en la traducción de la Tragopodagra de Luciano de Samosata. La gota era una lacra de la mayoría de los grandes señores de la Iglesia y del Estado, influida por los conocimientos galenistas sobre nutrición que consideraban a los animales fundamentalmente alimentos, los vegetales medicamentos y los minerales venenos. De esta manera, los poderosos, aconsejados por sus médicos de cabecera, se veían impelidos hacia la gota que los mismos médicos intentaban corregir sin demasiada fortuna. Otra de las enfermedades cortesanas, como bien señala Lobera de Ávila, era la sífilis o mal de bubas, reintroducida en Europa tras el descubrimiento de América. A consecuencia de la misma, se formaban unas carnosidades uretrales, llamadas por los médicos “carúnculas” que ocasionaban retenciones urinarias de malísimo pronóstico.
Laguna indica la forma de tratarlas en dos escritos editados en Roma, en 1551, y posteriormente en castellano, en Alcalá de Henares, en 1555, con lo que da cuenta de su condición de clínico permanentemente inquieto y dispuesto a aceptar cualquier novedad a favor de los pacientes, aunque contradijese la autoridad de los clásicos.
Su protector en Italia fue el cardenal Francisco Bobadilla y Mendoza, antes obispo de Coria y, luego de su estancia romana, obispo de Burgos, famoso por su extensísima biblioteca. Laguna cuidó de su salud y de la de su hermano, Rodrigo de Mendoza, comendador de la Moraleja. En Italia tuvo una actividad amplísima de preparación del Dioscórides. Visitó los jardines botánicos de los cardenales Bartolomé de la Cueva; se relacionó con un simplista alemán al servicio del cardenal Morón; recuerda a Margarita de Austria, hija del Emperador, y a su médico Mestre José. Visitaba a menudo la botica de Perusino, en donde se efectuaban experimentos farmacológicos, y trató con su condiscípulo Juan de Aguilera, médico de Pablo III. Seguramente conoció también la adaptación italiana del Dioscórides de Pier Andrea Mattioli, de quien copió los grabados para su edición española, lo que fue muy mal recibido por el italiano.
En Venecia, donde residió bastante tiempo, se alojaba en casa de su protector. Allí redactó los Epitomes Omnium Galeni (Venecia, 1548), su obra más conocida y reeditada fuera de España. Allí también visitó jardines, recogió plantas, entabló una relación con el mercader Reguseo, quien traía remedios medicinales de Armenia, y trabó conocimiento con Andrea Vesalio, con quien posiblemente había coincidido antes en París. Con una carta de presentación del embajador Juan Hurtado de Mendoza, viajó hasta Florencia para presentar su obra al duque Cosme de Médicis.
En otoño de 1548, ya de regreso en Roma, acompañaba al cardenal Mendoza a saludar al príncipe Felipe, desembarcado en Génova, en el que Calvete de la Estrella llamó “felicísimo viaje por Italia, Alemania y Flandes”. Herborizó en Pisa, Florencia, Nápoles. En Padua conoció al profesor de Medicina Falopio. Escribió en Italia, aunque lo publicó en Lyon su Epitome omniorum rerum... (Lyon, 1554), con comentarios de Hipócrates y Galeno, completado con los Enantiomata [...] sive contradictiones Galeni (Lyon, 1554).
También Annotationes in Dioscóridem (Lyon, 1554), obra dedicada a Gonzalo Pérez.
A mediados de 1554 abandonó Italia para dirigirse a los Países Bajos. A principios de ese año, el cardenal Mendoza se había marchado de Roma, camino de Florencia, luego a Venecia y posteriormente a Flandes, para entrevistarse con el Emperador. Lo hizo al no sentirse seguro ante la actitud tomada por Julio III en la guerra franco-española de Siena. El cardenal salió hacia Bruselas en enero, pero Laguna permaneció en Venecia hasta junio. Es posible que hiciera entonces el viaje a Turquía, que luego recordó en el libro que puede atribuírsele. Se hizo amigo del embajador Vargas y estuvo tentado de pasar a Turquía, aunque, según dice, le disuadió el propio embajador.
Desde Venecia viajó a Bruselas y Amberes. El camino por Trento, Innsbruck y Augsburgo lo hizo sin prisas, demorándose en la herborización y el comentario de las plantas con los expertos locales. En Augsburgo se encontró con el comisario imperial, Hugo Angelo, viejo conocido suyo, a punto de marcharse por el mal ambiente hacia la causa carolina. Seguramente visitó en Bruselas el jardín del obispo de Arras y se encontró en dos ocasiones con Roberto Dodoneo, profesor de Medicina y experto botánico. En 1555 publicó en Amberes su Dioscórides y un año después el Discurso de la pestilencia (Amberes, 1556), luego de haber asistido a brotes pestíferos en Flandes y Brabante.
En 1557 cae enfermo en Bruselas y en ese mismo año traduce las Catilinarias de Cicerón y publica en Colonia la Apologetica Epistola in Janum Cornarium.
En la carta nuncupatoria del Dioscórides, Laguna es uno de los primeros en animar a Felipe II a que en los jardines de Aranjuez, que estaba preparando, se añadiesen jardines de simples o botánicos. Su pensamiento concordaba con el del Monarca, que estableció este tipo de plantaciones allí, en Madrid, en el Pardo, Valsaín y El Escorial, junto a centros destilatorios de plantas en Aranjuez, Madrid y, sobre todo, El Escorial. Lo más interesante acaso del Dioscórides sean las anotaciones, en las cuales aclara el texto griego, lo comenta y amplía con su propia experiencia.
El Dioscórides, en su origen y en la traducción de Laguna, plasma la tradición grecorromana sobre la materia medicinal. Durante la Edad Media se había difundido a Bizancio y desde allí al mundo árabe, muy singularmente Al-Andalus, donde se había estudiado y engrandecido con aportaciones orientales e hispánicas que Laguna mantiene en parte. Por el contrario, en la Europa occidental cristiana se había empobrecido en los escritorios de las abadías y contagiado con ideas míticamente supersticiosas. Alguna de ellas las conserva también Laguna. La corriente hermética, mágica o, si se prefiere, supersticiosa, de origen altomedieval está también presente en la versión del segoviano, pero es más frecuente el pensamiento racional y la oposición frontal a la creencia en las facultades de las brujas, en lo que se manifiesta como uno de los avanzados del pensamiento antisupersticioso en un momento en que se las estaba persiguiendo gracias a un “corpus” documental obtenido de manera bárbara. En el libro se incluyen algunos de los remedios americanos aceptados ya por la terapéutica del momento. El Dioscórides se reeditó en muchas ocasiones, durante los siglos XVI y XVII, y su tenencia fue obligatoria en las boticas de España hasta finales del XVIII. Tras un breve paréntesis editorial, Pio Font Quer publicó, ya en el siglo XX, El Dioscórides renovado, que depurado de las creencias farmacológicas renacentistas, se convirtió en el libro de cabecera de la terapéutica familiar o casera. El gran talento literario del doctor Laguna, la ironía, el buen humor, la belleza de sus descripciones son tan actuales que han sido reelaboradas por el poeta Antonio Gamoneda en su obra contemporánea.
A finales de 1557, Laguna regresó a España. Pasó a Salamanca, en cuya Universidad le invitaron a dar algunas clases; se acomodó en la casa del doctor Méndez Nieto, poseedor de varios libros necesarios para sus lecciones y le dio algunos consejos, aprendidos de un empírico siciliano, para atajar una epidemia de tabardillo o tifus exantemático. Al poco tiempo volvió a Segovia. Se ocupó en organizar la capilla de Nuestra Señora, de la iglesia parroquial de San Miguel, y de acomodar el sepulcro paterno, junto al cual reposan los restos del hijo, luego de fracasar la idea de construir el Panteón Nacional de Hombres Ilustres, en el cual se iba a depositar su cuerpo.
Fue designado para formar parte de la comitiva que había de recibir a Isabel de Valois en Roncesvalles, pero el agravamiento de su enfermedad, posiblemente un cáncer rectal, se lo impidió. Murió el doctor Laguna en Guadalajara el 28 de diciembre de 1559.
Obras de ~: Aristotelis stagiritae de phisiognomicis..., Parisiis, Ludovico Cyaneum, 1535; Anatomica methodus..., Parisiis, Ludovico Cyaneum, 1535; Galeni de urinis..., Parisiis, Ludovico Cyaneum, 1535; Aristotelis de mundo, seu de cosmographia..., Alcalá, Juan Brocar, 1538; Tragoedia alia Luciani Occypus..., Compluti, 1538; Luciani dialogus tragopodagra..., Compluti, Juan Brocar, 1538; Ex commentariis Geoponicis, sive de re rustica..., Metz, 1541; Compendium curaciones praecautionisque morbi [...] febris pestilentialis, Argentorari, Apud Rihelium, 1542; Rerum prodigiosarum quae in urbe Constantinopolitana, Coloniae, Joannis Aquensis, 1543; Galeni pergami summi medicinae..., Coloniae, 1543; Aristotelis philosophorum principis..., Coloniae, Ioan Aquensis, 1543; Europa Eaytthn Timopoymenh, hoc est misere se discrucians..., Coloniae, D. Lupum Ioannes Aquensis, 1543; Castigatione Andreae a Lacuna Secobiensis [...] Re Rustica Constantini Caesaris..., Coloniae, Ioannis Aquensis et Joannes Ruremundamus, 1543; De victus et exercitiorum ratione..., Coloniae, Gaspar Genepeus, 1546; Epitomes Omnium Galeni pergameni operum..., Venetiis, Hieronymun Scotum, 1548; Vita Galeni pergami, Venetiis, 1548; Anonotationes in Galeni..., Venetiis, 1548; Epitome omnium Galeni operum..., Venetiis, Hieronymum Scotum, 1548; Victus ratio, Scholastic’s pauperibus..., Coloniae, Apud Henricum Mamerarum, 1550; Methodus cognoscendi, extirpandique excrescentes in vesicae collo carunculas, Roma, Apud Valerium & Aloysium Doricus, 1551; Epitome Galeni pergami operum in quatuor partes digesta..., Basilea, 1551; De articulari morbo commentarius..., Romae, Valerium et Aloysiu Doricos, 1551; Annotationes in Dioscoridem Anazarbeum..., Romae, Rouillium, 1551; Occone Adolpho. Georgia Plethonis..., Basileae, Ioannem Oporinum, 1552; Epitome Omnium rerum et sententiarum..., Lugduni, Guliel. Rouillium, 1554; Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal, y de los venenos mortíferos, Anvers, Iuan Latio, 1555; Discurso breve sobre la cura y preservación de la pestilencia..., Anvers, Plantin, 1556; Cuatro elegantísimas y gravísimas oraciones de M. T. Cicerón contra Catilina..., Amberes, Christobal Plantin, 1557; Apologética Epístola in Janun Cornarium, Coloniae, 1557; Salamanca, Mathias Gast, 1563; Salamanca, Mathias Gast, 1566; Salamanca, Mathias Gast, 1570; Galeni. De antidotis lib. II, Antverpiae, 1575; Salamanca, Cornelio Bonardo, 1586; [...]. Epidemiologia Sive Tractatus de Peste..., Matriti, 1598; Valencia, Miguel Sorolla, 1636; Valencia, Claudio Maçè, 1651; Valencia, Claudio Maçè, 1677; Valencia, Vicente Cabrera, 1695; Barcelona, reproducción de la valenciana de 1677; Viaje a Turquía, Madrid, 1965 (reimpresión).
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Francisco Javier Puerto Sarmiento