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Ana Francisca Abarca de Bolea Mur y Castro

Biografía

Abarca de Bolea Mur y Castro, Ana Francisca. Zaragoza, IV.1602 – Casbas (Huesca), c. 1687. Religiosa cisterciense (OCist.) en el monasterio de Santa María, en Casbas, y escritora.

Ana Francisca Abarca de Bolea Mur y Castro, hija de Martín Abarca de Bolea y de su segunda esposa, Ana de Mur, pertenece a una de las más ilustres e influyentes familias aragonesas, los Abarca de Bolea, entre los que figuran personalidades que destacaron en los más variados campos: la milicia, la diplomacia, la jurisprudencia, la política, la intelectualidad y la literatura.

La familia de Martín repartía sus estancias, a lo largo del año, entre las posesiones de Zaragoza, Huesca y Siétamo, principalmente. En abril del año 1602 Ana de Mur se encontraba en Zaragoza y allí dio a luz a su hija Ana Francisca, quien el día 20 de este mes fue bautizada en la parroquia de San Felipe.

Nace, pues, Ana Francisca Abarca de Bolea a principios del gran siglo barroco, momento crítico de la historia de España, en una gran ciudad española y en el seno de una de las familias aragonesas más relevantes, de elevadísimo nivel cultural, lo que influiría, sin duda, en su inquietud intelectual y en la orientación de su vocación literaria.

En la localidad oscense de Casbas se levanta el famoso monasterio cistercense de Santa María, fundado por la condesa Oria de Pallás en 1172. Este convento, que a principios del siglo xvii se encontraba en una situación espléndida, realizó una trascendental labor docente a través de su escuela monástica femenina, una de las más prestigiosas del Reino. Pues bien, a este cenobio fue confiada la educación de la niña Ana Francisca a la tempranísima edad de tres años. Este hecho, que hoy nos parece incomprensible y sorprendente, responde a una costumbre monástica y social de la época y es confirmada por ella misma y por varios testimonios contemporáneos.

Hechos gravemente decisivos en la adolescencia de Ana Francisca serían los fallecimientos de sus padres, cuyas fechas se han podido descubrir en protocolos notariales conservados en el Archivo Histórico Provincial de Huesca. La madre murió en Siétamo el 10 de julio de 1614, y el padre, también en Siétamo, dos años más tarde, el 13 de febrero de 1616, de modo que Ana Francisca queda huérfana de padre y madre a la edad de catorce años.

Ocho años más tarde, el día 4 de junio de 1624, tuvo lugar un importante acontecimiento, el acto de su profesión religiosa. En el archivo del convento se conserva la fórmula latina de la promesa de fidelidad en dos documentos: una cédula suelta (enmarcada en artístico dibujo) y una copia en el titulado Libro de las profesiones, esta última con la firma autógrafa de la joven profesa.

A los veintidós años, pues, la joven Ana Francisca Abarca de Bolea formaba ya parte de la comunidad de monjas profesas del monasterio de Santa María de Casbas, y los juicios elogiosos expresados por superiores y amigos en los preliminares de las obras de la monja escritora nos hablan de su autodidactismo, de su gran erudición y de una dedicación entusiasta a varias aficiones literaria y artísticas, de modo que de estos testimonios se deduce que, desde su juventud, fue la suya una vida de intenso trabajo, “sin un instante de ocio”, puesto que el tiempo que le quedaba después de los ejercicios piadosos, propios de su estado, lo ocupaba en la pintura, el bordado, la música, la lectura, el estudio y la creación literaria, una de sus aficiones predilectas desde muy temprana edad. Especial interés ofrecen las reiteradas alusiones de los panegiristas referentes a su dedicación musical, que se relacionan con el dato biográfico, proporcionado por ella misma, de que, durante algún tiempo, desempeñó en el convento el cargo de cantora mayor.

Otro aspecto interesante de la actividad conventual de Ana Francisca es que desde el año 1642 hasta que fue nombrada abadesa en el 1672, es decir, durante treinta años, fue escribiendo una escueta crónica (en total siete folios), en la que reseña los fallecimientos de las religiosas desde 1602 y algunos otros hechos notables ocurridos en el convento.

Un rasgo muy sobresaliente de su espiritualidad fue la devoción a Santa María, titular del convento, venerada bajo la advocación de la Virgen de Gloria.

En el proemio de una de sus obras ella misma nos cuenta que, con motivo de una renovación del altar mayor, la imagen fue arrumbada en los rincones de la sacristía donde estuvo abandonada muchos años, hasta que el año 1640 “la colocaron en una capilla pequeñita que está contigua al coro baxo”. Aunque dice “la colocaron”, en realidad ella fue la causante de la colocación, mandando construir a sus expensas esta capillita.

En los años siguientes, la encontramos ya plenamente inmersa en su actividad intelectual y literaria y muy introducida en los círculos culturales zaragozanos y oscenses, como lo muestra una carta dirigida al cronista de Aragón Juan Francisco Andrés de Uztarroz el día 13 de mayo de 1645. Es esta carta la primera conocida de una serie muy interesante que pone de manifiesto la amistad de la monja no sólo con el famoso cronista, sino también con otras personalidades de la época.

El día 9 de octubre de 1646 ocurrió un luctuoso acontecimiento que conmovió a todos los españoles y especialmente a los aragoneses: la muerte en Zaragoza del príncipe Baltasar Carlos, hijo de los reyes Felipe IV e Isabel de Borbón. Con este motivo, siguiendo la costumbre de la época, fue convocado en Zaragoza un certamen fúnebre al que concurrieron muchos e importantes poetas. La convocatoria, obras presentadas y fallos del jurado nos son conocidos porque fueron publicados por el citado Andrés de Uztarroz (Oración fúnebre en las exequias que la Imperial ciudad de Zaragoza hizo a la muerte de su príncipe [...] y Contienda poética [...], Zaragoza, 1646). Ana Francisca participó en el certamen con dos sonetos, uno de los cuales mereció el tercer premio, consistente en unos guantes perfumados de ámbar.

Por estos años de mediados del siglo xvii es extraordinaria en toda España la actividad intelectual y artística, con una gran abundancia de certámenes poéticos, reuniones académicas y tertulias literarias, entre otras manifestaciones culturales.

Y en este espléndido ambiente, uno de los grupos más interesantes y valiosos radica en la ciudad de Huesca; es el de los eruditos y artistas que, con su mecenazgo y gran prestigio, centra la figura del prócer oscense Vincencio Juan de Lastanosa, cuyo palacio-museo es punto de reunión y de referencia donde tienen cabida todas las inquietudes de la literatura, de la ciencia y del arte en general. Pues bien, la monja de Casbas, a pesar de su estado religioso y de la clausura monástica, puede decirse que forma parte integrante del selecto grupo de amigos de Lastanosa (cuya figura más sobresaliente es Baltasar Gracián), ya que ella mantuvo una relación amistosa y literaria con los más importantes componentes del círculo lastanosino, que queda documentada, al menos, por lo que se refiere al propio Lastanosa, al cronista Andrés de Uztarroz, al padre Baltasar Gracián, al canónigo de la catedral de Huesca Manuel de Salinas, al poeta Francisco de la Torre, al historiador fray Jerónimo de San José y a Luis Abarca de Bolea, marqués de Torres.

Cuando en 1647 se publicó en Huesca El Discreto de Gracián, gracias al mecenazgo de Lastanosa, éste le envió un ejemplar a Ana Francisca, quien le correspondió con una décima en elogio del libro. El destinatario respondió con otra décima todos cuyos versos terminan, ingeniosamente, con la misma palabra que los del poema anterior; y, no menos ingeniosa, ella contesta a Lastanosa con una nueva décima en la que también los versos terminan con la misma palabra que los de los otros poemas, pero invirtiendo el orden en forma ascendente. Esta correspondencia poética, cordial y laudatoria, cuyos manuscritos se conservan en la Hispanic Society of America, es bien ilustrativa de una amistosa confianza entre Ana Francisca y Lastanosa.

La aparición, también en Huesca, en 1648, de la Agudeza y arte de ingenio, debió de producirle una gran satisfacción porque en el discurso XXXI, que trata “De la agudeza nominal”, Gracián la incluye entre los autores que le sirven para ejemplificar su teoría, dedicándole, además un expresivo elogio: “[...] la muy noble e ilustre señora doña Ana de Bolea [...] compitiéndose la nobleza, la virtud y su raro ingenio, heredado del insigne y erudito don Martín de Bolea, su padre [...]”.

Documento fundamental respecto a su pertenencia al círculo lastanosino son las cinco cartas fechadas entre 1645 y 1650, tres desde Casbas y otras dos desde Siétamo (que se conservan en la Biblioteca Nacional), dirigidas a Juan Francisco Andrés de Uztarroz. Es una correspondencia rica en datos biográficos que pone de manifiesto la amistad de la monja no sólo con el famoso cronista, a quien considera su mentor literario, sino también con Gracián y con Lastanosa. Gracias a estas cartas, se conoce el precario estado de salud que padecía la autora durante estos años; la estancia en Siétamo, en el castillo de sus sobrinos, los marqueses de Torres, durante el mes de agosto de 1650; el viaje (a instancias de sus parientes) a los “baños de Francia” el 27 de agosto del mismo año y una circunstancial visita a las ciudades de Zaragoza y Huesca, noticia que aprovecha para elogiar la casa de Lastanosa.

El mismo año, 1650, tuvo lugar en Huesca un acontecimiento histórico y literario en el que tomó parte activa Ana. El promotor fue su sobrino Luis Abarca de Bolea, marqués de Torres, gran aficionado a la poesía.

Se trata del certamen poético organizado con motivo del casamiento en segundas nupcias del rey Felipe IV con su sobrina Mariana de Austria. Entre otros muchos poetas aragoneses y navarros, concurrió Ana Francisca con un poema en octavas sobre el tema de la Purificación de la Virgen, que obtuvo el segundo premio y que, después, con ligeras variantes, incluyó en su obra Vigilia y Octavario de San Juan Baptista.

El año 1655, en la imprenta de los herederos de Pedro Lanaja y Lamarca, en Zaragoza, se publica la primera obra de doña Ana, titulada Catorce vidas de santas de la orden del Císter. Entre los preliminares, destaca por su importancia la “Epístola” del canónigo de la catedral oscense Manuel de Salinas, larga y elogiosa, que proporciona muy valiosos datos y pone de manifiesto el gran aprecio que sentía por la autora del libro. Por cierto que este texto nos aporta la noticia, no encontrada en ningún otro lugar, de que en el año de la publicación, 1655, desempeñaba en el monasterio el cargo de maestra de novicias.

En el “Proemio” de la obra se anuncia ya la publicación de otra, en la que probablemente se encontraría entonces trabajando y que apareció muchos años más tarde, en 1671. Se trata de la Vida de la gloriosa Santa Susana Virgen y Mártir.

A pesar de que la autora tenía ya sesenta y nueve años, sigue con entusiasmo su actividad literaria, pues en el “Proemio” de esta última obra, nos habla de otras dos, “que ya tengo trabajadas —dice— del origen y prodigios de la soberana Virgen de Gloria [...] y de la milagrosa vida del glorioso San Félix de Cantalicio [...]”. Se sabe que estaban completamente terminadas en 1677 por la alusión que aparece en el prólogo de la última obra, pero, lamentablemente, no llegaron a publicarse y los manuscritos han desaparecido.

Uno de los acontecimientos más importantes de la vida monástica de Ana Francisca es el de su elección como abadesa del monasterio, cargo de importancia y responsabilidad extraordinaria, ya que la prelada de Casbas no era en aquellos tiempos solamente conductora espiritual de la comunidad, sino también señora temporal del abadiado, constituido por muchos lugares, villas y castillos, sobre los que ejercía jurisdicciones, como sucesora, por derecho hereditario, de la condesa de Payas, fundadora del monasterio. Según el catálogo que se conservaba en el monasterio, publicado por varios eruditos, desempeñó este cargo en el cuatrienio 1672-1676.

Tres años más tarde, en 1679, ocurre el último acontecimiento literario de la vida de la monja escritora, la publicación de su única obra no histórica, sino de ficción, titulada Vigilia y Octavario de San Juan Baptista. Se trata de una miscelánea, al estilo de la época, compuesta por abundantes textos literarios, en prosa y verso (puestos en boca de los personajes), enmarcados en un ligero argumento pastoril, de modo que en esta obra quedan recogidos la inmensa mayoría de los muchos poemas que la autora escribió a través de su vida.

A partir de ahora las noticias sobre Ana Francisca son cada vez más escasas y, cuando se encuentran, su nombre aparece ya siempre vinculado con el de la religiosa Francisca Bernarda Abarca y Vilanova, su sobrina, quien debió de ser para ella una gran ayuda en la ancianidad. En este mismo año, 1679, muere en Huesca Antonio Abarca, hermano de Francisca Bernarda, y las dos monjas figuran entre los ejecutores testamentarios y tutores de la huérfana María Victoria Abarca.

En los últimos años de su vida, se sabe que tuvo la gran satisfacción de ver terminada la construcción del gran retablo barroco de la Virgen de Gloria costeado por ella y por su sobrina. Sobre el mismo, situado en la iglesia del convento, en las pinturas de la pared lindante con la bóveda, figura un medallón con la fecha de 1683.

Se ignora la fecha de su muerte. En 1685 todavía vivía, pues su nombre figura entre las asistentes a un capítulo conventual celebrado el 22 de agosto con motivo de la contratación de médico del convento, y el mismo día, tía y sobrina estampan su firma en un documento a través del cual actúan como tutoras de María Victoria Abarca. De un año más tarde, 9 de junio de 1686, es el último documento conocido en el que se cita a Ana Francisca, quien firma, juntamente, también en este caso, con Francisca Bernarda, de nuevo como tutoras de la misma niña oscense.

Aun desconociendo la fecha de su fallecimiento, es evidente el hecho de la longevidad de Ana Francisca, ya que alcanzó, al menos, la edad de ochenta y cuatro años. El silencio que se hace después sobre su persona, sin la aparición de nuevos rastros de su presencia en el mundo, nos hace suponer que sobreviviría poco tiempo a esa fecha de 1686, cuando en un documento de carácter familiar nos deja una firma autógrafa con la caligrafía temblorosa propia de su avanzada edad.

 

Obras de ~: Catorze vidas de santas de la Orden del Císter, Zaragoza, Herederos de Lanaja y Lamarca, 1655; Vida de la gloriosa Santa Susana, Virgen y Mártir, Zaragoza, 1671; Vida de San Félix de Catalicio (inéd.); Aparecimiento y milagros de la Virgen de Gloria (inéd.); Vigilia y Octavario de San Juan Baptista, Zaragoza, 1679 (ed. de M.ª A. Campo Guiral, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1994).

 

Bibl.: J. F. Andrés de Uztarroz, Contienda poética que la imperial ciudad de Zaragoza [...], Zaragoza, Hospital de Nuestra Señora de Gracia, 1646, págs. 112-113; J. F. Amada y Torregrosa, Palestra numerosa Austriaca [...], Huesca, Larrumbe, 1650, págs. 99-101; M. Salinas y Lizana, “Epístola a la ilustrísima señora doña Ana Francisca Abarca de Bolea y Mur” y F. de la Torre, “Carta a doña Ana Francisca Abarca de Bolea y Mur” en Catorze vidas, op. cit.; J. F. Andrés de Uztarroz, Aganipe de los cisnes aragoneses celebrados en el clarín de la fama, Ámsterdam, 1781 (Zaragoza, 1890), pág. 54; R. Muñiz, Biblioteca cisterciense española, Burgos, Joseph de Navas, 1793, págs. 1-4; M. Pozas, Mujeres célebres aragonesas, Zaragoza, 1884, págs. 165-168; J. Pérez de Guzmán, La Rosa. Manojo de la poesía castellana [...], Madrid, M. Tello, 1891, págs. 385-387; M. Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, t. I, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1903-1905, págs. 1-9. (reimpr., Madrid, Atlas, 1975); R. del Arco y Garay, “Una linajuda familia aragonesa de historiadores y poetas”, en Revista de Historia y Genealogía española (Madrid), II, 1-3 (1913); G. García Ciprés, Huesca, VII, 5 (1916), págs. 81-93; R. del Arco y Guiral, El Genio de la Raza. Figuras aragonesas (segunda serie), Zaragoza, Heraldo de Aragón, 1926, págs. 177-187; J. M. Castro y Calvo, Prosas y versos de doña Ana Francisca Abarca de Bolea, Zaragoza, Berdejo y Casañal, 1938; M. Alvar, Estudios sobre el “Octavario” de doña Ana Abarca de Bolea, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1945; M.ª A. Campo Guiral, “¿Dónde y cuándo nació Ana Francisca Abarca de Bolea?”, en Argensola (Huesca), 86 (1978), págs. 440-441; “El tema laurentino en la obra de Ana Francisca Abarca de Bolea”, en Nueva España (NE) (Huesca), 10 de octubre de 1979, pág. 38; VV. AA., Ana Abarca de Bolea. Obra en aragonés, Huesca, Consello d’a fabla aragonesa, 1980; M.ª A. Campo Guiral, “Abarca de Bolea, Ana Francisca”, en Gran Enciclopedia Aragonesa, t. I, Zaragoza, Unali, 1980, págs. 15-16; R. Vidal Celma, “Ana Francisca Abarca de Bolea historiadora de Casbas en el siglo XVII”, en Cistercium, julio-diciembre de 1985, págs. 387-392; M.ª A. Campo Guiral, “Contribución de Ana Francisca Abarca de Bolea al teatro navideño aragonés”, en NE, 10 de octubre de 1988, pág. 43; J. M. Oltra, “La hagiografía como pretexto autobiográfico en Ana Francisca Abarca de Bolea”, en La recepción del texto literario, Zaragoza, Universidad, 1988, págs. 70-103; M.ª A. Campo Guiral, Edición y estudio de la “Vigilia y Octavario de San Juan Baptista” de Ana Francisca Abarca de Bolea, tesis doctoral microfilmada, Zaragoza, Universidad, 1991; “Tres poemas inéditos en torno a El Discreto de Gracián”, en Alazet, Huesca, 3 (1991); “Una pintoresca corrida de toros del siglo XVII”, en Cuatro esquinas, Huesca, (10 de agosto de 1992); Ana Francisca Abarca de Bolea, Zaragoza, DGA, 1993; J. Olivares y E. Boyce, Tras el espejo la musa escribe (Lírica femenina de los siglos de Oro), Madrid, Siglo XXI, 1993; M.ª A. Campo Guiral, “Introducción” a A. F. Abarca de Bolea, Vigilia y octavario de San Juan Baptista, ed., intr. y notas de M.ª A. Campo Guiral, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1994; “Don Martín Abarca de Bolea, un escritor olvidado”, en Flumen, Huesca, 2 (1997), págs. 63-66; “Ana Francisca Abarca de Bolea”, en Desde el Torreón, Casbas de Huesca, 2 (1998), págs. 11-22; J. Whitenack y G. Campbell (eds.), Zayas and her sisters 1, Asheville, NC, Pegasus, 2000, págs. 355-409; M.ª A. Campo Guiral, “Ana Francisca Abarca de Bolea y el círculo lastanosino”, en Actas del 1.º y 2.º cursos en torno a Lastanosa. Los jardines: arquitectura, simbolismo y literatura, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2000, págs. 29-41; “Presencia de doña Ana Francisca Abarca de Bolea en el ambiente intelectual aragonés del siglo XVII”, en Zayas and her sisters 2, Binghamton, Global Publications, 2001, págs. 235-251; “El baile pastoril al nacimiento”, en Diario del Altoaragón, Huesca (29 de diciembre de 2002), pág. 11; “Ana Francisca Abarca de Bolea”, en Mulleralia, Huesca, 4 (2003), págs. 4-5.

 

María Ángeles Campo Guiral

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