Danvila y Collado, Manuel. Valencia, 3.XII.1830. Málaga, 21.II.1906. Político, historiador, ministro.
“Heredero de un apellido ilustre en Francia y en la casa de Montmorency”, cursó todos sus estudios en su ciudad natal, donde se licenció en Derecho en 1853 e inmediatamente comenzó una tan dilatada como activa trayectoria profesional y pública. El enfrentamiento con su hermano mayor Francisco le obligó prontamente a buscar por sí mismo medios de fortuna al margen de los familiares. Fiscal interino del Juzgado de Guerra en 1854, asesor del gobierno militar de Valencia al año siguiente y juez suplente en 1858, en 1861 se produjo su ingreso en la política militante al afiliarse al Partido Moderado y resultar elegido concejal del municipio valentino, del que sería teniente de alcalde. Con una intensa dedicación igualmente al bufete, al periodismo y a la investigación histórica, doctorado ya y suficientemente conocido en el ámbito provincial y regional, creyó beneficioso para su carrera intelectual y pública trasladarse a Madrid con el aplauso de la plana mayor del moderantismo, carente por aquellas fechas de afiliaciones prestigiosas entre las generaciones jóvenes. Diputado por Liria en la última legislatura del reinado isabelino (1867), aprovechó el canto del cisne del moderantismo en el poder para reforzar su crédito académico y político, publicando en 1867 una segunda e importante obra tras la edición de su tesis doctoral en 1864: El contrato de arrendamiento y el juicio de desahucio, de temática entonces candente. Durante el ciclo de la Septembrina prosiguió en la misma andadura, convirtiéndose en una de las plumas cotizadas del gran periodismo conservador representado por periódicos tales como La Época o El Tiempo. Habla de su alta valoración madrileña y nacional el que fuera una de las personalidades elegidas en 1874 por el gobierno del general Serrano para conferenciar con los jefes carlistas a fin de terminar con la guerra que devastaba gran parte de la nación. Llegada la Restauración, fue uno de los muchos miembros del viejo partido que aceptó el liderazgo canovista y la política por él encarnada, alejada en algunos extremos de aquella a la que se acogiera en su mocedad y madurez, si bien se mostró a menudo como hombre de espíritu libre y poco banderizo que nunca renunció a sobreponer los intereses nacionales por encima de ideologías y parcialidades.
Diputado desde 1876 a 1893, fecha en que, al igual que en la de 1896, fue senador electo por la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País y vitalicio en los postreros años de su existencia, esto es, en la etapa finisecular. A lo largo de tan amplio período se mostró muy activo y laborioso, conforme lo refrenda, entre otros cargos y tareas de índole similar, su presidencia de la Comisión de bases de Instrucción Pública (1875), la vocalía de la Comisión de la Codificación (1876), la vicepresidencia del Congreso de los Diputados (1877), la presidencia de la Comisión del Mensaje de la Corona (1878), la presidencia de la Comisión de la Ley de reemplazos, etc. Esta trepidante actividad burocrática no le impidió presentar incesablemente en la Cámara Baja iniciativas y proyectos de hondo calado sobre las más variadas cuestiones, aunque siempre con la característica de la actualidad e interés general. De esta forma, en 1876 dio estado parlamentario a un dictamen sobre el Código Rural, que alcanzó gran eco en la opinión pública con la consiguiente toma de posiciones de varias instituciones, desde sociedades agrícolas hasta círculos de labradores y casinos provinciales. En la misma fecha, presentó en el Congreso uno de sus más famosos proyectos de ley: el de la Propiedad Intelectual en España. Analizado por una Comisión integrada por figuras de gran relieve cultural y universitario, quedó finalmente sancionado como ley en enero de 1879, obteniendo un resonante impacto en países como Francia o Italia, que la imitaron. Dichos afanes abrieron sólo un camino luego continuado con leyes como las de Patentes de Invención, Expropiación forzosa por causa de utilidad pública, Marcas de fábricas, Establecimientos insalubres, peligrosos e incómodos y otros muchos, a los que debe añadirse los presentados en la Comisión de Códigos, de la que, como ya se recordó, formaba parte.
Con tal bagaje y currículo era lógico que Cánovas lo nombrase titular de una de las más importantes carteras ministeriales, la de Gobernación, en una fase de la Monarquía de Sagunto en que su régimen aspiraba del lado conservador el gran ciclo legislador y codificador del “quinquenio glorioso” sagastino (1885- 1890). Sin embargo, el gran jurista levantino sólo fue reclamado para la más alta responsabilidad política cuando la penúltima etapa gobernante del estadista malagueño estaba a punto de concluir y su programa agotado. La razón de que en tal coyuntura respondiera a la llamada de su jefe permanece aún ignorada, aunque no es improbable que obedeciera más que a motivos de vanidad o ambición, al sentido del deber y a su acusado patriotismo así como a la gratitud y respeto sentidos hacia un Cánovas impulsor y promotor de su obra intelectual, antes y después de que ocupara éste la presidencia de la Real Academia de la Historia en 1882. Pues, en efecto, aunque al tomar posesión de la cartera ocupada previamente por silvelista tan destacado como Raimundo Fernández Villaverde no era previsible crisis tan inminente como la que pusiese fin al cuarto gobierno rectorado por el artífice de la Restauración alfonsina, todo en el ambiente político hacía presagiar su pronto ocaso, debido a la deriva cada vez más enconada del famoso affaire nacido de las presuntas corruptelas en el Ayuntamiento de Madrid, causa a su vez del reforzamiento del escisionismo del Partido Conservador entre los dos lugartenientes y aspirantes a sucesores de Cánovas, Silvela y Romero Robledo. Un imprevisto e incisivo discurso del liberal sagastino Moret y Prendergast daría lugar a una afilada réplica del primero de los “delfines” canovistas resaltando la aspereza de la dirección del “jefe del partido”, lo que suscitó el abandono del poder del lado del prohombre conservador. Fue tal el enojo que el lance hizo brotar del ánimo del efímero ministro de Gobernación que casi sin solución de continuidad dio a la estampa todo un libro acerca del regimiento edilicio de la capital de la nación. Al margen de todo ello, es evidente que las dos semanas en que estuviera al frente de la antecitada cartera (del 30 de noviembre al 13 de diciembre de 1892) resulta a todas luces un plazo de tiempo por entero inapropiado para formular cualquier juicio sobre su experiencia ministerial.
Tras ella ocupó cargos tan relevantes como la presidencia del Tribunal de lo Contencioso y del Consejo de Estado.
Padre del acreditado diplomático e historiador Alfonso Danvila, gentilhombre de Cámara en ejercicio, miembro de numerosas academias y sociedades científicas de España y Europa, fue académico numerario de la Real Academia de la Historia desde 1884, sucediendo a un autor y político situado en sus antípodas —Romero Ortiz— y antecediendo a otro, muy amigo y correligionario, Juan Pérez de Guzmán. Poseyó la Gran Cruz de Carlos III.
Obras de ~: El libro del propietario, pról. de E. Pérez Pujol, Valencia, Imprenta José Rius, 1861; El contrato de arrendamiento y el juicio de desahucio, Madrid, Librería de Alfonso Durán, 1867; Las libertades de Aragón: ensayo histórico, jurídico y político, Madrid, Fortanet, 1881; Comentarios a la Ley de Propiedad Intelectual, Madrid, 1882; El Poder civil en España (Memoria premiada por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en el curso ordinario de 1883), Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1884-1886, 6 vols. (traducida inmediatamente al japonés); La Germanía de Valencia: discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Excmo. Sr. D. ~, el día 9 de noviembre de 1884, Madrid, Manuel G. Hernández, 1884; El Poder civil en España, Madrid, Imprenta y Fundición Manuel Tello, 1885, 3 vols.; Cortes de Castilla de 1576 (Códice restaurado por ~), Madrid, Congreso de los Diputados, Imprenta y Fundición de los hijos de J. A. García, 1885; Na Carroça de Vilaragut: estudio biográfico, Madrid, Est. Tipográfico de Fortanet, 1888; La expulsión de los moriscos españoles (conferencias pronunciadas en el Ateneo de Madrid), Madrid, Fernando Fe, 1889; Significación que tuvieron en el gobierno de América la Casa de Contratación de Sevilla y el Consejo de Indias, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1892; La buena y la mala doctrina, Madrid, 1893; Historia crítica y documentada de la Comunidad de Castilla, Madrid, Real Academia de la Historia, 1897; Aguas, puertos, canales y pantanos, Madrid, Librería de Fernando Fé, 1900; Investigaciones histórico-críticas acerca de las Cortes y Parlamentos del antiguo Reino de Valencia, s. l., ¿1900?; Estudios e investigaciones histórico-críticas acerca de las Cortes y Parlamentos del antiguo reino de Valencia, Madrid, 1906; Estudios acerca del poder civil de los árabes en España durante el período de su dominación, Madrid, Est. Tipográfico de Jaime Ratés, 1906; Las libertades de Aragón: ensayo histórico, jurídico y político, s. l., 1881 (ed. facs. Valladolid, Maxtor, 2002); Estudios críticos acerca de los orígenes y vicisitudes de la legislación escrita del Antiguo Reino de Valencia, Pamplona, Analecta, 2003.
Bibl.: J. Pérez de Guzmán, “El diputado don Manuel Danvila, autor de la ley y reglamento sobre la propiedad intelectual en España”, en La Ilustración Española y americana, 15 de julio de 1880, págs. 23-25; M. Fernández Almagro, Cánovas. Su vida y su política, Madrid, Tebas, 1972 (2.ª ed.); Marqués de Siete Iglesias, “Real Academia de la Historia. Catálogo de sus individuos. Noticias sacadas de su archivo”), en Boletín de la Real Academia de la Historia, t. CLXXVI, cuaderno II (mayoagosto de 1979), págs. 297-299; J. L. Comellas, Cánovas del Castillo, Barcelona, Editorial Ariel, 1997; J. M. Cuenca y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Editorial Actas, 1998, págs. 478-481; J. R. Urquijo Goitia, Gobiernos y ministros españoles (1808-2000), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2001; B. Pellistrandi, Un discours national? La Real Academia de la Historia entre science et politique (1847-1897), Madrid, Casa de Velázquez, 2004, págs. 386-387.
José Manuel Cuenca Toribio