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Margarita de Austria

Biografía

Austria, Margarita de. Sor Margarita de la Cruz. Viena (Austria), 25.I.1567 – Madrid, 1633. Archiduquesa de Austria, princesa, religiosa.

Fue la hija menor de la emperatriz María (hija de Carlos V y hermana de Felipe II) y de Maximiliano II, Emperador del Sacro Imperio. Nacida en Viena el 25 de enero de 1567, Margarita dejó Centroeuropa en 1581 para acompañar a su madre a España.

La emperatriz María decidió regresar a su patria en Castilla tras la muerte de su esposo y se fue con ella Margarita, que era la única hija de la Emperatriz que quedaba soltera (pues su otra hija viuda, Isabel, siguió viviendo en Viena). A su llegada a Madrid en marzo de 1582, ella y su madre se hospedaron en el convento de las Descalzas Reales, pero muy poco tiempo después viajaron a Portugal para ver a Felipe II, que se encontraba allí realizando su primera visita como Soberano de aquel reino.

El biógrafo de Margarita, fray Juan de la Palma (un franciscano que prestó servicio como confesor de Margarita en los últimos años de su vida y que escribió dicha biografía a petición de Felipe IV), señala que Felipe II había invitado a su hermana María y a su sobrina Margarita a Lisboa porque deseaba contraer matrimonio con una de las hijas de la Emperatriz —o Isabel, que contaba con veintiocho años y vivía en un convento, o Margarita, que por entonces contaba unos quince años y que aparentemente ya tenía intención de convertirse en monja—. Según Palma, el confesor de Margarita, Juan de Espinosa, y el mayordomo de la emperatriz María, Juan de Borja, animaron a Margarita a casarse con Felipe II, diciéndole que era su deber como miembro de la Casa de Austria. La Emperatriz, sin embargo, no parecía partidaria de este matrimonio entre Felipe y Margarita, y, de hecho, cuando la archiduquesa regresó a Madrid en 1583, ingresó en el convento de las Descalzas y adoptó los votos iniciales como monja franciscana descalza en 1584 y los plenos en 1585. Un grabado de Pedro Perret (quien realizó para la biografía de fray Juan de la Palma una serie de estampas que ilustran la vida de Margarita) muestra a la joven archiduquesa con el cabello largo y una corona de flores, caminando hacia el altar en donde la abadesa de las Descalzas le iba a cortar el pelo antes de tomar los hábitos.

Fray Juan de la Palma y fray Hortensio Paravicino, que pronunció un sermón de elogio en sus honras fúnebres, alabaron particularmente su elección del humilde modo de vida propio de una monja de clausura cuando ella podría haber sido reina de España.

Margarita tomó sus votos muy en serio y cuando una epidemia de peste asoló Madrid en 1599, la emperatriz María le pidió permiso al Papa para que Margarita recibiese una dispensa que les permitiese salir del convento. Margarita se negó a recibir semejante trato de favor a menos que fuese otorgado también a todas las demás monjas de su comunidad, y en 1603 mientras su madre yacía agonizante en su lecho de muerte, Margarita no dejó de atender la rutina diaria de sus oficios religiosos. A la muerte de la emperatriz María, Felipe III le pidió a Margarita que aceptase a algunos de los criados de su madre y que asumiese la práctica que ella solía tener de dar audiencia a embajadores extranjeros y nuncios pontificios. Mientras que estas funciones no representaban ningún problema para la Emperatriz, la cual pese a vivir en las Descalzas no era monja, resultaban más complicadas para Margarita, pues había tomado los votos propios de una monja de clausura más severa. Palma informa que Margarita consideraba que estas labores eran contrarias a su profesión y se mostró al principio reacia a aceptar lo solicitado por Felipe III. Acabó conservando a un número muy reducido de criados y consintió en dar audiencias a través de la pequeña ventana que había en el comulgatorio, es decir, más de lo que otras monjas habrían hecho, pero bastante menos de lo que solía hacer la Emperatriz.

Vivió el resto de su vida en este convento de clausura. Sufría graves trastornos en sus ojos y progresivamente se fue quedando ciega (lo era en su totalidad hacia 1625). Durante su vida como monja, Margarita mostró una especial devoción por el Niño Jesús y por la Virgen, y promovió activamente el culto de la Inmaculada Concepción. Solía meditar particularmente sobre la muerte y en su breviario tenía un dibujo con las calaveras de veintiséis miembros de su familia que habían fallecido para poder meditar sobre sus muertes y rezar por sus almas. Escribió un libro de rezos titulado Ejercicio de devoción y oración para todo el discurso del año del Real Monasterio de las Descalzas Reales (Amberes, 1622). Tras su muerte en 1633, las monjas de su convento iniciaron el proceso, nunca concluido, para su beatificación.

A pesar de ser una monja de clausura, Margarita se mantuvo estrechamente ligada al mundo exterior, y sobre todo con su familia. Tanto Felipe II como su sucesor Felipe III dejaban a sus hijos en el convento de las Descalzas cuando salían de Madrid y de esta forma Margarita llegó a conocer muy bien a los miembros de la Familia Real. Ella desarrolló una relación de amistad especialmente íntima con la hija mayor de Felipe II, Isabel Clara Eugenia, que dejó España en 1599 para prestar servicio como cogobernadora de los Países Bajos (en compañía de Alberto de Austria). Sor Margarita de la Cruz también intervino directamente en el intercambio de regalos que se establecía con otros miembros de la familia Habsburgo y sus parientes de Centroeuropa dependían de que ella les proveyese de bienes suntuarios exóticos y otros productos que solían coleccionar o que usaban como regalos de Corte. En cierta ocasión, Margarita también envió un rosario a la reina Ana de Dinamarca, esposa del soberano inglés Jacobo I, dando muestras de su preocupación por la atracción personal que aquella reina sentía hacia la fe católica.

Margarita también desempeñó un papel clave en la llegada de otras dos parientes femeninas a las Descalzas Reales —Ana Dorotea, hija ilegítima del emperador Rodolfo II, y Catalina de Este, nieta de la hija de Felipe II, Catalina Micaela—, en donde ella veló por su formación religiosa.

Pese a su aparente aversión a dar audiencias y a interactuar con el mundo secular, sor Margarita de la Cruz participó activamente en la vida política de las Cortes de Felipe III y Felipe IV. Mantenía correspondencia con el duque de Lerma, privado de Felipe III, y actuaba como una de las principales valedoras de los Habsburgo austríacos en la Corte española, sobre todo después de la muerte de la reina Margarita en 1611. Se interesaba particularmente por el desarrollo de los acontecimientos en Europa Central y hacía instancias a Felipe III y a Lerma (o a Felipe IV y a su primer ministro el conde duque de Olivares) solicitando mercedes y ayudas para sus parientes. Sus cartas a este respecto muestran que estaba al corriente de complicados detalles sobre cómo debían pagarse las pensiones concedidas a sus familiares. Apoyó el matrimonio entre la infanta María, hija de Felipe III, y el archiduque Fernando (en lugar de un enlace con el príncipe Carlos de Inglaterra), y urgió insistentemente a Felipe III y a Felipe IV para que proporcionasen asistencia militar y financiera a sus parientes centroeuropeos. Su estrecha amistad con la reina Margarita también la alineó en una facción opuesta al duque de Lerma. Felipe III solía visitar a Margarita de la Cruz con frecuencia y, por ello, el Consejo de Estado llegó incluso a recordar al Rey que debía ser reservado con cuanto trataba en sus conversaciones con Margarita, porque ella informaba a otros de lo que se le había dicho.

Su vida permite ejemplificar las conexiones directas que existían entre los conventos y la Corte en los siglos XVI y XVII, y pone de manifiesto el hecho de que las monjas de clausura, sobre todo aquellas que pertenecían a la nobleza o a la Familia Real, estaban implicadas y se preocupaban por cuestiones propias de la vida seglar. Pero sin duda también es un claro ejemplo del atractivo que la vida conventual tenía para los Habsburgo.

 

Fuentes y bibl.: Biblioteca Nacional de España (Madrid), ms. 687, Cartas de Margarita de la Cruz al duque de Lerma, fols. 705-716v.; ms. 915, Cartas de Margarita de la Cruz a Felipe III, fols. 93-119r.

H. F. Paravicino, “Margarita o Oracion Funebre en las honras de la serenissima infanta del imperio de Alemania, Reynos de Bohemia, Ungria, Morabia, etc., Sor Margarita de la Cruz [...]”, en Oraciones evangélicas, y panegíricos funerales que a diversos intentos dixo, Madrid, 1641 (ed. crít. de F. Cerdán, Madrid, Castalia y Comunidad de Madrid, 1994); J. M. Pou y Martí, “Embajadas de Felipe III a Roma pidiendo la definición de la Inmaculada Concepción de María”, en Archivo Ibero-Americano, 36 (1933), págs. 37-38; J. de la Palma, Vida de la Serenissima Infanta Sor Margarita de la Cruz, religiosa descalza de Santa Clara, Sevilla, 1653; E. Tormo, En las Descalzas Reales: Estudios históricos, iconográficos, y artísticos, Madrid, Junta de Iconografía Nacional, 1915-1917; A. Matilla Tascón (ed.), Testamentos de 43 Personajes del Madrid de los Austrias, Madrid, 1983, págs. 141-148; M.ª L. Sánchez hernández, Patronato Regio y órdenes religiosas femeninas en el Madrid de los Austrias: Descalzas Reales, Encarnación y Santa Isabel, Madrid, FUE, 1997; M. S. Sánchez, The Empress, the Queen, and the Nun. Women and Power at the Court of Philip III of Spain, Baltimore, the Johns Hopkins University Press, 1998; M.ª L. Ruiz Gómez, “Princesses and Nuns: The Convent of the Descalzas Reales in Madrid”, en Journal of the Institute of Romance Studies, vol. 8 (2000), págs. 29-46; E. Hope Goodman, Royal Piety: Faith, Religious Politics, and the Experience of Art at the Convent of the Descalzas Reales in Madrid, tesis doctoral, New York University, 2001, págs. 159-171; A. Pérez de Tudela y A. Jordan Gschwend, “Luxury Goods for Royal Collectors: Exotica, Princely Gifts and Rare Animals Exchanged between the Iberian Courts and Central Europe in the Renaissance (1560-1612)”, en Jahrbuch des Kunsthistorischen Museums Wien, 3 (2001), págs. 1-127.

 

Magdalena Sofía Sánchez