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Beato José Salvanés de San Jacinto

Biografía

Salvanés de San Jacinto, José. Villarejo de Salvanés (Madrid), 11.III.1580 − Nagasaki (Japón), 10.IX.1622. Sacerdote dominico (OP), beato.

A los diecisiete años de edad abrazó la vida religiosa en el Convento de Santo Domingo de Ocaña, Toledo (1598). Al terminar sus estudios filosóficos y teológicos en el Real Convento de San Pedro Mártir de Toledo, recibió el presbiterado. Movido por el deseo de trasladarse a Extremo Oriente para predicar el Evangelio en Filipinas, China o Japón, dio su nombre al padre Diego Aguarte, que a la sazón era procurador de la provincia del Rosario y tenía la misión de reclutar voluntarios para trabajar en Extremo Oriente.

Como era costumbre, el padre Salvanés con sus numerosos compañeros salió de España a primeros de julio de 1605, pero a su paso por México tuvo que detenerse allí por causa de una grave enfermedad —no se sabe cuál— durante un par de años, hasta que al fin, recuperado, pudo embarcar en Acapulco con destino a Manila.(1607). El trayecto hasta Filipinas fue bastante accidentado pues, aparte de las calenturas que afectaron a los tripulantes al llegar a San Juan de Ulúa, hubo inminente peligro de naufragio a causa de un fuerte huracán, pero felizmente llegaron sanos y salvos a Manila en mayo del mismo año.

En tierra filipina, fue enseguida destinado a la misión de Japón, donde ya se respiraban aires de persecución, por una orden del superior provincial y, juntamente con el turolense Jacinto Orfanell, salió del puerto de Manila un mes después. Se inició en el apostolado en el Convento de Santo Domingo de Kyôdomari al mismo tiempo que estudiaba japonés con tal ahínco que, según testimonio de la época, salió “ministro elocuentísimo en la lengua japona”.

Tuvo la suerte de que en 1608 amainó la furia persecutoria en la región de Satsuma y ello le ayudó no sólo a imponerse lingüísticamente, sino también a prepararse espiritualmente para la ardua tarea apostólica que le esperaba. Con el fin de realizar su labor con mayor libertad y esquivar los peligros de la persecución, recurrió a personas influyentes, pero en abril de 1609 recrudeció la hostilidad contra misioneros y cristianos y se empezó a aplicar una severa ley de destierro.

Es entonces cuando el padre Salvanés fue enviado a Kyoto para ejercer allí su ministerio. Allí fundó (1610) casa e iglesia con el título de Nuestra Señora del Rosario de Miyako y, a los pocos meses, otra iglesia en Osaka que puso bajo la advocación de Santo Domingo. Acompañado por los padres Tomás de Zumárraga y Alfonso Navarrete, realizó correrías apostólicas por estas regiones, amparándose en su relación con el sogún Tokugawa Hidetada y algunas personas influyentes relacionadas con el comercio en Osaka. Sin embargo, el mal ejemplo de algunos cristianos creó obstáculos infranqueables para su labor misionera y se vio también envuelto de lleno por la ola anticristiana. Como resultado, tuvo que retirarse a Nagasaki.

No tardó, sin embargo, en volver a Miyako. Después de burlar la orden de expulsión del país (1614), regresó a Kyoto, ahora disfrazado de caballero español. Encontrándose en esta zona, tuvo ocasión de presenciar, en el verano de 1615, la lucha contra el castillo de Osaka que defendía Toyotomi Hideyori, hijo del primer perseguidor del cristianismo. A pesar de su valor, la fortaleza, llamada “castillo de oro y seda”, fue totalmente arrasada. En este ambiente guerrero, el padre Salvanés no sólo perdió la casa de Osaka, “quemada cuando en la guerra quemaron toda la ciudad”, sino que además contrajo la tuberculosis y se vio obligado a volver a Nagasaki para guardar un reposo absoluto. A pesar de su quebrantada salud, en 1619 fue nombrado superior de la misión dominicana y, por si la responsabilidad de proveer de operarios a su campo de misión fuera poca, siguió cumpliendo sus compromisos con la comunidad cristiana, sobre todo con los fieles de Ômura, a quienes prometió atender él mismo en persona. Efectivamente, después de residir algún tiempo en esta comunidad cristiana para cumplir su promesa, se trasladó a Nagasaki. A partir de entonces, la actividad del padre Salvanés quedó limitada. En agosto de 1621 fue capturado por los perseguidores, conducido a la Audiencia Fiscal y luego trasladado aparatosamente, en medio de una multitud de curiosos, hasta el embarcadero de Nagayo, a unos quince kilómetros de Nagasaki.

De aquí fue conducido a la cárcel de Suzuta, donde todavía siguió animando a sus compañeros. Mientras los emisarios hacían los últimos preparativos para sacarlo de la cárcel y conducirlo al lugar del sacrificio, el padre Salvanés tomó la pluma y todavía escribió una serie de cartas a diversos destinatarios, como los cristianos presos de Nagasaki, los hermanos de hábito y una especial al padre Juan de los Ángeles Rueda.

Después de pasar la noche en un cercado al aire libre, fue llevado al lugar del tormento final en compañía de otros cincuenta y seis reos, de los cuales unos fueron decapitados y otros atados a sendas estacas. Entre los veinticinco condenados a ser quemados estaba el padre Salvanés, colocado entre los padres Ángel Ferrer Orsucci y Jacinto Orfanell. Era el 10 de septiembre de 1622. El mártir madrileño fue beatificado con sus compañeros por Pío IX el 7 de julio de 1867. Su fiesta se celebra el 10 de septiembre.

 

Obras de ~: Cartas, Archivo de la Provincia del Santo Rosario, ms. t. 19 y 301 (en D. Collado, Suplemento a la historia eclesiástica de la christiandad de Japón, del P. Jacinto Orfanell, Madrid, 1633); Cartas y Relaciones, introd. y notas de J. Delgado, Madrid, Secretariado de Misiones Dominicanas, 1996.

 

Bibl.: H. Ocio, Compendio de la Reseña Biográfica de los Religiosos de la Provincia del Rosario, Manila, Colegio Santo Tomás, 1895, págs. 68-69; J. M. González, “Salvanés de San Jacinto, José”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. IV, Madrid, Instituto Enrique Flórez, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1975, pág. 2157; P. G. Tejero y J. Delgado, “Mártires de Japón”, en Testigos de la fe en Oriente, Madrid, Secretariado de Misiones Dominicanas, 1987, págs. 40-42; H. Ocio y E. Neira, Misioneros Dominicos en el Extremo Oriente, vol. I, Manila, Misioneros Dominicos del Rosario, 2000, pág. 99; J. González Valles, “Beato Alfonso Navarrete y 19 compañeros mártires”, en J. A. Martínez Puche (dir.), Nuevo año Cristiano (septiembre), Madrid, Edibesa, 2001, págs. 184-185.

 

Jesús González Valles, OP

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