Rueda Santos, Salvador. Benaque (Málaga), 2.XII.1857 – Málaga, 1.IV.1933. Escritor.
Salvador Rueda nació en una modesta familia de campesinos. Desde niño, ayudaba a sus padres en el cultivo de la tierra, al tiempo que recibía una instrucción elemental impartida por el “sacerdote señor Robles”, que le inició, además, en la lectura de poemas: “las coplas de Jorge Manrique, la voz de Garcilaso, la lira de Fray Luis de León y el verso barroco de Góngora” (Rueda, 1914: 15). En 1870 se trasladó a Málaga, donde trabajó como guantero y como dependiente en una droguería. De esta época data la creación de dos sonetos, que envió al periódico El Mediodía, en el que siguieron apareciendo nuevas composiciones y donde se le ofreció un puesto de redactor, que aceptó de inmediato. En 1880 reunió este conjunto poético, al que añadió nuevas creaciones, en su primer libro: Renglones cortos. En 1882, Gaspar Núñez de Arce, que había tenido ocasión de leer poemas de Rueda, le animó a ir a Madrid, donde le consiguió un puesto en la Gaceta de Madrid. Un cambio de gobierno le dejó cesante, pero en febrero de 1883 entró como oficial de Administración Civil en el Ministerio de la Gobernación, en el que trabajó hasta marzo de 1884. En esta etapa publicó nuevos libros: Noventa estrofas (1883), dedicado a Núñez de Arce, El patio andaluz (1886), Sinfonía del año (1888), etc. Por estas fechas, Alfredo Vicente, director de El Globo, le contrató como redactor jefe. En 1890 obtuvo un empleo estable en la Dirección General de Instrucción Pública (Sección de Archivos, Bibliotecas y Museos), lo que le permitió dedicarse con más sosiego a la creación literaria. En este período escribió algunas de sus obras más significativas: Himno a la carne (1890, catorce sonetos, en los que sublima la sexualidad en un tono casi místico), Cantos de la vendimia (1891), En tropel, (1892), etc. Este mismo año llegó a Madrid Rubén Darío, como delegado de Nicaragua para la celebración del cuarto centenario del Descubrimiento de América, y Rueda se convirtió en su anfitrión literario: le presentó a Campoamor, Valera, etc. Rubén Darío reconoció, en su poema “Pórtico”, el papel renovador del poeta malagueño en la poesía española y elogió sus creaciones, en las que “canta y resuena su verso de oro”. Sin embargo, ambos poetas se distanciaron a partir de una polémica relativa a sus maneras de enfocar la nueva estética modernista.
Rueda acusó a Rubén de “galomanía” y de seguir el decadentismo y pesimismo de los poetas franceses, y éste lamentó que Rueda hubiera frustrado, con una vuelta al “campoamorismo”, las “esperanzas de los que veían en él un elemento de renovación de la seca poesía castellana contemporánea” (Darío, 1950: 255).
En realidad, se trataría de un “desacuerdo más ideológico que personal” entre la “cosmovisión moderna” de Rubén Darío y la vinculación de Rueda a un “pasado casticista” (Cardwell, 1983: 70-72).
En 1901 comenzó a escribir piezas para el teatro, que, en realidad, eran como una variante de su producción lírica, una especie de idilios, subtítulo que dio a algunas de estas piezas: La musa, “idilio en tres actos y en prosa” (1901), Vaso de rocío, “idilio griego en tres actos” (1908), etc. Entre 1909 y 1917 realizó, con autorización de los responsables de la Dirección de Instrucción Publica, cinco viajes a América: el primero a Cuba en diciembre de 1909, con el objetivo de estudiar la organización de los archivos de La Habana.
Recibido con todos los honores, como “caballero andante de la poesía”, fue coronado como poeta el 4 de agosto de 1910 (Pappas, 1970: 19). En noviembre de 1912 hizo un segundo viaje a Cuba y Argentina; su tercer viaje, en julio de 1914, fue a Brasil y Filipinas, donde fue agasajado en múltiples “recepciones, banquetes, giras, bailes, fiestas”, manifestaciones que él interpretó como expresión de la gran estima de los filipinos hacia el “nombre de España”. En diciembre de 1916 emprendió un nuevo viaje a Filipinas, y en 1917 su último viaje, esta vez a México y Cuba. En estas giras había un propósito de misión cultural: defender el español como vínculo de unión entre los que él denominaba “Estados Unidos Castellanos” (Quiles, 2004: 13). A este propósito alude en una de sus cartas: “Me tildas de diplomático en mis largos viajes. Ya lo creo, son de diplomacia a la vez que de acción sentimental y poética”, para “conseguir paz entre los hombres y enaltecer el genio de la raza” (Pappas, 1970: 20).
Con el transcurso de los años, la salud de Rueda se resintió por el rigor del clima de Madrid en invierno (padecía de bronquitis), razón por la que solicitó su traslado a Málaga. En 1919 se cumplieron sus deseos: el 1 de marzo de ese año tomó posesión de su nuevo cargo en la Biblioteca Provincial de dicha ciudad. En 1926 fue elegido académico correspondiente de la Real Academia Española. Permaneció en activo hasta su jubilación en 1927. Durante esa etapa, alternaba su trabajo con la creación literaria, asistencia a tertulias de amigos y visitas de jóvenes poetas, como José María Hinojosa, José María Souvirón, Manuel Altolaguirre (promotores de la revista Litoral) y José Luis Cano. Éste recuerda la “piedad cariñosa” con la que trataban al anciano y ya sobrepasado poeta: “La distancia que separaba a esta nueva poesía —en gran parte surrealista ya— de las formas y modos poéticos del modernismo, del que Rueda había reivindicado ser el primer profeta en España, no impedía que aquellas visitas fueran siempre cordiales” (Cano, 1943: 82).
En efecto, Salvador Rueda creía firmemente que había sido el precursor de la estética modernista en España por sus aportaciones originales, entre otras: la recuperación moderna de versos olvidados, como el dodecasílabo, la elaboración del primer soneto en ese tipo de verso, el primer ensayo de aclimatación del hexámetro clásico a la métrica española (su cultivo de ese metro latino data ya de 1891, según consta en A. Quiles, 2004: 159-163), el uso del verso blanco heterosilábico, la introducción de variaciones en la seguidilla gitana, etc.
Aquejado de arteriosclerosis, Rueda murió en Málaga el 1 de abril de 1933. La ciudad evoca su memoria en un monumento erigido en 1931. Escritor prolífico, dejaba una extensa obra poética, además de libros de cuentos (El patio andaluz, 1886; Sinfonía callejera, 1893, etc.), novelas (El gusano de luz, 1889; La reja, 1890, etc.) y teatro.
Obras de ~: Noventa estrofas, Madrid, Est. Tipo-litográfico, 1883; Cuadros de Andalucía, Madrid, Tipografía Real, 1883; El patio andaluz, cuadros de costumbres, Madrid, Manuel Rosado, 1886; Sinfonía del año, Madrid, Imprenta La Publicidad, 1888; El gusano de luz, Barcelona, Librería Española, 1889; Himno a la carne, Imprenta La Publicidad, 1890; La reja, novela andaluza, Madrid, Tipografía de Manuel G. Hernández, 1890; Granada y Sevilla, cuentos, Madrid, Fuentes y Capdevila, 1890; Cantos de la vendimia, Madrid, Centro Editorial, 1891; En tropel, Madrid, Tipografía de Manuel G. Hernández, 1893; La bacanal, Madrid, Tipografía Hijos de M. G. Hernández, 1893; Camafeos, Sevilla, Imprenta de La Andalucía Moderna, 1897; Piedras preciosas (cien sonetos), Madrid, Enrique Rojas, 1900; La musa, Madrid, Imprenta José Rueda, 1903; La cópula, novela de amor, Madrid, José Rueda, 1906; La guitarra, drama en tres actos, Madrid, El Cuento Semanal, 1907; Vaso de rocío, idilio griego en tres actos, Madrid, Imprenta José Rueda, 1908; El poema a la mujer, Madrid, El Cuento Semanal, 1910; Poesías completas, Barcelona, Maucci, 1911; Cantando por ambos mundos, Madrid, Imprenta Española, 1914; El milagro de América, Madrid, Gráfica Unión, 1929; El poema del beso, Madrid, Compañía General de Artes Gráficas, 1932.
Bibl.: R. Darío, “Los poetas” (1899), en Obras completas, III. España Contemporánea, Madrid, Afrodisio Aguado, 1950, págs. 247-257; A. Martínez Olmedilla, Salvador Rueda: su significación, su vida, sus obras, Madrid, Gregorio Pueyo, 1908; J. L. Cano, “Recuerdo malagueño de Salvador Rueda”, en Cuadernos de Literatura Contemporánea (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Antonio de Lebrija) (1943); L. Th. Pappas, Breve biografía de Salvador Rueda con sus cartas inéditas dirigidas a su primo, Charleston (Estados Unidos), The Citadel, The Military College of South Carolina, 1970; B. de la Fuente, El modernismo en la poesía de Salvador Rueda, Frankfurt am Mein, Peter Lang, 1976; R. A. Cardwell, “Salvador Rueda y Rubén Darío: dos versiones del modernismo”, en Revista de Literatura, XLV, 89 (1983), págs. 55-72; G. Carnero, “Salvador Rueda: teoría y práctica del modernismo”, en Las armas abisinias: ensayos sobre literatura y arte del siglo XX, Barcelona, Anthropos, 1989, págs. 30-63; A. Quiles, Epistolario de Salvador Rueda. 1.
Ciento treinta y una cartas autógrafas del poeta (1880-1932), Málaga, Arguval, 1996; C. Cuevas (dir. y ed.), Diccionario de Escritores de Málaga y su provincia, Madrid, Castalia, 2002; A. Quiles, Salvador Rueda en sus cartas (1886-1933), Málaga, Asociación para el Estudio, Difusión e Investigación de la Lengua y Literatura Españolas (AEDILE), 2004.
Demetrio Estébanez Calderón