Gómez-Jordana y Sousa, Francisco. Conde de Jordana (I). Madrid, 1.II.1876 – San Sebastián (Guipúzcoa), 3.VIII.1944. Teniente general, gentilhombre del Rey Alfonso XIII, vocal del Directorio Militar, alto comisario de España en Marruecos, presidente de la Junta Técnica del Estado, vicepresidente del gobierno y ministro de Asuntos Exteriores dos veces, presidente del Consejo de Estado y escritor.
Siguiendo una firme vocación militar —herencia de su ilustre padre, que sería el tercer alto comisario de España en Marruecos—, ingresó, niño aún, en la Academia General de Toledo (la creada por Martínez Campos), formando parte de su ultima promoción, ya que aquélla fue suprimida en 1893; este último año el cadete Gómez Sousa se incorporaría a la de Infantería, ubicada en el mismo Alcázar. A los dieciocho años terminó sus estudios con el grado de segundo teniente. Acababa de abrirse el conflicto de ultramar, y en Cuba hizo el joven teniente sus primeras armas; su bautismo de sangre tuvo lugar en la acción de Alcancio y Ceres, lo que le valió el ascenso a primer teniente (permutado luego, a petición propia por la Cruz de María Cristina). Entre las numerosas acciones en que participó al año siguiente destaca la de Jabu Villas (junio), por la que recibió la Cruz de Mérito Militar con distintivo rojo. En 1898 regresó a España para proseguir sus estudios en la Escuela Superior de Guerra: no vivió, pues, directamente, el desastre sobrevenido en la Gran Antilla como final de la guerra con Estados Unidos, pero sí el impacto moral que se tradujo en el “regeneracionismo” específico vivido en el seno de las academias militares, constatado en el empeño de restaurar el prestigio del Ejército al mismo tiempo que de lograr las reformas precisas para superar una crisis que había dejado prácticamente inerme a la Patria. Tal sería la voluntad que animó al teniente Gómez Sousa, entregado al perfeccionamiento de su preparación técnica e intelectual, en los estudios que ahora siguió, tanto en la Escuela Superior de Guerra —hasta 1903— como en el Cuerpo de Estado Mayor, al que se había incorporado abandonando el arma de Infantería, en 1899: de hecho había ingresado en él ya en su primera promoción (1896), si bien no había podido hacerlo de forma efectiva por hallarse entonces en campaña. En 1901, ya capitán, casó con María Prats y Souza (hija del general Prats Bandragen), que le daría cuatro hijos, Francisco, Luis, Pilar y Rafael. Ejerció el profesorado en la Academia toledana: en 1911 le fue concedida la Cruz de 2.ª Clase del Mérito Militar con distintivo blanco por su obra Estudios de arte militar —escrita en colaboración con el comandante Víctor Martín García—. Tomó parte en Marruecos, en la llamada “campaña del Kert” (1911) último rescoldo de la guerra de Melilla de 1909, tomando parte, ya con el grado de teniente coronel en la toma del Monte Arruit. Ya al año siguiente, y creado el Protectorado de Marruecos —que se repartieron Francia y España—, comenzaron las primeras operaciones militares, frente a determinados caudillos tribales —como el Raisuni, en Yebala—, a los que hubieron de hacer frente los generales Alfau y Marina, que se sucedieron en la Alta Comisaría entonces creada. En 1916 ocupó este alto cargo el general Gómez Jordana, padre del biografiado, que hubo de habérselas con la necesidad de buscar un pacto difícil con el Raisuni, a fin de mantener una paz necesaria para evitar en el protectorado salpicaduras del gran conflicto internacional iniciado en 1914. Gómez Sousa colaboró estrechamente con él, en calidad de jefe de su Gabinete Militar, cargo al que pronto se añadió el de jefe de Estado Mayor del Ejército de España en África: a él correspondió, pues, llevar el peso de las repetidas negociaciones con el Raisuni, respaldadas por esporádicas acciones militares —así, el castigo de la tribu de Anyera—. La llegada de la paz (1918) obligó a un cambio de política, para hacer efectiva, ya sin vacilaciones, la ocupación del protectorado, a fin de alejar posibles ambiciones de Francia. El alto comisario Gómez Jordana falleció a consecuencia de un fallo cardiaco, aunque, según la frase de Romanones, en realidad “le mató el problema de Marruecos”. Reanudada la acción militar, a partir de 1919, registró en la región oriental (Yebala) los éxitos conseguidos por el nuevo alto comisario, Dámaso Berenguer, bien asesorado por su jefe de Estado Mayor, Gómez Sousa (ya Gómez-Jordana Sousa, desde que una Real Orden de 21 de diciembre de 1920, le autorizó para unir los dos apellidos de su padre); éxitos contrastados por el tremendo desastre que en la región oriental (el Rif) cosechó la imprudencia y el escaso talento táctico del infortunado general Silvestre, desaparecido en la acción de Annual, a la que siguió la caída de las posiciones españolas en manos del Abdelkrim, cuya ofensiva llegó hasta las puertas de Melilla. Sólo la rápida llegada de tropas enviadas desde la Península y desde Ceuta —la recién fundada Legión extranjera—, junto con la intensa labor reorganizadora de Berenguer, que se trasladó a la plaza española de inmediato, para emprender, en cuanto fue posible, la gradual, pero efectiva, reconquista del terreno perdido, con la fundamental ayuda de su brazo derecho: Gómez-Jordana.
Al producirse el Golpe de Estado de Primo de Rivera (septiembre de 1923), éste incorporó a su Directorio Militar al general Gómez-Jordana, y a partir de febrero de 1924 le confió el despacho de los asuntos de la oficina de Marruecos, creada por Real Orden de esa misma fecha. El repliegue táctico llevado en Yebala —que permitió a Abdelkrim una ambiciosa ofensiva alcanzando directamente al Protectorado francés—, dio paso a una política de aproximación y entendimiento entre España y Francia; la acción diplomática en este sentido corrió a cargo de Gómez-Jordana, convencido siempre de que la solución final de la guerra sólo podía llegar mediante un acuerdo y colaboración leal entre ambas potencias.
De momento, promovido a general de división (21 de febrero de 1925), se le dio el mando de la 14 División y el Gobierno Militar de Valladolid, sin que ello implicase su cese en el cargo de vocal del Directorio Militar (es más, en calidad de tal, hubo de asumir repetidamente, por ausencias del general Primo de Rivera, la Jefatura del Gobierno). Y por Real Orden del 15 de junio fue designado primer representante del Gobierno español en la conferencia que había de diseñar la acción conjunta de España y Francia en Marruecos, conferencia cuya presidencia le sería asignada ya en su primera sesión. Al final de las conversaciones desarrolladas entre el 17 de junio y el 25 de julio, Francia honró a Gómez-Jordana con el Gran Cordón de la Legión de Honor. El subsiguiente desembarco en Alhucemas fue el resultado de una larga preparación, que ya desde 1921 había iniciado previsoramente Gómez-Jordana; su éxito decidió la terminación de la prolongadísima guerra de Marruecos, consolidada con la rendición de Abdelkrim en 1927. La reorganización del Directorio (ahora Civil), convirtió a Gómez-Jordana en director general de Marruecos y colonias. Al año siguiente, como ministro plenipotenciario, le correspondió firmar el tratado de amistad con Francia (12 de junio); semanas antes, el 26 de mayo, el rey Alfonso XIII, había premiado sus relevantes servicios con el condado de Jordana.
Al producirse la caída de la Dictadura, pronto seguida de la proclamación de la República, Gómez-Jordana presentó la dimisión del cargo de alto comisario que venía desempeñando desde 1928. Aunque Alcalá-Zamora no se la aceptó, al entrar en funciones el Gobierno Azaña, éste le persiguió sañudamente, viéndose despojado de todos sus cargos y honores, dos veces preso, condenado por el delito de alta traición y expulsado del Ejército. Pero el advenimiento de la situación centro-derecha tras las elecciones de 1933 permitió una rectificación total, que llevó a cabo Gil Robles —quien había sido su defensor en el proceso en que se decidió su condena—: Gómez-Jordana no sólo fue reincorporado al Ejército —en situación de reserva— sino que lo hizo con la graduación de teniente general, que ostentaba al advenimiento de la República.
El conde de Jordana no intervino en absoluto en la gestación del levantamiento militar del 17 de julio; acababa de llegar a su lugar de veraneo, en San Rafael, lugar que durante algunos días se vio prácticamente entre dos fuegos. Trasladado a Burgos se puso a disposición de los insurgentes; Franco le designó como primer presidente del Alto Tribunal de Justicia Militar (órgano de nueva creación (BOE 1 de noviembre de 1936) que sustituye en la zona sublevada a la Sala de Justicia del Tribunal Supremo, puesto en el permaneció seis meses. Entre las competencias del Alto Tribunal se incluían la resolución de los conflictos de jurisdicción suscitados entre los tribunales militares y el conocimiento de las causas falladas por los Consejos de Guerra cuando hubiese disentimiento entre las autoridades militares y sus auditores. En su breve presidencia, Gomez-Jordana impulsó (Decreto de 17 de febrero de 1937) la ampliación de sus funciones con el objeto de mejorar las garantías de enjuiciamiento de los Consejos de Guerra. Con posterioridad, fue designado presidente de la Junta Técnica de Estado, y se integró en el primer gobierno del nuevo Estado, como vicepresidente y ministro de Asuntos Exteriores. Al estallar la Guerra Mundial consagró todos sus esfuerzos a evitar la entrada de España en el conflicto, pero fue desplazado del poder por Serrano Suñer, ardiente partidario de la alianza con el Eje. En 1942, aún incierto el resultado de la gran conflagración, y destituido Serrano, fue designado de nuevo ministro de Asuntos Exteriores, y se esforzó en aproximar las posiciones de España a las de las potencias aliadas, mediante una difícil diplomacia mal vista desde luego por el falangismo de Serrano y los incondicionales de Italia y Alemania, y haciendo causa común con Estados Unidos en la guerra contra Japón, que había ocupado las islas Filipinas. En el verano de 1944, hallándose en San Sebastián como ministro, un derrame cerebral acabó con la vida de Jordana el 3 de agosto.
Obras de ~: con V. Martín García, Estudios de arte militar, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1910; Entrega de la edición facsímil de la Recopilación de las Leyes de Reynos de las Indias a los Representantes de los países hispánicos, Madrid, Rivadeneyra, 1943; La tramoya de nuestra acción en Marruecos, Madrid, Editora Nacional, 1976; Milicia y diplomacia. Los diarios del Conde de Jordana. 1936- 1944, est. prelim. de C. Seco Serrano, selecc. y glosas por R. Gómez-Jordana Prats, Burgos, Editorial Dossoles, 2002.
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Carlos Seco Serrano