Gómez Jordana, Francisco. Mazarrón (Murcia), 7.VI.1853 – Tetuán (Marruecos), 18.XI.1918. Militar, teniente general, director de la Escuela Superior de Guerra, alto comisario de España en Marruecos, ayudante honorario y Gentil Hombre de Cámara de S.M. el Rey Alfonso XIII. General en Jefe del Ejército de Africa.
Hijo de Francisco Gómez, coronel de Infantería, y de Bernarda Jordana; fue bautizado como Francisco Pedro Antonio en la parroquia de San Antonio de Padua de su localidad natal al día siguiente de su nacimiento.
Ingresó en el Ejército en 1868, como alumno de la Academia de Caballería, cuando tenía catorce años. En 1871 fue promovido a alférez, y pasó seguidamente a estudiar en la Escuela de Estado Mayor. En 1874, por antigüedad, asciende a teniente, y en octubre del mismo año pasa a teniente graduado de Estado Mayor. Siguió ascendiendo, por antigüedad, al grado de capitán en el año 1875 (tenía veintitrés años) y fue destinado como profesor a la Academia de Caballería, donde, en 1882 promovió la reforma de su plan de enseñanzas; en ese ambiente de estudios publica, en 1882 y en 1883, dos libros interesantes: uno sobre balística y otro sobre historia militar española. En 1889 es ascendido a comandante y destinado a la llamada “comisión del plano de Jaca”, que fue “uno de los trabajos más importantes y perfectos de cuantos de su género ha efectuado nuestro Estado Mayor, y que exigió siete años de empeñada y no interrumpida lucha con el clima, con las nieves y con el terreno” (Enciclopedia Espasa).
En el año 1895 ascendió a teniente coronel, y en 1903, a coronel, pasando a ser ayudante de órdenes del Rey, cargo que sirvió hasta el 27 de julio de 1909, en que fue destinado como jefe del Estado Mayor del Ejército de Operaciones encargado de repeler la agresión que los rifeños habían hecho a unos grupos de trabajadores, que asesinaron, de una línea del ferrocarril minero. La dirección de una rápida campaña, con los combates de Taxdir, Hidum, Tauima, Nador, Zeluán y el del zoco de Beni-bu-Ifrur acreditaron las aptitudes de mando y táctica militar de Gómez Jordana y le valieron el ascenso, por méritos de guerra, en septiembre de 1909, a general de brigada, a los cuarenta y siete años. Siguió en Melilla, como jefe del Estado Mayor en comisión, hasta que en 1911 fue nombrado director de la Escuela Superior de Guerra. Desempeñó el cargo en Madrid, poco tiempo, pues encendida de nuevo la guerra en Melilla, fue nombrado, en enero de 1912, jefe del Estado Mayor, pero esta vez de la reciente Capitanía General de Melilla. En su cargo organizó y asistió a las operaciones militares que originaron los más encarnizados combates, que han pasado a la historia, como fueron la ocupación del monte Arruit y el zoco Tenain, así como las luchas en torno a Sidi-Musa, Tumiat y Sammar. Todos ellos le valieron el ascenso, por méritos de guerra, a general de división, por Real Decreto de 16 de noviembre de 1912.
Permaneció en Melilla, donde por Real Decreto de 25 de diciembre de 1913 la Capitanía se transformó en Comandancia General, y por otro Real Decreto de igual fecha fue nombrado su comandante general. En tan alto cargo “confirmó como director la inteligencia y el acierto que desplegara como subordinado en los anteriores cargos ejercidos en el mismo territorio, y su labor política y militar adquirió gráfica representación en el considerable aumento que experimenta la zona de influencia efectiva de nuestras armas que llega a englobar lugares tan apartados como los de Tikermin, en la izquierda del río Kert, Hassi Berkam e Ys-Usugar” (Enciclopedia Espasa). Su labor en la Comandancia General ocupó un capítulo entero del libro Historia de las campañas de Marruecos (vol. II, 1951: 567-603). Y no sólo se preocupó de los aspectos militares, sino que creó una academia de árabe, reformó instalaciones portuarias, fomentó la horticultura, la industria y el comercio. El Ayuntamiento de Melilla acordó colocar un retrato de él en su salón de plenos (y el primer acuerdo que tomó el Ayuntamiento republicano en abril de 1931 fue retirar dicho retrato “en premio a los servicios prestados a la ciudad”, escribió amargamente su hijo en La tramoya de nuestra actuación en Marruecos, obra inacabada, publicada en 1976).
Llegó a la cumbre de la carrera militar con el ascenso al grado de teniente general por Real Decreto de 9 de julio de 1915 “en consideración a los relevantes servicios prestados en el ejercicio del mando de la Comandancia General de Melilla”, y por otro Real Decreto de la misma fecha se le nombró alto comisario de España en Marruecos, relevando al general José Marina y Vega. Entonces Gómez Jordana tenía sesenta y tres años.
Desde su puesto de alto comisario, efectuó una muy hábil combinación de acciones diplomáticas, políticas y militares, que puso brillante cima a sus muchos años de estancia en Marruecos. Gómez Jordana creó las bases del protectorado de España en Marruecos, intercambió visitas con el presidente francés en Marruecos, con el gobernador de Gibraltar y visitó la Comisión Internacional de Tánger, guardó permanentes relaciones con los generales franceses, estableció firmes relaciones con el jalifa de Marruecos, y transformó la ciudad de Tetuán. Creó escuelas para niñas y niños, fundó un ateneo y un periódico en árabe (El Islah), transformó las hermosas huertas tetuaníes y creó un mercado central para ayudar a labradores y ganaderos. Instaló un dispensario, germen de gran hospital. En carta al Gobierno decía: “Soy entusiasta defensor del régimen civil en materia de Protectorado”.
Pero a fines de 1917, quebrantada su salud, fue a un especialista, que le diagnosticó una incurable enfermedad cardíaca, y que sólo podía dilatar su vida con reposo absoluto. Se lo hizo saber a su familia y al Gobierno, presentando su dimisión, pero el ministro de la Guerra, Cierva, le pidió que continuara, aunque le dijo que podía tomarse unos meses de descanso en España. Se negó: el Protectorado de España en Marruecos necesitaba la presencia constante del alto comisario. Resignado, volvió a Tetuán y en 1918 escribió al Gobierno: “El estado de mi salud no mejora debido a la inquietud que siento por la situación. En vista de ello insisto en la dimisión de los cargos de Alto Comisario y de General en Jefe del Ejército [...]”. Se le contestó que él era indispensable. En las páginas del libro citado se publicó una larga y fundamental carta (págs. 869-882) escrita el 16 de noviembre, según su hijo, donde hizo recopilación de las instrucciones recibidas desde Madrid y de sus actuaciones y documentos emitidos como alto comisario, que resumían su política. Empieza así: “Tetuán, noviembre de 1918. Mis cartas del 5, 6 y 7 de octubre dirigidas al señor Dato, entonces Ministro de Estado, revelan claramenmte la génesis de mi actuación como Alto Comisario, pero creo del caso sintetizarlas ligeramente, porque, sin necesidad de consultarlas, puede hacerse idea exacta de cuanto se relaciona con este arduo problema [...]”. Efectuó un resumen de la situación política, militar y diplomática, en el que relacionaba numerosas instrucciones recibidas desde el Gobierno: “El General Luque, Ministro de la Guerra, me decía en carta del 3 de enero del 1917 [...] El Ministro de Estado [...] en telegrama del 18 del mismo mes [...] El General Luque, en 6 de marzo de 1917 decía [...] y en otro telegrama del 21 de agosto [...] El señor Cierva, Ministro de la Guerra, en 25 de febrero de 1918 [...] El señor Dato, en telegrama de 8 de julio [...] y en carta del 22 de junio [...] Su telegrama del 19 de julio [...] Y el 7 de agosto [...] Las frases transcritas, que sintetizan en lo esencial las instrucciones que se me han comunicado [...] denotan claramente el sentir de liberales, demócratas, conservadores, Gobierno de concentración [...], que con indiscutible unanimidad me han ordenado dé largas a la situación hasta llegar al final de la guerra” (se refería a la Gran Guerra Europea, 1914-1918, que, justamente, finalizó el mismo día de su muerte). Esta larga carta se completa en el libro de su hijo (1976: 29-36), con un párrafo final titulado: “Juicio que me merece la actuación civil del Protectorado”. Cuando estaba en su despacho oficial, hacia las seis y media, redactando una carta, sufrió un ataque cardíaco. Tocó un timbre. Acudió su esposa. Gómez Jordana estaba ya desvanecido. Se avisó a dos médicos militares, quienes trataron inútilmente de reanimarlo, pues murió poco antes de las nueve de la noche del 18 de noviembre de 1918. En ABC del 20 de noviembre, repleto de noticias sobre el final de la Gran Guerra Europa, hay columnas sobre su muerte, su biografía y una declaración oficial del jefe del Gobierno: “El jefe del Gobierno, al recibir ayer a los periodistas dijo: ‘Hoy hay la triste noticia de haber fallecido en Tetuán nuestro Alto Comisario en Marruecos, General Jordana. El suceso, por inesperado, nos ha sorprendido, porque, si bien el General se encontraba enfermo, nada hacía presumir de su dolencia un fatal desenlace [...] España pierde con él un valiosísimo colaborador de la política nacional en Marruecos”.
En números sucesivos de ABC se informa sobre la conmoción causada en Tetuán y Marruecos por su muerte, la capilla ardiente en el Salón del Trono de la Alta Comisaría, el pésame del jalifa, su sustitución provisional por el general Arráiz, comandante general de Ceuta, el solemnísimo entierro en Tetuán, con asistencia de las autoridades marroquíes, cuerpo consular, fuerzas militares, y la presidencia del comandante general de Alabarderos, general Huertas, que, desplazado desde Madrid, representó al Rey.
Francisco Gómez Jordana poseía, entre otras condecoraciones: dos Cruces blancas del Mérito Militar; dos Cruces rojas del Mérito Militar; Cruz, Placa y Gran Cruz de la Orden de San Hermenegildo; Cruz del Mérito Naval; Gran Cruz Roja, pensionada, del Mérito Militar; Cruz de María Cristina; Medalla de Melilla; Medalla de África; el Gran Cordón de la Corona de Italia; la Cruz de San Miguel de Baviera; la Placa de la Orden de Leopoldo de Austria, etc. Era gentilhombre de cámara de Su Majestad el Rey.
Su hijo Francisco Gómez-Jordana Sousa (1877-1944) era coronel de Estado Mayor cuando murió su padre, después fue teniente general, alto comisario de España en Marruecos, presidente de la Junta Técnica del Estado, vicepresidente del gobierno y ministro de Asuntos Exteriores dos veces, presidente del Consejo de Estado, fue distinguido con la merced de conde de Jordana por Alfonso XIII y escritor.
Obras de ~: Estudio sobre el desvío y la derivación de los proyectiles esféricos y ojivales, por D. Francisco Gómez Jordana, Comandante graduado [...], Madrid, Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra, 1882; Campaña de Andalucía en 1808, por el Comandante, Capitán de Estado Mayor D. Francisco Gómez Jordana, Madrid, Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra, 1883.
Fuentes y bibl.: Archivo parroquial de San Andrés y San Antonio de Mazarrón (Murcia), Partida de Bautismo de Francisco Pedro Antonio, libro 25 S antº, fol. 105.
ABC, n.º 4896, 20 de noviembre de 1918, págs. 4 y 18; n.º 4897, págs. 17-18; n.º 4900, 24 de noviembre de 1918, pág. 18; Blanco y Negro, n.º 1436, 24 de noviembre de 1918, pág. 21; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo- Americana [...], vol. XXVI, Barcelona, Hijos de J. Espasa, 1925, pág. 564; Servicio Histórico Militar, Historia de las Campañas de Marruecos, Madrid, Servicio Histórico Militar, vol. II, 1951, págs. 92, 163, 168, 185-187, 303, 311, 314, 316, 389, 394, 404, 501-502, 508, 532, 545-546 y 562- 563; vol. III, 1981, págs. 5, 8-9, 148, 230-231, 272, 299, 312, 350, 355, 357 y 482; A. Palau y Dulcet, Manual del Librero Hispano-Americano, vol. VI, Barcelona, Librería Palau, 1953, pág. 246, n.º 104.043; F. Gómez-Jordana Sousa, conde de Jordana, La tramoya de nuestra actuación en Marruecos, Madrid, Editora Nacional, 1976, págs. 23-27 y 29-36; G. Bleiberg: “Gómez Jordana, Francisco”, en Diccionario de Historia de España, vol. II, Madrid, Alianza Editorial, 1979, pág. 223.
Fernando Rodríguez de la Torre