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Francisco López de Urraca

Biografía

López de Urraca, Francisco. La Almunia de Doña Godina (Zaragoza), 1611 – Barbastro (Huesca), 27.I.1695. Agustino (OSA), catedrático, calificador del Santo Oficio y obispo de Bosa y Alguer (Cerdeña), y de Barbastro (Huesca).

Su padre se llamó Martín López y su madre Ana Gómez, de familia noble, vecinos de la villa de La Almunia de Doña Godina, en la ribera del río Jalón, provincia y diócesis de Zaragoza. Inclinado a la vida religiosa vistió el hábito de la Orden de San Agustín siendo todavía un adolescente. Profesó en el convento San Agustín de Zaragoza el día 6 de octubre de 1626, cuando era prior Simón Martínez.

Antes de concluir los estudios de Filosofía y Teología lo eligieron maestro de estudiantes, luego consiguió el grado de lector. Sus dotes intelectuales quedaron manifiestas cuando por la Universidad de Huesca obtuvo primero el grado de maestro en Artes y luego al ganar por oposición la cátedra de Artes, la de Vísperas de Teología y, finalmente, la cátedra de Prima de Teología. Durante varios años se dedicó a la docencia en la Universidad oscense, la primera fundada en Aragón, en el siglo xv.

Francisco López tuvo varios cargos en la Orden Agustiniana: prior del convento de San Agustín de Huesca (1645) y del convento-santuario de Nuestra Señora de Loreto, Huesca, en 1648 y 1660; provincial de la provincia de Aragón, elegido en el Capítulo de 1663, celebrado en Épila. Cuando ocupaba este cargo impulsó la observancia religiosa en las visitas que realizó a las comunidades y abasteció de salterios y martirologios a los conventos con menos recursos económicos. Siempre mostró especial atención y cuidado por los religiosos enfermos. A los conventos de religiosas, sujetos a su jurisdicción, les reguló el régimen de visitas. Visitador provincial en 1666. También fue calificador del Santo Oficio.

Una vez concluido su mandato de provincial, se incorporó a la Universidad como catedrático de Prima de Teología, hasta que el rey Carlos II, en fecha 16 de junio de 1670 le presentó para el Obispado de Bosa, en la isla de Cerdeña, y fue preconizado o elegido obispo por Clemente X el día 15 de enero de 1672. La consagración episcopal la recibió en la iglesia San Agustín de Zaragoza, la Dominica in Albis, que fue el 24 de abril de 1672, por el arzobispo de Zaragoza, Francisco de Gamboa (1599- 1674), asistido por Bartolomé Fontcalda (fallecido en 1674), obispo de Huesca, y Andrés Aznar Naves (1612-1682), obispo de Jaca. La ceremonia religiosa revistió un tono agustiniano al pertenecer todos los obispos allí presentes a la Orden agustiniana. Antes de salir para su diócesis presidió, por Orden del Rey, el Capítulo Provincial de los Trinitarios Calzados que celebraban en Daroca (Zaragoza); después visitó el Arzobispado de Zaragoza por encargo de su arzobispo Gamboa.

En Valencia, de camino hacia la isla de Cerdeña, visitó en el convento de Nuestra Señora del Socorro la tumba y reliquias de santo Tomás de Villanueva, celebrando misa muchos días sobre su altar. Embarcó en la ciudad de Cartagena con destino a su diócesis de Bosa, donde permaneció hasta 1677. En esta diócesis intentó reformar las costumbres de los eclesiásticos y del pueblo a través de la predicación y con el ejemplo de su vida como pastor solícito por sus fieles. A propuesta de Carlos II fue trasladado para la diócesis de Alguer, en la misma isla de Cerdeña. El cambio de sede se formalizó el 4 de junio de 1677, si bien el nombramiento de obispo de esta sede tuvo lugar el 13 de septiembre de 1677. El historiador y cronista Jordán dice que en la diócesis de Alguer fue López de Urraca “tan gran limosnero que su puerta de palacio era cofre para socorro de los pobres”. Cuando ya habían pasados tres años, el 30 de octubre de 1680, el mismo rey Carlos II decidió proponerle para la diócesis de Barbastro. Fue nombrado obispo de dicha sede el 14 de abril de 1681. Antes de salir de la diócesis de Alguer repartió con los pobres del Obispado los bienes y posesiones alcanzados con aquella mitra. Al año siguiente regresó a España. Antes de incorporarse a su nueva diócesis visitó de nuevo las reliquias de santo Tomás de Villanueva, en el convento del Socorro de Valencia y recibió numerosas visitas de personalidades valencianas, entre las que se contaron el virrey y el arzobispo.

De las múltiples actuaciones del obispo López de Urraca en la diócesis de Barbastro, destaca su labor como administrador de la hacienda de los pobres, viudas y huérfanos, procurándoles vestido y calzado, comida y dinero. Celebró, a su vez, un sínodo diocesano, cuyas Constituciones tienen fecha de 14 de noviembre de 1681. Compuso una carta pastoral que despachó el 4 de noviembre de 1688, llena de celo y sabiduría pastoral. Una copia de la misma mandó remitir a cada parroquia de la diócesis. En los años siguientes nuevas instrucciones doctrinales y pastorales ofreció a los párrocos y fieles, mostrándose fiel cumplidor de las leyes eclesiásticas expresadas en concilios y decretos pontificios.

A su costa restauró la iglesia de San Bartolomé y proporcionó ornamentos sagrados a las iglesias parroquiales de su Obispado. Generosas fueron sus limosnas. La aplicada durante la campaña de 1694 fue especial, ya que fue destinada para la construcción del Hospital de Gerona. López de Urraca se mostró hábil árbitro en disputas y desencuentros sociales y familiares. Aunque tuvo que iniciar varios pleitos en defensa de la mitra, sólo llegó a sentencia firme el tenido con la Compañía de Jesús, y todos le fueron favorables.

En seis ocasiones visitó la diócesis de Barbastro, cuatro de ellas recorrió toda la diócesis, ocupándose en la enseñanza de la doctrina de la Iglesia y predicando la palabra de Dios; la administración del sacramento de la confirmación y la visita a enfermos en sus casas. Siempre que pudo les socorría en sus necesidades con alimentos, medicinas, dinero y, como pastor de la Iglesia, les confortaba espiritualmente con los sacramentos de la Iglesia. Ya octogenario, emprendió su última visita pastoral en septiembre de 1694, llevando consigo a José Francisco Gil, agustino, para predicar en todos los pueblos del Obispado. A los curas diocesanos les entregaba dinero para que atendiesen a los pobres y enfermos de los pueblos de la diócesis.

En la iglesia de Barbastro permaneció hasta el día de su fallecimiento, si bien en los últimos tiempos de su vida nacieron en él deseos de renunciar a su Obispado para retirarse al convento de Nuestra Señora de los Arcos. Murió a los ochenta y cuatro años de edad y sus restos mortales recibieron sepultura en la catedral para consuelo de los fieles, aunque en el testamento había dispuesto que su cuerpo reposase en el convento agustino de los Arcos. En éste fue depositado el corazón de López de Urraca, tras el acuerdo alcanzado entre el prior de jurados de la ciudad de Barbastro, el deán de la catedral y los agustinos.

Su fama de santidad creció después de su muerte, motivo por el que se inició el proceso informativo sobre sus virtudes, aportando numerosos testimonios las personas que le conocieron y trataron, como su confesor, Felipe de Barbastro, capuchino; Miguel Blanco, rector de la parroquia de Salas y examinador sinodal del Obispado de Barbastro, y Juan Vicente Puzuelo, su mayordomo, entre otros.

 

Obras de ~: Constituciones sinodales del Obispado de Barbastro, Barbastro, 1681; Carta pastoral, Barbastro 1683; Sermones, exhortaciones y pláticas doctrinales, tres libros (inéd.).

 

Bibl.: D. Panzano Ibáñez de Aoiz, Vida del V. Obispo de Barbastro, D. Fray Francisco López de Urraca (inéd.); J. Jordán, Historia de la Provincia de la Corona de Aragón de la Sagrada Orden de los Ermitaños de N. P. San Agustín, III, Valencia, Imprenta Juan González, 1712, págs. 138-176; R. de Huesca, Teatro histórico de las iglesias del reino de Aragón, IX, Zaragoza, Oficina de Miedes, 1807, págs. 266-271; J. Lanteri, Postrema Saecula sex religionis augustinianae in quibus breviter recensentur illustriores viri augustinenses qui sanctitate et doctrina floruerunt post magnam Ordinis unionem peractam anno MCCLVI ab Alexandro IV usque ad haec tempora, Romae, Typ. Bernardi Morini, 1860, págs. 309-313; P. Sainz de Baranda, España Sagrada. XLVIII. La santa Iglesia de Barbastro en sus estados antiguo y moderno, Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1862, pág. 68; M. Gómez Uriel, Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa, aumentadas y refundidas en forma de Diccionario bibliográfico-biográfico, II, Zaragoza, Imprenta Calixto Ariño, 1885 (ed. facs., Zaragoza, Analecta Editorial, 2001, pág. 159); B. Moral, “Catálogo de escritores agustinos españoles, portugueses y americanos”, en La Ciudad de Dios, 68 (1905), págs. 579-580; S. Pintus, “Vescovi di Ottana e di Alghero”, en Archivio Storico Sardo, 5/1-2 (1909), pág. 117; M. de la Pinta Llorente, “Aportaciones Bio-bibliográficas inéditas para el ‘Ensayo del P. Gregorio de Santiago Vela’”, en Archivo Agustiniano, 50 (1956), págs. 54-55.

 

Rafael Lazcano González

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