Borbón y Battenberg, Juan de. Conde de Barcelona. Real Sitio de San Ildefonso (Segovia), 20.VI.1913 – Pamplona, 1.IV.1993. Infante de España, príncipe de Asturias, jefe de la Casa Real española.
Era el quinto hijo, tercero entre los varones, de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, reyes de España. En 1930 ingresó en la Academia Naval de San Fernando. El 14 de abril de 1931, al proclamarse la República en España, tuvo que trasladarse a Gibraltar; desde allí viajó a Génova y, posteriormente, a París. En razón de su firme deseo de ser marino, Alfonso XIII logró que fuera admitido en la Escuela Naval de Dartmouth (Reino Unido); posteriormente completó su formación en la flota de las Indias Occidentales, y finalmente en el Iron Duke. Jorge V le nombró teniente de navío honorario. Continuar la carrera de marino en la escuadra británica hubiera supuesto adoptar la nacionalidad inglesa. A consecuencia de la renuncia de sus hermanos Alfonso y Jaime a sus derechos al trono de España, por haber contraído matrimonio morganático, el primero, y por razones de salud el segundo, el infante don Juan quedó como sucesor de Alfonso XIII. Juan de Borbón contrajo matrimonio con la infanta María de las Mercedes de Borbón y Orleans, que era hija de don Carlos de Borbón, príncipe de las Dos Sicilias y de María Luisa de Orleans, princesa de Francia. El matrimonio se celebró el 12 de octubre de 1935 en Roma. A partir de 1936 nacieron Pilar, Juan Carlos, Margarita y Alfonso. Al iniciarse la Guerra Civil de España, don Juan quiso incorporarse al ejército de los sublevados; esta posibilidad le fue negada, en un primer momento, por el general Mola y, posteriormente, por el general Franco cuando solicitó incorporarse al crucero Baleares. Don Juan siguió con interés la guerra y el triunfo de los alzados. Ante las peticiones de una posible restauración, Franco manifestó a Alfonso XIII, que no volvería a ser rey de España y que se preocupara por la educación del príncipe Juan, y apartara de él cuantos pudieran torcer su buen natural. Alfonso XIII, cuya salud estaba muy deteriorada, abdicó en don Juan el 15 de enero de 1941 y falleció el 28 de febrero de ese año. El nuevo jefe de la Casa Real española no podía utilizar el título de rey de España, ya que era imposible jurar ante las Cortes. Por ese motivo, y por el consejo, entre otros, de la reina Victoria Eugenia, adoptó el título real de conde de Barcelona. Juan de Borbón manifestó, en sus primeras palabras, que hacía suya la petición de su padre y que deseaba ser “Rey de todos los españoles”.
Don Juan, que al comienzo de la Segunda Guerra Mundial vivía en Francia, se trasladó a Roma, y en el año 1942 fijó su residencia en Lausana (Suiza). Mientras don Juan vivió en Lausana, sus dos colaboradores más inmediatos fueron Ramón Padilla y Eugenio Vegas Latapié. Además, por medio de viajes o correo, todo un conjunto de aristócratas, militares o políticos aconsejaba al conde de Barcelona. Entre este conjunto de personas se pueden señalar al infante Alfonso de Orleans, teniente general Alfredo Kindelán, Juan Luis Roca de Togores, Francisco Carvajal, conde de Fontanar, Francisco Moreno, conde de los Andes, Julio López Oliván, José María Gil-Robles, Pedro Sainz Rodríguez, Joaquín Satrústegui...
Desde el fin de la Guerra Civil, el ritmo de institucionalización del Estado español era muy lento. Don Juan, que estaba identificado con una de las versiones del pensamiento tradicionalista, comenzó a plantear a Franco la necesidad de la restauración de la Monarquía. Estas peticiones culminaron en un telegrama de agosto de 1943 en el que el conde de Barcelona reclamaba al general Franco que le entregara el poder; pocos días antes, Mussolini había sido destituido, y el Gobierno de Italia trataba de salir de la guerra.
El ritmo de la Guerra Mundial llevó a pensar a los consejeros de don Juan que, al finalizar la contienda, los aliados occidentales invadirían España, y ante esa situación el conde de Barcelona publicó el Manifiesto de Lausana, de fecha 19 de marzo de 1945. Don Juan instaba al general Franco a que se retirara, por ser incompatible con la nueva situación de Europa, y prometía la aprobación de una constitución por votación popular; el reconocimiento de todos los derechos inherentes a la persona y garantía de las libertades políticas correspondientes; establecimiento de una Asamblea Legislativa elegida por la nación; amplia amnistía política... Don Juan no pretendía rebelión alguna, sino que, ante la contingencia de que el régimen de Franco no pudiera subsistir en el mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial, la Monarquía hiciera acto de presencia para salir al paso de cualquier solución republicana. Don Juan seguía identificado con los principios del Movimiento Nacional, y las propuestas que hacía no llevaban a una democracia liberal.
Esta actitud, tan matizada, de don Juan, fue interpretada por Franco y Luis Carrero, especialmente por este último, como una neta oposición del conde de Barcelona al general Franco, y aunque Carrero aconsejó no prescindir totalmente de don Juan, sugirió que era necesario comenzar a preparar la educación del príncipe niño: Juan Carlos.
A partir del verano de 1945, Franco comenzó a considerar la forma en que podía hacer posible que el príncipe Juan Carlos realizase sus estudios en España. Don Juan decidió trasladarse a Portugal, donde llegó en los primeros días de febrero de 1946. Antes de su traslado había recibido noticias de que los gobiernos de Estados Unidos y de Reino Unido iban a presionar a Franco, pero no tenían previsto llegar a la ruptura de las relaciones diplomáticas. El Gobierno de Estados Unidos necesitaba de España desde el punto de vista militar y el Reino Unido no podía prescindir de las exportaciones que le llegaban desde España. La restauración era prácticamente imposible.
El general Franco trató de dar un nuevo paso en la institucionalización del régimen y preparó una Ley de sucesión a la jefatura del Estado en los primeros meses de 1947. El futuro monarca sería designado por Franco, que quedaba investido en la condición vitalicia de jefe del Estado. Ante esta situación, don Juan hizo público un manifiesto en el que expresaba su negativa ante ese modo de proceder de Franco, se instauraba una Monarquía electiva, y rechazó la Ley de sucesión. A partir de ese momento, continuaron unas no fáciles relaciones entre Franco y don Juan que culminaron con la entrevista en el Azor —agosto de 1948— y en la que se acordó la incorporación a España del príncipe Juan Carlos, a la vez que José María Gil-Robles intentaba alcanzar a un acuerdo con Indalecio Prieto, acuerdo que no podía tener una larga duración.
La llegada a España del príncipe Juan Carlos suponía un impulso a la política de los monárquicos franquistas que, en cierta medida, al igual que Juan de Borbón, habían optado por la dinastía, antes que por la persona que la encarnaba. Para otros monárquicos como Gil-Robles comportaba la imposibilidad de llegar hasta el final en su política de acuerdos con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), a la vez que estos acuerdos eran acompañados por la presión diplomática de Reino Unido y Estados Unidos.
No obstante, el punto clave era la educación del príncipe Juan Carlos. El enfrentamiento entre don Juan y el general Franco no fue tanto por la orientación de la educación sino por la persona que la dirigía. Franco consideraba que como él era el jefe del Estado a su persona correspondía la educación del príncipe que en su día habría de sucederle. Don Juan, como padre, deseaba tener la responsabilidad última de la educación. A lo largo de los años cincuenta, Franco y don Juan se volvieron a ver en 1954 y en 1960, y en todas las decisiones importantes sobre la educación del príncipe prevaleció la opinión de Franco. Juan Carlos fue a las academias militares y posteriormente inició un programa de estudios universitarios en Madrid.
Las personas que en sucesivas fases de los años cincuenta actuaron como representantes o como delegados de don Juan tuvieron siempre como objetivo que no se produjera una ruptura radical entre Juan de Borbón y Franco. Así actuaron el conde de los Andes, Jesús Pabón y José María Pemán. El modo de pensar del conde de Barcelona, en cuanto a sus ideas políticas, no se diferenciaba mucho de las ideas políticas básicas de Franco, y por ello don Juan pudo jurar los principios de la Comunión Tradicionalista. Con independencia de este hecho, entre los consejeros de don Juan durante los años cincuenta había alguno con ideas políticas que buscaban una mayor participación de los ciudadanos, libertad de asociación política, sindical e informativa. Se puede mencionar a José María Gil-Robles, y algunos más, que veían en la Monarquía una posibilidad funcional de llegar a un régimen democrático, o por lo menos más representativo y conforme a derecho.
La actitud de Juan de Borbón nacía de un profundo sentido del deber; él era depositario de una carga de deberes y derechos que recaían “sobre su persona, con esa objetividad con que ocurren ciertos hechos que, por eso, son irreversibles e irrenunciables”. A este conjunto de derechos-deberes se unía su firme voluntad de ser “el Rey de todos los españoles”.
Los años cincuenta vieron algunos momentos de aparente mayor acercamiento de Juan de Borbón a Franco y momentos muy dolorosos para el conde de Barcelona, como el día 29 de marzo de 1956, en el que el infante don Alfonso falleció a consecuencia de una manipulación en una pistola de salón.
La correspondencia cruzada entre el conde de Barcelona y el general Franco a lo largo de los años cincuenta corresponde a un período en el que parece que la sintonía de ideas es cada día mayor. Uno de los enlaces, con más trabajo y dedicación, en la segunda mitad de la década de los cincuenta, entre Francisco Franco y el conde de Barcelona fue Juan Claudio Güell y Churruca, conde de Ruiseñada. Fue el eje de un grupo de monárquicos que buscaban una restauración de la Monarquía que permitiera una cierta continuidad con el franquismo. La posibilidad de una nueva entrevista entre Franco y don Juan fue considerada, por los protagonistas de esta tendencia, en diferentes momentos, pero nunca se llegó a un acuerdo. Don Juan, por su parte, trataba de llegar al máximo número posible de políticos, militares, financieros, y alcanzar un cierto acuerdo con Franco para que no le descartara en el día que hubiera que nombrar un sucesor. No obstante, algunas de las formas en que don Juan hablaba de la futura Monarquía le alejaban de Franco. Basta recordar, por ejemplo, la siguiente frase: “La Monarquía debe nacer como una evolución natural y lógica del régimen mismo hacia otras formas institucionales de Estado”.
A principios de los años sesenta, y con motivo del compromiso matrimonial del príncipe Juan Carlos con la princesa Sofía de Grecia, Juan de Borbón puso todos los medios para que el último en enterarse fuera el general Franco. El motivo era que la boda del futuro Rey de España no debía ser aprobada por las Cortes españolas. Este hecho selló en Franco la casi definitiva decisión de excluir a Juan de Borbón como su sucesor a título de Rey. Juan Carlos tenía en aquel momento veinticuatro años; bastaba esperar seis y se le podría designar sucesor “a título de Rey”. Al finalizar los años sesenta, Juan Carlos trató de hacer ver a don Juan que Franco había tomado una decisión, que él era el elegido y que el único modo de conseguir que la Monarquía se restaurara en España era en su persona. Don Juan se resistía a pensar que Franco fuera a saltar el orden dinástico, realidad tan importante para la Corona.
Al poco tiempo de casarse, los príncipes recibieron del generalísimo el consejo de que viajaran por España, conocieran el país y fueran conocidos por los españoles; mientras, en el entorno de Juan de Borbón, además del Consejo Privado, se había configurado un secretariado político que trató de impulsar de modo activo la restauración e hizo política monárquica de oposición al régimen de Franco. El secretariado tuvo su actuación menos afortunada al no informar a don Juan de que Franco había tomado la decisión de nombrar a Juan Carlos sucesor. El conde de Barcelona sufrió una desagradable sorpresa, que le llevó a disolver su secretariado político y su consejo privado, y a cesar en toda actividad política. A partir del año 1969, la vida de Juan de Borbón se desarrolló en un segundo plano respecto a la vida política española; no obstante, se consideraba como una reserva ante el riesgo de que la opción representada por Juan Carlos diera lugar a una Monarquía franquista sin posibilidad de una evolución democrática.
Desde 1969, don Juan recibió en Estoril a numerosas personalidades de la vida política española, trató de hacerse una idea lo más real posible de la vida en España, y ante muchos apareció como un referente de un Rey y una Monarquía para todos los españoles.
A partir de la designación de Juan Carlos como sucesor a título de Rey, se inició un difícil período en la vida de don Juan y de Juan Carlos. Constituyó para los dos un tiempo de silencio. El conde de Barcelona no renunciaba a ninguno de sus derechos y a la vez no interfería en la actuación de Juan Carlos, que mantenía también una actitud de relativo silencio; el príncipe no podía expresar con total claridad sus objetivos políticos para el futuro, aunque éstos fueran muy indefinidos, ante el riesgo de quebrar la confianza que Franco tenía en él. Además, padre e hijo no podían aparecer como enfrentados entre sí, ni como en una connivencia que tendría como consecuencia desmontar el régimen de Franco, una vez que éste hubiera muerto.
Los años que transcurrieron desde 1970 hasta 1975 son un período difícil en las relaciones de don Juan con su hijo Juan Carlos, ya designado sucesor por Franco. Don Juan tiene que acabar haciendo el papel de persona que está en la reserva y Juan Carlos asegurar la continuidad de la dinastía; es decir, evitar que unas declaraciones fuera de lugar y tono de don Juan pudieran llevar a Franco a tomar la decisión de que ninguno de los dos pudiera llegar a ser Rey de España. A partir del mes de enero de 1974, algunos políticos de izquierda a los que don Juan había tratado a lo largo de los últimos años se propusieron que el conde de Barcelona volviera a la arena política de España.
Intentaban que don Juan hiciera unas declaraciones netamente democráticas. Tres realidades pararon al conde de Barcelona. En primer lugar, la posibilidad de que sus palabras fueran también negativas para su hijo y que, perdida ya por él la corona, no llegara tampoco a su hijo; en segundo lugar, la oposición del Ejército a que don Juan interviniera en la vida política, ya que una genérica voluntad de reformas del Príncipe era conocida para cuando llegara el momento de ser proclamado Rey, y, por último, la certeza en sectores reformistas y de la oposición democrática de que el Príncipe conocía mejor la realidad de España que su padre, que llevaba muchos años en el exilio.
Don Juan Carlos juró como Rey de España el 22 de noviembre de 1975. A partir de ese momento, don Juan pasó a una actitud de reserva y consejo a su hijo, el Rey de España. El 14 de mayo de 1977, cuando ya estaban muy próximas las primeras elecciones generales democráticas, don Juan hizo cesión a don Juan Carlos de sus derechos como jefe de la Casa Real española, excepto el título de conde de Barcelona que se reservó para él.
Juan de Borbón y su esposa se instalaron definitivamente en Madrid en 1982. Desde esas fechas se multiplicaron los reconocimientos del mundo académico, ciudadano y social. En 1988 comenzó a ser tratado, en la Clínica de la Universidad de Navarra, de un cáncer de laringe. En esta clínica universitaria falleció el 1 de abril de 1993. A lo largo de la enfermedad puso de manifiesto, una vez más, su fortaleza y capacidad de sufrimiento. Fue enterrado en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, y en su funeral recibió honores de jefe de Estado.
Bibl.: J. M.ª Gil-Robles, La Monarquía por la que yo luché. Páginas de un diario. (1941-1954), Madrid, Taurus, 1976; L. López Rodó, La larga marcha hacia la Monarquía, Barcelona, Moguer, 1977; A. Kindelán, La verdad de mis relaciones con Franco, textos revisados, seleccionados, ordenados y acompañados de notas marginales por V. Salmador, Barcelona, Planeta, 1981; P. Sainz Rodríguez, Un reinado en la sombra, Barcelona, Planeta, 1981; J. M.ª Toquero, Franco y D. Juan. La oposición monárquica al franquismo, Barcelona, Plaza y Janés, 1989; R. de la Cierva, Franco-Don Juan. Los reyes sin corona, Madrid, Difusora de Información Periódica, 1992; J. Tusell, Juan Carlos I. La Restauración de la monarquía, Madrid, Temas de Hoy, 1995; R. Borrás Betriú, El rey de los rojos. Don Juan de Borbón una figura tergiversada, Barcelona, Plaza y Janés, 1996; F. de Meer, Juan de Borbón. Un hombre solo, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2001.
Fernando de Meer Lecha-Marzo