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Ramón Serrano Súñer

Biografía

Serrano Súñer, Ramón. Cartagena (Murcia), 12.IX.1901 – Madrid, 1.IX.2003. Abogado, político y ministro durante el régimen franquista.

Nació en el seno de una familia de origen catalán, concretamente de Tarragona. Su padre, ingeniero de Caminos, estaba destinado en Cartagena en el momento de su nacimiento, trasladándose posteriormente a Castellón de la Plana y a Madrid. En la capital, estudió la carrera de Derecho en la Universidad Central, licenciándose con premio extraordinario en 1923. Presidió la Asociación Profesional de Estudiantes y en la Facultad conoció a José Antonio Primo de Rivera desarrollando una intensa relación con el fundador de la Falange, compartiendo muchas de sus ideas e incluso una creciente admiración por la Italia fascista y por su fundador, Benito Mussolini.

Comenzó a prepararse las oposiciones a Abogado del Estado, obteniendo plaza en este cuerpo con 23 años. Ocupó plaza en Castellón y posteriormente en Zaragoza, donde conoció a la que fue su mujer, Ramona “Zita” Polo, hermana de Carmen Polo que estaba ya casada con Francisco Franco, en ese momento director de la Academia General Militar de Zaragoza. Tras un tiempo de noviazgo, se casaron el 6 de febrero de 1931 en Oviedo. Por parte del novio, fue testigo José Antonio Primo de Rivera y por parte de la novia, Francisco Franco.

En 1931, Serrano Súñer entró oficialmente en la política, presentándose a las elecciones de las Cortes constituyentes por la circunscripción de Zaragoza, para ocupar el escaño que había dejado libre Niceto Alcalá Zamora. Su candidatura, bajo las siglas de Unión de Derechas de Zaragoza, agrupación creada por sectores empresariales conservadores de la ciudad, no salió elegida. Se volvió a presentar a las elecciones de noviembre de 1933, de nuevo por Zaragoza, pero ahora integrado en la coalición conservadora Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por José María Gil Robles. En esta ocasión, salió elegido y una vez en las Cortes se inscribió en el grupo parlamentario de la coalición. Durante el tiempo en el que duró la legislatura, mantuvo discrepancias con Gil Robles, de la misma forma que aumentó su relación con Primo de Rivera, también parlamentario y ya líder de la reciente creada Falange Española. En las elecciones de febrero de 1936, volvió a obtener su acta de diputado por Zaragoza. A principios de mayo, hubo que repetir elecciones en algunas provincias, entre ellas Cuenca. Franco mostró interés en presentarse en las listas de la CEDA, a instancias de Serrano Súñer, a lo que se opuso con contundencia José Antonio Primo de Rivera. La tensión entre los dos líderes llevó a la retirada de Franco gracias a las gestiones de su cuñado, pero dejó ya muy patente el enfrentamiento entre ellos.

Suspendidas las actividades de la Falange por el gobierno y encarcelado Primo de Rivera, Serrano Súñer, que visitó en varias ocasiones al líder falangista, hizo una decidida defensa de éste en las Cortes, haciendo incluso gestiones con el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, para que se le trasladara a alguna prisión de Burgos o Vitoria. En 1936, animó a los militantes de las juventudes de Acción Popular para que se unieran a la Falange. Serrano Súñer tuvo conocimiento de la sublevación que se estaba preparando contra el gobierno republicano y el 14 de julio de 1936, al día siguiente del asesinato de José Calvo Sotelo, se reunió en Madrid con su amigo José Finat para entregarle unos documentos confidenciales que debía de entregar al líder militar de la sublevación, Emilio Mola.

Al estallar la Guerra Civil, Serrano Suñer se encontraba en Madrid, pues su padre había fallecido recientemente. Al comprobar el curso de los acontecimientos, aceptó el ofrecimiento que le hizo el político y exministro republicano Ramón Feced para que se alojara en su casa y de esta forma evitar su detención. Pero esta protección no le sirvió mucho tiempo por cuanto pronto fue detenido y recluido en la Cárcel Modelo. El 22 de agosto, grupos de milicianos asaltaron la cárcel, provocando una situación de extrema tensión, acompañada del asesinato de muchos prisioneros, en gran parte políticos de derecha y falangistas, entre los que figuraron amigos suyos como Fernando Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda. De igual modo, nunca olvidó el asesinato de sus dos hermanos, José y Fernando, por grupos violentos republicanos. A pesar de ser un político conocido, se salvó de estas matanzas y estuvo prisionero hasta que consiguió ser trasladado a una clínica privada, por una presunta o real úlcera gástrica, autorizando dicho traslado el ministro Manuel de Irujo. El 20 de enero de 1937 logró evadirse vestido de mujer, refugiándose en la Legación de los Países Bajos. Tras varias gestiones, consiguió un salvoconducto como militar republicano, logrando llegar a Alicante, donde se reunió con su mujer y sus hijos José y Fernando. Consiguió el apoyo diplomático del cónsul de Argentina, gracias al cual pudo embarcarse con la familia en el buque de guerra argentino Tucumán, que los trasladó a Marsella.

Una vez en Francia, consiguió entrar en la zona franquista a través de Hendaya, consiguiendo llegar a Salamanca el 20 de febrero de 1937. Allí fue acogido por el general Franco, convertido ya en el líder militar y político de la llamada “España Nacional”. En la capital del nuevo Estado, se instalaría junto con su familia en una dependencia del Palacio Arzobispal. Poco a poco se fue integrando en el círculo íntimo de Franco, aprovechando éste su formación jurídica y su experiencia política, además de compartir ideas y opiniones en las reuniones familiares. Contó desde el primer momento con el apoyo de la mujer de Franco, al mismo tiempo que intervino para relegar a Nicolás Franco y su esposa. Progresivamente fue adquiriendo un papel más relevante, hasta el punto de que logró apartar al hermano de Franco como su primer consejero. El cuñadísimo, como se le comenzó a conocer, pronto comenzó a ser una figura clave en la construcción del nuevo régimen autoritario del Generalísimo.

Es en este contexto en el que Serrano Súñer empezó a jugar un papel determinante en la construcción del nuevo Estado franquista, para eliminar lo que hasta ese momento denominó “un Estado campamental”. El primer objetivo fue el partido. El Decreto 244 del Gobierno de Salamanca unificaba en un solo partido –Falange Española Tradicionalista y de las JONS– dos fuerzas políticas dispares: la Falange y la Comunión Tradicionalista. Nacía así el partido oficial, el único permitido en España durante el franquismo, ya que en el artículo 1 del citado Decreto se declaraba expresamente disueltas las demás organizaciones y partidos políticos. A pesar de que varios fueron los intentos de llevar a cabo este proceso de unificación en torno a Franco, no fue hasta la llegada de Serrano Súñer a Salamanca cuando el proceso culmine. Proceso que como el mismo dice en su obra Entre el silencio y la propaganda, tuvo mucho de táctico. Tras un tiempo, Franco y Serrano Súñer, tras definir la estructura del nuevo partido, decidieron nombrar como primer Secretario General a Raimundo Fernández Cuesta (2 de diciembre de 1937). El 9 de agosto de 1939 Serrano Súñer fue nombrado presidente de la Junta Política. De esta forma pasó también a controlar de una forma sistemática la organización del nuevo Estado y, por otro, las grandes líneas de la política del Gobierno. La prensa oficial, como el diario Arriba, destacó de forma continua este hecho y su figura, que reforzó su poder en el nuevo Estado al considerar el propio Franco esta Junta Política como “mi más alto Consejo político en el orden constituyente del nuevo Estado y en el orden, diría edificante, de la Revolución española”.

No obstante, este poder no fue siempre bien aceptado por otros sectores, como los monárquicos o altos oficiales del Ejército, que hicieron fracasar su pretensión de convertir la Junta Política en el consejo directivo central del Estado. Quizá por todo ello, cuando Serrano Suñer es destituido por Franco en septiembre de 1942, nadie más ocuparía este cargo, siendo asumido también por el dictador. El objetivo era muy claro: el Jefe del Estado se había adueñado también del partido, a diferencia, por ejemplo, de lo ocurrido en Alemania, donde el jefe del partido se adueñó del Estado.

En 1938, Serrano Súñer fue también nombrado Jefe Nacional de Prensa y Propaganda de Falange desde donde, como ha señalado en alguna de sus obras, se planteó tres objetivos: ayudar a establecer efectivamente la jefatura política de Franco, salvar y poner en práctica el pensamiento político de José Antonio y contribuir a encuadrar el Movimiento Nacional en un régimen jurídico definido. Desde este puesto, nombraría como jefes de propaganda a Antonio Tovar o José María Alfaro y director general de Radiodifusión a Dionisio Ridruejo. En julio de 1945, al reorganizarse el Gobierno, este servicio se integraría en el Ministerio de Educación Nacional, poniéndose fin al control falangista de esta importante institución y a la luz de la nueva coyuntura internacional nada favorable al régimen franquista.

Su relación con Franco, experiencia política y conocimientos jurídicos, le permitieron jugar también un papel decisivo en la organización e institucionalización del nuevo Estado. Para sustituir a la Junta Técnica del Estado, bajo presidencia del general Fidel Dávila, Serrano Súñer comenzó a elaborar la Ley de la Administración Central del Estado, que se aprobó en enero de 1938, por la cual se estableció el organigrama básico del Estado con un gobierno formado por once carteras ministeriales. En el primer gobierno de Franco (30 de enero de 1938) se le nombra Ministro del Interior. Al unificarse dicho Ministerio con el de Obras Públicas, el 9 de agosto de 1939, dando origen al ministerio de la Gobernación, Serrano Súñer se mantuvo al frente de dicho ministerio hasta el 18 de octubre de 1940. Como no fue sustituido hasta el cambio de gobierno de mayo de 1941, lo siguió controlando a través de su subsecretario y colaborador José Lorente.

El nuevo gobierno, del que formaban parte falangistas, monárquicos, alfonsinos, un carlista, militares y técnicos, comenzó a legislar en el contexto aún de la Guerra Civil. Bajo el impulso de Serrano Súñer, los falangistas elaboraron el Fuero del Trabajo, que constituyó la primera de las Leyes Fundamentales del Reino, aprobada el 9 de marzo de 1938 y que se inspiraba en la Carta del Lavoro fascista de 1927. En abril de 1938, se promulgó la Ley de Prensa e Imprenta, desde el Ministerio del Interior, que sometía a censura todos los medios de comunicación nacionales. Unos días después, el 26 de abril, Serrano Súñer decretó la creación de la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos (DERD), institución que tenía la misión de localizar, clasificar y almacenar toda la documentación perteneciente o relacionada con los partidos políticos contrarios al “Movimiento Nacional”. Otra de sus iniciativas fue la creación del Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones.

Cuando, al finalizar la guerra, Franco y su gobierno se trasladaron a Madrid, le desaconsejó que se instalará en el Palacio Real, para no enfrentarse con los sectores monárquicos que apoyaban al régimen, sugerencia que fue aceptada. En la cúspide del poder y apoyado por Franco, decidió rehacer los estatutos de la Falange, otorgando mayor poder a una nueva figura, presidente de la Junta Política, en detrimento del secretario general. Como se ha señalado, Serrano Súñer pasó a ocupar ese puesto, comenzando a aumentar las tensiones con algunos falangistas y militares, caso de Muñoz Grandes. Igualmente, desde su cargo de ministro, procedió a una reorganización de las fuerzas de seguridad, aprobando una ley el 23 de septiembre de 1939 por la que se creaba una nueva fuerza policial, la Policía Armada, como elemento de represión y mantenimiento del orden público, al mismo tiempo que nombraba a su amigo y colaborador, José Finat y Escrivá de Romaní, como nuevo Director General de Seguridad.

Si la faceta como artífice en gran parte del nuevo Estado franquista es menos conocida en su dilatada biografía, Serrano Súñer quizás ha pasado a la historia por ser el personaje central en la etapa más totalitaria, fascista dicen otros autores, del franquismo. Aquella en la que las relaciones con la Alemania nazi y la Italia fascista son más intensas, el apoyo a Hitler en la guerra es casi permanente e incluso la intervención de forma indirecta en el conflicto se hizo patente a través de la División Azul. Sin duda, el protagonismo de Serrano Súñer en el llamado Pecado original del régimen, fue decisivo.

Sus estancias en Italia y su admiración por el fascismo y por Mussolini, le llevó permanentemente a establecer intensas relaciones con Roma. Así, en junio de 1939 en su visita a Italia, acompañando a las tropas italianas que habían participado en la Guerra Civil, pronunció un discurso después del de Mussolini, en el que hizo un gran elogio a éste y a los soldados italianos que ayudaron a los franquistas en la Guerra Civil, destacando las tres cosas que les caracterizaban: el orgullo de la raza, el laurel de la victoria y el amor a España. En ese momento se estrecharon las relaciones con el Duce y especialmente con Ciano, que viajaría a España en julio ratificándose la alineación de España con la Italia fascista. También se entrevistó con el Papa Pío XII y con el Rey Alfonso XIII.

El 1 de septiembre de 1939, comenzó la II Guerra Mundial. El día 4, el Gobierno español declaró su neutralidad. Pronto comenzaron en el seno del mismo los debates en torno al curso de la guerra y la actitud a adoptar, especialmente ante los éxitos rápidos de Hitler. La cautela de Franco y la actitud anglófila del ministro de Asuntos Exteriores Juan Beigbeder, frenaron cualquier cambio de posición frente a actitudes como las de Serrano Súñer o Juan Yagüe favorables a una intervención en apoyo de Hitler.

En el año 1940 Franco valoró los rápidos triunfos del ejército nazi que llegó a ocupar Francia y a situarse en la frontera española, llegando a felicitar en junio a Hitler por sus éxitos. En este contexto triunfalista, decidió el 13 de junio abandonar la “estricta neutralidad” y adoptar la No Beligerancia. Al día siguiente, fuerzas militares españolas ocuparon la ciudad internacional de Tánger, con grandes protestas de los aliados y Franco envió al general Vigón a entrevistarse con Hitler y mostrarle su disponibilidad para entrar en la guerra. En este contexto, el papel de Serrano Súñer fue clave como describe el 2 de julio el embajador alemán en Madrid, von Stohrer, a Hitler, según la documentación diplomática alemana, informándole de que es “el más influyente y el más importante de los políticos españoles” responsabilizándole de la destitución de personajes como Muñoz Grandes, Yagüe o Queipo de Llano. Le define como un gran amigo de Alemania, especialmente a través de Italia y su amistad con Mussolini y Ciano, para terminar afirmado que: “Su odio hacia Inglaterra es nuestra garantía del apoyo hacia Alemania”.

Quizás por esta argumentación, el 16 de septiembre de 1940 Serrano Suñer realizó un viaje especial a Alemania como enviado especial de Franco. En Berlín se entrevistó con Hitler, Himmler y con von Ribbentrop con el que mantuvo varias reuniones. Estuvo acompañado por un grupo de españoles germanófilos que visitaron fábricas y unidades militares para impresionarles con el poderío alemán. No obstante, en este viaje se dio cuenta de que entre los planes alemanes no estaba la concesión de las reivindicaciones históricas que España demandaba, y que Alemania no sólo iba a defender sus objetivos sino que incluso exigió una de las islas Canarias y Guinea. Serrano Súñer, a petición de Franco, viajó a Italia antes de volver a España en donde se entrevistó con Mussolini y el Duce, con los que abordó los planteamientos y exigencias alemanas.

Este conjunto de circunstancias, el cada vez mayor sentimiento de simpatía y apoyo a Hitler y el deseo de Franco de intervenir en la guerra –como comunicó a Mussolini en agosto– si le daban los recursos necesarios y las reivindicaciones territoriales, hicieron que Franco le nombrara el 16 de octubre de 1940 ministro de Asuntos Exteriores. Uno de sus primeros actos oficiales fue recibir a Himmler que visitó España a los pocos días de su nombramiento, entre otros temas para preparar la entrevista entre Hitler y Franco. El líder nazi fue recibido por destacados miembros de la Falange y del gobierno, incluido Franco, y mantuvo varios encuentros con Serrano Súñer para establecer acuerdos de cooperación entre la Gestapo y las autoridades españolas, a la vez que se acordó la actuación de agentes alemanes en España y agentes españoles en Alemania y la Francia ocupada con plena inmunidad. Esta actitud llevó al nuevo embajador británico, el conservador Samuel Hoare, a definir a Serrano Suñer como un verdadero fanático.

Uno de los momentos culminantes de su nuevo cargo fue su participación en la entrevista de Hendaya el 23 de octubre de 1940. Una entrevista rodeada de un gran debate historiográfico en torno a lo que verdaderamente se habló y decidió en ella. Sin duda, Hitler vino a buscar la plena participación de España en la guerra y Franco en la línea de lo planteado a Mussolini, deseaba también participar pero con una serie de exigencias. El resultado fue la firma del llamado Protocolo secreto de Hendaya, impuesto por Alemania –desaparecido de los archivos españoles pero rescatado de la documentación alemana– por el cual Franco era considerado ya un aliado, se comprometía a unirse al Eje y a participar en la guerra, a cambio de recibir ayuda económica y militar alemana y compensaciones territoriales en África y, naturalmente, Gibraltar. Ni Franco ni Hitler salieron satisfechos de la entrevista y Serrano Súñer en sus obras ha dado su versión de la entrevista que en algunos puntos no se atiene a la realidad, según la documentación oficial que puede ser consultada.

Es en esta situación “de espera”, Serrano Súñer viajó de nuevo a Alemania a entrevistarse con Hitler el 14 de noviembre, sin llegar a ningún acuerdo concreto. No obstante, los alemanes insistieron y presionaron para que Franco se decidiese lo más pronto posible en el tema de la intervención o que permitiera el paso de las tropas alemanes por España para ocupar Gibraltar –Operación Félix–. Ese fue el objeto de la visita posterior del almirante Canaris –jefe de los servicios de espionaje–, que no consiguió eliminar las reticencias españolas. Poco a poco los nazis perdieron interés por España, tanto por la ayuda exigida por el Duce como por la elaboración de una nueva estrategia hacia el este y la URSS, lo que alivió las presiones sobre Franco pero no las de Serrano Súñer que siguió mostrando un claro deseo de intervención.

Su protagonismo volvió a aparecer en febrero de 1941 en la entrevista entre Franco y Mussolini. Las declaraciones oficiales pusieron de manifiesto la identidad entre los dos Gobiernos sobre los temas de actualidad en Europa y la situación mundial. Poco tiempo después, a través de una carta, Franco volvió a insistir a Hitler sobre las pretensiones y reivindicaciones planteadas en Hendaya, argumentado que la ocupación de Gibraltar no tendría mucha eficacia sin ocupar y controlar Suez. Estas tentaciones intervencionistas y el protagonismo de Serrano Súñer en ellas, provocaron reacciones en contra de ciertos sectores de ciertos altos mandos del Ejército para que España no interviniera en el conflicto, a lo que se unió las tensiones en el seno de la Falange y entre ésta y otros sectores del régimen.

El ataque alemán a la URSS el 22 de junio de 1941 fue otro de los momentos claves en la biografía de Serrano Súñer. A los dos días pronunció un famoso discurso desde la sede de la Falange en la calle Alcalá con el lema:” ¡Rusia es culpable!” y lo es de nuestra guerra civil […] de la muerte de José Antonio […] y de la muerte de tantos camaradas y tantos soldados caídos en aquella guerra por la agresión del comunismo”. Ese mismo día escribió al embajador alemán en nombre de Franco, para felicitarle por el ataque a la URSS y para ofrecerle al Gobierno alemán que algunos grupos de voluntarios de la Falange participasen en la lucha contra el enemigo común. El 24 de junio, el ministro de Asuntos exteriores, von Ribbentrop, aceptó la propuesta. Esta se materializó en la creación de la División Azul, compuesta por varios miles de “voluntarios” (47.000) que se integrarían en el ejército alemán para luchar en el frente ruso, a cuyo mando estuvo el general germanófilo Agustín Muñoz Grandes. Esta intervención indirecta de España en la guerra mundial no estuvo acompañada de una declaración de guerra a la Unión Soviética como le pidieron los alemanes. El 18 de diciembre de 1941, el gobierno español volvió a reiterar su No Beligerancia, aunque un mes antes Serrano Súñer en Berlín firmó de nuevo el compromiso de participación de España en el Pacto Antikomintern.

A nivel interior, la llamada crisis de mayo de 1941 en la que algunos de los falangistas más cercanos a Serrano Súñer perdieron el poder –caso de José Finat– acompañada de una campaña de prensa contra el ministro, fue afectando poco a poco a su poder. Entre el verano y otoño de 1941, los generales monárquicos, muchos de ellos influidos y financiados por Gran Bretaña, presionaron a Franco para que le destituyera. Nuevos intentos se repitieron en más ocasiones aunque Franco se resistió a destituirle aunque sí, y de forma progresiva, fue reduciendo su influencia en el régimen. Así ocurrió a principios de 1942, cuando la Dirección General de Marruecos y Colonias, hasta entonces en el ministerio de Asuntos Exteriores, pasó a depender de Presidencia del Gobierno, es decir, de Franco. Su principal colaborador, Ximénez de Sandoval, fue destituido tras un incidente entre falangistas y monárquicos y las tensiones entre Serrano Súñer y José Luis de Arrese, Secretario General de Falange, fueron aumentando día a día. En su último viaje a Italia en junio de 1942, puso de manifiesto la disidencia interna y los ataques contra él, además de realizar una fuerte crítica al propio Franco. A su vuelta, comprobó otro hecho que demostraba su declive: en julio de 1942 se aprobaba la Ley de Cortes sin prácticamente pesar por sus manos. Su último artículo como ministro puso de manifiesto una vez más su alineamiento con el Eje y su germanofilia.

Es en este momento en el que se produjo el llamado incidente de Begoña que propició su definitivo cese. El 16 de agosto de 1942, un grupo de falangistas lanzó dos granadas contra las personas que acudían a una misa presidida por el general Varela, ministro del Ejército, en la Basílica de Nuestra Señora de Begoña en Bilbao. Varela, el general Galarza ministro de la Gobernación y otros altos cargos consideraron este hecho un ataque directo de la Falange al Ejército y exigieron la destitución de Serrano Súñer. Franco no aceptó esta exigencia y cesó a los dos generales pero a propuesta del subsecretario de la Presidencia, Luis Carrero Blanco, y tras unos días de reflexión, decidió cesar a su cuñado del ministerio y de la Junta Política de la Falange, pues de no hacerlo así podría considerarse que la Falange había salido victoriosa frente al Ejército.

El 3 de septiembre de 1942, Serrano Súñer fue destituido por Franco, no volviendo a ocupar ningún cargo político en los diferentes gobiernos franquistas y con el terminó la influencia también del grupo de Escorial, creado en torno a esta revista falangista en 1940. No obstante, fue procurador de las Cortes y miembro del Consejo Nacional del Movimiento hasta 1967. Su actividad como abogado la ejerció hasta su jubilación. El mismo año de su destitución, el 29 de agosto, nació su hija Carmen Díaz de Rivera, a la que nunca reconoció, fruto de una relación extramatrimonial con María Sonsoles de Icaza y de León, esposa de Francisco de Paula Diez de Rivera y Casares, marqués de Llanzol.

El 1 de octubre de 1943, Franco decidió la vuelta a la Neutralidad, tras el giro que se estaba produciendo en la II Guerra Mundial, contrario al Eje y favorable a los aliados. La amenaza que flotaba en el ambiente desde ese momento sobre Franco, los dirigentes más germanófilos y fascistas, y aquellos que intervinieron en la guerra con la División Azul, hizo que el propio dictador fuera buscando fórmulas para acercarse a los Aliados y mostrar una imagen del régimen muy distante de la Alemania nazi o la Italia fascista. En ese contexto, y entre otras iniciativas, Serrano Súñer escribió una larga carta a Franco, el 3 de septiembre de 1945, en la que recomendaba al dictador la formación de un gobierno de transición hacia una fórmula aceptable en el resto de Europa, en el que los intelectuales liberales “no rojos” tendrían que tener un papel importante. Franco se limitó a anotar “je,je”, en el documento en que incluía la propuesta. Desde ese momento, se convertiría también en un asiduo del domicilio de D. Juan de Borbón en Estoril. Según algunos autores, el distanciamiento tanto personal como familiar entre las dos familias fue creciendo con el tiempo; así se lo comenta Franco a su primo Francisco Franco Salgado-Araujo en varias ocasiones, interviniendo incluso para que se retrasara la publicación de una de sus principales obras Entre Hendaya y Gibraltar.

Serrano Suñer murió en Madrid, a los 101 años, el 1 de septiembre de 2003. Unos años más tarde, en 2008, fue uno de los treinta y cinco cargos del franquismo imputados por la Audiencia Nacional en el sumario instruido por el juez Baltasar Garzón, por los delitos de detención ilegal y crímenes contra la Humanidad cometidos durante la Guerra Civil española y durante el primer franquismo. No fue procesado al comprobarse su fallecimiento.

 

Obras de ~: Entre Hendaya y Gibraltar, Madrid, Ediciones y Publicaciones Españolas, 1947; Ensayos al viento, Madrid, Cultura Hispánica, 1969; Entre el silencio y la propaganda, la Historia como fue, Memorias, Barcelona, Planeta, 1977; De anteayer y de hoy, Barcelona, Plaza y Janés, 1981; Dictámenes y recursos de casación civil, Madrid, Edersa, 1985; Política de España, 1936-1975, Madrid, Editorial Complutense, 1995.

 

Bibl.: G. Ciano, Diario, Milán, Rizzoli, 1939-1940; S. Payne, Falange. Historia del fascismo español, París, Ruedo Ibérico, 1965; R. Garriga, La España de Franco. Las relaciones secretas con Hitler, Puebla, Ed. Cajica, 1970; F. Franco Salgado-Araujo, Mis conversaciones privadas con Franco, Barcelona, Planeta, 1976; S. Hoare, Embajador ante Franco en misión especial, Madrid, Semay, 1977; J. M. Armero, La política exterior de Franco, Barcelona, Planeta, 1978; P. Sainz Rodríguez, Testimonios y recuerdos, Barcelona, Planeta, 1978; V. Morales, Historia de la no beligerancia española durante la II Guerra Mundial, Las Palmas, Cabildo, 1980; H. Saña, El franquismo sin mitos. Conversaciones con Serrano Súñer, Barcelona, Grijalbo, 1982; F. García Lahiguera, Ramón Serrano Súñer. Un documento para la Historia, Barcelona, Argos Vergara, 1983; J. Ferrando Badia, El régimen de Franco. Un enfoque político-jurídico, Madrid, Tecnos, 1984; A. Viñas, Guerra, dinero y dictadura, ayuda fascista y autarquía en la España de Franco, Barcelona, Crítica, 1984; J. P. Fusi, Franco. Autoritarismo y poder personal, Madrid, Ediciones El País, 1985; J. Tusell y G. Garcia Queipo de Llano, Franco y Mussolini. La política española durante la Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Planeta, 1985; R. Garriga, Franco-Serrano Súñer: Un drama político, Barcelona, Planeta, 1986; M. Espadas, Franquismo y política exterior, Madrid, Rialp, 1988; J. Tusell, La dictadura de Franco, Madrid, Alianza, 1988; P. Preston, Franco. “Caudillo de España”, Barcelona, Grijalbo, 1994; I. Merino, Serrano Súñer. Historia de una conducta, Barcelona, Planeta, 1996; J. Palacios, La España Totalitaria. Las raíces del franquismo: 1934-1946, Barcelona, Planeta, 1999; J. C. Pereira (Coord.), La política exterior de España desde 1800 hasta hoy, Barcelona, Ariel, 2010.

                                              

Juan Carlos Pereira Castañares

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