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Carlos de Habsburgo y Borbón

Biografía

Habsburgo y Borbón, Carlos de. Carlos (VIII). Viena (Austria), 4.XII.1909 – Barcelona, 24.XII.1953. Infante de Austria, pretendiente carlista a la Corona de España.

Carlos de Habsburgo y Borbón, duque de Madrid, conocido como Carlos (VIII) en el árbol genealógico de la dinastía carlista, nació en Viena el 4 de diciembre de 1909. Hijo de Blanca de Borbón —primogénita del rey Carlos (VII) y de Margarita de Borbón- Parma—, fue su padre el archiduque de Austria, Leopoldo Salvador.

A la derrota de los imperios centrales en la Primera Guerra Mundial, Blanca de Borbón, fallecido su esposo, se refugió con sus hijos en Barcelona. Había mantenido la calidad de española, según informó el letrado Luis Hernando de Larramendi, en su dictamen de 5 de enero de 1922. La emperatriz Zita de Borbón-Parma, por su parte, pasó a residir a Lequeitio, también con la aquiescencia de Alfonso XIII.

Al morir el 20 de octubre de 1931 Jaime de Borbón, representante de la dinastía carlista, fue heredado en la pretensión dinástica por su tío Alfonso Carlos, que tenía ochenta y cuatro años. No había tenido sucesión de su matrimonio con María de las Nieves de Braganza. Pensó éste que Alfonso XIII podía sucederle si aceptaba los principios tradicionalistas.

Los carlistas (1932) agrupados en el llamado Núcleo de la Lealtad, del que era portavoz el semanario de Madrid El Cruzado español, se opusieron radicalmente a tal posibilidad, afirmando que sólo en las líneas que descendían de Carlos (V), el fundador de la dinastía, debería encontrarse el sucesor legítimo. Los carlistas legitimistas defendían que Blanca de Borbón era la continuadora de la dinastía carlista. Y de los hijos de ella, el más español, el más identificado con lo que su familia representaba, era el joven Carlos.

El letrado Jesús de Cora y Lira defendió esta tesis: la ley de sucesión de Felipe V (1715) no era sálica, sino semisálica, pues en cuatro ocasiones llamó a suceder a hembras: “A la hija del último reinante” primero, a su hermana luego, al “pariente proximior sea varón o hembra” y a la Casa de Saboya, descendiente de una hija de Felipe II. El Núcleo de la Lealtad, reunido en asamblea en Zaragoza los días 18 y 19 de mayo de 1935, levantó la bandera de Blanca y de su hijo, pero lo que teóricamente parecía lógico y debería ser fácil, no lo fue por varias razones. Frente a los sobrinos de Alfonso Carlos, es decir, Blanca y su hijo, la reina María de las Nieves se inclinó decididamente por sus propios sobrinos, los príncipes de Borbón- Parma, apoyada por Manuel Fal Conde, secretario general de la Comunión. El Rey, influido por ambos, expulsó al Núcleo de la Lealtad y designó a Javier de Borbón-Parma, hijo del segundo matrimonio del príncipe Roberto, casado con María Antonia, hermana de la Reina, como regente de la Comunión, en enero de 1936, con la misión de buscar y designar el rey continuador de la dinastía.

Estallada la Guerra Civil en julio de 1936, el carlismo se volcó en ella. Carlos quiso incorporarse a la misma, y pidió permiso al rey Alfonso Carlos, que lo negó. Murió éste el 28 septiembre de 1936 en Viena.

El carlismo quedó sin rey, mandado, como jefe delegado, por Manuel Fal Conde, identificado con Javier.

La lucha de los requetés en la guerra se hizo “por Dios y por España”, ya que no podían invocar a un rey como lo habían hecho en las tres guerras del siglo anterior.

Don Carlos casó en Viena (el 8 de mayo de 1938) con Christa Satzger von Balvanyos. Casó mal, como tuvo ocasión de comprobar más tarde.

Supo Franco evitar la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial. Ésta estaba cambiando en 1942 debido a las derrotas fascistas en Stalingrado y norte de África, lo que dio aliento a quienes, como los monárquicos alfonsinos, pretendían que Franco diese paso a Juan de Borbón, uno de los hijos de Alfonso XIII. La Guerra Mundial y la política de España siguieron el curso bien conocido. Sobre Franco pesaba la presión de Juan de Borbón. El momento podía ser decisivo, y así lo entendieron los carlistas legitimistas que habían formado el Núcleo de la Lealtad. Marchó una comisión a Viareggio, a pedir a Carlos que levantase la bandera, y así apareció su Manifiesto del 29 de junio de 1943. El impacto fue grande, por las reacciones favorables y también por las enemigas que produjo. Por un lado, los carlistas auténticos veían realizado su sueño de que la dinastía continuase en las líneas de Carlos (V) y Carlos (VII). Por otro, los monárquicos juanistas veían que su cerco a Franco se rompía. Fal Conde, solo y postergado, veía terminar su jefatura delegada vitalicia.

Todos ellos, monárquicos de Juan y falcondistas, arremetieron contra el príncipe carlista mediante toda clase de maniobras, señal de que la aparición de Carlos, ya Carlos (VIII), había sido oportuna. Ni Carlos ni su movimiento fueron inventados, pues, por Franco —menos por Arrese— como gratuitamente se ha dicho. El carlismo, en las horas más bajas de su historia, había revivido. Y comenzó su reorganización en toda España, que llegó a ser importante. Pero le falló a Carlos (VIII) su vida personal ya que su esposa —que no entendía ni a España ni el significado político de su esposo— lo abandonó, a él y a sus dos pequeñas hijas, en junio de 1949. El futuro político de Carlos quedaba en entredicho. Franco, sin embargo, le dispensó pruebas de personal afecto, como cuando aceptó su condecoración de la Orden de San Carlos Borromeo, al tiempo que rechazaba el Toisón de Oro que le había ofrecido Juan de Borbón. La entrevista en el palacio de Pedralves, en Barcelona, el 1 de junio de 1952, fue prueba de confianza y amistad. Pero la definitiva sería cuando, al morir Carlos, el 24 de diciembre de 1953, autorizó su enterramiento en el monasterio de Poblet, El Escorial de los monarcas de la Corona de Aragón.

El reinado sentimental de Carlos (VIII), de apenas diez años, había terminado.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de Francisco Javier de Lizarza Inda (Madrid).

L. H. de Larramendi, Dictamen referente a la nacionalidad de S. A. R. Doña Blanca de Borbón y Borbón, Madrid, Imprenta Asilo Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1922; J. de Cora y Lira, Estudio jurídico-histórico y político. El futuro Caudillo de la Tradición española, Madrid, Martosa, 1932; E. Deán Berro, Descorriendo el velo. La conjuración juanista y la fidelidad de los modernos cruzados de la Causa. Presentimientos y realidades, Madrid, Imprenta Martosa, 1933; M. Fal Conde, “Declaraciones”, en El Ideal (Granada), 15 de noviembre de 1934; I. Romero Raizábal, Boinas rojas en Austria. Reportaje sentimental. Impresiones de un viaje a Viena con motivo de la muerte de Don Alfonso Carlos, Burgos, Requeté, 1936, págs. 101 y 104-109; I. M.ª de Plazaola, Informe sobre el problema de la sucesión desde la primavera de 1931, en vida de Don Jaime, sobre la visita que hizo en el verano de 1934 a la archiduquesa Doña Blanca en Viena; sobre la nueva comisión en el viaje a Viena, el 22 de mayo de 1936, obteniendo la firma de documentos por Doña Blanca y Don Carlos el día 30 de mayo, festividad de San Fernando, s. f. (inéd.); R. Oyarzun, Historia del Carlismo, Bilbao, Fe, 1939, pág. 579; R. Solsona Cardona (atrib.), Carta abierta a don Manuel Fal Conde, s. l., 1943; Monarquía social. Conceptos tradicionales acerca del problema social, s. l., Fiesta de los Mártires de la Tradición, 1946; Marqués de la Fortaleza, Guillermo Arsenio de Izaga Ojembarrena, la usurpación de un trono. Su repercusión en el pasado y su proyección en el futuro de España, Madrid, Imprenta Europa, 1946; M. Ferrer (atrib.), La legitimidad y los legitimistas. Observaciones de un viejo carlista sobre las pretensiones de un Príncipe al Trono de España, Madrid, La Tradición, 1948; F. J. de Lizarza Inda, La sucesión legítima a la Corona de España, Pamplona, Gómez, 1950 (2.ª ed., pról. de J. de Cora y Lira, Pamplona, Gómez, 1951); A. de Lizarza Iribarren, “Jefe regional carlista de Navarra”, en Exposición de la doctrina foral carlista (conferencia en Vitoria), 17 de junio de 1951; J. Fernández Gasparini, Cartas a un tradicionalista, Pamplona, Gómez, 1951 (Palma de Mallorca, 1951); A. de Lizarza Iribarren, Memorias de la Conspiración. Cómo se preparó en Navarra la Cruzada. 1936-1939, Pamplona, Gómez, 1953, pág. 224; J. de Cora y Lira, Carlos VIII, monarca tradicionalista. Pensamiento religioso e ideario político y social del actual representante de la Dinastía legítima española. Su visión de los grandes problemas de nuestra Patria, Madrid, ¡Volveré!, 1953; E. Sarralbo Aguareles, Archivo de S. A. R. Don Carlos de Habsburgo- Lorena y Borbón, Duque de Madrid, Madrid, Hidalguía, 1953; J. de Torresano y Vázquez, The future of Spain. Spanish Carlism before the world, Madrid, Asociación de Intelectuales Tradicionalistas Españoles, 1953; In Memorian, s. l., 1954; J. M. de Montells y Galán, La otra Dinastía, Madrid, Colegio Heráldico de España y de las Indias, 1955; V. de Cadenas y Vicent, Títulos del reino concedidos por los monarcas carlistas, Madrid, Hidalguía, 1956; La sucesión en las mercedes nobiliarias otorgadas por los monarcas carlistas, Madrid, Hidalguía, 1959; J. del Burgo Torres, Conspiración y guerra civil, Madrid, Alfaguara, 1970 (caps. “Resistencia a la fusión”, pág. 327, y “La Regencia es la plaga de las monarquías”, pág. 435); Bibliografía del siglo xix. Guerras Carlistas. Luchas Políticas, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1978 (2.ª ed.), pág. 184; E. Romero, Papeles reservados, vol. II, Esplugues de Llobregat, Plaza y Janés, 1986, pág. 22; J. L. Vila-San-Juan, Los Reyes carlistas. Los otros Borbones, Barcelona, Planeta, 1993; V. de Cadenas y Vicent, “Fondos documentales nobiliarios del archivo de Don Carlos de Habsburgo-Lorena y Borbón, Duque de Madrid”, en Hidalguía (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Salazar y Castro), n.° 241 (noviembre-diciembre de 1993); F. M. de las Heras y Borrero, Un pretendiente desconocido. Carlos de Habsburgo. El otro candidato de Franco, Madrid, Safekat, 2004.

 

Francisco Javier de Lizarza Inda