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Antonio José Cavanilles Palop

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Biografía

Cavanilles Palop, Antonio José. Valencia, 16.I.1745 – Madrid, 10.V.1804. Botánico, naturalista, geógrafo.

Sus primeros años transcurrieron en su ciudad natal, bajo la sombra protectora de su hermano José Cavanilles Llosano, treinta y siete años mayor que él, fruto del primer matrimonio de su progenitor, y a quien tratará como a un padre. Realizó sus estudios primarios en el Colegio de San Pablo, dirigido por los jesuitas. En octubre de 1759 comenzará los de Filosofía, bajo la tutela de Joaquín Llácer; el 10 de junio de 1761 obtiene el título de bachiller en Filosofía por la Universidad de Valencia; poco más de un año después (10 de julio de 1762) recibirá el de maestro en la misma disciplina. Tras un fugaz paso por la Universidad de Gandía (1765), revalidará sus estudios de Teología en la Universidad del Turia, en los que se doctoró el 2 de julio de 1766.

De sus tempranos tiempos de estudiante en la Universidad de Valencia datan sus primeros contactos con Vicente Blasco; de él recibió una pulcra formación jansenista y una sólida educación en la Filosofía defendida por Christian Wolff, Pieter van Musschenbroek y L. A. Verney. También en estos años establece sus vínculos con Juan Bautista Muñoz, Manuel Rosell y Joaquín Más, por citar sólo a sus más íntimos compañeros, con los que habría de mantener un fluido contacto personal hasta el final de sus días.

Tras intentar opositar, sin éxito, a las cátedras de Filosofía tomista (1767, 1768) y de Matemáticas (1769) en la Universidad de Valencia, y después una corta actividad docente en la academia privada establecida por Juan Bautista Gascó (1769), ejercerá como preceptor de los hijos de Teodomiro Caro de Briones; con él viajará a Oviedo, donde recibió la primera tonsura (1771) y será consagrado presbítero (1772). Acompañará a T. Caro de Briones a Madrid cuando éste fue nombrado Consejero de Indias, pero su pronto fallecimiento (1774) obligará a Antonio José Cavanilles a mudar de trabajo; pasará entonces a ejercer como profesor de Lógica en el Seminario de San Fulgencio, en Murcia, donde enseñó una Filosofía acorde con los principios de François Jacquier. En enero de 1776 abandonaría el seminario murciano para viajar a Madrid; Vicente Blasco le había encontrado un nuevo acomodo en la Casa del Infantado.

Como preceptor y capellán de los del Infantado viajó a París; residió en la capital del Sena entre los años 1777 y 1789, un amplio período temporal, de especial importancia para entender su formación científica, primero en los gabinetes de Joseph-Aignan Sigaud de la Fond y Jacques-Christophe Valmont de Bomare o en la tertulia de Mammès Claude Pain de Lablanherie, luego —a partir de septiembre de 1783— en el Jardin du Roi, bajo la tutela de André Thouin. Durante su estancia parisina intensifica sus contactos con Antonio Porlier, Eugenio Izquierdo, José Castelló y Antonio Franseri.

En París se ocupó de un encargo gubernamental, aunque tal misión habría de quedar oculta a efectos diplomáticos: la réplica al artículo de Nicolas Masson de Morvilliers aparecido en la Encyclopédie methodique, una respuesta elaborada a petición expresa del conde de Floridablanca, quien solicitó —y obtuvo— un texto apologético. Llegarían luego sus publicaciones botánicas, realizadas en torno a la Monadelphia linneana, una colección de diez disertaciones bien cuidadas, avaladas por la Académie des Sciences, y editadas bajo el padrinazgo de Antoine-Laurent de Jussieu y Jean-Baptiste Lamarck.

El problema planteado por Antonio José Cavanilles en lo que habría de ser su primera línea de estudio botánico, la Monadelphia (París-Madrid, 1785-1790), es una mera continuación de sus estudios filosóficos; para responder a las preguntas planteadas sobre la ordenación de esta clase linneana utilizará las ideas de F. Jacquier y a A. Condillac, los mismos principios que enseñó durante su corta estancia en el Seminario de San Fulgencio y que resumió para sus discípulos en sus “Apuntamientos lógicos”: lo que preocupa a Cavanilles es definir la “esencia” de las realidades que estudia y, mediante un mero sistema de abstracción, agrupar estas realidades en unidades genéricas, dentro de las cuales pueda establecerse una gradación de categorías; su profunda formación nominalista le lleva a considerar estas categorías genéricas —y las superiores— como construcciones del pensamiento, no como realidades de la naturaleza, nada más alejado de los sistemas clasificatorios defendidos por la escuela botánica francesa, quien —pese a ello— siempre le prestó la ayuda técnica precisa para que sus trabajos llegaran a término. Los costes de impresión serán parcialmente abonados por el Gobierno de España, aun cuando tal ayuda no se hiciera pública: el conde de Floridablanca pagaba así sus favores por la redacción de la apologética defensa sobre la nación española.

En el otoño de 1787 retorna a Madrid; consciente de su limitación temporal como preceptor de la Casa del Infantado, arbitró dos posibles salidas profesionales: la abadía de Ampudia y la dirección del Real Jardín Botánico. La abadía de Ampudia, un mero beneficio eclesiástico, será canjeada por unas rentas de la Mitra de Córdoba, al no poder ser liberara de la obligación de residencia; tampoco la dirección del Real Jardín le sería concedida en esta ocasión, pero el intento habría de granjearle la enemistad de Casimiro Gómez Ortega, quien ocupaba entonces el cargo de primer catedrático del Jardín madrileño.

En abril de 1788 volverá a París, y la Casa del Infantado seguirá solicitando sus servicios como capellán hasta el final de sus días. Desde la capital francesa, continuó su obra botánica a la vez que actuó como corresponsal del Jardin du Roi ante la prensa botánica alemana, en especial en el Magazine für Botanik.

Sus méritos fueron prontamente reconocidos por las cabezas rectoras de la botánica francesa: en abril de 1788, J. B. Lamark le otorga el raro honor de cederle alguna de las voces de la Encyclopèdie Botanique editada bajo su cuidado (París, 1783-1817) y, en 1789, A. L. Jussieu hará los mejores elogios a su obra adoptando sus descripciones genéricas en la primera edición de su Genera plantarum (París, 1789), una obra básica de consulta desde el momento mismo de su publicación. De manera simultánea, algunas sociedades e instituciones científicas le incluyen en su seno: desde diciembre de 1784 dispuso del nombramiento de corresponsal del Real Jardín de Madrid, en julio de 1786 fue nombrado “socio literario” de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, en enero de 1787 fue elegido miembro de la Société Royale d’Agriculture (París) y de abril de 1788 data su título de pertenencia a la Regia Scientiarum Societas Upsaliensis.

Mas no todo habrían de ser elogios; también hubo críticas. El nominalismo de A. J. Cavanilles será atacado desde las páginas del Observations sur la physique [...] por Friedrich Kasimir Medikus y, desde el Journal de Paris, por Charles Louis L’Heritier; el abate entrará de lleno en todas las polémicas, defendiendo hasta sus últimos extremos un pensamiento estrictamente filosófico. Estas polémicas serán las utilizadas por un “anónimo limeño”, o “un amigo del anónimo limeño” quien, tras ponerlas en castellano, las expuso en el Memorial Literario; al planteamiento internalista tomado de los polemistas europeos, el “anónimo” español —en el que parece vislumbrarse la larga sombra de C. Gómez Ortega— incorpora un matiz propio: el desprestigio que para la Corona española supone el que los descubrimientos españoles vean la luz pública en las prensas francesas.

A comienzos de septiembre de 1789, la Casa del Infantado cierra su residencia en París, Cavanilles empaquetará sus materiales y regresará definitivamente a España; tras la toma de la Bastilla, apenas unos meses antes, a mediados de julio de 1789, la vida parisina no es lo “tranquila” que siempre había sido. Nuestro abate es consciente de que si quiere proseguir con sus trabajos en España necesitará la bibliografía adecuada y, en marzo de 1789, se ha hecho propietario de parte de la biblioteca del marqués de Turgot, vendida en almoneda pública; ya antes, en 1784, había comprado, por el mismo sistema, parte de la biblioteca del duque de Richelieu.

Tras su retorno definitivo a Madrid procura integrarse en la vida cortesana; bien dirigido por su amigo Antonio Franseri —médico de la Casa del Infantado—, ingresará, en enero de 1790, en la Real Academia de Medicina; de la mano del marqués de Santa Cruz, se introducirá en las casas de la nobleza, convirtiéndose en contertulio habitual de las de Montijo, Urquijo y Aranda. En el otoño de 1789 había obtenido, pese a la firme oposición de los catedráticos del Real Jardín, permiso expreso de Floridablanca para que “dibuje, grave y publique” cuanto quiera de lo sembrado en el Jardín madrileño; con tales novedades inicia una nueva serie de publicaciones botánicas: los Icones et descriptiones plantarum quae aut sponte in Hispania crescunt, aut in Hortis Hospitantur (Madrid, 1791-1801) de cuya edición cuidó la propia Imprenta Real.

A comienzos de 1791 se le aleja de la Corte encomendándole la elaboración de una Historia Natural de España que Cavanilles restringirá a Valencia.

Recorrerá su tierra durante los años 1791 a 1793; las descripciones de estos viajes son la plasmación de un programa reformista, destinado a ofrecer soluciones centradas en la mítica búsqueda de la “felicidad del pueblo”. La organización social del Antiguo Régimen es cuestionada a lo largo de todo su viaje; mantendrá que la reforma debe empezar por aumentar la “felicidad” del campesinado, su crítica a los terratenientes e intermediarios es feroz, y de ella no están exentas las comunidades religiosas; pero no es a los campesinos a los que dirigirá sus enseñanzas sino a aquellos propietarios que procuran las mejoras necesarias en sus tierras. Sus “cuadernos de campo” recogen —con una minuciosidad y una libertad de anotación de la que carecerá las Observaciones [...] publicadas (Madrid, 1795-1797)— su modo de trabajar y de actuar: es un misionero de la Ilustración, y como buen evangelista se esfuerza por que su doctrina llegue a oídos de quienes están en condiciones de llevarla a la práctica. Rara vez viaja solo, acostumbra a acompañarse de sus amigos, sus condiscípulos de la Universidad del Turia, o “las personas de calidad” que éstos le aconsejen en cada zona. Tomará detenidas notas con las que, junto a la información proporcionada por sus abundantes corresponsales, editará, en la propia Imprenta Real, sus Observaciones sobre la Historia Natural del Reino de Valencia (Madrid, 1795-1797).

De sus viajes por el reino de Valencia informará a la Real Academia Médica Matritense; en ella expondrá los primeros resultados de sus trabajos y a ella hará partícipe de una de sus mayores preocupaciones: la insalubridad del cultivo del arroz en zonas artificialmente pantanosas. El tema le ocuparía buena parte de su tiempo durante los años de 1795 a 1797, volcados en la redacción e impresión de sus Observaciones sobre [...] el Reino de Valencia; y, por supuesto, habría de desembocar en polémica: el abate tomó clara postura a favor del grupo “anti-arrocista”, y quienes opinaban como él se aprestaron a proporcionarle toda la ayuda precisa: Pascual Caro, Juan Antonio Pérez Clemente o Julián Trezzi figuran entre sus más fieles colaboradores en esta empresa; sus antagonistas quedan liderados, sobre el papel, por Vicente Ignacio Franco, pero tras él está un poderoso grupo de presión al que no son ajenos Juan Bautista Mandramany ni Pedro Juan Franco, y en el que también quiere vislumbrarse la sombra de Vicente A. Lorente. Aun cuando parece que la polémica habría de restringirse a un ámbito local, Antonio José Cavanilles procuró divulgarla más allá de los Pirineos, haciendo que el Magasin Encyclopédique se ocupara de pregonar lo oportuno de sus intervenciones y el poco valor de lo objetado por sus antagonistas. La tensión entre C. Gómez Ortega y Antonio José Cavanilles, iniciada tras los intentos del valenciano por obtener la dirección del Real Jardín en el otoño de 1787 y potenciada tras la instalación definitiva del abate en la Corte, trascendió, por decisión de ambos, el mero ambiente académico; Cavanilles utilizó la prensa internacional para airear sus posiciones, su antagonista recurrirá a sus intrincadas relaciones cortesanas para poder mantener su prestigio botánico, sistemáticamente cuestionado por el abate. No es nueva esta forma de actuar en el abate, en sus controversias con F. K. Medicus y, en particular, con C. L. L’Héritier, ya había utilizado la prensa de ámbito internacional como medio de divulgar sus posiciones, lo propio hará en su polémica contra C. Gómez Ortega e H. Ruiz, haciendo que los Annalen der Botanik, editados en Zúrich, y el Magasin Encyclopédique, impreso en París, dieran noticia circunstanciada de su postura y divulgaran, reimprimiéndolos o haciendo extensas reseñas, los argumentos defendidos por el valenciano, que él mismo hará imprimir tanto de manera independiente como incluyéndolos en sus producciones botánicas, garantizando así su distribución entre los botánicos europeos. La sibilina petición formulada por Cavanilles, de que se le permitiera publicar una Colección de papeles sobre controversias botánicas [...] “de orden superior” y en la Imprenta Real, haría derivar la solución del conflicto a la Real Academia Médica Matritense; la polémica obra saldría a la luz, con pequeños ajustes, en noviembre de 1796. La ascensión de Cavanilles era imparable.

Su alejamiento físico del parisino Jardin des Plantes no supuso merma en sus relaciones internacionales; Cavanilles sabrá mantener un interesante entramado de corresponsales, del que, además de sus mentores franceses, A. L. Jussieu y J. B. Lamark, forman parte A. Thouin, Pierre Marie Broussonet y René Louiche Desfontaines con quienes trabajó en París, y Aubin Louis de Millin y Étienne Pierre Ventenat, con quienes estableció contacto epistolar durante la última década del siglo xviii; el sueco Carl Peter Thunberg, el suizo Paul Usteri, los alemanes Carl Ludwig Wildenow y F. C. Achard, el austríaco Nicolas Joseph Jacquin, el británico James Edward Smith, el alemán, afincado en Rusia, Pyort Simon Pallas, el luso Félix de Avellar Brotero, el danés Peder Schousboe y los italianos Domenico Nocca, Attilio Zuccagni, Giovani Battista Balbis y Filippo Re, elementos clave para mantener su relación epistolar con los botánicos “del norte” cuando ésta se vea dañada por la situación bélica impuesta por Francia; éstos, los botánicos italianos, fueron introducidos en su correspondencia a través del jesuita Juan Andrés, con quien A. J. Cavanilles mantuvo continuo y fecundo contacto epistolar.

Los honores, nacionales e internacionales, también se prodigan desde su instalación definitiva en la Corte española: desde abril de 1790 es miembro de la Societas Linneana Londinensis, en febrero de 1792 se le admite en la Societas Naturae Curiosorum Turicensis y en la Regia Medico-Practica Barcinonensis Academia, de agosto de este año data su título de correspondiente de la Academia Scientiarum Petropolitanae, en abril de 1797 se le distingue como socio honorario de la Regia Societatis Medicae Hispalensis, en julio de 1798 se le otorgará el título de socio de la Gesellschaft Natursoschende Freunde (Berlín), la Sociedad Cantábrica de Amigos el País le incluirá entre sus miembros desde agosto de 1798 y la Société Philomatique (París) hará lo propio desde comienzos de marzo de 1799. Su obra es bien conocida y aceptada en los círculos botánicos internacionales; baste un ejemplo, en diciembre de 1797 el estudio crítico de su Monadelphia será el tema elegido por G. R. Boehmer para que su discípulo Carl Wilhelm Schmidt pronunciara su Dissertatio inaguralis en Wittenberg.

La formación científica y filosófica de Antonio José Cavanilles, a la sombra de V. Blasco y J. B. Muñoz; sus contactos con lo más granado de la botánica europea, y sus continuas actualizaciones bibliográficas forjaron en nuestro abate un mundo de ideas propio sobre el modo en que debía desarrollarse la política estatal en las materias relacionadas con su experiencia profesional; su pertenencia de facto a la Casa del Infantado, y sus relaciones con las de Santa Cruz, Fernán Núñez, Villafranca y Osuna le debieron dar ocasión de manifestarlas públicamente. La confirmación de Mariano Luis de Urquijo al frente de la Secretaría de Estado, en febrero de 1799, le supuso ver cumplido uno de sus mayores deseos: editar una revista científica; un proyecto, el de los Anales de Historia Natural (1799-1804), promovido y gestado por José Clavijo y llevado a la práctica por Christian Hergen, Louis Proust y Domingo García Fernández, quienes, junto a Cavanilles, conforman el equipo editorial; en él se conjuga ciencia y gloria nacional, el binomio tan querido para Cavanilles, al que, en esta ocasión, se añade el beneficio de la enseñanza pública.

En los Anales de Historia Natural, transformados a partir del verano de 1800 en Anales de Ciencias Naturales, habría de dejar una amplia producción escrita; en sus páginas se presentaron no pocas de las novedades destinadas a sus Icones [...], inició sus reflexiones sobre filosofía, metodología e historia de la Botánica y expuso sus trabajos sobre la utilización de los remedios vegetales contra la rabia; a éstos caben añadirse sus traducciones, generalmente anotadas, las reseñas bibliográficas, que no fueron pocas ni carentes de anotaciones personales; y los discursos pronunciados en las lecciones inaugurales del Real Jardín, desde que ocupó la dirección del Establecimiento. Tras su fallecimiento, la revista dejará de editarse.

Del lugar, cada vez más preeminente, ejercido por Cavanilles en la Corte, en especial desde la confirmación de M. L. Urquijo al frente de la Secretaría de Estado, son prueba la sucesión de informes solicitados; todos giran en torno a un mismo problema, claramente expresado por el abate en sus Reflexiones para mejorar y organizar las enseñanzas de las ciencias naturales sin los gastos inútiles que hoy ocasionan.

Desde finales de 1799, el valenciano parece dedicarse, por entero, a perfilar una nueva estructura organizativa para el Real Jardín, recabará informes sobre sueldos y gastos, propondrá un listado de mejoras, realizará balances económicos comparativos entre su opción y la entonces vigente... No cabe duda, Cavanilles luchó por procurarse el empleo de jefe del Real Jardín, y ciertamente no le resultó nada fácil.

A mediados de junio de 1801 se expedía, desde Palacio, el nombramiento de Cavanilles como profesor único del Real Jardín y se aprueban las líneas directrices de la nueva organización del Real Establecimiento; apenas nueve días después remite la propuesta del nuevo equipo humano que trabajará en el proyecto. Con la llegada a la dirección del Real Jardín de Cavanilles se inicia una etapa de florecimiento del Centro, aumentarán los contactos internacionales, se mejorarán las condiciones de las estufas y semilleros y —de manera especial— se notarán cambios sustanciales en la enseñanza impartida, para la que elaborará unos Principios elementales de Botánica [...] (Madrid, 1802); el texto nos muestra a un linneano convencido de la viabilidad del sistema artificial ideado por el sueco, pero al que la reflexión le lleva a corregir algunas deficiencias, ya anotadas por los defensores de los sistemas naturales de clasificación. Sus reflexiones sobre el sistema de clasificación linneano serán ampliamente divulgadas y comentadas, no sólo dentro de nuestras fronteras, de lo que se encargarán el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos y los propios Anales de Ciencias Naturales, sino también fuera de ellas, a través de la traducción al italiano que realizará Domenico Viviani (Génova, 1803; 1808).

Y es que las publicaciones cavanillesianas tuvieron un amplio impacto entre los botánicos europeos; se ocupó de ello la ya mencionada red de corresponsales construida por el abate, quienes facilitaron su divulgación bien a través de amplias reseñas, bien mediante extensos extractos —en ocasiones traducciones o transcripciones literales— insertas en los Annalen der Botanik (Zúrich), el Magasin Encyclopédique (París), los Annali de Botanica (Génova) o los Annals of Botany (Londres).

Esta amplia presencia internacional del Real Jardín, y las investigaciones que en él se realizan, contrasta con la situación de penuria económica por la que atravesó el Centro; Cavanilles cobrará su sueldo con cargo a una dignidad eclesiástica, por lo que, desde 1801, recibirá el nombramiento de prior de las Ermitas de Sevilla; los fondos bibliográficos los aportará él al vender —reservándose el usufructo— su preciada biblioteca de Historia Natural; tal venta no suponía una carga económica por cuanto el montante destinado para ello sería el que el propio abate recibía del Rey para financiar sus publicaciones científicas.

Tras su nombramiento como director y profesor único del Real Jardín se potenciarán sus contactos internacionales y su pertenencia electa a la sociedad científicas de julio de 1801 data su título de socio de la Société Médicale (París), en agosto de 1801 la Real Sociedad Económica de Granada le admite en su seno, en abril de 1802 será la Real Sociedad de Amigos del País de Valencia quien le nombrará socio de número, este mismo mes será incluido entre los miembros de la Société Médicale (Montpellier), en agosto de este 1802 será elegido socio correspondiente de la Société des Sciencies, Belles Letres & Arts de Bordeaux, en septiembre del mismo año será la Société Libre des Sciences et Arts de Nancy quien le otorgará diploma de miembro asociado y, en junio de 1803, se integrará como socio extranjero de la Société de Médicine-Practique de Montpellier.

En julio de 1803 consiguió el plácet regio para poner bajo su único control la enseñanza de la Botánica en todo el territorio de la Monarquía, sólo quienes hubieran asistido a sus clases podrán optar a las cátedras de Botánica convocadas en los dominios de Su Majestad. En la noche del 10 de mayo de 1804, cuando apenas comenzaba a saborear su gloria, habría de sorprenderle la muerte; su última obra, el Hortus Regius Matritensis [...] ya preparado para la imprenta, debió esperar hasta 1991 para ver la luz.

 

Obras de ~: Observations de M. l’Abbé Cavanilles sur l’article Espagne de la Nouvelle Encyclopédie, Paris, Didot l’aine, 1784; Monadelphiae, classis dissertationes decem, Madrid, Typographia Regia, 1785-1790, 3 vols.; Icones et descriptiones plantarum quae aut sponte in Hispania crescunt, aut in Hortis Hospitantur, Madrid, Regia Typographia, 1791-1801, 6 vols.; Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reyno de Valencia, Madrid, Imprenta Real, 1795- 1797, 2 vols.; Colección de papeles sobre controversias botánicas de D. Antonio Joseph Cavanilles, con algunas notas del mismo a los escritos de sus antagonistas, Madrid, Imprenta Real, 1796; Observaciones sobre el cultivo del arroz en el Reino de Valencia y su influencia en la salud pública, Madrid, Imprenta Real, 1796; Suplemento a las observaciones sobre el cultivo del arroz en el Reyno de Valencia, y su influencia en la salud publica, en respuesta a la contestacion de D. Vicente Ignacio Franco, Madrid, Imprenta Real, 1798; Descripción de las plantas que D. Antonio Josef Cavanilles demostró en las lecciones públicas del año 1801, precedida de los principios elementales de la botánica, Madrid, Imprenta Real, 1802-[1803]; Elenchus plantarum Horti Regii Botanici Matritensis. Anno MDCCCIII, Madrid, Imprenta Real, 1803; Hortus Regius Matritensis o descripción de algunas plantas nuevas o raras cultivadas en el Real Jardín Botánico de Madrid o conservadas en su herbario, Madrid, Real Jardín Botánico, 1991.

 

Bibl.: A. Franseri, “Necrológica”, en Efemérides de España, 145 (1804), págs. 596-598; M. La Gasca, “Noticia de la vida literaria de Don Antonio Josef Cavanilles”, en Variedades de Ciencias, Literatura y Artes, 3 (1804), págs. 65-81 y 148-158; J. Pizcueta Donday, Elogio histórico de D. Antonio José Cavanilles, Valencia, Benito Monfort, 1830; E. Álvarez López, “Cavanilles. Ensayo biográfico-crítico”, en Anales del Jardín Botánico de Madrid, 6 (1946), págs. 1-64; A. Cioranescu, José Cavanilles. Cartas a José Viera y Clavijo. Introducción y notas, Santa Cruz de Tenerife, Aula de Cultura de Tenerife, 1981; A. Mestre Sanchís, “Cavanilles entre la Ilustración y la Política”, en Saitabi, 33 (1983), págs. 157-180; V. M. Rosselló Verger, “A. J. Cavanilles, naturalista de la Ilustración (1745-1804)”, en Boletín de la Fundación Juan March, 173 (1987), págs. 3-20; F. Pelayo y R. Garilleti, “Spanish botany during the age of enlightenment: A. J. Cavanilles”, en Huntia, 9 (1993), págs. 51-69; A. González Bueno, “Reflexiones en torno a los viajes de A. J. Cavanilles por tierras de Valencia (1791-1793)”, en Asclepio, 47 (1995), págs. 137- 167; J. M. López Piñero y M. L. López Terrada, “Bibliografía de Antonio José Cavanilles (1745-1804) y de los estudios sobre su vida y su obra”, en Asclepio, 47 (1995), págs. 241- 260; M. Costa Taléns y J. Güemes (eds.), El botànic, Antonio Joseph Cavanilles, Valencia, Universitat de Valencia, 1996; V. M. Rosselló y J. F. Mateu (eds.), Segundo centenario de las Observaciones del Reyno de Valencia [= Cuadernos de Geografía, 62], Valencia, Universitat de València, 1997; A. González Bueno, Gómez Ortega, Zea, Cavanilles. Tres botánicos de la Ilustración. La Ciencia al servicio del poder, Madrid, Nivola, 2002; A. González Bueno, Antonio José Cavanilles (1745- 1804). La pasión por la Ciencia, Madrid, Fundación Jorge Juan, 2002.

 

Antonio González Bueno

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