Gil de la Cuadra Rubio, Ramón. Valmaseda (Vizcaya), 8.VII.1774 – Madrid, 11.I.1860. Político, ministro y diplomático.
Fue hijo de Joaquín Gil Cuadra, administrador de la Aduana de Valmaseda, y Vicenta Rubio de Berriz Urbina. Su nombre aparece citado de formas muy diversas.
De acuerdo con su partida de bautismo debería ser Gil Rubio, pero firmó tanto Ramón de la Quadra, como Ramón Gil de la Quadra o Ramón Gil de la Cuadra. Se tienen noticias de la existencia de al menos dos hermanos; Francisco, nacido en Gijón, que fue canónigo de Solsona (1833) y Burgos (1843); y Severina, nacida en Valmaseda, que contrajo matrimonio con Pedro de Alcántara de Espínola.
En su partida de defunción se señala que murió soltero.
Sin embargo, algunos autores le atribuyen la paternidad de un hijo en América, que le convirtió en abuelo de Antonio Mamerto Gil Núñez (a) El Gauchito Gil.
Sin que se conozcan las razones de ello, figura en el pasaporte (23 de noviembre de 1787) de su tío Pedro José Soriano, teniente letrado y asesor del corregimiento e intendencia de la provincia de Guanajuato, casado con una hermana de su madre, quien se dirigía a su destino acompañado de su familia y de su sobrino Ramón Gil. No se conoce la fecha de regreso ni qué formación adquirió durante esos años. Ciertos biógrafos señalan que tras finalizar su formación universitaria viajó por diversas colonias españolas (América y Filipinas) y por la India inglesa. Aunque algunos autores indican que participó en la comisión encargada de estudiar los límites entre las colonias y Estados Unidos, su nombre no aparece en los diversos informes sobre dicha cuestión.
Parece ser que tras su regreso a la Península estudió Botánica con Cavanilles y Química y Mineralogía con Proust; y completó su formación en el Real Estudio de Mineralogía bajo la dirección del profesor Herrgen, quien le animó a la realización de sus primeros trabajos, y según algunos autores fue uno de sus discípulos más aventajados. Fruto de ello fue la publicación de la Tablas comparativas de todas las sustancias metálicas para conocerlas y distinguirlas por medio de sus caracteres externos, obra que apareció en los Anales de Ciencias Naturales y como folleto independiente; sus Notas al ensayo mineralógico de Joseph Brunner, y algunas colaboraciones menores en trabajos de otros compañeros, en ocasiones mencionadas expresamente, y que evidencian su conocimiento de la realidad americana.
Madoz, a partir de los datos proporcionados por Martín de los Heros, señala que tradujo el tratado de Mineralogía de Brunner, trabajo realizado en realidad por su maestro Herrgen, al que se limitó a añadir unas notas, como hemos señalado antes. A principios de 1807 optó al cargo de secretario general de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y aunque fue incluido en la terna de propuestos, no consiguió el puesto.
El 8 de agosto de 1810 fue nombrado oficial supernumerario de la Secretaría de Estado de Hacienda de Indias, puesto que un año más tarde (23 de octubre de 1811) recibió en propiedad. Desde el primer momento tuvo una posición consolidada, como se puede observar en su nombramiento para la comisión que debía redactar el Código de Comercio (23 de septiembre de 1811).
Antes de finalizar el año fue ascendido a oficial 6.º (23 de diciembre de 1811), en tanto la Constitución decidiese la estructura de los departamentos ministeriales.
Tras la aprobación de dicha norma, se le trasladó a la nueva cartera de Gobernación de Ultramar, ascendiendo a oficial 2.º (26 de diciembre de 1812).
A pesar de su ubicación en dicha Secretaría de Estado, la Regencia le nombró (18 de junio de 1813) para integrar una comisión especial destinada a redactar “el plan general de instrucción pública, que se ha de presentar al Congreso” (Gaceta, 3 de agosto de 1813). Dicha Comisión estaba destinada a ofrecer una solución, ante el estancamiento en el que se encontraba la nombrada por las Cortes (23 de septiembre de 1811), y estaba integrada por Manuel José Quintana, secretario de interpretación de lenguas; Martín González de Navas, canónigo de San Isidro; José Vargas Ponce, académico de la Historia; Eugenio de Tapia, encargado de la Gaceta del Gobierno; Diego Clemencín, oficial de la Gobernación de la Península; y Ramón Gil de la Cuadra, de la Gobernación de Ultramar. Poco tiempo después (9 de septiembre de 1813), el texto, cuya principal autoría se atribuye a Quintana, llegaba a manos de las Cortes.
Dicha iniciativa fue discutida en Comisión en el siguiente período de sesiones pero no dio tiempo a ser tratada en el Pleno.
La llegada de Fernando VII implicó la anulación de las medidas adoptadas por las Cortes, incluso en el campo administrativo, pero el retorno a la estructura administrativa precedente se produjo de forma más lenta. El papel político de Cuadra no debió ser muy señalado porque continuó ocupando su puesto en la Secretaría de Estado Poco antes de la supresión de la Secretaría de Estado de Gobernación de Ultramar realizada el 23 de febrero de 1816, en ese momento rebautizada como Secretaría Universal de Indias, fue trasladado (4 de noviembre de 1815) al Museo de Ciencias, en calidad de vocal de la Junta de Protección. Dicho puesto había sido creado para suplir el de “viceprotector director”, dentro del plan de economías que se había fijado el Gobierno, y para suplir dicha responsabilidad se nombró a Gil de la Cuadra, a quien acompañaba Jacobo María Parga.
Tras el triunfo de la sublevación de Riego, el restablecimiento de la Constitución de 1812 conllevó la de las estructuras administrativas previstas en ella. En este proceso Gil de la Cuadra fue repuesto en su antigua Secretaría de Estado (Gobernación de Ultramar), acompañado del ascenso a oficial primero, por traslado a otro ministerio de Joaquín Fondevila.
A finales de ese año, Antonio Cornel pasó de la Secretaría de Estado de Gobernación de Ultramar al Consejo de Estado, y Gil de la Cuadra ascendió al cargo de ministro de la Gobernación del reino para Ultramar (29 de noviembre de 1820). Su cese (2 de marzo de 1821) se produjo unos días antes de la caída del Ministerio de Pérez de Castro, y conllevó la concesión de los honores de consejero de Estado. A finales de ese año, se trasladó a Vizcaya, en donde visitó las minas de hierro de Valmaseda, que calificó de “agujeros o conejeras”, por las malas condiciones de acceso y trabajo.
El 21 de diciembre de 1821 fue nombrado presidente de la Junta creada para redactar el reglamento de las Escuelas de Caminos y Canales, y en dicho encargo se mantuvo hasta su salida para el exilio (1 de octubre de 1823). En las mismas fechas fue elegido diputado por la provincia de Madrid.
Su papel más activo, en el ámbito parlamentario, lo desempeñó en el seno de la Comisión sobre el Estado Político de la Nación, y en la defensa de su informe ante el pleno. Su intención era “contener por una parte a los facciosos, y por otra dictar medidas que excitasen en los pueblos el noble entusiasmo”. Asimismo intervino en discusiones relacionadas con los asuntos de América. Cuando las tropas francesas entraron en España para reponer a Fernando VII en su trono absolutista, acompañó a las Cortes en su viaje hasta Cádiz y formó parte de la Comisión encargada de designar la Regencia durante la inhabilitación del Monarca.
Tras la caída del Gobierno liberal, Gil de la Cuadra se vio obligado a exiliarse, dirigiéndose inicialmente a Inglaterra. En Londres formó parte del círculo que se reunía en casa de Agustín Argüelles, al que también acudían José María Calatrava y Cayetano Valdés, y que era conocido como el partido aristocrático. Su condición de exministro le convirtió en un elemento importante en la estructura del exilio, como se puede ver en su papel de consejero de Mina en los planes de 1826. La Revolución de 1830 en Francia animó a los exiliados españoles, que consideraron a dicho país una excelente plataforma para reponer el sistema constitucional.
Nuevamente Gil de la Cuadra está asociado a los planes de Mina de entrar en España por la frontera de los Pirineos.
Su llegada a Francia se produjo el 30 de septiembre de 1830, e inmediatamente fijó su residencia en París.
El 29 de enero de 1832 su subsidio fue reducido a 150 francos, y un mes más tarde (2 de marzo de 1832) fijó su residencia en Tours, ciudad a la que se había trasladado para reponer su salud.
Tras la publicación de la amnistía, continuó residiendo en Francia, y contando con el apoyo económico de su Gobierno, porque no estaba incluido en dicha norma (6 de abril de 1833), aunque se indicaba que debía continuar teniendo su residencia en Tours.
A finales de 1833, solicitó permiso para regresar a París, petición que fue apoyada por el diputado francés Piñeyro. Dicha propuesta fue aprobada, porque se consideraba que la nueva amnistía de 23 de octubre contemplaba su caso y le permitía regresar a España.
Tras un breve período en París solicitó pasaporte para regresar a territorio español. El 15 de marzo de 1834 llegó a Perpiñán.
Poco después de su llegada a España fue nombrado (18 de abril de 1834) consejero de la Sección de Indias del Consejo Real de España e Indias, en el cupo del Ministerio de Estado, entidad en la que ocupó posteriormente el Decanato (27 de junio de 1835) por fallecimiento de Manuel de la Bodega.
El 17 de junio de 1834 fue nombrado prócer del reino, permaneciendo en la Cámara Alta hasta su desaparición como consecuencia de la abolición del Estatuto Real. Desde el primer momento intervino para abrir paso a un sistema político más representativo, y delimitar claramente las facultades de los tres poderes.
Sus intervenciones fueron numerosas en el primer período de sesiones (1834-1835), nulas en el segundo (1835-1836) y significativas en el tercero (1836), sobre todo durante la discusión de la responsabilidad ministerial.
Cuando en el verano de 1835 Mendizábal fue nombrado presidente del Consejo de Ministros, trató a incorporar a su gabinete a varios notables del exilio, entre ellos a Gil de la Cuadra, quien no aceptó dicho cargo, a pesar de que el nombramiento había sido publicado en la Gaceta de Madrid (15 de septiembre de 1835); pero sí el de presidente de la Comisión para el estudio del reconocimiento de la independencia de las antiguas colonias americanas (16 de octubre de 1835).
Tras la sublevación de los sargentos en La Granja en agosto de 1836 se formó un Gobierno bajo la presidencia de José María Calatrava al que se unieron Joaquín María Ferrer y Gil de la Cuadra, que asumió la cartera de Gobernación de la Península (14 de agosto de 1836). Estos dos últimos eran la representación de dos hombres fuertes del progresismo: Juan Álvarez Mendizábal y Agustín Argüelles, respectivamente.
Unas semanas más tarde se realizó una remodelación ministerial, bajo la influencia del embajador inglés Villiers, que implicó la entrada de Mendizábal en el Ministerio de Hacienda, para lo que contó con la decidida ayuda de Gil de la Cuadra. Éste a su vez pasó a la cartera de Marina, a la que se agregaron las competencias de Comercio y Gobernación de Ultramar (11 de septiembre de 1836).
En la Memoria que presentó a las Cortes en el inicio del mandato se fijó como objetivos la reorganización de la Marina, el arreglo del sistema de educación de los guardias marinas, en resumen sacarla del “injusto y asombroso abandono con que se ha mirado hasta ahora todo lo que tiene relación con la marina”; de esta situación salvaba el Observatorio Astronómico de San Fernando y el Depósito Hidrográfico. Respecto al comercio, señalaba que, aun cuando la situación bélica dificultaba la aplicación adecuada de ciertas medidas, su programa se basaba en la consolidación de la libertad de tráfico interior, la modificación del Código de Comercio, la articulación institucional de los mecanismos comerciales (Bolsa, Juntas, etc.) y en el estudio de la unificación de pesas y medidas, y de los sistemas de moneda en “los cambios con los extranjeros”.
Respecto a los territorios de Ultramar postergó cualquier medida en tanto no fuese aprobada la nueva Constitución, a fin de no iniciar una sucesión constante de modificaciones.
En el mes de septiembre de 1836 adoptó tres disposiciones en consonancia con su programa: abolición de las pruebas de nobleza para ingresar en la Armada, reorganización de la Secretaría de Estado y restablecimiento de la Junta de Almirantazgo.
El 18 de agosto de 1837 cesó en el Ministerio.
En el proceso de nombramiento de personas afines durante la Regencia de Espartero, el ministro de Hacienda, Agustín Fernández de Gamboa, le nombró comisario regio del Banco Español de San Fernando (30 de noviembre de 1840). Continuó en dicho cargo hasta el 25 de diciembre de 1843 (cese efectivo 2 de enero de 1844), aunque tras la derrota de los esparteristas (julio de 1843) gozó de permisos para reponer su salud.
En 1841 fue nombrado senador por la provincia de Tarragona (18 de marzo de 1841), cargo en el que permaneció hasta la caída de Espartero. Su única intervención se produjo con motivo de las disposiciones preliminares de nombramiento de la Regencia, en la que pedía mayor transparencia y evitar en la medida de lo posible las votaciones secretas; y cuando se planteó la cuestión votó por la Regencia de tres personas.
Ese mismo año (3 de julio de 1841) fue nombrado presidente de la Junta de Ultramar a la que se le encargó la revisión de las Leyes de Indias, de acuerdo con lo estipulado en el artículo 2.º adicional de la Constitución de 1837. En dicho cargo se mantuvo hasta la disolución del Organismo llevada a cabo mediante un real decreto de 30 de septiembre de 1851.
El 6 de octubre de 1849 fue nombrado senador vitalicio, pero no presentó los documentos necesarios para ser aceptado.
Su regreso a los cargos políticos se produjo tras el triunfo de los progresistas en la Revolución de 1854.
Un mes más tarde (16 de agosto de 1854) era nombrado director del Museo Nacional de Pinturas, sustituyendo a Javier Quinto, una de las personas más odiadas del Gobierno del Conde de San Luis. El 23 de enero de 1856 se aceptó su dimisión, en la que no se especificaban las “razones expuestas”, que quedaban aclaradas unas semanas más tarde al renunciar por el “mal estado de su salud” a su puesto de vocal en el Tribunal encargado de dictaminar el concurso para la realización del cuadro de la coronación del poeta Manuel José Quintana (1 de febrero de 1856).
Cuatro años más tarde, falleció en Madrid.
Gil Novales señala que perteneció a la Masonería, con el seudónimo de Catón. Perteneció a diversas sociedades científicas: Real Academia Matritense (11 de mayo de 1816); Società Reale Borbonica de Nápoles (1818); Academia Nacional, sección Ciencias Físicas y Matemáticas (4 de diciembre de 1822). Fue asimismo miembro del Ateneo de Madrid (1841).
El 3 de enero de 1836 fue nombrado académico de honor de la Real de Bellas Artes de San Fernando, junto con el duque de Veragua y Martín de los Heros.
En octubre de 1854 pasaba a la condición de consiliario de dicha Academia, en unión con Joaquín Francisco Pacheco, como consecuencia de la remodelación realizada en dicha Institución.
El autor de las Condiciones y semblanzas de los diputados de 1822 realiza un largo retrato suyo en el que le califica de forma bastante peyorativa, valoración que coincide con la que da Castro en su obra sobre los ministros españoles del siglo xix.
Obras de ~: Tablas comparativas de todas las sustancias metálicas para conocerlas y distinguirlas por medio de sus caracteres externos, Madrid, Imprenta Real, 1803; “Notas al Ensayo mineralógico de don Josef Brunner”, en Anales de Ciencias Naturales (1804), págs. 323-334; Memoria leída a las Cortes Generales por el Sr. Secretario de Estado y del Despacho de Marina, Comercio y Ultramar, en la sesión pública de 26 de octubre de 1836, Madrid, Imprenta Nacional, 1836; (ed.), Carta Esférica de una Parte de la Costa Setentrional y Meridional de la Isla de Cuba desde punta Icacos y Cayo de Piedras hasta el Cabo San Antonio, con la Isla de Pinos y Cayos adyacentes, La Habana, Dirección Hidrográfica, 1837.
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José Ramón Urquijo Goitia