Delgado Hernández, Antonio. Sevilla, 9.I.1805 – Bollullos del Condado (Huelva), 13.XI.1879. Arqueólogo y numismático.
Hijo del abogado Francisco Javier Delgado y María Josefa Hernández Aguirre. Nada se sabe sobre su formación primaria. Estudió Derecho en la Facultad de Sevilla y Humanidades y Lengua Latina en el colegio de Santo Tomás de Sevilla. Fue su padre reputado anticuario y especialmente numismático, afición que inculcó a su hijo desde temprana edad, así como sus inclinaciones políticas, ya que fue alcalde constitucional durante todo el Trieno.
En 1823 se alistó en la milicia nacional de Sevilla, con la que participó en la desesperada defensa del Trocadero. Al término de la Guerra Constitucional tuvo que trasladarse con su familia a Trigueros (Huelva), donde poseían algunos bienes. Allí residieron hasta el fallecimiento de Fernando VII. En todo ese tiempo pudo dedicarse junto a su padre al estudio de las antigüedades y juntos, padre e hijo, firmaron un estudio sobre el puteal romano que existía en la plaza del Carmen de Trigueros.
Antonio Delgado, como su padre, fue un liberal templado o moderado, por lo que se le nombró oficial mayor de la Diputación de Huelva en 1835, en la que ascendió a secretario en 1836, cargo que desempeñó hasta 1840, año en el que fue destituido por los esparteristas. Militó en el Partido Moderado y fue diputado por Aracena (1857-1858) y luego en la Unión Liberal. En estos años conoció a Rosario Moniz, con la que contrajo matrimonio.
En 1844 es reintegrado a su puesto de Secretario de la Diputación provincial de Huelva y es nombrado además vicepresidente de la recién creada Comisión de Monumentos de Huelva. A consecuencia de las reformas introducidas por el marqués de Pidal en el régimen municipal y provincial, cesó de nuevo en su cargo. Pero por sus méritos acumulados y gracias a ciertas ayudas, fue nombrado por Real Orden de 24 de diciembre de 1845, auxiliar segundo del Consejo Real, que había sido creado por Ley de 6 de julio de 1845, por lo que trasladó su residencia a Madrid, donde trascurrieron los siguientes veinte años de su vida, en la que ya se entregó de lleno a los estudios arqueológicos y, sobre todo, a los numismáticos.
El 27 de noviembre de 1846 ingresó en la Real Academia de la Historia como académico supernumerario, al presentar un trabajo titulado Bosquejo histórico de Niebla. Por Real Decreto de 25 de febrero de 1847 se regularizaron todos los componentes de las Academias y se suprimieron los académicos supernumerarios y honorarios, fijándose su número en treinta y seis, por lo que Antonio Delgado pasó a ser individuo de número de la Real Academia de la Historia. Un año después, el 14 de julio de 1848, fue nombrado anticuario de la Real Academia de la Historia tras el fallecimiento de su antecesor Juan Bautista Barthe.
En 1850 fue agregado a la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia de la que se le eligió secretario interino y en la que permaneció hasta 1867 junto a José Amador de los Ríos, Aureliano Fernández-Guerra o Pascual de Gayangos, entre otros. Desde 1864 también formó parte de la Comisión Mixta de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.
La Real Academia de la Historia adquirió en 1847, con gran esfuerzo económico, el Disco o Missorium de Teodosio que se había hallado en una propiedad rústica en las inmediaciones de Almendralejo, una joya del arte tardorromano. Se le encargó su estudio a Antonio Delgado, quien redactó una lúcida memoria que fue publicada en 1849 y en la que mostró sus amplias dotes en el estudio de las antigüedades, lo que acrecentó y consolidó su prestigio como anticuario.
Asimismo se le encargó también la publicación de la obra de Antonio Valcárcel Pío de Saboya, conde de Lumiares, Inscripciones y antigüedades del Reino de Valencia, redactada y entregada a la Academia en 1805, que enriqueció con numerosas anotaciones y prolongaciones (1852). No obstante, su principal línea de investigación fue la numismática. En este tiempo comenzó a interesarse por el estudio de la moneda andalusí y, no sin gran esfuerzo, aprendió lo suficiente de la lengua árabe, guiado por Pascual Gayangos, para leer las leyendas de las monedas. También de esta fecha data su interés por la moneda hispánica y, especialmente, por las que entonces se llamaban de “letras desconocidas”, es decir, aquellas que presentaban leyendas ibéricas o celtibéricas.
La labor de Antonio Delgado al frente del Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia fue especialmente fecunda, sobre todo en lo que a la numismática se refiere. Realizó más de sesenta informes sobre donaciones, adquisiciones y hallazgos numismáticos, algunos de los cuales fueron publicados en el Memorial Histórico Español, con las que el monetario de la Academia se enriqueció notablemente.
Entre ellas destacan la donación de monedas orientales de Antonio López de Córdoba, la adquisición de la colección del gaditano Joaquín María Rubio y la de Antonio Blanco, así como los importantes hallazgos de dirhemes califales de Consuegra, el tesoro republicano de La Oliva (Villarcarrillo, Jaén) y el de denarios celtibéricos de Quintanarredonda (Soria). Ordenó y clasificó el monetario de la Academia y dejo manuscritos los catálogos de la colección de monedas hispánicas, de monedas republicanas y de monedas andalusíes, tarea que concluyó en 1862, aunque la comenzó al hacerse cargo de la colección.
Pese a que la Real Academia de la Historia tenía atribuida por Real Cédula de 6 de julio de 1803 la inspección de las antigüedades españolas, no fue hasta la última década del reinado de Fernando VII y, sobre todo, del de Isabel II, cuando comenzaron a ingresar en la Academia las distintas antigüedades que modernamente conforman su colección. Así, Antonio Delgado hubo de ocuparse de informar o colocar en el Gabinete de Antigüedades un importante conjunto de piezas entre las que cabe destacar el Disco de Teodosio, que fue por él publicado, como ya se ha indicado, el tiraz de Hixem II, tres bajorrelieves asirios y una inscripción del palacio de Senaquerib, tres pondus romanos, el plomo con inscripción ibérica de Gádor y los sarcófagos paleocristianos de Layos y Hellín.
Por otra parte, tanto en su calidad de anticuario como de miembro de la Comisión de Antigüedades, le fueron encargadas varias comisiones por el Gobierno o la Academia. Así fue comisionado en 1853 para informar sobre el hallazgo de un supuesto sepulcro egipcio en Tarragona, que resultó ser una burda falsificación. Se le comisionó también para evaluar la conservación de las antigüedades existentes en el castillo de Sagunto y el teatro romano de dicha localidad (1858-1859), monumento que fue entregado a la Real Academia de la Historia para su custodia y cuyo plan de conservación lo elaboró el propio Antonio Delgado. Fue miembro de la comisión que se encargó de las excavaciones en Numancia (1855-1861), bajo la supervisón de la Academia. Asimismo, formó parte de la comisión que se ocupó de la restauración del puente romano de Alcántara (Cáceres) (1859-1860) y de la comisión para la concesión de los Premios por Descubrimientos de Antigüedades, convocados por la Academia entre 1858 y 1861, en la que informó de los trabajos sobre la Vía romana de Cástulo a Libisosa, de Rafael Martínez Carnero, el Viaje Literario de las provincias de Jaén y Granada, de Manuel de Góngora, y el de la Vía romana de Uxama a Augustóbriga, de Eduardo Saavedra.
Si bien sus trabajos numismáticos, salvo los indicados, no vieron la luz pública al tratarse de informes académicos, sí la vieron el catálogo de la colección del ministro de Justicia durante el Trienio y académico, José García de la Torre que publicó Joseph Gaillard (1852) y en el que Delgado se ocupó de la moneda árabe, así como el de su antecesor en el cargo de anticuario de la Real Academia de la Historia, ya que fue uno de sus testamentarios, Juan Bautista Barthe (1854). Asimismo publicó en francés el catálogo de la colección del cónsul sueco en España, Gustavo Daniel de Lorichs, muy respetado por sus conocimientos en antigüedades y con el que Delgado mantuvo estrecha amistad. Por todos estos brillantes trabajos, la Reina le encargó que ordenase y clasificase el monetario real, trabajo que le ocupó desde 1854 hasta 1855. En todos estos trabajos, Delgado desarrolló nuevos métodos de clasificación, fundamentados en los establecidos por Joseph Hilarius von Eckhel, que constituyeron el nacimiento de la numismática científica en España.
En 1859, según sus propias manifestaciones, Antonio Delgado fue comisionado por la Dirección General de Instrucción Pública para que escribiera la Historia de la numismática hispano-árabe como comprobante histórico de la dominación islámica en la Península; la obra estaba concluida para su publicación en 1864, pero finalmente, debido a cuestiones presupuestarias, quedó inédita hasta que ha sido editada en 2001. Este trabajo es, sin duda, pese a haber quedado inédito durante largos años, una de las más importantes obras de Delgado, ya que supone continuar de línea de estudio científico de la numismática andalusí, iniciada por el célebre arabista José Antonio Conde y fue el modelo principal en que se inspiraron los de Francisco Codera y Antonio Prieto Vives, publicados a finales del siglo XIX.
En este mismo año, al parecer, también se le encargó una obra sobre la moneda hispánica de la que, según también manifestaciones suyas, entregó parte a la Dirección General de Instrucción Pública. No obstante, esta obra no la concluyó hasta años más tarde, como se verá. Los estudios de Antonio Delgado sobre la moneda hispánica revisten especial interés, ya que gracias a ellos obtuvo importantes progresos en la identificación del valor de muchos de los signos ibéricos y, en general, para el desciframiento de las lenguas ibéricas. Sus estudios se fundamentaron exclusivamente en el análisis de material original, principalmente en los epígrafes monetarios, que le permitieron avanzar sobre seguro. Siguió la opinión, ya establecida en el siglo XVIII, de que las escrituras prerromanas derivaban del alfabeto fenicio.
Consideró asimismo que las monedas llevaban escrito el nombre de las ciudades que las emitieron y que la frecuencia de su hallazgo en sus proximidades indicaba su procedencia, por lo que pudo correlacionar el nombre latino e ibérico de dicha población.
De esta manera consiguió establecer los valores de los signos por comparación y apreciar la existencia de desinencias y los valores silábicos de determinados signos. Gracias a ello fue el primero que pudo distinguir áreas geográficas. En definitiva, Antonio Delgado fue el que abrió el camino para el futuro desciframiento de las lenguas prerromanas. Los principios por él establecidos fueron seguidos por Aloiss Heiss y Manuel Rodríguez de Berlanga y, sobre todo, por su discípulo directo en estos estudios, Jacobo Zobel de Sangroniz, quien no sólo siguió sus preceptos, sino que los desarrolló e incluso superó los de su maestro.
Poco tiempo después del inicio de estas dos importantes líneas de investigación, Delgado fue nombrado en 1860 director de la Escuela Superior de Diplomática y catedrático de Epigrafía y Geografía antigua de la misma, que ocupó entre 1863 y 1865, año en el que se jubiló por problemas de salud.
Sin poder ver publicadas las dos obras a las que había dedicado años de trabajo se retiró de la vida pública, un tanto defraudado, a Bollullos del Condado, en la provincia de Huelva. Una vez establecido en esta localidad andaluza, de la que llegó a ser alcalde, reemprendió sus estudios sobre la moneda hispánica al recibir el entusiasta apoyo del Círculo Numismático Sevillano que asumió la publicación de tan esperado trabajo. La obra apareció en tres volúmenes entre 1871 y 1876 con el título de Nuevo método de clasificación de las medallas autónomas de España y en ella colaboraron varios miembros de la citada sociedad numismática, Francisco Mateos Gago, Manuel Rodríguez de Berlanga, Celestino Pujol y Camps y Álvaro Campaner y Fuertes. Obra con la que culminó una brillante trayectoria, el Nuevo método es una de las más importantes que sobre la moneda hispánica se escribieron en el XIX y con la que dio comienzo el estudio de la numismática científica en España, al plantearla como una fuente indispensable para el estudio y conocimiento de la historia y la geografía antiguas.
Obras de ~: Bosquejo histórico de Niebla, ms. en la Real Academia de la Historia, 1846; Memoria histórico-crítica sobre el gran disco de Theodosio encontrado en Almendralejo, Madrid, 1849; “Nota de las cuatrocientas cuatro monedas, adquiridas en Jerusalen y en otros puntos de la Palestina, que han sido donadas a la Real Academia de la Historia por su individuo de número el Excmo. Sr. D. Antonio López de Córdoba”, en Memorial Histórico Español (MHE), I (1851), págs. XLI-IL; “Monedas encontradas en Tricio y Pedroso, que han sido remitidas a la Academia por el Sr. Lombillo”, en MHE, I (1851), pág. LI; “Nota de las cuarenta y seis monedas de plata donadas para el museo de la Real Academia de la Historia, por su individuo de número el Excmo. Sr. D. Antonio Benavides”, en MHE, I (1851), págs. LIII-LIV; “Clasificación de las 173 monedas de plata árabes encontradas en Consuegra”, en MHE, I (1851), págs. LV-LVI; “Nota de las 63 medallas, procedentes de Almendralejo, compradas para el museo de la Real Academia de la Historia”, en MHE, III (1852), págs. V-VI; “Monedas y sello, halladas en el edificio de S. Juan de Jerusalen de Huesca”, en MHE, III (1852), pág. VII; “Explicación de las diez y seis monedas dibujadas en la lámina 1.ª de este tomo cuarto, escogidas entre las cuatrocientas veintiséis, que fueron donadas al museo de la Academia por el Excmo. Sr. D. Antonio López de Córdoba en 1851”, en MHE, IV (1852), págs. XIX-XXVII; con Joseph Gaillard, Description des monnaies espagnoles et des monnaies etrangères, qui ont eu cours á Espagne depuis les temps les plus reculés jusqu’à nos jours, composant le cabinet monetaire de D. José García de la Torre, ancien ministre de la Justice, Madrid, 1852; “Inscripciones y antigüedades del Reino de Valencia: recogidas y ordenadas por D. Antonio Valcárcel Pío de Saboya, Príncipe Pío (ilustradas por Antonio Delgado)”, en Memorias de la Real Academia de la Historia, VIII (1852), págs. LXIV-412; “Observations sur les monnaies de l’Espagne antique”, en Revue Numismatique (1853), XVIII, pág. 413, y XX, págs. 229 y 301; Catálogo de las monedas y medallas que pertenecieron a D. Juan Bautista Barthe, Madrid, 1854; Catalogue des monnaies et des médailles antiques du moyen âge et des temps modernes, en or, en argent et en bronze, composant le cabinet numismatique de feu Mr. Gustave Daniel de Lorichs, Madrid, 1857; “Antigüedades de Murviedro”, en Noticia de las Actas de la Real Academia de la Historia leída en junta de 1.º de julio de 1860, Madrid, 1860, págs. 5-16; Nuevo método de clasificación de las nuevas medallas autónomas de España, Sevilla, 1871 (I), 1873(II) y 1876 (III); Estudios de numismática arábigo-hispana, considerada como comprobante histórico de la dominación islámica en la Península, Madrid, Real Academia de la Historia, 2001.
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Jorge Maier Allende