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Juan Yagüe Blanco

Biografía

Yagüe Blanco, Juan. San Leonardo (Soria), 9.XI.1891 – Burgos, 21.X.1952. Militar, ministro del Aire.

Militar, “africanista”, falangista –uno de los pocos militares españoles que militó desde muy pronto en Falange Española–, el papel de Yagüe en la guerra civil (1936-1939), en la que se reveló como uno de los mejores tácticos del Ejército franquista, fue esencial. Nacido en San Leonardo (Soria) en 1891 e hijo de un médico rural, la carrera militar de Yagüe, que ingresó en la Academia de Infantería de Toledo en 1907 tras haber estudiado el bachillerato en Burgos, fue paralela, y en parte similar, a la de otros militares de su generación (Franco, Alonso Vega, Esteban-Infantes, Rolando de Tella, por ejemplo) con los que coincidió en Toledo. Yagüe, destinado inicialmente en Burgos, ciudad esencial en su vida, hizo gran parte de su carrera en África, en la guerra de Marruecos (1909-1927), a la que se incorporó en 1914 como teniente, primero en el Regimiento Saboya de Tetuán y enseguida en el Grupo de Fuerzas Regulares de Melilla (aquí, a las órdenes del futuro general Mola).

Yagüe permaneció en Marruecos casi ininterrumpidamente hasta 1924. Combatió en las distintas zonas –comandancias de Melilla, Tetuán, Ceuta– del Protectorado español. Herido en distintas ocasiones y con ocho medallas al Mérito Militar Individual, ascendió por méritos de guerra a capitán en diciembre de 1916 y a comandante en junio de 1922. Regresó luego a la Península –con destinos en Burgos, nuevamente, y Madrid— y, casado en 1926 con María Eugenia Martínez del Campo (el matrimonio tuvo seis hijos), volvió a Marruecos en 1928, ya como teniente coronel, en las Fuerzas Regulares de Larache. La proclamación en 1931 de la Segunda República alteró su carrera. Las reformas militares del primer ministro de la Guerra del nuevo régimen, Manuel Azaña, le relegaron a comandante. Con destinos peninsulares (como Vitoria) o en situación de disponible, Yagüe, falangista y amigo personal de José Antonio Primo de Rivera, pudo sentirse así, como militar, postergado por, y desafecto a, la República. Como en el caso de otros “africanistas”, su situación cambió tras la victoria electoral de la derecha católica y del centro republicano en noviembre de 1933. Significativamente, al estallar en octubre de 1934 la revolución de Asturias, Franco, que como asesor del entonces ministro de la Guerra, Gil Robles, dirigió las operaciones militares contra el movimiento revolucionario, le dio el mando de las tropas traídas de África (legionarios y regulares) que junto a tropas enviadas desde Galicia, Santander y León, bajo el mando supremo del general López Ochoa, terminaron con la revolución.

Recobrado el grado de teniente coronel, en febrero de 1936 se le destinó nuevamente al norte de África, al mando de la II Bandera de la Legión con base en Dar Riffien, junto a Ceuta; un cuerpo, la Legión, cuya particular épica militar parecía corresponderse a la perfección con la personalidad de Yagüe: alto (1,89 metros), corpulento, voz potente, vehemente. Serrano Suñer, el cuñado de Franco y hombre “fuerte” del nuevo Estado español entre 1937 y 1942 dijo que la psicología de Yagüe combinaba “violencia y generosidad”, en un físico en el que junto a su altura y corpulencia destacaban la “melena aleonada” y su “mirada de animal de presa” marrada sin embargo, por la miopía y el uso de gafas. Aunque por su rango no participase en las reuniones de generales en que se fue concretando la conspiración que llevaría al levantamiento militar del 18 de julio de 1936, la conspiración, y su director, el general Mola, contaban con él. Yagüe mismo alardeó en algún momento de que, de producirse el levantamiento, sus tropas estarían de inmediato en Madrid. El gobierno republicano lo sospechaba: Casares Quiroga, el jefe del Gobierno ente febrero y julio de 1936 le ofreció, para apartarlo de España, la agregaduría militar en Roma (que Yagüe no aceptó).

El papel de Yagüe tanto en la sublevación de julio de 1936 como en la guerra civil fue, en efecto, decisivo. Yagüe y la II Bandera de la Legión tomaron Ceuta, casi sin combatir, a las 11 de la noche del día 17 de julio, horas después de que se sublevara la comandancia de Melilla. Por su mayor proximidad a la Península, Ceuta fue especialmente importante: fue la principal base logística para el traslado del Ejército de África, el principal cuerpo de ejército del Ejército español y de las fuerzas sublevadas, a la Península. Franco y Yagüe, que se puso a las órdenes de aquel desde el primer momento, estaban ya en Sevilla el 7 de agosto. Franco dio a Yagüe el mando de la marcha sobre Madrid, a cargo de varias columnas de tropas del Ejército de Marruecos mandadas por los coroneles Asensio Cabanillas, Castejón, Barrón y Tella. La marcha, por Extremadura, fue vertiginosa: las columnas de Yagüe recorrieron 500 kilómetros –por Llerena, Almendralejo, Zafra, Mérida, Badajoz...– en tres semanas. El 3 de septiembre estaban en Talavera de la Reina. La resistencia fue especialmente dura en Badajoz, que Yagüe tomó, tras intensos combates, el 14 de agosto. La represión fue feroz: fueron ejecutadas cerca de 4.000 personas.

Reemplazado brevemente del mando por discrepar de la decisión de Franco de desviar la marcha a Madrid para liberar Toledo –si bien Yagüe apoyó decididamente la entrega a Franco del mando único, militar y político de la zona “nacional”–, Yagüe apareció nuevamente como uno de los oficiales al mando en la ofensiva sobre Madrid, desde el Tajo y Toledo. En el primer asalto frontal a la capital, ya en noviembre de 1936, sus tropas atacaron sin éxito –la operación fue un error— por la Casa de Campo, la fosa del Manzanares y la Ciudad Universitaria. Fracasada la ofensiva sobre Madrid, que se prolongó hasta marzo de 1937, con sucesivas operaciones de los “nacionales” por la carretera de La Coruña, el Jarama y desde Guadalajara, Yagüe, tras una baja médica por el desvanecimiento, tal vez fallo cardíaco, que sufrió en diciembre de 1936, quedó al mando de una de las dos Divisiones –la 71.ª División mandada por Varela; la 11.ª División de Yagüe– que Franco dejó en el frente de Madrid tras optar, marzo de 1937, por priorizar la guerra en el Norte. El Ejército Popular, el ejército republicano, les sorprendió –ruptura de las líneas de frente y penetración en profundidad de varios kilómetros– en la fortísima ofensiva, diseñada por el general Vicente Rojo, que, para aliviar la presión sobre el Norte, lanzó sobre Brunete a partir del 5 de julio de 1937. La 11.ª División pudo, con todo, contener al II Cuerpo de Ejército republicano –el punto débil de la ofensiva— que operó con poca fortuna desde Vallecas. La división de Varela, aun desbordada, pudo rehacer en pocos días líneas y posiciones. Franco acertó a desplazar a Brunete tropas de la reserva y de otros frentes, y pudo invertir así el signo de la batalla, que pudo haber cambiado el curso de la guerra y que terminó (25 de julio) en tablas.

En la reorganización de sus ejércitos tras la toma de todo el Norte –Vizcaya, Santander, Asturias— a lo largo de 1937, Franco dio, en noviembre de ese año, a Yagüe, ahora ya general de brigada, el mando del Cuerpo de Ejército Marroquí, pronto, y en lo que quedaba de guerra, uno de los cuerpos más efectivos del ejército nacional. El Ejército de Yagüe (unos 40.000 hombres: legionarios y regulares) intervino, primero, en la durísima batalla de Teruel –conquista en diciembre de 1937 por el Ejército Popular, contra-ofensiva nacional en enero de 1938, batalla de Alfambra en febrero, victoria nacional (21 de febrero)–, y concretamente en la breve batalla de Alfambra, 5 a 7 de febrero de 1938, que fue sin duda uno de los mayores éxitos del Ejército nacional: precipitó la caída de Teruel, y facilitó a los ejércitos de Franco, explotando el éxito anterior, avanzar por el Ebro desde la línea Huesca-Zaragoza-Medinaceli hacia el mar, donde llegaron, por Vinaroz, el 19 de abril de 1938, partiendo en dos la España republicana. El Ejército Marroquí de Yagüe había tomado Belchite, Alcañiz, Caspe, Fraga y Lérida (4 de abril). Intervino, luego, y también decisivamente, en la batalla del Ebro (25 de julio a 16 de noviembre de 1938), la batalla más larga, devastadora y agotadora de la guerra, precipitada por una nueva errónea decisión de Franco –avanzar desde el Ebro hacia Valencia por la sierra de Espandán y dejar en el Ebro, desde Alcañiz-Caspe y Gandesa, solo precisamente el Ejército Marroquí de Yagüe—, y preparada por una nueva brillante operación del general Rojo, el jefe de Estado Mayor del Ejército Popular, cuyo ejército sorprendiendo de nuevo a los nacionales (Yagüe incluido, que menospreció la posibilidad del ataque republicano), cruzó el Ebro por varios puntos, en torno a la localidad de Gandesa, y logró avanzar decididamente hacia Alcañiz. Yagüe consiguió resistir y contener la penetración republicana. Franco recompuso sus ejércitos y posicionó en el Ebro, junto al ejército de Yagüe, al Ejercito del Maestrazgo (García Valiño). Franco sobre todo –y también, aun con algunas discrepancias, Yagüe y García Valiño—se empeñaron a partir de ahí en una táctica de combate frontal a ultranza contra las posiciones enemigas: entre el 11 de agosto y el 16 de noviembre lanzaron una y otra vez a sus hombres contra las cotas enemigas, en una agotadora guerra de desgaste.

La batalla del Ebro destrozó la moral del Ejército Popular. Franco preparó luego la ofensiva sobre Cataluña (enero-febrero de 1939), para lo que posicionó, en la línea Tremp-Balaguer-Lérida-Tortosa, los Cuerpos de Ejército Urgel, Maestrazgo, Aragón, CTV (división italiana), Navarra y Marroquí (Yagüe). Este último, el que aquí interesa, operó por la costa. La ofensiva fue arrolladora: fue, de hecho, el hundimiento de Cataluña. Yagüe fue ocupando sucesiva y aceleradamente Hospitalet del Infante, Reus, Tarragona (14 de enero), Villanueva y Geltrú, Molins del Rey y El Prat de Llobregat: sus tropas entraron (26 de enero) en Barcelona por el sur, por Cornellá y Hospitalet, mientras el Ejército de Navarra entraba por el oeste y el noroeste. Aunque la República retenía Madrid, con Guadalajara, Cuenca y Ciudad Real y una amplia región en el sudeste peninsular (de Jaén a Valencia, con Murcia, Cartagena y Alicante), la guerra estaba decidida. Franco reubicó el Cuerpo de Ejército Marroquí en el Ejército del Sur. Yagüe participó así en la ofensiva final (26-28 de marzo de 1939), con una última operación, que apenas encontró resistencia, desde Peñarroya por Santa Eufemia hasta Almadén.

Yagüe, falangista, germanófilo, militar de enorme éxito, era, lógicamente, uno de los hombres fuertes, populares y prestigiosos del nuevo régimen. Franco le nombró en agosto de 1939 ministro del Aire, un cargo ajeno por completo a lo que hasta entonces había sido su experiencia militar. Yagüe concibió un ambicioso plan, inspirado en los modelos alemán e italiano, para la creación de una nueva y poderosa fuerza aérea española, con la idea probablemente de una participación de España en la Segunda Guerra Mundial al lado de Alemania e Italia, de la que era partidario. Franco, que mantuvo con Yagüe una relación franca pero contradictoria y, dado el carácter vehemente de este, a veces borrascosa, le cesó muy pronto, en junio de 1940. Yagüe, centro de rumores sobre hipotéticas conspiraciones contra Franco, permaneció apartado en San Leonardo hasta 1942. Franco lo volvió a recuperar para contrapesar la creciente presión de militares monárquicos (Kindelán, Aranda, Orgaz, Dávila,…) a favor de una restauración de la Monarquía en la persona de don Juan de Borbón, titular ahora de los derechos al trono español. En noviembre de 1942, Franco dio a Yagüe el mando del ejército de Marruecos, el X Cuerpo del Ejercito español, con sede en Melilla, un puesto siempre clave en la estructura militar española y más así tras el desembarco aliado (15 de noviembre de 1942) en Marruecos y Argelia en el curso de la Segunda Guerra Mundial.

En septiembre de 1943 –con Yagüe ya teniente general–, le nombró capitán general de la VI Región militar (Burgos, Santander, Logroño, Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra), con sede en Burgos. Por razones geográficas, la Región tuvo que hacer frente, junto con las Regiones V (Zaragoza) y IV (Cataluña) a la invasión guerrillera –unos 12.000 hombres— que los comunistas llevaron a cabo por el valle de Arán en el otoño de 1944. Los mandos regionales establecieron una especie de cordón protector militar desde Burgos a Barcelona, que fijó a los grupos guerrilleros, dispersos y faltos de preparación, en los Pirineos, y permitió operaciones de hostigamiento y eliminación a cargo de fuerzas de la Guardia Civil, batallones de montaña y algunas fuerzas especiales, que acabaron con el maquis y decidieron a los comunistas a disolver el “ejército” guerrillero en 1948.

Yagüe fue capitán general de la VI Región hasta su muerte, víctima de un cáncer de pulmón, el 21 de octubre de 1952. En Burgos construyó una barriada de viviendas populares, un centro hospitalario y una ciudad deportiva, con efecto no escaso, en su momento, sobre la vida de la ciudad.

 

Bibl.: I. García Escalera, El general Yagüe, Madrid, Publicaciones Españolas, 1954; J. J. Calleja, Crónica de Yagüe, Burgos, Ayuntamiento,1963; R. Garriga Alemany, El general Juan Yagüe, Barcelona, Planeta, 1965; J. M. Martínez Bande, La batalla de Teruel, Madrid, San Martín, 1974; M.ª T. Suero Roca, Los generales de Franco, Barcelona, Bruguera, 1975; R. Casas de la Vega, Brunete, Barcelona, Luis de Caralt, 1976; R. Serrano Suñer, Entre el silencio y la propaganda, la Historia como fue. Memorias, Barcelona, Planeta, 1977; L. Suárez Fernández, Franco y su tiempo, Madrid, Fundación Francisco Franco, 1984, 8 vols.; M. Tuñón de Lara, La batalla de Teruel, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1986; F. Espinosa, La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz, Barcelona, Crítica, 2003; J. Martínez Reverte, La batalla del Ebro, Barcelona, Crítica, 2003; J. Chaves Palacios, La guerra civil en Extremadura: operaciones militares 1936-1939, Ed. Regional de Extremadura, 2004, 2 ts.; VV.AA., Breve historia de la guerra civil en Cataluña, Barcelona, Edicions 62, 2005; G. Nerín, La guerra que vino de África, Barcelona, Crítica, 2005; J. Martínez Reverte, La caída de Cataluña, Barcelona, Crítica, 2006; F. Puell y Justo A. Huerta, Atlas de la Guerra Civil española. Antecedentes, operaciones y secuelas militares (1931-1945), Madrid, Síntesis, 2007; J. M.ª Maldonado Moya, El Frente de Aragón. La Guerra Civil en Aragón (1936-1938), Zaragoza, Mira editores, 2007; L. E. Togores, El general Yagüe: el general falangista de Franco, Madrid, La Esfera de los Libros, 2010; M.ª E. Yagüe, El General Yagüe. Imágenes inéditas (El archivo de mi padre), Burgos, Fundación M.ª Eugenia Yagüe, 2012; M.ª R. de Madariaga, Marruecos, ese gran desconocido. Breve historia del Protectorado español, Madrid, Alianza, 2013; S. Montero, La batalla de Brunete, Madrid, Raíces, 2014; M.ª R. de Madariaga, Los moros que trajo Franco, Madrid, Alianza, 2015; S. Fontella Ballesta, La Guerra de Marruecos (1907-1927), Madrid, La Esfera de los Libros, 2017.

 

Juan P. Fusi Aizpúrua