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Beato Alonso de Mena Navarrete

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Biografía

Mena Navarrete, Alonso de. Logroño (La Rioja), 3.II.1578 − Nagasaki (Japón), 10.IX.1622. Sacerdote dominico (OP), mártir y beato.

A diferencia de su primo hermano Alfonso Navarrete, se encaminó hacia Salamanca para ingresar en el Convento de San Esteban. Aquí profesó (1594) e inició los estudios institucionales que luego continuaría en Filipinas. En efecto, salió de Sevilla rumbo a México (1597), yendo como presidente de la barcada el padre Miguel de Benavides, que acababa de ser nombrado obispo de Nueva Segovia, y al año siguiente se encontraba ya en la capital filipina.

Ya en Manila, el joven fray Alonso fue destinado al Convento de Santo Domingo para terminar los cursos teológicos que había interrumpido en España, en el Estudio General que el Capítulo Provincial de 1598 instituyó para los estudiantes que venían de la Península sin haber concluido estudios eclesiásticos. Una vez recibido el presbiterado, pasó a ejercer el ministerio pastoral en la colonia china de Binondo, extramuros de la ciudad. Esta labor le dio la oportunidad de estudiar la lengua china durante cerca de año y medio.

Fue escogido para acompañar al padre Francisco Morales y a sus tres compañeros en la fundación de la misión dominicana de Japón (1602). En suelo japonés compartió los difíciles pasos iniciales que exigían la creación y puesta en marcha del nuevo campo de apostolado, primero en el archipiélago de Koshiki y luego en Chôsa, ciudad donde residía el daimio o señor feudal. Su dedicación fue total. Por su conocimiento de la lengua china, al año de su llegada le fue encomendado visitar al sogún, general supremo Tokugawa Ieyasu, con el fin de solicitar permiso legal para establecer en Japón una comunidad dominicana. Era una labor comprometedora, pues el daimio de Satsuma había invitado a los dominicos a su feudo sin haber consultado antes con Tokugawa Ieyasu. De ahí que el señor feudal entregara a los religiosos una casa japonesa pero alejada de su propia residencia oficial.

La visita, sin embargo, tuvo éxito: el padre Mena consiguió permiso para fundar iglesias en cualquier parte de Japón y el señor feudal llegó a reconciliarse con el sogún. En vista de este feliz resultado, el señor de Satsuma pidió al padre Mena que fuera a Manila para entablar relaciones comerciales con sus territorios. El misionero fue efectivamente a la capital filipina y, aunque consiguió que los superiores reconocieran oficialmente la donación de casa e iglesia en Kyôdomari y que se fletase en Manila un barco con mercancías destinadas al feudo de señor de Satsuma, no fue posible establecer las relaciones permanentes que pretendía el daimio.

No sólo eso, sino que el padre Mena contribuyó decisivamente a fundar otros focos de acción misionera en distintas poblaciones del señorío de Hizen, hoy provincia de Saga. Se obtuvo también un territorio misional en este señorío (1606) y, como consecuencia, se crearon iglesias en varias poblaciones, como Hama y Kashima. Durante algún tiempo, esta zona gozó de tranquilidad y libertad de movimiento y fue escenario de expansión y actividad misionera gracias principalmente al dinamismo del padre Mena.

La situación, sin embargo, se fue deteriorando. Las primeras disensiones surgidas entre señores feudales cristianos (1613) hicieron que el clima acogedor se convirtiera en hostilidad, expulsión y abierta persecución por orden del sogún. Se entorpeció la actividad misionera de tal modo que los misioneros fueron expulsados de Hizen por orden del sogún y tuvieron que concentrarse en Nagasaki. A pesar de todo, el padre Mena continuó visitando clandestinamente a los cristianos de Hizen, aunque su trabajo se centró en Nagasaki, sobre todo atendiendo a los fieles desterrados de aquel señorío, agrupados bajo el nombre de “cristianos del padre Mena”. Para realizar su labor más libremente, se hospedó en la casa de Juan Shozaemon, desde donde podía desplazarse en sus giras misionales hasta las provincias vecinas. Pero estaba rigurosamente prohibido dar cobijo a los misioneros.

El padre Mena fue denunciado por un espía y arrestado en Nagasaki (1619) junto con Juan Shozaemon, cuatro vecinos más próximos y un sirviente del misionero.

Estos arrestos dieron como resultado el prendimiento del padre Francisco Morales, que luego compartiría cárcel y martirio con el padre Mena. Ambos religiosos fueron conducidos a la isla de Ikinoshima y, meses más tarde, encerrados en la terrible cárcel de Suzuta. Aquí compartieron sufrimientos y también consuelos espirituales y fuerzas morales para mantenerse firmes en la confesión de la fe.

El padre Morales escribió desde la cárcel: “El padre fray Alonso todavía anda malo”. Efectivamente, se encontraba gravemente enfermo, “soportando paciente y alegremente los dolores”. A pesar de todo, el padre Mena no dejó de escribir cartas y relaciones hasta el día 10 de septiembre en que, casi ciego, fue llevado al “monte santo”, nombre por el que se conocía la colina Nishizaka, lugar escogido en Nagasaki para ejecutar públicamente las sentencias de muerte de las víctimas cristianas. Allí se empleaban los más variados instrumentos de tortura con que eran castigados misioneros y cristianos. Solía ser un lugar concurrido al que se accedía en solemne y macabra procesión, durante la cual las víctimas eran paseadas a pie o a caballo, a veces con tablones sobre la espalda o con un cartel en que se hacía saber el motivo de la condena. El padre Mena, ya casi ciego, fue conducido a la colina, verdadero altar de sacrificio, y atado a la estaca número 13, de un total de veinticinco.

Murió asfixiado lentamente por el humo de la hoguera colocada a sus pies (10 de septiembre de 1622). Soportó el tormento, en frase del padre Diego Collado, testigo presencial, “como si fuera un cuerpo de piedra de mármol, sin hacer movimiento alguno”.

Beatificado por Pío IX (1867), tiene su fiesta señalada el 10 de septiembre.

 

Obras de ~: Cartas, ms. t. 191 (en Archivo de la Provincia del Santo Rosario [APSR]); Algunas causas de las competencias y enfados que entre Sahioye y los padres de la compañía ha habido, ms. t. 301, fols. 129-130 (en APSR); Breve relación de la persecución de 1614 y causas de ella, y de lo bien que los Cristianos de hizen lo hicieron, 1614, ms. 301, fols. 109-128 (en APSR); Del martirio de los santos japoneses Pedro y Pablo, 1617, ms. t. 301, fols. 139-140 (en APSR).

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Orden de Predicadores (Roma), Relación del martirio del santo P. Alfonso Navarrete, O. P [...], X, 163, fols. 218-236v.

T. Massetti, Lettere edificanti dei Fratri Predicatori martirizati nel Giappone, Roma, 1868; L. Pagès, Histoire de la religión chretienne au Japon. Annexe, Paris, C. Douniol, 1870; H. Ocio, Compendio de la reseña biográfica de los religiosos de la provincia del Rosario, Manila, Colegio de Santo Tomás, 1895, págs. 45-46; J. M. González, “Mena, Alonso de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, pág. 1467; P. G. Tejero y J. Delgado, “Mártires de Japón”, en Testigos de la fe en Oriente, Madrid, Secretariado de Misiones Dominicanas, 1987, págs. 34-36; J. Delgado, “El Beato Alonso de Mena, O. P.”, en Archivo Dominicano, t. IX (1988), págs. 205-266; H. Ocio y E. Neira, Misioneros Dominicos en el Extremo Oriente, vol. I, Manila, Life Today Publications, 2000, pág. 85; J. González Valles, “Beato Alfonso Navarrete y 19 compañeros mártires”, en J. A. Martínez Puche (dir.), Nuevo año Cristiano (septiembre), Madrid, Edibesa, 2001, pág. 183.

 

Jesús González Valles, OP

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