Bustos, Rodrigo de. Tomás de la Virgen. Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), I.1587 – Madrid, 7.X.1647. Trinitario descalzo (OSTD), venerable.
Rodrigo de Bustos, hijo de Juan Tomás de Bustos (cuyo padre fue primo hermano de santo Tomás de Villanueva) y de María Sánchez Mejía, fue bautizado en la parroquia de San Andrés Apóstol, de Villanueva de los Infantes, el 21 de enero de 1587. En 1603, san Juan Bautista de la Concepción fundó el convento de trinitarios descalzos en Villanueva de los Infantes, en las inmediaciones de la casa de la familia Bustos; Rodrigo frecuentó la iglesia de los descalzos, y sintió deseos de ingresar entre ellos. El 29 de abril de 1606 tomó el hábito en dicho convento de manos del mismo santo reformador; fue enviado a Madrid para hacer su noviciado en la casa que había donado el duque de Lerma para convento de la descalcez trinitaria, y en la que se colocó el Santísimo Sacramento el 7 de abril de 1606. Durante el noviciado, llamó poderosamente la atención de sus compañeros de comunidad por su oración continua, por sus penitencias y especialmente por el silencio que guardaba; silencio que impresionó al mismo san Juan Bautista de la Concepción, quien, pasando por Madrid, tuvo interés en hablar con él, descubriendo la solidez de su espiritualidad, como el mismo reformador confiesa en sus obras. El 1 de mayo de 1607 emitía su profesión religiosa cono fray Tomás de la Virgen, nuevo nombre tomado por Rodrigo de Bustos en religión, y con el que fue conocido en adelante.
Pocos días después de su profesión, san Juan Bautista, como ministro provincial, le mandó ir a Córdoba con el primer grupo de trinitarios descalzos que debía fundar nuevo convento en aquella ciudad. El lugar fue junto a la Puerta de Plasencia, en la pequeña ermita de la Virgen de Gracia y unas casas ruinosas aledañas que habían donado para convento. Para vivir, el grupo de frailes tenía que pedir limosna, llevando una vida de pobreza extrema, entregada a la oración y las penitencias. Precisamente en Córdoba se manifestó por primera vez la misteriosa enfermedad que fue compañera de por vida de fray Tomás: durante la oración comunitaria, estando sumido en las profundidades de la contemplación, hizo un esfuerzo por disimular los efectos de un arrobo, que se tradujo en una copiosa hemorragia que hizo temer por su vida; se recuperó, pero en el verano de 1608, pidiendo limosna en las eras de Bujalance con un costal al hombro, recayó de nuevo. Los médicos afirmaron que tenía rotas cinco venas en el pecho. Para recuperarse, los superiores lo enviaron a su pueblo natal, Villanueva de los Infantes; pasó un tiempo en la cercana localidad de Almedina, en casa de un tío suyo.
Fue destinado al convento de La Solana, donde parece que la recuperación fue completa; convivió allí durante algún tiempo con san Miguel de los Santos y con san Juan Bautista de la Concepción.
El 21 de abril de 1612, en Cuenca, recibió la ordenación sacerdotal de manos del obispo Andrés Pacheco, marchándose a su pueblo natal para celebrar la primera misa; mas como los síntomas de la enfermedad volvieron a aparecer, los superiores le mandaron al convento de Alcalá de Henares, para que se pusiera en manos del que era considerado mejor médico del reino, Pedro García; sin muchas esperanzas, se le asignó definitivamente la conventualidad de Madrid.
A partir de 1613 ya no podrá levantarse de la cama; ésta será su situación durante los siguientes treinta y cuatro años, hasta el día de su muerte. Todos estos años los pasará en la misma celda, de “once pies en cuadro”, con una ventana, un crucifijo y una estampa de la Virgen en la pared. Inmovilizado en la cama, la fama del “Santo Enfermo” de los descalzos trinitarios se expandirá por Madrid y aun por toda España, siendo uno de los grandes guías espirituales de la sociedad madrileña de los reinados de Felipe III y Felipe IV. Su vida pasa en oración continua, en medio de dolores provocados por la misteriosa enfermedad que los médicos no supieron nunca diagnosticar, y cuyos síntomas son narrados con profusión de detalles por quienes lo conocieron.
Su consejo fue buscado y apreciado, tanto por grandes personajes como por el pueblo llano. Cesare Monti, durante su período como nuncio en Madrid (1630- 1634), consultaba con fray Tomás los más variados asuntos, recompensándole con el privilegio de que se pudiera celebrar misa en su celda; los nuncios le consultaban asuntos en nombre de Urbano VIII, quien le mandó desde Roma un magnífico crucifijo de marfil, conocido como Cristo de la Buena Muerte, muy venerado por fray Tomás, de gran devoción hasta hoy, y que se conserva en el madrileño monasterio de San Ildefonso, de trinitarias de clausura. Urbano VIII encargó a Cesare Facchinetti, su nuncio en Madrid (1639-1642), que no tomara decisiones importantes sin consultar antes con fray Tomás de la Virgen. Giovanni Battista Pamphili (más tarde papa Inocencio X), durante su nunciatura en Madrid (1626-1630) se aconsejaba con fray Tomás, visitando frecuentemente su celda; Giulio Rospigliosi (futuro Clemente IX) durante su nunciatura (1644-1652) lo trató con la máxima veneración, tanta, que la primera vez que entró en su celda estuvo todo el tiempo de la entrevista de rodillas, sin que los ruegos de fray Tomás bastaran para hacerlo levantar del suelo. Entre otros altos prelados que se aconsejaban con fray Tomás hay que citar a los cardenales Borbildeo, Pimentel y Sandoval.
La reina Isabel de Borbón enviaba con frecuencia casi diaria a un lacayo para exponer a fray Tomás los más variados asuntos, con encargo de llevarle su respuesta; mandó pintar un cuadro con la efigie del fraile para colocarlo en sus aposentos, teniendo la costumbre de hablar con fray Tomás a través del lienzo, como si estuviera físicamente presente. La relación más interesante es, sin duda alguna, la que mantuvo con Felipe IV, conservándose un rico e interesante epistolario, recientemente publicado. Era visitado frecuentemente por el duque de Lerma, y con mayor frecuencia aún por el conde duque de Olivares, que pedía consejo en las más diversas situaciones a fray Tomás, de cuyos labios escuchó la denuncia que más temía: “Su valimiento es la causa de la ruina de estos reinos; si no renuncia de grado, yo pediré a Dios que se lo quite”. Tuvo también trato con Lope de Vega, que lo visitó en su celda varias veces.
Fue la persona más influyente que tuvo la descalcez trinitaria en aquellos tiempos; por indicación de sus superiores hizo valer esta influencia, especialmente en las fundaciones de los conventos de Antequera y Alcázar de San Juan, y en la aprobación definitiva de las Constituciones de la descalcez trinitaria, en las que intervino el cardenal Bandino, muy devoto de fray Tomás. A instancia suya, el duque de Lerma cedió al convento la plaza colindante al convento (perteneciente a la gran finca que había adquirido junto al Prado de San Jerónimo), lugar de recreación para la Corte, en que se celebraban frecuentes espectáculos taurinos que alteraban la paz del convento trinitario, razón por la que el vicario general, fray Gabriel de la Asunción, había tomado la decisión de abandonar el lugar, extremo que se evitó con la intervención de fray Tomás ante el duque.
Fray Tomás de la Virgen murió en su celda, el 7 de octubre de 1647, aclamado por el pueblo de Madrid en sus multitudinarios funerales como santo.
El cardenal Baltasar de Moscoso y Sandoval autorizó el inicio del proceso informativo en orden a su canonización, que se desarrolló entre 1655 y 1659.
En 1774 se introducía en la Sagrada Congregación de Ritos su causa. Pío VII, lo declaró venerable el 22 de septiembre de 1805, al aprobar sus virtudes en grado heroico, en solemne acto para el que se desplazó al convento romano de San Carlino de las Cuatro Fuentes, de trinitarios españoles, en cuya Sala de Venerables se promulgó el decreto. Los restos del venerable, después de varias vicisitudes tras la desamortización de Mendizábal, reposan hoy en la iglesia conventual de los trinitarios en Valdepeñas (Ciudad Real).
Obras de ~: J. M. Martínez Val y M. Peñalosa (eds.), Un epistolario inédito del reinado de Felipe IV (Correspondencia del Venerable Fray Tomás de la Virgen), Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 1961.
Bibl.: A. de Andrade, Vida de los gloriosísimos Patriarcas San Juan de Mata y San Félix de Valois, Madrid, 1668, págs. 263- 282; E. del Santísimo Sacramento, Vida del Vener. Padre F. Tomás de la Virgen, Madrid, Blas de Villanueva, 1717 (Roma, 1897); F. de San Bernardo, Vida del prodigioso Job de estos siglos, el venerable Padre fray Thomás de la Virgen, religioso descalzo de la Orden de la Santíssima Trinidad, Madrid, Antonio Marín, 1747; E. del Santísimo Sacramento, Vita del Venerabile Padre Tommaso della Vergine, Roma, 1806; F. de la Virgen, Vida del Venerable Padre Fray Tomás de la Virgen, Vitoria, 1948 (Buenos Aires, 1948); A. Rodríguez Borrego, Camino de infierno y gloria. Compendio de la vida del Vnble.
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Pedro Aliaga Asensio, OSST