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Jerónimo de Florencia

Biografía

Florencia, Jerónimo de. Alcalá de Henares (Madrid), 1565 – Madrid, 12.III.1633. Jesuita (SI), predicador real.

Su entrada en la Compañía de Jesús fue en octubre de 1581; enseñó Filosofía en el colegio de Huete (Cuenca) entre 1593 y 1596 y pasó los dos años siguientes en el colegio de Alcalá, donde leyó Teología Moral. Desde la salida de esta última ciudad, se dedicó a la predicación y desde 1600 vivió en Madrid.

Nueve años después, tras el paréntesis vallisoletano de Felipe III, fue nombrado predicador real.

Jerónimo de Florencia fue el nexo de unión más claro de la reina Margarita de Austria con la Compañía.

Comenzaba así a tener peso político en la Corte, con mucho prestigio no solamente entre los seglares, sino muy especialmente entre los nobles que rodeaban a los Monarcas, además de entre las personas reales, según destacó su biógrafo, el padre Juan de Montalvo.

La relación espiritual entre la Soberana y el jesuita fue cada vez más estrecha, ocupándose el religioso de los sermones de las misas que se decían a la Reina, además de su dirección espiritual. Su esposo, Felipe III, gustaba cada vez más de la palabra de Jerónimo de Florencia, concediéndole algunos privilegios de predicación que significaban mucho, como era la posibilidad de predicar sentado delante del Rey, consultando éste con el jesuita algunas de las decisiones de su política religiosa como el nombramiento de ciertos oficios. Por eso, Florencia participaba de forma tan activa en los círculos de poder, mostrándose, tras un primer momento de acercamiento, en el grupo opositor del duque de Lerma. Sin duda, el predicador y confesor no olvidaba tampoco los intereses de la propia Compañía, procurando que sus clientelas se encontrasen bien situadas políticamente. Se integraba además en las Juntas que tanto Felipe III como su heredero formaron para solucionar algunos problemas concretos del reino.

En las famosas exequias que predicó de la reina Margarita, tras su muerte en 1611, mostró con claridad su oposición al papel que Lerma desempeñaba en la Corte, considerando que esta Soberana se había opuesto con vehemencia y valor masculino a lo que representaba el valido. La reina Margarita —predicó Florencia— había sido una “mártir” que había entregado la vida en su lucha contra la corrupción, en búsqueda constante de los nombramientos adecuados.

Parece que aquellas palabras no las comprendió Felipe III, porque desde entonces se inició un nuevo tiempo de satisfacción entre el Monarca y su valido, haciendo pública la delegación del poder de firma.

Lerma, incluso, buscó un confesor jesuita, el alemán Federico Helder, que le informaba acerca de los movimientos de la facción austríaca de la Corte. Sin embargo, aquél fue despedido en 1617 cuando el valido descubrió que actuaba como espía para que otro jesuita —quizás Florencia— pudiese conocer su correspondencia secreta y así facilitársela al Rey. No contó solamente con el favor del Monarca, sino con el de su abuela, la emperatriz María de Austria, y con el de su hija, abadesa en las Descalzas Reales de Madrid, sor Margarita de la Cruz. El padre Florencia predicó las oraciones fúnebres de la citada Emperatriz en 1603, tras haber sido requerido para las del arzobispo de Toledo García de Loaysa o las del conde de Lemos y el duque de Monteleón.

El padre Florencia continuaba siendo, a pesar de Lerma, el hombre más influyente de la Compañía en la Corte, tras la elección del nuevo general, el veneciano Mucio Vitelleschi. Su palabra predicada, a pesar de su reconocida prudencia pero sobre todo por su decidida claridad, se convirtió en su principal recurso.

El propio Felipe III reconoció que en uno de estos sermones encontró la razón que le llevó a prescindir de los favores del duque de Lerma en 1618. No sólo eso. Florencia fue llamado por el Monarca en los últimos momentos de su vida, cuando el propio jesuita, ante la insistencia de Felipe III, obtuvo algunos favores para su Orden y la necesidad de seguir trabajando para el reconocimiento pontificio de la Concepción Inmaculada de la Virgen por parte del Papa. Sin embargo, lo que más preocupó a Felipe III, agonizante, era el buen gobierno, la honra de los que eran buenos y el castigo de los “bellacos”. El papel que adquirió Florencia en estos momentos fue en detrimento del que había sido confesor del Rey, el dominico fray Luis de Aliaga, acusándole el Monarca de la mala dirección de su alma. El jesuita, sin embargo, se convirtió en el bálsamo tranquilizador para un Rey atormentado: “¡Oh, si Dios me diese vida —decía—, quán diferentemente gobernara!”. Desde las honras fúnebres de Felipe III se le consideró el “predicador de reyes y rey de los predicadores”.

La actitud de los jesuitas (sobre todo los que habían dirigido a la reina Margarita) hacia Lerma se encontraba muy relacionada con la política internacional pacifista desde la cual el valido había afrontado los problemas del Imperio —que eran también los de la defensa del catolicismo frente a los protestantes—, sustituyendo la relación privilegiada Madrid-Viena por una política profrancesa, representada en los matrimonios principescos concertados con los Borbones.

Florencia fue bien recibido por Felipe IV, mostrándose el jesuita partidario públicamente de Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares. En sus sermones no dejaba de aprovechar ocasión para trazar los rasgos del valido adecuado. Era la hora de acabar con la elite política anterior que había conducido a esta Monarquía al declive. Junto a Olivares se encontraba su confesor, el también jesuita Hernando de Salazar, vía de comunicación del general Vitelleschi con el ministro español. En el nuevo panorama político, Florencia fue nombrado confesor de los infantes Carlos y Fernando, este último promovido como cardenalarzobispo de Toledo, el famoso cardenal-infante que retratase en plena actividad cinegética Diego Velázquez.

Además, contaba con un asiento en la Junta para la restauración moral de Castilla o también llamada Junta de Reformación, desde la cual se iba a promocionar la creación de los nuevos Estudios Reales en Madrid, cuya dirección se disponían a recibir los jesuitas y que tanta oposición desencadenaron en el panorama universitario español.

Con todo, su prepósito Vitelleschi le advirtió de ciertos comportamientos que no consideraba habituales en un religioso. Por eso, sus opositores se despachaban con Florencia a través de la sátira, como la que le dedicó Luis de Góngora. El predicador formó parte de la Junta de Teólogos que debía dictaminar sobre la conveniencia del matrimonio entre la infanta española María —hermana del Monarca— y el príncipe de Gales, Carlos Estuardo. Ellos establecieron que aquel matrimonio no iba a ser portador de paz aunque quizás podría facilitar la conversión al catolicismo del que habría de ser el próximo rey de Inglaterra.

Finalmente, la boda no se celebró. Florencia se había convertido, cada vez más, en un ministro. Formaba parte de la llamada “inteligentsia jesuítica”, en expresión de Julián Lozano, de la que se vale la curia de la Compañía para asuntos de clara trascendencia espiritual y de importancia política, siendo también estos jesuitas vehículo para conseguir las aspiraciones de nobles que formaban parte de las clientelas jesuíticas en la Corte madrileña. Todo ello se tradujo en los comportamientos suntuosos del predicador.

No fueron Florencia y el confesor de Olivares, el padre Salazar, los únicos jesuitas cercanos al poder, pues a ellos se unieron los padres Albornoz y Francisco Pimentel.

Le advertía su superior general sobre el peligro de que Olivares instrumentalizase su contacto con él y su dirección espiritual. El puesto central de la Compañía en la Corte se fue desplazando hacia el citado padre Salazar. Como predicador se podía inscribir dentro del conceptismo moderado, evitando por su claridad desarrollar oscuridades que impidiesen el entendimiento de lo que resaltaba desde el púlpito, evitando además los neologismos y las exageraciones.

Por eso, recibió el entusiasmado elogio de autores como el también jesuita Baltasar Gracián, el cual le denominaba el “Ambrosio de este siglo”.

Entre julio de 1628 y febrero de 1629, Jerónimo Florencia gobernó el Colegio Imperial de Madrid, aunque desde entonces comenzó a vivir un proceso de parálisis que le condujo a la reclusión durante los cuatro últimos años de su vida, padeciendo el olvido de los que le habían rodeado. Murió en marzo de 1633.

Su nombre fue incluido en el Catálogo de Autoridades de la Real Academia de la Lengua.

 

Obras de ~: Sermón de la gloriosa Assumpción de nuestra Señora que predicó el vltimo día del novenario que hizo el Cardenal de Toledo, D. Bernardo de Sandoual y Rojas, a la dedicación del Sagrario de la santa Iglesia, s. f.; Sermón [...], en la Sancta Yglesia colegial de los Santos Mártires Iusto y Pastor, al entierro y cuerpo presente del Señor don García de Loaysa Gyron, Arçobispo de Toledo, Alcalá de Henares, casa de Iuan Gracián, 1599; Sermón que predicó a la majestad del rey don Felipe III [...] en las honras que Su Majestad hizo a D.ª Margarita, su muger en San Jerónimo el Real de Madrid a 18 de Noviembre de 1611, Madrid, por Iuan de la Cuesta, 1611 (Valencia, por Iuan Crisóstomo Garriz, 1612); Sermón segundo que predicó [...] en las honras que hizo a la reyna doña Margarita la villa de Madrid en Santa María, a 19 de Diciembre de 1611, Madrid, por Luis Sánchez, 1612; Sermón que predicó en la beatificación de la santa Madre Teresa de Jesús en el conuento de San Hermenegildo de los Padres Carmelitas Descalços en Madrid, s. l., 1614?; Sermón que predicó a la majestad católica del rey don Felipe Quarto [...] en las honras que su Majestad hizo al rey Felipe III en San Jerónimo el Real de Madrid a quatro de Mayo de 1621, Madrid, por Luis Sánchez, 1621(?) (Sevilla, por Alonso Rodríguez Gamarra, 1621; Barcelona, por Lorenzo Déu, 1621; Zaragoza, por Iuan de Lanaja, 1622); Sermón en las honras del conde de Lemos, Madrid, por Luis Sánchez, 1622; Sermón que predicó [...] en las honras al señor don Héctor Pignatelo, Duque de Monteleón, en el Monasterio de los Padres Capuchinos de la villa de Madrid a 22 de agosto de 1622 [...]: va al fin la relación de su muerte, Barcelona, Imprenta de Lorenzo Déu, 1622; Marial qve contiene varios sermones de todas las fiestas de Nuestra Señora, predicados a las Majestades de Philippo III y Philippp IIII, Alcalá de Henares, casa Iuan de Orduña, Madrid, 1625-1629, 2 ts.; Carta del Padre Jerónimo de Florencia, Retor del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid [...] para los Superiores y Religiosos de la Compañía de Jesús desta Provincia, sobre la muerte y virtudes del Padre Gaspar Sánchez, Madrid, 1628.

 

Bibl.: J. de Montalvo, De la vida y muerte del padre Jerónimo de Florencia, s. f. (Archivum Romanum Societatis Iesu, Toletum, 45) (ed. en F. Fita, Galería de jesuitas ilustres, Madrid, Imprenta de D. Antonio Pérez Dubrull, 1880, págs. 65-92); H. D. Smith, Preaching in the Spanish Golden Age. A Study of some Preachers of the Reign of Philip III, Oxford, University Press, 1978; M. Sánchez, The Empress, the Queen and the Nun. Women and Power at the Court of Philip III, Baltimore y London, The John Hopkins University Press, 1998; F. Herrero Salgado, La oratoria sagrada en los siglos xvi y xvii. La predicación en la Compañía de Jesús, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2001; J. J. Lozano Navarro, La Compañía de Jesús y el poder en la España de los Austrias, Madrid, Cátedra, 2005; F. Negredo del Cerro, Política e Iglesia: los predicadores de Felipe IV, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, Cd-Rom, 2005.

 

Javier Burrieza Sánchez

 

 

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