Moreno y de Herrera, Francisco de Asís. Conde de los Andes (VII), marqués de la Eliseda (XII). Savarín. Jerez de la Frontera (Cádiz), 23.I.1909 – 1.I.1978. Político, jefe de la Casa del Rey, gastrónomo.
Hijo primogénito de María del Carmen de Herrera y Herrera, hija a su vez de Manuela de Herrera y Sosa y de Ramón de Herrera y Gutiérrez, III conde de la Mortera; y de Francisco de Asís Moreno y Zuleta de Reales, VI conde de los Andes y X marqués de Mortara, dos veces Grande de España e importante político y propietario agrario en Andalucía.
Moreno y Herrera cursó sus estudios de primera y segunda enseñanza en Jerez de la Frontera, y a los catorce años ingresó en el Colegio inglés de Stonyhurst regentado por jesuitas. Tras licenciarse en Derecho por la Universidad de Granada, volvió a Inglaterra para estudiar Ciencias Económicas y Políticas en la Universidad de Oxford, licenciándose en esta segunda carrera antes de cumplir los veintiún años. En esta Universidad incorporó los planteamientos corporativistas del guildismo inglés, y el ideólogo e historiador G. D. H. Cole fue su profesor de Economía. Al mismo tiempo, conoció el pensamiento conservador británico, particularmente de Chesterton, Belloc y Harold Goad, cuya obra El Estado corporativo tradujo al castellano en 1933.
A su regreso a España en 1930, fue designado jefe de movilización de la Juventud Monárquica de Madrid con Eugenio Vegas Latapié como presidente. El 19 de febrero de 1931, Francisco Moreno contrajo matrimonio con Teresa de Arteaga y Falguera, hija de Falguera y Moreno y de Joaquín de Arteaga y Echagüe, duque del Infantado, que cedió a su hija el título nobiliario de marqués de la Eliseda, pasando a ser la XII poseedora y que a partir de entonces usó iure uxoris Francisco Moreno.
Tuvo noticias de la proclamación de la República en Atenas durante su viaje de novios, que decidió suspender y retornar a Madrid. Una vez en la capital española participó en la creación de la Sociedad Cultural Acción Española y su revista homónima de pensamiento católico y monárquico, inspirada en los principios del Derecho Público Cristiano. Acción Española agrupó a la elite intelectual de derechas durante la Segunda República Española, en la que Eliseda formó parte de su Junta Directiva y uno de los más asiduos concurrentes. No participó directamente en los preparativos del golpe de Estado del general Sanjurjo, a pesar de lo cual se acusó a Eliseda y a su padre de ser sus inductores. Muchos aristócratas fueron encarcelados y deportados a Villa Cisneros, y se aprobó, además, la Ley de Reforma Agraria. Tras el fracaso de la “Sanjurjada”, la estrategia a seguir por parte de Acción Española fue configurarse como un núcleo intelectual y político de carácter conspirativo, cuyos miembros confiaban en el colapso de la República y en la posibilidad de constituirse en la elite orientativa de una eventual dictadura militar previsible o preparada por ellos mismos.
A finales de septiembre de 1932, una comisión compuesta por Eugenio Vegas, Jorge Vigón y el marqués de la Eliseda se trasladó a Biarritz, donde se entrevistaron con José Calvo Sotelo. En dicha reunión se decidió la necesidad de reanudar las actividades conspiratorias y nombrar una comisión para recaudar fondos, que sería presidida en el extranjero por el conde de los Andes y en el interior por el marqués de Arriluce de Ybarra. En poco tiempo Vegas, Juan Antonio Ansaldo y Eliseda recaudaron una cantidad próxima a los veinte millones de pesetas, fondos que fueron confiados al conde de los Andes, padre de Eliseda, que distribuyó entre la creación de un servicio de información, que encargó a Jorge Vigón —germen del Servicio de Información de la Frontera Noroeste de España (SIFNE)— y la fundación de Falange Española, tras un pacto de diez puntos firmado en El Escorial en agosto de 1933 entre Pedro Sáinz Rodríguez, como representante de Acción Española, y José Antonio Primo de Rivera, hijo primogénito del fallecido dictador, que se había presentado a diputado en las filas de la Unión Monárquica Nacional para reivindicar el régimen político y la figura de su padre.
Poco después, el aviador Julio Ruiz de Alda y Primo de Rivera viajaron a Biarritz para entrevistarse con Juan Antonio Ansaldo y el marqués de la Eliseda, y se trazaron las líneas políticas del nuevo partido.
Eliseda, amigo desde la infancia de José Antonio Primo de Rivera, colaboró con sus aportaciones económicas y en el semanario FE dentro de la sección de “Economía y Trabajo” con artículos sobre el corporativismo, en la línea defendida por Acción Española.
En las elecciones generales de 16 de noviembre de 1933, se presentó por la circunscripción de Cádiz como candidato de la unión de derechas con las siglas de Unión Agraria y Ciudadana, saliendo elegido con Primo de Rivera. Por ser Eliseda el diputado más joven de aquella legislatura le correspondió el cargo de secretario de la Mesa del Congreso en la sesión constitutiva.
Salvo Juan Antonio Ansaldo y, en cierta medida, Jorge Vigón, ningún miembro de Acción Española se afilió a Falange, por ver con recelo los derroteros de esta agrupación, y, el propio marqués de la Eliseda, más próximo a tesis democristianas, enseguida se sintió incómodo con la formación política de José Antonio, que abandonó, lo que dio lugar a unas aireadas controversias políticas entre ambos en la prensa de la época. Según afirmaría años después, sus reticencias comenzaron en el momento de la fusión entre Falange Española con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), debido, en principio, al agnosticismo religioso, el antimonarquismo y el radicalismo social de que hacía gala Ledesma Ramos, así como por la ausencia de planteamientos católicos en la propaganda del movimiento. Eliseda había pedido a Primo de Rivera formar parte de las ponencias del Consejo Nacional dedicadas a los temas de carácter ideológico y a la elaboración de los estatutos. Sin embargo, en octubre de 1934, Primo de Rivera y Ledesma Ramos redactaron los 27 puntos de la Norma Programática sin Eliseda, excluyendo alusiones a la Monarquía y la religión; es más, el punto 25, que motivó el abandono de Eliseda, propugnaba la sumisión de la Iglesia católica a las directrices políticas emanadas del Estado. Ni siquiera hubo oportunidad de que prosperase un nuevo pacto con Antonio Goicoechea —jefe del partido monárquico Renovación Española—, sobre la base de los puntos redactados por Primo de Rivera y Sáinz Rodríguez en agosto de 1933 en El Escorial comprometiéndose a que la futura instauración de la Monarquía plasmase el contenido social propugnado por Falange, pues la negativa de Primo de Rivera a sumarse al Bloque Nacional propugnado por José Calvo Sotelo, desde su retorno a España, en mayo de 1934, y la expulsión de Ansaldo del partido, en julio de 1934, rompieron cualquier posibilidad de enlazar los sectores monárquicos al partido de orientación fascista. En realidad, Eliseda nunca fue un fascista convencido, únicamente veía, al principio, en este movimiento la actualización del tradicionalismo ideológico y, por esta razón, siempre afloraron, en sus escritos, profundas reticencias y matizaciones con respecto a la ideología oficial del fascismo italiano. Dada su profunda formación católico- tradicional, jamás pudo asumir la idea de estatalización ni los aspectos nacionalistas e imperialistas característicos del fascismo y, desde su abandono de Falange, reiteró su rechazo de los principios totalitarios, tal como puso de manifiesto en 1935 en su obra Fascismo, Catolicismo, Monarquía.
Una vez abandonada Falange, Eliseda pasó a formar parte de la minoría parlamentaria de Renovación Española y fue uno de los firmantes del manifiesto del Bloque Nacional de Calvo Sotelo. Presentada su candidatura nuevamente por Cádiz, no logró revalidar su escaño parlamentario en las elecciones de febrero de 1933, debido al apoyo dispensado por los anarcosindicalistas al Frente Popular, que habían desistido de su anterior posición abstencionista. En todo caso, Eliseda siempre mantuvo que le había correspondido un acta por las minorías, que no había obtenido finalmente por la falsificación de los resultados en algunos colegios electorales.
En los meses siguientes centró su actividad en la tarea de propaganda doctrinal de Acción Española en un clima enrarecido por el revanchismo de las izquierdas y de radicalización extrema de las posturas ideológicas de las derechas que terminó con los asesinatos del teniente José del Castillo y de José Calvo Sotelo. Conocedor de los planes de levantamiento militar a través de Jorge Vigón, secretario entonces del Bloque Nacional, se encaminó al Norte para ponerse al servicio de las autoridades militares y a esperar la llegada de la avioneta de Ansaldo con Sanjurjo.
Las noticias de su muerte llevaron a Mola a asumir el mando superior del levantamiento, que conminó a Eliseda a ejercer de enlace con su padre, el conde de los Andes, que había sido designado representante oficioso del Bando Nacional en el Sur de Francia. En sus idas y venidas entre Burgos y Biarritz, el 1 de agosto de 1936 cruzó la frontera con don Juan de Borbón que deseaba incorporarse como voluntario al frente de Somosierra, acompañado de Juan Claudio Güell, conde de San Pedro de Ruiseñada, pero fueron interceptados en Burgos por el general Fidel Dávila, gobernador civil de la ciudad, y expulsados de España por orden de Mola. Tras la revocación de la orden de expulsión para Ruiseñada y Eliseda, este último manifestó su intención de acudir no obstante al frente de Somosierra, donde fue destinado a las órdenes de García Escámez hasta que en enero de 1938 logró que le destinaran al mando de un Tabor como capitán de Regulares en el frente de Teruel. En el mes de mayo, Eliseda fue herido de gravedad en la toma de Corbalán y mientras se reponía de sus heridas en el Hospital Militar de Zaragoza recibió a finales de 1938 el nombramiento de gobernador civil de Santander, en virtud de un Decreto firmado por Ramón Serrano Súñer y el propio general Franco. La noticia indignó al sector de Acción Española, que creyó entender que estaba claudicando ante la política que estaba siguiendo el incipiente régimen franquista.
Antes de aceptar el nombramiento, Eliseda consultó con Pedro Sáinz Rodríguez, que al poco fue nombrado ministro de Educación Nacional, y con su padre, quienes le instaron a que aceptara, por considerar que la negativa podía ser contraproducente e incluso comprometer al propio Alfonso XIII. Durante su estancia en la capital montañesa publicó El sentido fascista del Movimiento Nacional Español, donde parecía atisbarse el deseo de retornar a las filas falangistas, que incluso le llevó a formar parte del Consejo Nacional de la Falange Española Tradicionalista (FET) franquista. Pero, al poco de finalizar la guerra, no tardó en retornar a su natural convicción monárquica, y, en 1940, el marqués de la Eliseda ya se había instalado con su familia en Madrid tras haber renunciado a desarrollar su carrera política junto al régimen, participando en todas las conspiraciones y conciliábulos monárquicos, pese a haber sido nombrado consejero nacional del Movimiento y vocal del Instituto de Estudios Políticos. En agosto de ese año fue el encargado, en nombre de su padre el conde de los Andes así como de los generales Kindelán y Juan Vigón y del exministro Juan Ventosa y Calvell, para comunicar al general Luis Orgaz Yoldi que, por sus problemas de salud, expusiera al rey Alfonso XIII la conveniencia de abdicar en favor de su hijo don Juan, entonces príncipe de Asturias. En febrero del año siguiente colaboró activamente en la expedición a Roma para el entierro del Rey en el exilio, después de la negativa del régimen a que pudiera ser trasladado a El Escorial, encargándole don Juan la redacción del discurso que después no pronunció.
Enseguida se vislumbró que Franco no consideraba entre sus planes el retorno de la Monarquía y el marqués de la Eliseda fue uno de los miembros del Comité Secreto encargado por el conde de Barcelona en abril de 1942 para preparar la restauración monárquica, junto a José María de Areilza, los condes de Fontanar y del Cadagua, Eugenio Vegas y Pedro Sáinz Rodríguez. Tras el Pronunciamiento de los procuradores, en junio de 1943, el marqués de la Eliseda fue deportado por orden gubernativa a la isla de Palma, por sus gestiones encargadas por el conde de Barcelona de creación de una Organización Monárquica Provincial y en la recogida de firmas por las provincias para un documento —que él no pudo firmar por haber sido cesado como consejero nacional—, que fue suscrito por veinticinco procuradores en Cortes, en el que se expresaba al general Franco la urgente necesidad de restaurar la Monarquía antes de que finalizara la Segunda Guerra Mundial.
Hasta su deportación, había desplegado una intensa actividad política contraria al acercamiento de España al Eje Roma-Berlín y durante los diez meses que permaneció confinado comenzó a escribir su libro Autoridad y libertad, luego publicado en 1945.
La obra teorizaba sobre el régimen político que debía suceder al personalista caudillaje franquista, que consideraba beneficioso en un principio, al haber salvado a la sociedad de la anarquía, pero era incapaz de fundar un auténtico sistema político estable e institucionalizado.
Otra parte de la obra se dedicaba a la crítica del fascismo, cuyo fracaso atribuía a su incapacidad para asumir los principios del Derecho Natural Católico.
Ante la caída de los fascismos, Eliseda no veía otra alternativa a la amenaza comunista y demoliberal que la Monarquía tradicional, capaz de armonizar la autoridad y la libertad. Eliseda abogaba aún por el corporativismo social y político en un sentido muy tradicional, propugnando como bases de la Monarquía un legislativo compuesto de representantes municipales, regionales y de determinados organismos profesionales. En la cámara corporativa debían tener presencia fundamental y decisiva tanto la aristocracia tradicional como la Iglesia y el Ejército. Su proyecto político fue recogido en su tesis doctoral que con el título de Las libertades de la persona humana leyó en 1944 en la Universidad de Madrid y, con algunas salvedades, fue el antecedente de las Bases de Estoril de don Juan de Borbón y posteriormente de las Leyes Fundamentales del régimen franquista. A pesar de sus discrepancias con el general Franco, cooperó con el Instituto de Cultura Hispánica, del que fue nombrado miembro en 1964, ya como conde de los Andes por haber fallecido su padre el año anterior —también su madre y su mujer—. También ocupó la tribuna del Instituto de Lengua y Literatura Española de Roma y del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) y fue habitual colaborador del diario ABC, muchos de cuyos artículos fueron recogidos en el volumen titulado Teoría y Acción (1965).
A mediados de la década de 1960, el conde de los Andes fue capaz de percibir, los cambios sociales y políticos que hacían utópicos, a su juicio, los planteamientos de carácter corporativo. Dicha percepción es patente en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas el 8 de enero de 1969, dedicado a ensalzar los sistemas políticos anglosajones por tratarse de democracias liberales, cuyos parlamentos se habían formado al compás de los tiempos, sin el contenido radical que había caracterizado a los regímenes democráticos surgidos a imitación de Francia, como el caso español. En las democracias anglosajonas no existían partidos revolucionarios y las instituciones como el Senado, la Cámara de los lores o la propia Monarquía, se apoyaban en una aceptación de la influencia de la aristocracia en las instituciones por parte de la sociedad anglosajona, a pesar de que en el caso norteamericano, el racismo y los abusos de capitalismo financiero repugnaran sus convicciones. Corolario de cuanto antecede fue su obra Ensayos políticos, galardonada con el Premio Nacional de Literatura en 1972 y en la que expone la política como deber, una necesidad dada la permanencia de conflictos en la convivencia.
Los medios políticos, las políticas concretas pueden resolver o mitigar tales conflictos en lugar de recurrir a métodos violentos. La realidad social se impone de tal manera que el empeño revolucionario de destruir los cuerpos intermedios sociales a través de los cuales se desenvolvía la función política dio origen a unos cuerpos intermedios artificiales entre el individuo y el Estado, que no eran otros que los partidos políticos. En el Estado moderno, los partidos políticos han venido a llenar y, en parte a suplir, la función de los cuerpos intermedios naturales, familia, municipio, provincia y región, que se hallan debilitados o atrofiados, sustitutivos del papel de la nobleza en el antiguo régimen como estamento educado para la política.
La evolución en el pensamiento político del conde de los Andes permitió su apoyo a la reforma política de Adolfo Suárez, en cuyo triunfo al frente de un gobierno de una Monarquía constitucional veía la victoria del “orden en todos los aspectos públicos”.
Cuando el régimen franquista parecía que iba a llegar a su fin, el conde de los Andes comenzó a movilizar a los sectores monárquicos en provincias para que fueran posicionándose de cara a la futura transición a la democracia. Tras haber proclamado las Cortes el 22 de julio de 1969 a Juan Carlos de Borbón, como sucesor del general Franco en la jefatura del Estado, saltándose el orden sucesorio natural, el conde de los Andes encabezó el grupo monárquico afín a don Juan, que no acató la decisión de Franco hasta que el conde de Barcelona renunció oficialmente a sus derechos dinásticos en favor de su hijo a mediados de mayo de 1977. Adolfo Suárez había enviado a Rafael Ansón para acercar posturas con este sector monárquico representado por el conde de los Andes, cuyas reuniones, que tuvieron lugar en el restaurante Lhardy de la capital española, dieron origen al nacimiento de la Cofradía de la Buena Mesa en mayo de 1972, germen de la Academia de Gastronomía, de la cual Andes fue elegido presidente. Cinco meses más tarde, a iniciativa de esta asociación, se entregaban los primeros premios nacionales de gastronomía por parte del Ministerio de Información y Turismo. Desde las páginas del ABC con el pseudónimo de Savarín, Andes homenajeó a la gastronomía como parte de la cultura española, un arte que no exigía cantidad sino equilibrio, calidad y vocación. Propulsor de la cocina casera y de la especialidad, propugnaba el retorno a la calidad de las materias primas y la sencillez en su elaboración. Paralelamente, como presidente del Real Automóvil Club de España (RACE) logró del Circuito del Jarama la sede permanente del Gran Premio de España de Fórmula 1.
En la transición española, el Rey, le conminó a no presentarse a las elecciones como diputado, pues era su deseo nombrarle senador por designación real. Después no hubo más audiencias a Palacio; fue Adolfo Suárez quien por carta le comunicó que los tiempos no eran adecuados.
Obras de ~: La economía y el nuevo Estado, Madrid, Sociedad Cultural Acción Española, 1934; Fascismo, Catolicismo, Monarquía, Madrid, Talleres Cleto Vallinas, 1935; El sentido fascista del Movimiento Nacional: conferencia pronunciada en los Cursos para Extrangeros de Santander el XVI de Agosto de MCMXXXIX, Santander, Aldus Artes Gráficas, 1939; Autoridad y libertad, Madrid, Escelicer, 1945; Ramiro de Maeztu, Madrid, Gráficas Yagües, 1965; Teoría y acción, Madrid, Afrodisio Aguado, 1965; El ser de la hispanidad, Jerez de la Frontera (Cádiz), Academia Jerezana de San Dionisio, 1966; Pregón de la Semana Santa de 1967 en Jerez de la Frontera, Jerez de la Frontera, Grafibérica, 1967; Los cuerpos intermedios naturales y artificiales, en las instituciones políticas de Norteamérica e Inglaterra, Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España, 1969; Savarín (pseud. de ~), Críticas gastronómicas, Madrid, Prensa Española, 1971; Ensayos políticos, Madrid, Organización Sala Editorial, 1972; Condicionantes de la Monarquía, Madrid, Club Siglo XXI, 1974.
Fuentes y bibl.: Archivo del Congreso de los Diputados (Madrid), Sig. 139, n.º 11, exp. de Francisco Moreno Herrera; Archivo del Conde de los Andes (Jerez de la Frontera, Universidad de Navarra).
J. A. Ansaldo, ¿Para qué…? (De Alfonso XIII a Juan III), Buenos Aires (Argentina), Editorial Vasca Ekin, 1951, passim; S. G. Payne, Historia del fascismo español, París (Francia), Ruedo Ibérico, 1965, págs. 53 y 59-60; L. E. Palacios Rodríguez, “Contestación al Discurso de recepción del Académico de Número Excmo. Sr. D. Francisco Moreno y de Herrera, Conde de los Andes”, en op. cit., Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1969, págs. 67 y ss.; J. M.ª Nin de Cardona, “Recensiones: Francisco Moreno y de Herrera (Conde de los Andes): Ensayos políticos. Organización Sala Editorial, Madrid, 1972: 199 págs.”, en Revista de Estudios Políticos (Instituto de Estudios Políticos, Madrid), n.º 194 (marzo-abril de 1974), págs. 252-258; J. A. Pérez Mateos, Los confinados, Barcelona, Plaza & Janés, 1976, págs. 155-159; E. Vegas Latapié, Para una semblanza del Conde de los Andes, Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1978; Zenón (seud. de Y. Moreno de Arteaga, marquesa de Poza), “Gastronomía: En homenaje a Savarín”, en Blanco y Negro (Madrid), 18 de enero de 1978, pág. 72; E. Vegas Latapié, Memorias políticas. El suicidio de la Monarquía y Segunda República, Barcelona, Planeta, 1983, passim; La frustración en la victoria. Memorias políticas, Madrid, Actas, 1995, passim; P. C. González Cuevas, “Habitus e ideología: El pensamiento político de Francisco Moreno y Herrera, Marqués de la Eliseda”, en Cuadernos de Historia Contemporánea (Universidad Complutense de Madrid), n.º 18 (1996), págs. 83-114; J. L. Rodríguez Jiménez, Historia de la Falange Española de las JONS, Madrid, Alianza Editorial, 2000, págs. 143, 149-150, 171 y 180; M. Argaya Roca, Historia de los falangistas en el Franquismo. 19 de abril de 1937-1 de abril de 1977, Madrid, Plataforma, 2003, pág. 213; S. Juliá, Historias de las Dos Españas, Madrid, Ediciones Santillana, 2004, págs. 297-299.
Iván F. Moreno de Cózar y Landahl, conde de los Andes