Alamín, Félix de. Félix de los Molinos. ¿Alamín? (Toledo), c. 1637 – ¿Madrid?, 1727. Predicador y escritor místico.
La observancia afectiva de retorno al Evangelio, dentro de la tradición franciscana, se concreta en una serie de prácticas no expresamente contenidas en la Regla, pero sí de acuerdo con el espíritu de san Francisco.
Todo es un deseo de volver a la sabiduría, pobreza, humildad, caridad y simplicidad primitivas.
La mística del recogimiento se desarrolla desde el punto de vista editorial entre 1513 y 1837, período de tiempo en el que se pueden distinguir tres fases, a la tercera de las cuales (1625-1837) pertenece Félix de Alamín, celebérrimo misionero apostólico, notable predicador y egregio escritor místico, de cuya vida se desconoce la mayoría de los detalles.
Al parecer, fue de familia noble, apellidada Alamín.
Un coetáneo suyo, que le conoció personalmente, el padre Martín de Torrecilla, se limitó a escribir: “El padre fray Félix de Alamín (alias, de los Molinos), desta provincia de Castilla, predicador y misionero apostólico, de fervoroso espíritu [...]”. A este respecto, una nota de 1782 le hace natural de Los Molinos (Madrid), añadiendo: “La doctrina de este religioso varón fue tan santa y admirable que el excelentísimo señor Astorga, arzobispo de Toledo, le recomendó a sus párrocos en su Carta Pastoral que les dirigió para el más acertado régimen de sus ovejas” (Archivo Diocesano de Toledo).
Tampoco se tiene la fecha de su ordenación, sin lugar a dudas anterior a 1666. Y, a juzgar por las muy escasas noticias que se poseen —entre 1676 y 1687— existe un gran vacío documental de la orden de los capuchinos, a la que pertenecía. Sin embargo, todo apunta a que su vida religiosa debió de deslizarse en los conventos de Madrid. Se sabe que el 16 de julio de 1726 (martes) se hallaba en el convento de La Paciencia cuando le fueron concedidas licencias especiales no sólo para confesar, sino también para absolver casos reservados precisamente por ser misionero apostólico y considerado como padre graduado (Archivo Diocesano de Toledo).
El fervor que le animaba en su predicación ha quedado reflejado y exteriorizado en los muchos libros que compuso y en alguna hoja anónima que se le atribuye.
Su objetivo no fue otro que, en lenguaje elegante y castizo, instruir a los fieles, señalándoles los caminos de la perfección y los medios para conseguirla, llegando —por su exceso de celo— a tener algún tropiezo con el Santo Oficio, y como dice uno de sus biógrafos, el padre Buenaventura de la Carrocera, “nada enseñó de palabra que no hubiese practicado, su ideal fue la salvación de las almas, dedicándose con incansable celo a predicar a los pueblos como misionero apostólico y recogiendo muy copiosos frutos”.
Autor de numerosas obras de materias morales, ascéticas y místicas, alguna de ellas editada repetidas veces, llevó su influencia no sólo a las diferentes regiones españolas, sino a tierras de Portugal, México (donde no hubo presencia capuchina en aquella época) y Perú. El cardenal Belluga y Mencada, obispo de Cartagena, hizo tal estima de ellas que no sólo ayudó a financiar su impresión, sino que las recomendó a los párrocos para que las leyesen a los feligreses.
Obras de ~: Falacias del demonio y de los vicios que apartan del camino real del cielo y de la perfección, Madrid, Antonio de Zafra, 1693-1694 (Madrid, Blas de Villanueva, 1714 [vers. port. parcial en Lisboa, João Nunes, 1737]); Puerta de salvación y espejo de la verdadera y falsa confesión, Madrid, Antonio de Zafra, 1695 (Madrid, Lorenço Francisco Mojados, 1724); Espejo de la verdadera y falsa contemplación. Contra Molinismum, Madrid, Antonio de Zafra, 1695 [incluida en el Índice por Decreto de 30 de julio de 1708, mandado publicar por Pío XI en 1929] (2.ª ed., México, Felipe de Zúñiga, s. f.); Retrato del verdadero sacerdote y manual de sus obligaciones, Madrid, Juan García Infancon, 1704 (Barcelona, Joan Piferrer, 1747); Exhortacionesa la segura observancia de los mandamientos de la Ley de Dios, Madrid, Blas de Villanueva, 1714; La Felicidad o Bienaventuranza natural y sobrenatural de el hombre, Madrid, Manuel Román, 1723; Thesoro de beneficios escondidos en el Credo, y motivos que inducen y enfervorizan a agradecer y corresponder a los muchos beneficios incluídos en cada artículo, Madrid, Lorenço Francisco Mojados, 1727 (Madrid, Gerónimo Pardo, 1736); Impugnación contra el Talmud de los judíos, Alcorán de Mahoma y contra los hereges, Madrid, Lorenço Francisco Mojados, 1727; Eternidad de diversas eternidades, de gloria a los justos en el cielo y de tormento en el infierno al pecador, propuestos en compendio, Madrid, Pedro Vivancio Angulo, 1760.
Fuentes y bibl.: Archivo Diocesano de Toledo, Registro del Cardenal Portocarrero, 1676-1698, n.º 342, fol. 39v., y leg. L; Informaciones obtenidas en la Biblioteca de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha (Toledo), Biblioteca de la Parroquia de San Antonio de Cuatro Caminos (Madrid) y Biblioteca del Convento de Jesús de Medinaceli (Madrid, padre I. Egido); Información aportada por A. Bachs i Galí (Barcelona), periodista de investigación.
M. de Torrecilla, Apologema, espejo y excelencias de la Seráfica Religión de Menores Capuchinos, Madrid, 1701; VV. AA., Bullarium O.F.M. Capuccionorun, Roma, 1748; A. de Palazuelo de Torio, Vitalidad Seráfica (Los frailes capuchinos de Castilla), Madrid, Magisterio Español, 1931; La Provincia de Frailes Menores de Capuchinos de Castilla (1701/1836), Madrid, Centro de Propaganda, 1973; L. de Aspurz, “Alamín, Pedro de”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 28.
Fernando Gómez del Val