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Andrés Alcázar

Biografía

Alcázar, Andrés. Guadalajara, p. m. s. xvi – Salamanca, 1584. Médico y cirujano castellano del siglo xvi.

Se inició en la profesión quirúrgica en Guadalajara, su ciudad natal, siendo su maestro un práctico cirujano llamado Antonio, con cuya hija contrajo matrimonio.

Ejerció como cirujano en Ávila, Segovia y Guadalajara y se licenció en Medicina por la universidad de Salamanca. Después, Alcázar ejerció como médico durante unos años en Guadalajara hasta que en 1567 se creó una cátedra de Cirugía en la Universidad salmantina, de la que fue nombrado titular y que ocupó hasta 1578. En el acto de provisión, se desencadenó una polémica cuya resolución exigió un informe requerido por orden real. La creación de cátedras quirúrgicas fue un fenómeno renacentista característico de las universidades italianas y españolas a diferencia del resto de instituciones europeas. Se conseguía así el reconocimiento social que merecían los médicos-cirujanos de la corona y la nobleza y, al mismo tiempo, se buscaba elevar la preparación técnica de médicos, cirujanos y barberos. Por esa razón se publicaron tratados anatómicos y quirúrgicos en lengua romance, para cubrir la escasa formación anatómica de estos últimos. La cirugía adquirió rango académico a raíz de la reforma de la práctica de disecciones que fue el fundamento de la reforma de los saberes anatómicos y de la demanda social de cirujanos mejor formados. Según algunos autores, Alcázar pudo regentar también la Cátedra de Prima de la Universidad de Salamanca.

Andrés Alcázar publicó uno de los más importantes y originales tratados renacentistas de cirugía, los Chirurgiae libri sex (Salamanca, 1575). Forma parte de esa obra un tratado sobre la cirugía del cráneo titulada De vulneribus capitis, en la que pone de manifiesto una larga experiencia de varios decenios en la fabricación y el diseño de instrumental quirúrgico.

La obra quirúrgica de Alcázar tuvo una amplia difusión en Europa, especialmente en Francia a través del protocirujano de cámara Louis Debourges, que había visitado España en compañía del rey Francisco I.

Su tratado sobre las heridas del cráneo es una síntesis poco común de las principales novedades técnicas e instrumentales que se habían producido en la cirugía renacentista durante las décadas anteriores. Hace gala de dos aspectos destacables.

El primero de ellos es la excepcional descripción clínica de los síntomas asociados a las lesiones de cada parte del cráneo (vértigos, problemas en la visión, vómitos, alteraciones del habla...) y la idea fundamental de que conviene al cirujano considerar como más importantes para la evolución del paciente los síntomas colaterales derivados de la hemorragia, la compresión intracraneal, las heridas de las membranas o cualquier otro que las fracturas óseas propiamente dichas. El segundo aspecto destacable es la minuciosidad de su descripción de las técnicas de trepanación y del instrumental que, en su opinión, convenía utilizar en cada caso. Desde los comienzos de su ejercicio profesional, Alcázar había diseñado sus propios instrumentos, que se difundieron por Francia e Italia gracias a Luis Lucena y a Louis Debourges. Conviene recordar que la craneotomía era una técnica empleada con bastante frecuencia por los cirujanos renacentistas, como lo indica el hecho de que se aplicase al monarca de Francia, Enrique II, y también a don Carlos, el hijo de Felipe II. Alcázar planteaba en su tratado una crítica al empleo habitual de los trépanos llamados trefinas, que se accionaban manualmente y carecían de topes para medir la perforación del hueso. Frente a este sistema inventó unas coronas de trépano que disponían de un tope para calcular la profundidad de la trepanación. De ese modo, disponiendo de una variedad de coronas se podía adaptar la trepanación al grosor del hueso, con menor riesgo de dañar el sistema nervioso central.

El tratado de Alcázar sobre las heridas del cráneo constituye la exposición más completa de las realizadas en la Europa del siglo xvi, incluso en relación con los textos del francés Ambroise Paré y del italiano Andrea della Croce. Los cinco tratados restantes que componen su magna obra quirúrgica están dedicados monográficamente a la sutura de las heridas de los nervios y los tendones (De vulneribus nervorum aliisque ipsorum affectibus), a la cirugía traumática del tórax (De vulneribus thoracis) y del abdomen (De vulneribus ventri inferioris regionis abdominis), al tratamiento quirúrgico de la sífilis y a la prevención y el tratamiento de la peste (De pudendagra, vel mentragran vel lycnenis). En el libro quinto sostiene la opinión de que la sífilis no es en absoluto una enfermedad nueva. Considera que la enfermedad existía anteriormente, pero que había adquirido una nueva dimensión epidemiológica al haberse extendido por Europa a través de los ejércitos aragoneses de Alfonso V y del Archiduque de Anjou, que se habrían visto impelidos a comer carne humana en mal estado al verse acosados por la miseria y el hambre. La obra tiene un gran interés científico-médico y representa algo más que un texto quirúrgico general, puesto que no sólo pretende aportar los fundamentos técnicos de una correcta práctica quirúrgica, sino más bien aportar una sólida formación general al cirujano. Alcázar se apoyaba doctrinalmente en el galenismo avicenista, que era predominante en las universidades españolas durante la primera mitad del siglo xvi, y planteaba constantes referencias a textos galénicos e hipocráticos.

Entre sus aportaciones originales cabe señalar la invención de una jeringa de succión destinada a la evacuación de las colecciones de pus de la cavidad torácica.

Estaba pensada para succionar el pus acumulado sin que se produjera la entrada de aire en la cavidad torácica, que podría originar un neumotórax terapéutico.

La misma jeringa diseñada por Alcázar se aplicó también a la inyección de medicamentos en las cavidades del cuerpo. Su interés por mejorar las condiciones técnicas del instrumental quirúrgico le llevó a modificar el llamado syringotomo, un instrumento punzante que se conocía desde la Antigüedad y que cumplía la doble función de perforar y cortar. Su obra contiene también modificaciones técnicas aplicables a la sutura de los tendones desgarrados y de las paredes musculares del abdomen y el peritoneo. Constituye, pues, un magnífico exponente de la cirugía académica renacentista y de sus fundamentos técnicos e instrumentales.

 

Obras de ~: Chirurgiae libri sex. In quibus multa antiquorum et recentiorum subobscura loca hactenus non declarata interpretantur, Salamanticae, in aedibus Dominici a Portonariis, 1575

 

Bibl.: L. S. Granjel, “La obra de Andrés Alcázar”, en Clínica y Laboratorio, 67 (1959), págs. 154-160; J. M.ª López Piñero y L. García Ballester, La obra de Andrés Alcázar sobre la trepanación, Valencia, Cátedra e Instituto de Historia de la Medicina, 1964; M. T. Santander, “La creación de la cátedra de cirugía de la Universidad de Salamanca”, en Cuadernos de Historia de la Medicina Española, 4 (1965), págs. 191-213; L. S. Granjel, “La obra de Andrés Alcázar”, en Médicos Españoles.Salamanca, Universidad-Seminario de Historia de la Medicina, 1967; Cirugía española del Renacimiento, Salamanca, Universidad-Seminario de Historia de la Medicina, 1968; Historia general de la medicina española. La Medicina española renacentista, Salamanca, 1980; J. M.ª López Piñero, “Alcázar, Andrés”, en J. M.ª López Piñero, Th. F. Glick, V. Navarro Brotons y E. Portela Marco, Diccionario Histórico de la Ciencia Moderna en España, vol. I, Barcelona, Ed. Península, 1983, págs. 34-36.

 

Josep Lluís Barona Vilar

 

 

 

 

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