Carvia Caravaca, Salvador. San Fernando (Cádiz), 28.IX.1871 – Valencia, 5.XI.1946. Marino, ministro de Marina, contraalmirante de la Armada y uno de los artífices del pensamiento naval español en el período de entreguerras mundiales.
Era de familia marinera. Su padre, Salvador Carvia López fue contraalmirante de la Armada y falleció en Valencia (1906). Realizó estudios elementales similares a la juventud de su época. A los dieciséis años ingresó en la Escuela Naval flotante instalada en la fragata Asturias (15 de enero de 1887), por oposición; fue promovido a guardiamarina (7 de diciembre de 1888) y al terminar sus estudios, a alférez de navío (22 de enero de 1892). Embarcó en el crucero Alfonso XII (24 de octubre), donde obtuvo la Medalla al Mérito Naval de 1.ª clase con distintivo blanco; desembarcó en el Departamento de El Ferrol para ocupar el destino de auxiliar de la Jefatura del Estado Mayor del Departamento (29 de agosto de 1893), pero no permaneció mucho tiempo en él, pues pasó a su tierra, concretamente al Arsenal de la Carraca (12 de octubre de 1894). Allí es destacado en comisión de servicio al crucero Reina Regente, a bordo del cual operó contra los moros del Rif en la costa Norte de Marruecos, hasta que se traslada a Cuba para embarcar en el cañonero Marqués de Molins (7 de febrero de 1895) y tomar parte muy activa en la campaña de Cuba de 1895 a 1898. Es promovido a teniente de navío (21 de abril de 1897) y embarca en el cañonero torpedero Galicia, con el que apresa una embarcación con extranjeros armados cerca de Aserradero.
Participó en el combate naval con la escuadra de Estados Unidos, mandando el cañonero Reina Cristina, cuya misión era la defensa del puerto Mariel.
Por sus servicios en el apostadero de La Habana obtiene la Cruz Roja de 1.ª clase del Mérito Naval (27 de abril de 1898) y más tarde será recompensado con otra Cruz Roja de 1.ª clase del Mérito Naval (1899), pensionada, y una segunda Cruz del Mérito Naval de 1.ª clase, con distintivo blanco.
Al salir de Cuba es designado ayudante de su padre, el general Carvia López (9 de febrero de 1899) en Valencia.
Obtiene la excedencia para Cartagena (5 de mayo de 1900) al pasar su padre a la reserva, hasta que consigue ser nombrado ayudante de Marina de Castellón (26 de diciembre de 1901). Permanece en ese puesto hasta 1904, cuando designado ayudante de la Comandancia de Marina de Valencia (28 de enero). Allí continúa por un tiempo y es designado ayudante personal del comandante de Marina de Valencia (1 de septiembre de 1906). Al fallecer su padre es nombrado ayudante personal del general Puente (9 de noviembre de 1907), director de Servicios Auxiliares del Ministerio de Marina. Pero no dura mucho en este destino, pues se le nombra segundo comandante del cañonero Vicente Yánez Pinzón (diciembre de 1907) y de éste pasa al cañonero Temerario (7 de enero de 1909), también como segundo comandante.
Al cumplir sus condiciones de embarque en el empleo es destinado; a petición propia, ayudante interino del comandante de Marina de Valencia. En 1911 es condecorado con la Medalla del Mérito Militar de primera, con distintivo rojo. En ese mismo año se produce un cambio trascendental en su vida profesional al ser destinado al Estado Mayor Central (30 de mayo de 1911). Asciende a capitán de corbeta (21 de abril de 1912) y es designado jefe del 4.º Negociado de la 2.ª Sección (personal) del Estado Mayor Central (EMC) (mayo). También pasará por las secciones de campaña e información. Permanece en el Estado Mayor hasta ser nombrado tercer comandante del crucero Reina Regente (6 de marzo de 1916) y, más tarde, comandante del contratorpedero Bustamante (21 de diciembre de 1916). Al terminar su mando, embarca de nuevo, ahora como tercer comandante, en el acorazado Alfonso XIII (10 de noviembre de 1917) para terminar sus condiciones de subalterno. Al concluirlas, vuelve al EMC (31 de agosto de 1918), asignado a la Sección de Información (Primera). Es promovido a capitán de fragata (19 de marzo de 1919) y designado jefe de la Sección de Información. Algún tiempo después asume, además, el cargo de secretario particular del ministro de Marina (26 de marzo de 1919). Para cumplir sus condiciones de subalterno, es nombrado segundo comandante del crucero Cataluña (23 de mayo de 1920) y, al terminar, comandante del cañonero Marqués de la Victoria (13 de abril de 1921), con el que operó en las costas de Marruecos en el año 1922. De aquí pasó otra vez al EMC (4 de octubre de 1922), asignado a la 4.ª Sección (Aviación) y, más tarde, jefe de la 1.ª Sección (Información) y secretario interino del EMC (5 de febrero de 1923). Asciende a capitán de navío (9 de julio de 1924) y se le designa ayudante secretario del capitán general de la Armada.
Realizó una comisión de servicio a Francia e Italia para asistir a las clases de las Escuelas Navales de Guerra (17 de febrero de 1925) y, gracias a su esfuerzo inteligente y perseverante, se creó en Madrid la Escuela de Guerra Naval (4 de julio de 1925), de la cual fue primer director. Era el primer ensayo que se hacía en la Marina de un centro en que se estudiara la guerra naval; ese era su único objeto, aunque había quien no apreciaba ni acaso sospechaba su importancia ni la influencia y el valor del entrenamiento mental, creyendo que estas cosas eran fáciles y que cualquiera las podría juzgar y resolver sin necesidad de estudios.
El arte de la guerra naval se dividiría en tres partes: Estrategia, Táctica y Orgánica, y la Escuela enseñaría en lo político, en lo militar, en lo orgánico y en lo moral, porque sería de intenso análisis y de profunda meditación. En ese mismo año fue condecorado con la medalla de Mérito Naval de 2.ª clase, con distintivo rojo y la de 3.ª clase, con distintivo blanco. En 1926, le concedieron la Medalla del Mérito Militar de 3.ª clase, con distintivo blanco y otra del Mérito Naval de 3.ª clase, con distintivo blanco, pensionada. Fue nombrado jefe de la flotilla de contratorpederos (22 de febrero de 1927) y comandante del conductor de la flotilla Sánchez Barcáiztegui. Se le nombró gran comendador de la Orden del Fénix (12 de noviembre) y gran oficial de la Orden de Nicham- Iftikar. Fue promovido al empleo de contraalmirante (6 de octubre de 1928) y nombrado director interino de la Escuela de Guerra Naval (15 de noviembre de 1928).
Con el gobierno Berenguer, tras la caída del de Primo de Rivera, Carvia, uno de los principales exponentes del pensamiento naval español en el período de entreguerras, accedió a la cartera de Marina. Como artífice del pensamiento estratégico naval español —junto con el almirante Francisco Moreno y el futuro almirante Luis Carrero Blanco—, planteó la necesidad de crear en España una conciencia marítima que acabase con la mentalidad continental que había predominado en nuestra política durante el siglo xix y las primeras décadas del xx. Esta mentalidad, según Carvia, había sido promotora del aislamiento internacional de España. Practicó una política de concesiones, dedicándose a deshacer toda la obra de la dictadura y, por tanto, de sus predecesores, los almirantes Cornejo y García de los Reyes. A los pocos días de asumir el cargo promulgó una ley que modificaba el sistema de ascensos de su antecesor, sustituyendo elección por selección, para pacificar espíritus, y derogó la supresión de la escala de tierra del Cuerpo General de la Armada, declarada a extinguir durante el Directorio. Asimismo, reformó los llamados Cuerpos Político-Militares, como el de Contaduría e Intervención, el Jurídico, el de Sanidad, etc., los que ahora se les suprimía, con acierto, aquel extraño apelativo para quienes visten un uniforme. También cambió la denominación del Cuerpo de Contaduría e Intervención, que pasó a llamarse de Intervención e Intendencia; así surgió la figura del intendente general, asimilado a vicealmirante. Reorganizó de forma parecida los Cuerpos de Ingenieros, Artillería e Infantería de Marina. En resumen, se retrocedía a 1923. Sin embargo, pese a sus deseos de apaciguamiento, no logró satisfacer las apetencias de todos y nada de cuanto antecede se convirtió en realidad porque no duró lo suficiente en su cargo como para preparar y establecer los detalles y reglamentos que reclamaban tales decisiones.
Además del intento de resolver la espinosa cuestión del personal, Carvia afrontó también el problema de resolver el conflicto estructural introducido en la Armada por la organización de Cornejo. En este sentido estableció doctrinalmente, y por primera vez en España, la diferencia funcional de cometidos que debe presidir toda organización militar moderna: la distinción entre la función de mando, inherente al adiestramiento y utilización de la fuerza, y la de administración, referida a la creación, rehabilitación y mantenimiento de la misma y de la infraestructura que ha de apoyarla. Nos legó una obra magistral que, aunque posteriormente fue modificada, retocada e, incluso, eliminada transitoriamente durante la República, iba a presidir en el futuro la marcha de la Corporación.
Se trata del Estado Mayor de la Armada, igual al establecido en 1908 por Ferrándiz, introduciendo dos modificaciones. Paralelamente a la organización de la Armada, Carvia ultimó un proyecto de plan de construcciones navales elaborado concienzudamente en la Escuela de Guerra Naval, en el que se habían estudiado, conforme a los modernos métodos de Estado Mayor, los factores estratégicos, tácticos y técnicos característicos de la situación en Europa y su evolución futura, conjugando las alternativas políticas que España podía adoptar en su proyección exterior, ante el antagonismo entre las grandes potencias occidentales, con las necesidades de defensa propia, a tenor de los intereses marítimos nacionales y de la posición geográfica de España. Teniendo en cuenta las posibilidades de financiación del proyecto, el estudio concluyó que era menester, para reforzar la presencia española en el Mediterráneo, en las décadas de los años treinta y cuarenta, disponer de cuatro acorazados de unas 20.000 t de desplazamiento, armados con ocho piezas de de artillería de 305 milímetros, dos portaviones de 15.000 t, tres cruceros de 6.000 t, —que con los dos del tipo Canarias y tres del Príncipe Alfonso sumarían ocho unidades armadas con cañones de 152 milímetros— y treinta y seis destructores, incluidos en los previstos programas anteriores, de unas 1.400 t de desplazamiento, treinta y cinco nudos de velocidad, dotados con cuatro cañones de 120 milímetros, tres tubos triples lanzatorpedos y seis cañones de treinta y siete milímetros. Para el Arma submarina preveía el plan la construcción de doce submarinos de escuadra —12.000 t en total—, veinticuatro submarinos costeros —15.000 t—, dieciséis submarinos más para la defensa del archipiélago de las Canarias —10.000 t— y doce submarinos minadores —8.000 t—. Completaban el programa cuatro minadores de 2.000 t, seis dragaminas, cuarenta lanchas auxiliares para el servicio de escuelas de Aeronáutica y submarinos, dos petroleros de 4.000 t, un buque taller de 8.000 t, un buque nodriza de 6.000 t para submarinos, un buque de apoyo logístico de 8.000 t para la flotilla de destructores, tres transportes de 3.000 t y algunos buques auxiliares más. La financiación de este ambicioso programa de construcciones se escalonaría a lo largo de catorce años a razón de ciento ochenta y ocho millones de pesetas cada año, añadidos a los costes de mantenimiento y personal. El plan de Carvia, estudiado en todos sus detalles, pecaba, no obstante, de dos serios defectos de origen: su excesiva prolongación en el tiempo, toda vez que catorce años son muchos para realizar cualquier programa naval moderno sin que sufra alteraciones, y el hecho de que los factores sociales en España son portadores de acusados signos de debilidad y, por consiguiente, de inestabilidad política e incapacidad de soportar realizaciones a medio y largo plazo. Precisamente por esta última razón, las reformas orgánicas de Carvia murieron casi en el mismo momento de su promulgación, y su programa naval ni siquiera llegó a las Cortes. A los dos meses, instituido ya el régimen republicano, se puso en vigor una nueva reorganización —que tomaba muchos de sus fundamentos en la organización de Carvia— y no habrá, durante los años de la Segunda República, oportunidad de pensar en programas de construcción naval. Fue una verdadera lástima que los acontecimientos políticos abortasen dicho plan, ya que de haberse llevado a cabo habría concedido a España una flota muy moderna y de verdadero peso en el ámbito marítimo internacional, en 1944. No cabe duda de que este plan respondió al temor de Carvia de que nuestra Marina y, por tanto, España, quedase muy debilitada navalmente en la siguiente década, precisamente cuando todo hacía presagiar que se iba a desarrollar una vertiginosa carrera armamentística por parte de todas las marinas del mundo.
En otros campos, la labor del contralmirante Carvia fue bastante reducida, aunque pueden, sin embargo, destacarse las siguientes realizaciones: dio los primeros pasos para trasladar a San Javier los servicios de la Aeronáutica Naval, hasta entonces monopolizados por Barcelona, y cambió el título de la Caja Central del Crédito Marítimo, a la que llamó Instituto Social de la Marina, denominación que ha llegado a nuestros días.
La Monarquía estaba sometida a un cerco y aunque todavía hubo un último intento de salvarla con la constitución del gobierno del almirante Aznar, a la sazón capitán general del Departamento de Cartagena, gabinete en el que el almirante Rivera sustituyó al contraalmirante Carvia (19 de febrero de 1931) en la cartera de Marina, la suerte de la Monarquía estaba echada. Dos meses más tarde se proclamaba la República (14 de abril de 1931), y el Rey embarcaba en el crucero Príncipe Alfonso, fondeado en Cartagena, para trasladarse a Marsella, en tanto que el torpedero n.º 16 dejaba en Gibraltar al infante don Juan, aspirante alumno de la Escuela Naval Militar.
Al cesar como ministro fue nombrado, de nuevo, director de la Escuela de Guerra Naval (26 de febrero de 1931) hasta su pase a la situación de reserva (5 de agosto de 1931). Entonces fijó su residencia en Valencia, donde falleció de muerte natural.
Colaboró asiduamente en diversas revistas profesionales a partir de 1895. En el Anuario de Hidrografía, Revista General de Marina, y principalmente en Vida Marítima, órgano de la Liga Marítima Española, de la que fue decidido promotor, tratando con singular dominio temas sobre política naval, defensa de costas y otros muchos de gran interés para la Marina española en sus más variados aspectos técnicos, a lo que le inclinaban su especialización y su sólida cultura. Como jefe del negociado de información del EMC dirigió la Revista General de Marina.
Obras de ~: “Origen de las corrientes marinas”, en Revista General de Marina (RGM) (Madrid), t. XXXVI, cuad. 1.º, enero, págs. 96-102, 1 de diciembre de 1894; “Submarinos”, en RGM, t. 44 (abril de 1899), págs. 495-504; “La defensa de las costas”, en RGM, t. 44 (junio de 1899), págs. 705-723; “Unas palabras más sobre submarinos”, en RGM, t. 44 (junio de 1899), págs. 724-726; “La defensa de la costas”, en RGM, t. 45 (julio de 1899), págs. 3-22; “La defensa de las costas. I y II”, en RGM, t. 46 (abril de 1900), págs. 454-473; “La defensa de las costas. III”, en RGM, t. 46 (mayo de 1900), págs. 559-578; “La defensa de las costas (continuación). IV”, en RGM, t. 47 (agosto de 1900), págs. 233-245; “La defensa de las costas (continuación). V”, en RGM, t. 47 (septiembre de 1900), págs. 291-301; “La defensa de las costas (continuación). VI”, en RGM, t. 47 (octubre de 1900), págs. 401-411; “La defensa de las costas (conclusión). VII”, en RGM, t. 47 (noviembre de 1900), págs. 502-510; “La flota ofensiva”, en RGM, t. 48 (enero de 1901), págs. 150-163; “La flota indispensable”, en RGM, t. 50 (marzo de 1902), págs. 241-259; “La enseñanza naval militar”, en Vida Marítima (Madrid), n.º 125, 20 de junio de 1905, págs. 324-326; “Tsushima”, en Vida Marítima, 140, 20 de noviembre de 1905, págs. 623- 632; “Las grandes maniobras de la flota inglesa”, en RGM, t. 58 (abril de 1906), págs. 572-581; “Determinación del diámetro táctico y del radio de giro de los buques”, en RGM, t. 69 (diciembre de 1911), págs. 1947-1955; “¿Homogeneidad?”, en RGM, t. 70 (abril de 1912), págs. 603-610; “La grada del Alfonso XIII”, en RGM, t. 71 (septiembre de 1912), págs. 387- 406; “Las denominaciones de los empleos de almirante”, en RGM, t. 83 (octubre de 1918), págs. 425-428; “El factor decisivo”, en RGM, t. 83 (diciembre de 1918), págs. 717-726; “El libro del almirante Jellicoe”, en RGM, ts. 84 y 85 (mayo, junio, julio y agosto de 1919), págs. 617-649, 769-795, 005-041 y 179-193 respect.; “La disciplina militar y el porvenir de la civilización”, en RGM, t. 86 (febrero de 1920), págs. 197-206; “El problema de los salarios en la Marina inglesa”, en Vida Marítima, 787, 30 de mayo de 1925, págs. 147-149; “La flota mercantil de los Estados Unidos”, en Vida Marítima, 791, 30 de julio de 1925, págs. 209-214; “El tonelaje mundial”, en Vida Marítima, 795, 30 de septiembre de 1925, págs. 273- 276; “Las flotas militares”, en Vida Marítima, 799, 30 de noviembre de 1925, págs. 337-341; “El comercio mundial”, en Vida Marítima, 803, 30 de enero de 1926, págs. 17-20.
Fuentes y bibl.: Archivo-Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), leg. 620/231, Exp. personal.
J. Llabrés, “Biografía del contralmirante Salvador Carvia y Caravaca”, en RGM, t. 132, marzo, Miscelánea 2570 (1947), págs. 392-394; C. Martínez-Valverde, “Biografía de Salvador Carvia y Caravaca” en VV. AA., Enciclopedia general del mar, t. II, Barcelona, Ediciones Garriga, 1957, págs. 844-845; F. de Bordejé y Morencos, Vicisitudes de una política naval, Madrid, Editorial San Martín, 1978, págs. 532-556; R. Cerezo Martínez, La Armada Española, siglo xx, t. I, Madrid, Ediciones Poniente, 1983, págs. 231-235; H. Franco Castañón, Por el camino de la revolución, Madrid, Neptuno Libros, 2004, págs. 120-121.
José María Madueño Galán