Ayuda

Manuel Rodríguez de Berlanga y Rosado

Biografía

Rodríguez de Berlanga y Rosado, Manuel. Ceuta, 25.XII.1825 – Alhaurín el Grande (Málaga), 3.VII.1909. Abogado, arqueólogo y escritor.

Nacido en Ceuta, muy pronto se instaló en Málaga, lugar de procedencia de su rama familiar materna.

Una vez concluidos sus estudios de bachillerato en el Seminario Conciliar malagueño se trasladó a Granada en 1843. Tras licenciarse en ambos Derechos en esta Universidad (1850) e inscribirse como abogado en el Colegio Provincial de Málaga, se trasladó a Madrid donde obtuvo el título de doctor en 1852, con una tesis dedicada al estudio del Derecho Internacional Privado de Roma dirigida por el marqués de Morante, rector de la Universidad Central.

Su regreso a Málaga para ejercer como abogado coincide con la gran expectación causada por el descubrimiento, en octubre 1851, de las dos tablas de bronce que reproducían parte de las leges municipales de Malaca y Salpensa, por suerte salvadas de su segura destrucción por el rico empresario Jorge Loring Oyarzábal, futuro marqués de Casa-Loring. Aunque las primeras noticias sobre el descubrimiento se deben al interés del escritor malagueño Ildefonso Marzo quien, en su condición de correspondiente de la Real Academia de la Historia remitió a dicha institución el primer facsímil y traducción de las tablas, muy pronto Berlanga se convirtió en el principal estudioso de tan importantes documentos. La calidad de la transcripción y comentarios, publicados primero en Málaga, en una revista local y como tirada aparte, y en ese mismo año, 1853, en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia, le valieron el reconocimiento de la comunidad científica española y europea.

Estudiosos italianos y, sobre todo, la escuela germana encabezada por Theodor Mommsen, con quienes Berlanga mantuvo estrecho trato, contribuyeron a difundir su meritoria contribución en el campo de la epigrafía y derecho de Roma. Prueba de este reconocimiento internacional fue su condición, junto con los hermanos Oliver y Hurtado, de correspondiente del Instituto di Correspondenza Archeologica, además de miembro del Imperial y Real Instituto Arqueológico Germánico de Roma y Berlín, de la Sociedad Arqueológica de Berlín, de la Real Academia de Ciencias de Turín, de la Sociedad de Anticuarios de Newcastle y de las Academias de Roma, Viena y Bruselas. En España cabe mencionar, además de su relación con la Academia de Buenas Letras de Barcelona, su condición de correspondiente de la Real Academia de la Historia (1857) a propuesta de los académicos Serafín Estébanez Calderón, Aureliano Fernández-Guerra y José Amador de los Ríos. Obtuvo también importantes distinciones como la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, en 1853, y la Encomienda de Carlos III en 1864.

Pero, además de los estudios y reproducciones facsimilares dedicados a las tablas de Salpensa (1858) y Malaca (1861), Berlanga se interesó por otros importantes documentos epigráficos aparecidos en distintos puntos de la Península Ibérica a lo largo del siglo XIX.

Así, en 1876 dio a conocer un documentado trabajo sobre la lex Ursonensis, ampliando el publicado unos años antes gracias a la aparición, en 1873, de nuevos fragmentos de esta ley. Ya a finales de siglo (1891) apareció el trabajo dedicado a la inscripción en bronce aparecida en Italica y en la que se reproducía parte de la oratio de Marco Aurelio y Commodo regulando el precio de los combates de gladiadores. Si el acceso a la ley de Urso había sido posible gracias a la intervención directa de Cánovas del Castillo, el análisis de la inscripción italicense se le encargó a Berlanga por Real Orden. El contenido de esta interesante obra es ejemplo, sin embargo, de la buena formación y más amplios intereses de su autor en otras materias arqueológicas, cuya meritoria contribución ha quedado no obstante eclipsada por su merecida fama como epigrafista y estudioso del Derecho Romano. Incluyó, así, a modo de apéndices, tres interesantes trabajos de temática bien diferente a la que justificaba la citada publicación, como son los bronces hispano-romanos de pequeño formato (págs. 229-286), otro sobre la necrópolis de Gades (págs. 287-329) y, por último, el dedicado a los hallazgos fenicio-púnicos de Almuñécar y Vélez-Málaga, enclaves que a partir de entonces y gracias a contribuciones como las de Berlanga empiezaron a ser considerados elementos clave en el estudio de la presencia fenicia en el Occidente mediterráneo.

Aunque con toda justicia Manuel Rodríguez de Berlanga puede ser considerado como uno de los grandes romanistas hispanos del XIX, igualmente meritorias son sus incursiones en la protohistoria peninsular, cuyos primeros pasos coincidieron con la profunda transformación que experimentaron los estudios anticuarios para dar paso a la moderna arqueología. En la última etapa de su vida dedicó Berlanga algunos trabajos a este todavía novedoso campo de estudio como es el caso de los aparecidos en el Bulletin Hispanique entre finales del xix e inicios de la siguiente centuria, pudiéndose citar aquí aquellos dedicados a la epigrafía prerromana (1897, 1898), a los relieves encontrados en Tajo Montero (1902), así como a las necrópolis gaditanas (1901, 1902). A ello cabría añadir también el dedicado a Herrerías y Villaricos aparecido poco después de su muerte.

Lejos de traducirse en la mera descripción y estudio de los materiales arqueológicos, éstos le sirvieron de pretexto para exponer sus puntos de vista sobre temas diversos de la historia de la España prerromana, como el discutido asunto del vascoiberismo o el no menos polémico de la definición de la arqueología ibérica, entre otros. Este perfil de Berlanga como historiador de la España antigua, apoyado en un buen conocimiento en las fuentes literarias clásicas y en su sólida formación como arqueólogo, queda especialmente de manifiesto en uno de sus principales a la vez que más desconocidos trabajos como cabe considerar a su Hispaniae anteromanae syntagma publicada en Málaga en 1881 como tirada aparte del extensísimo prólogo que insertó en su más conocido trabajo dedicado a los bronces de Bonanza, Lascuta y Aljustrel publicado también ese mismo año. A este tratado dedicó E. Hübner en su Arqueología de España unos elogios que, sin embargo, contrastan con el escaso eco que aún hoy, desde un punto de vista historiográfico, ha merecido tan singular obra: “En España el tratado más completo, lleno de extenso saber y de aguda crítica, sobre lo que se puede conocer respecto a los más antiguos pobladores de la Península, lo ha publicado el Dr. Berlanga [...] obra desgraciadamente no sacada a la venta, sino sólo regalada a los amigos del autor, y por ello poco conocida” (pág. 3).

En esta obra Berlanga demuestra también sus conocimientos numismáticos, de los que también hace gala en diversos trabajos publicados en revistas nacionales y, sobre todo, en su destacada colaboración en el Nuevo método (1871-1876) de Antonio Delgado y Hernández. Se encarga de la redacción de los capítulos correspondientes a las acuñaciones de Malaca, Urso y Ventipo, en los que incorpora los nuevos enfoques que para esta disciplina difunden los estudios de Borghesi y Mommsen como son, entre otros, la mayor atención prestada a la metrología, hallazgos y ocultaciones monetarias. También es autor de uno de los apéndices que acompañan esta obra dedicado al estudio de las leyendas monetarias fenicio-púnicas de Hispania, tema también de su colaboración en el homenaje a su admirado Mommsen (1877). Dueño de una importante biblioteca y modesto monetario, desgraciadamente dispersada tras su muerte, los libros y numerosos artículos de Berlanga ponen de manifiesto el acertado uso de las fuentes clásicas, consultando las mejores y más recientes ediciones, así como el acceso a las más importantes monografías y revistas extranjeras, tan problemático en una ciudad como Málaga, alejada de las principales bibliotecas especializadas del país. También la interesante documentación epistolar conservada, pone de manifiesto la intensidad y alcance de sus relaciones con destacadas figuras de la investigación histórica y arqueológica española y europea como A. Fernández Guerra, J. Zobel de Zangróniz, G. Henzen, Th. Mommsen, y con su admirado y gran amigo E. Hübner, cuya estrecha colaboración en temas epigráficos queda reflejada en numerosas entradas del volumen segundo del Corpus inscriptionum Latinarum publicado en 1869. En las décadas de 1870 y 1880, gracias a la mejora de su situación económica que conllevó su matrimonio con Elisa Loring Oyarzábal en 1874, llevó a cabo numerosos viajes al extranjero, visitando los principales museos de París, Londres, Berlín, Roma y Nápoles, entre otros, donde coincidió con destacados estudiosos como Zangemeister, Henzen, Rossi y De Petra.

Fue, sin embargo, en Málaga, su ciudad adoptiva, donde Berlanga centró tanto su actividad profesional como investigadora. De ideología liberal-conservadora, Berlanga se mantuvo al margen de la política, a pesar de los estrechos vínculos que tuvo con la rica e influyente burguesía malagueña que ejemplifica su amigo, protector y más tarde pariente Jorge Loring Oyarzábal. En su condición de abogado desempeñó los puestos de promotor fiscal suplente del malagueño distrito de la Merced y, entre 1859 y 1861, el de consultor sustituto del Tribunal de Comercio. Fue también secretario del Banco de Málaga fundado por las familias Heredia, Larios y Loring, desde 1856 hasta su dimisión en 1872, dos años antes de la quiebra de éste y su posterior fusión con el Banco de España. Sus temprana y fructífera relación científica con la familia Loring, iniciada en 1852, en la biblioteca de los hermanos Oliver y Hurtado con el pretexto de conocer con detalle los dos bronces jurídicos recientemente descubiertos en la ciudad, se consolidó a partir de la creación por los marqueses de Casa-Loring de su singular museo y jardín arqueológico en La Concepción, una bella finca situada en las afueras de Málaga. En este museo, cuyo centro ocupaba un bello templete dórico planeado por el arquitecto alemán W. Strack, discípulo de K. F. Schinkel, se custodiaba una variada colección de cuyo estudio se encargó Berlanga. Tras un primer inventario publicado en 1868, el catálogo definitivo apareció en 1903, algunos años después de la muerte de sus propietarios y a expensas del hijo político de aquéllos, Francisco Silvela. Famoso sobre todo por albergar algunos de los más señeros testimonios de la epigrafía en bronce de Hispania, como fueron las “Tablas de Malaca, Salpensa, Bonanza y Osuna”, el afán colector de sus ricos y cultos propietarios incorporó al Museo Loringiano otras muchas piezas procedentes de diferentes puntos de Andalucía, fruto de hallazgos fortuitos y excavaciones como las llevadas a cabo en la cercana Cártama, en 1858, de donde procede el mosaico con los trabajos de Hércules.

Precisamente ese mismo año la Real Academia de la Historia rechazó la solicitud del influyente Loring de adquirir en propiedad las antigüedades recuperadas en la provincia. También entraron a formar parte de este museo inscripciones, esculturas y otros objetos procedentes de hallazgos antiguos, entre los que cabe citar las esculturas de gran formato recuperadas en el siglo XVIII en Cártama y las halladas en las obras de la Aduana de Málaga. Una de las últimas incorporaciones al Museo, en 1896, fueron las esculturas e inscripciones reunidas en esta misma centuria por el anticuario cordobés Pedro Leonardo de Villacevallos.

Su interés por la historia y arqueología malagueñas, ya evidenciado en sus escritos sobre Cartima publicados en la revista La Razón y en tirada aparte en 1861, se ampliaron poco después a la ciudad de Málaga, la antigua Malaca, cuyas fuentes epigráficas y numismáticas recopiló y comentó como base fundamental para la redacción de una historia de la ciudad. Una inestimable contribución en este sentido son la serie de artículos que, bajo el encabezado Malaca, publicó entre 1905 y 1908 en la Revista de la Asociación Artístico Arqueológica Barcelonesa. El nudo de estos escritos era dar cuenta de los hallazgos arqueológicos que se venían produciendo desde finales de 1904 como consecuencia del desmonte de parte de las murallas de la Alcazaba que justificaba el gran proyecto urbanístico que supuso la construcción del nuevo parque de la ciudad en terrenos ganados al mar. No obstante, lejos de conformarse su autor con la mera presentación de objetos, tales hallazgos le servían de pretexto para profundizar en temas poco conocidos o deficientemente tratados en estudios anteriores como, por ejemplo, el período púnico-romano o la topografía antigua de Málaga, sin pasar por alto otros como la todavía hoy polémica discusión en torno a la identificación y ubicación de Mainake.

En estos y otros escritos centrados en el estudio de materiales arqueológicos, Berlanga mostró una gran preocupación por su conservación y custodia, aunque, como amargamente reconoció en diferentes ocasiones, fue escasa su influencia en este campo, a pesar de haber formado parte de la Comisión de Monumentos de Málaga, primero como secretario (1855) y luego como individuo de la misma, rechazando el nombramiento como vicepresidente en 1866 a instancias de la Real Academia de San Fernando.

 

Obras de ~: Estudios sobre los bronces encontrados en Málaga a fines de octubre de 1851, Málaga, 1853; Aeris malacitani exemplum [...], Málaga, 1861; Estudios romanos por el Doctor Berlanga publicados en La Razón, Madrid, 1861; Monumentos históricos del Municipio flavio malacitano, Málaga, 1864; Los bronces de Osuna, Málaga, 1873; “Malaca”, en A. Delgado y Hernández, Nuevo método de clasificación de las medallas autónomas de España, Sevilla, 1873, págs. 178-188; “Les monnaies puniques et tartessiennes de l’Espagne”, en Commentationes philologae in honorem Theodori Mommseni scripserunt amici, Berlin, 1877, págs. 274-281; Los bronces de Bonanza, Lascuta y Aljustrel, Málaga, 1881 (= Hispaniae anteromanae syntagma, Málaga, 1881); El nuevo bronce de Itálica, Málaga, 1891; “Nuevos descubrimientos arqueológicos hechos en Cádiz del 1891 al 1892”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (RABM), V (1901), págs. 139-144, 207-217, 311-319, 390-401 y 779-795; “Descubrimiento arqueológico verificado en el Tajo Montero”, en RABM, VI (1902), págs. 328-339, VII, págs. 28-51; Catálogo del Museo de los Excelentísimos Marqueses de Casa-Loring, Málaga-Bruselas, 1903.

 

Bibl.: P. Rodríguez Oliva, “Manuel Rodríguez de Berlanga (1825-1909): Notas sobre la vida y la obra de un estudioso andaluz del mundo clásico”, en J. Arce y R. Olmos (eds.), Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVIII-XX), Madrid, 1991, págs. 99-106; B. Mora Serrano, “Manuel Rodríguez de Berlanga (1825- 1909) y los Estudios Numismáticos”, en Numisma, 238 (1996), págs. 343-52; M. Olmedo Checa, “Introducción”, en M. Rodríguez de Berlanga, Monumentos históricos del Municipio flavio malacitano, Málaga, 2000, págs. 9-129; E. Gran-Aymerich, Dictionnaire biographique d’archéologie 1798-1945, Paris, 2001, págs. 591-593; J. “Noticias historiográficas sobre el descubrimiento y los primeros estudios en torno a las tablas de bronce con las Leyes Municipales de Malaca y Salpensa (1851-1864)”, en Mainake, XXIII (2001), págs. 9-38; “La génesis del Malaca y las noticias históricoarqueológicas sobre la Málaga antigua en el último de los libros del Dr. Manuel Rodríguez de Berlanga”, en M. Rodríguez de Berlanga, Malaca, Málaga, 2001, págs. 9-44; M. Pérez Prendes, “Vida y obra de don Manuel Rodríguez de Berlanga”, en e-legal history review (2005); P. Rodríguez Oliva, “Un capítulo de las relaciones hispanas de Theodor Mommsen”, en J. Martínez-Pinna (coord.), En el centenario de Theodor Mommsen, Málaga, Centro Ediciones de la Diputación, 2005, págs. 81-98; M. J. Berlanga Palomo, Arqueología y erudición en Málaga durante el siglo xix, Málaga, Universidad, 2005, págs. 75-109.

 

Bartolomé Mora Serrano