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Francisco Javier de Quinto y Cortés

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Biografía

Quinto y Cortés, Francisco Javier deConde de Quinto (I). Caspe (Zaragoza), 22.V.1810 - Rueill (Francia), 1.V.1860. Doctor en leyes, diputado, senador, alcalde de Madrid, gobernador civil de Madrid, director de la Administración general de Correos, director del Museo Nacional de Pinturas de la Trinidad, director del Boletín Oficial de Instrucción Pública, académico, historiador, propietario, empresario.

Francisco Javier de Quinto y Cortés nació en la zaragozana villa de Caspe el 22 de mayo de 1810. Hijo del matrimonio celebrado en Caspe el 18 de diciembre de 1805 entre el jurista, propietario y político afrancesado Agustín de Quinto y Guiu, prefecto de policía en Valencia durante la ocupación de José Bonaparte, y Manuela Cortés Centol, hija de una familia hidalga de buena posición. Recibió ese nombre porque sus padres tenían un oratorio en su finca caspolina de Chacón bajo la advocación de San Francisco Javier. Fue el tercero de los cinco hijos de dicho matrimonio: Manuela (1807), Pilar (1808), Javier (1810), Luis (1812) y Dolores (1823). Su hermano menor Luis, nacido en Morella, fue bautizado el 23 de enero de 1812 por el arzobispo Joaquín Company, ejerciendo significativamente como padrino el mariscal invasor francés Suchet. El regreso de Fernando VII en 1814 les obligó a marchar al exilio a Francia, inicialmente a Perpiñán y posteriormente, a partir de 1816, a Bagnères, donde Agustín de Quinto fue muy bien valorado y donde el pequeño Javier recibió la primera instrucción. Tras volver del exilio, después del pronunciamiento de Cabezas de San Juan en enero de 1820, y fijar su residencia en Zaragoza, en la plaza San Felipe, justo frente a la inclinada Torre Nueva, el joven Javier continuó sus estudios en las Escuelas Pías de la capital aragonesa, estudiando Gramática latina y Humanidades.

En 1823 ingresó en la Universidad de Zaragoza, cursando los tres años comunes de Filosofía. En 1826 se matriculó en dicha Universidad en la carrera de Leyes. En 1828 se apuntó a la cátedra de Economía política de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos de País, simultaneando cinco cursos de Economía política con los estudios universitarios hasta 1833, sustituyendo la cátedra el último año en ausencia del profesor. En 1829 durante dos meses asistió a un curso extraordinario sobre Ciencia económica impartido por Juan Bautista Say en París. El 1 de abril de 1830 fue elegido por la Junta del Cuartel de la Catedral de La Seo de Zaragoza diputado por la clase de mozos sorteables, para que asistiera a los trabajos que debían llevarse a cabo con objeto de cubrir el contingente de la quinta de aquel mismo año sin sujetarse la ciudad a sorteo. El 20 de julio de 1830 obtuvo por sobresaliente el grado de bachiller, ganados los cursos de Derecho romano, Derecho patrio e Instituciones canónicas. El 26 de noviembre de 1831 fue admitido socio en la matritense Real Academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia de Fernando VII. Ese año presentó al concurso anual de dicha corporación una memoria con el título de ¿Cuáles son los medios oportunos para extinguir la mendicidad de estos reinos? ¿Cuál ha sido el efecto de las medidas adoptadas en el particular por nuestras leyes? La memoria se alzó con el primer premio el 12 de mayo de 1832 lo que le valió la consideración de académico de mérito, nombramiento formalizado el 17 de julio de 1833. Poco después, el 4 de junio de 1834, pasaría a ejercer el cargo de vice fiscal en dicha corporación.

Ese mismo año 1832 también presentó, en la Real Academia de Sevilla, un Juicio crítico de D. Leandro Fernández de Moratín como autor cómico, en el que calificaba su mérito y lo comparaba con Moliere. En virtud de una Real Orden (R.O.), el 9 de febrero de 1832 fue comisionado por el Intendente de Aragón para registrar los archivos de Zaragoza, con el fin de dejar claros y restablecer en su caso los derechos del Real Patrimonio antiguo, cargo en el que permaneció hasta mayo de 1833. Concluyó sus estudios de Leyes positivamente los días 3 y 14 de julio de 1833, cuando obtuvo el grado de licenciado nemine discrepante y la borla de doctor respectivamente. En el mencionado acto de 14 de julio fue quien curiosamente apadrinó a su hermano menor Luis, quien ese mismo día también consiguió el grado de doctor en Derecho. El 31 de agosto de 1833 el Consejo Real expidió a Javier de Quinto el título de abogado. Ese mismo año se presentó a un concurso abierto por la Real Academia Española, con un Poema del Cerco de Zamora por el Rey D. Sancho II de Castilla. El 8 de noviembre de 1833 fue designado unánimemente socio de número por la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País (RSEAAP). El 13 de diciembre presentó una petición junto con Manuel María Salvador y Antonio Bazán solicitando que la dicha RSEAAP le expidiera certificado de haber cursado Economía política y Matemáticas. A finales de 1833 remitió a la Real Academia de Sevilla una memoria con el título de ¿El haber Cervantes ridiculizado las costumbres caballerescas llevadas al extremo en su tiempo, y conseguido exterminarlas con su inimitable Quijote, ha producido posteriormente resultados desventajosos a la sociedad? También se matriculó en el Real Conservatorio de Artes de Madrid en un curso sobre Economía política, que concluyó en 1834.

La finalización de sus estudios universitarios coincidió con la muerte de Fernando VII, y Javier de Quinto se aprestó a marchar a Madrid. Allí colaboró en la redacción tanto del Diario de la Administración como del periódico liberal La Abeja. El 8 de septiembre de 1834 el Ministerio del Interior le nombró redactor de los Anales Administrativos, labor que llevó a cabo con un sueldo de 14.000 reales hasta el cese de la publicación el 1 de julio de 1835. Sus encendidos artículos en defensa del Ministerio del Interior le valieron que la Real Sociedad Económica de Écija le agasajara con el título de socio de número, lo que se verificó en acta de 16 de noviembre de 1834. El 16 de febrero de 1835 la Comisión Central de Instrucción Primaria convocó un certamen para elegir una obra que pudiera servir a los niños como texto de primera lectura. Con ese fin Javier de Quinto elaboró su primera monografía, titulada El libro de los niños, trabajo que dividía en tres partes distintas: Moral, Historia de España y Política. Su finalidad principal fue la de demostrar la necesidad de implantar un gobierno representativo en España, olvidando en ocasiones sus auténticos destinatarios: los niños.

Tras R.O. de 14 de septiembre de 1835 expedida por el Ministerio del Interior fue nombrado por el ministro Riva-Herrera para ejercer en la secretaría del Gobierno Civil de Burgos, con un sueldo de 16.000 reales, sustituyendo a Laureano Arrieta. Quinto tomó posesión el 10 de octubre. Ese mismo mes fue elegido vocal de la Real Junta Directiva del Camino de Burgos a Bercedo por el Gobernador civil de Burgos. El 12 de noviembre la Diputación Provincial de Burgos le nombró su secretario con unanimidad de votos, renunciando el joven Quinto a todo género de sueldo. El 20 de noviembre fue nombrado socio de la Real Sociedad Económica de Burgos. El 17 de junio de 1836 fue ascendido a la secretaría del Gobierno Civil de Zaragoza, en donde permaneció hasta el 17 de septiembre, fecha en la que renunció a su plaza de secretario alegando “motivos particulares”.

Dichos motivos giraron en torno a su participación en los motines revolucionarios de 1836, pues en agosto de dicho año participó en la creación de la Junta Superior de Gobierno de Aragón, junto con importantes miembros del progresismo activo como Evaristo San Miguel o Manuel Lasala, incitando al levantamiento “contra los facciosos que infectan vuestro suelo”. Al consumarse el triunfo revolucionario la dimisión de Quinto no se aceptó, siendo en vez de ello ascendido el 25 de septiembre a la secretaría del Gobierno Político de Barcelona, a la que se incorporó tarde, el 31 de octubre, lo que generó quejas en la Ciudad Condal. El 9 de octubre de ese año fue nombrado miembro de honor y de mérito por la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza, donde de 1827 a 1828 había cursado clases de pintura junto a compañeros como Ponciano Ponzano, quien en sus memorias no dejaría un buen recuerdo del caspolino. En noviembre de 1836 fue nombrado secretario de la Dirección General de Estudios, plaza de la que tomó posesión el 14 de diciembre, renunciando a su puesto en Barcelona. Desde su nuevo cargo intervino en la elaboración de la Ley de Instrucción Primaria de 21 de junio de 1838, siendo presidente Manuel José Quintana.

Tras las elecciones de 22 de septiembre de 1837 ocupó escaño por primera vez en el Congreso, al ser nombrado procurador suplente por Zaragoza con 859 votos y sustituir a Pedro Vicente Soler. Integró tanto la Comisión de Instrucción Pública como la Comisión de Organización de Ayuntamientos y Entidades Locales. Al calor de ambas comisiones pronunció sendos discursos, resultando notable el que leyó el 16 de junio de 1838, en el que planteaba los principales problemas de la instrucción secundaria en nuestro país, señalando que “el estado de la instrucción pública en España es el más deplorable”, y subrayando que “si una parte de la juventud española está hoy en las filas del príncipe rebelde, debido es a la falta de instrucción”. Fue secretario de la Comisión del Congreso que dictaminó sobre el Proyecto de Ley de Instrucción intermedia y superior de 29 de mayo de 1838 del marqués de Someruelos. Dicho proyecto, aprobado por el Congreso, sería posteriormente rechazado en el Senado.

En las elecciones de 24 de julio de 1839 volvió a resultar electo por Zaragoza, con 1897 votos. Fue miembro de la Comisión de Fueros, y pronunció un discurso sobre el particular, centrándose en torno a la problemática de los Fueros de las Provincias Vascongadas y Navarra. En las elecciones de 19 de enero de 1840 también consiguió escaño por Zaragoza, con 3085 votos. Integró la Comisión de Indemnizaciones por la Guerra Carlista, leyendo un discurso sobre dicha cuestión el 15 de julio de 1840 en el que aseguraba que “el verdadero medio de excitar nuevas animadversiones es hacer que se indemnicen y se premien igualmente los siempre leales a la causa nacional y los indultados por consecuencia de sus pasados extravíos”.

Sus influyentes contactos le relacionaron con los principales miembros de la casa real española. En 1839 fue nombrado secretario de Isabel II con ejercicio de decretos. Por Decreto de la Regencia de 4 de noviembre de 1840 fue ascendido a jefe de la Sección Tercera de Instrucción Pública del Ministerio de la Gobernación, tomando posesión al día siguiente. A finales de ese año publicó el primero de sus discursos histórico-políticos, Del derecho de suceder las hembras a la Corona de Aragón, en el que buscaba legitimar en el trono a la futura reina niña Isabel en los territorios de la antigua Corona de Aragón, intentando refutar con datos históricos a aquellos que pretendían negar los derechos sucesorios de las hembras en dichos territorios. El trabajo lo utilizó para intentar ingresar en la Real Academia de la Historia, como así consta en la solicitud presentada por Quinto el 10 de enero de 1841. El 21 de enero informó positivamente sobre el particular el revisor general Marcial Antonio López. La mencionada academia nombró al caspolino académico supernumerario en Junta celebrada el 22 de enero de 1841, lo cual agradecería en carta de 9 de febrero.

El 7 de enero de 1841 el regente Espartero le concedió la Gran Cruz de Carlos III, núm. 169, honor al que renunció. En las elecciones de 1 de febrero de 1841 de nuevo obtuvo escaño por Zaragoza, con 2277 votos. Repitió como miembro de la Comisión de Indemnización a los pueblos destruidos por la guerra civil, pronunciando discurso sobre el particular. Fue designado secretario de la Comisión de Enseñanza intermedia y superior, con varias intervenciones parlamentarias no exentas de interés. Fue secretario de la Comisión del Congreso formada para dictaminar sobre el Proyecto de Ley sobre la organización de la enseñanza intermedia y superior de 12 de julio de 1841 de Facundo Infante. Paralelamente, dicho mes de febrero de 1841 inició sus colaboraciones en el Boletín Oficial de Instrucción Pública, ofreciendo en el primer volumen un juicioso “Bosquejo crítico del estado actual de la instrucción pública en España”. Entre sus reflexiones más importantes destacaba su distinción entre la enseñanza propedéutica y la finalista dentro de la instrucción secundaria. También, dentro de la instrucción superior, sus críticas al sistema universitario español y, muy específicamente dentro de las facultades de leyes, a la ausencia dentro de sus planes de estudios de la enseñanza del “Derecho natural, fuente y origen de toda jurisprudencia”. Igualmente subrayaba la imperiosa necesidad de establecer exámenes por cursos y para grados.

Al suprimirse las jefaturas de sección por la Ley de Presupuestos de 1841, Quinto fue nombrado por Decreto de 1 de diciembre de 1841 oficial tercero clase segunda, ascendiendo el 17 de febrero de 1842 a oficial tercero clase primera. El 29 de mayo de ese año dimitió por desacuerdos con el gobierno, pero su renuncia no fue admitida, lo que se le comunicó el 25 de junio. En plena regencia de Espartero, la presencia de Quinto en algunas importantes academias lejos de disminuir fue ganando en frecuencia ingresando, entre otras, en la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, en la Academia Aragonesa de Jurisprudencia o en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que entró el 13 de febrero de 1842 como académico de honor. También en la Sociedad de Instrucción Pública, una especie de “ateneo progresista” que se inauguró el 29 de noviembre de 1840 por iniciativa de Luis González Bravo, en donde se concedió al caspolino una curiosa “cátedra” de Historia de España. Y también en la Real de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, en donde fue nombrado académico de honor el 22 de mayo de 1842 junto con otros influyentes personajes de la época, como Francisco Agustín Silvela.

Sin embargo, Quinto no fue ajeno al tenso ambiente político que acompañó a la regencia esparterista. Cesado como secretario por el propio regente en un decreto firmado a finales de 1842, mantenía no obstante su puesto como diputado y vicepresidente del Congreso. En las elecciones de 27 de febrero de 1843 consiguió una vez más acta de diputado por Zaragoza, con 3141 votos. Allí fue nombrado secretario de la Comisión de Contestación del Discurso de la Corona. Además de pronunciar dicho discurso de contestación, también leyó el discurso al regente por el Proyecto de Ley de Amnistía. Pero cuando Espartero cesó al frente del gobierno a Joaquín María López, muchos diputados tomaron el cambio como un acto inconstitucional, lo que originó que algunos de ellos, recién cesados, se dirigieran directamente a los distritos que les habían votado para incitar a motines y revueltas contra el regente. Quinto marchó a Zaragoza con el general Jaime Ortega, y lideró en la madrugada del 9 de junio de 1843 a un grupo de conjurados que, pertenecientes principalmente a la milicia y al ejército, no llegaban al centenar. En las Actas del Archivo Municipal de Zaragoza se recoge que, en representación de los amotinados, Javier de Quinto se reunió en la alcaldía zaragozana con las principales fuerzas vivas de la ciudad, presentando las bases del pronunciamiento, que en esencia se cifraban en el mantenimiento y respeto tanto de la Constitución de 1837 como de la propia reina niña Isabel, así como la continuación de la regencia del Duque de la Victoria hasta el 10 de octubre del año siguiente, pero separada de su lado la camarilla que le acompañaba.

El pronunciamiento fracasó, y los dos cabecillas principales del mismo, Quinto y Ortega, consiguieron huir. Javier de Quinto escapó en la tarde del mismo 9 de junio, cruzando la frontera y llegando a Bayona, perdiendo en la huida, según propia confesión, todos los papeles que había ido redactando con vistas a presentar el segundo de sus discursos histórico-políticos sobre el Reino de Aragón. En dicha ciudad francesa cuatro días después publicó un folleto, de 38 páginas, en el que justificaba públicamente su actuación: Manifiesto que sobre los acontecimientos de Zaragoza durante la noche y el día 9 de junio de 1843, dirige a la nación española el ex-diputado a Cortes don Javier de Quinto. El caspolino volvió con rapidez de su exilio francés, entrando en la Península por el Alto Aragón.

En Barbastro encabezó un nuevo motín antiesparterista. El día 2 de julio se formó en dicha ciudad una Junta Provisional, denominada “Superior de Gobierno del Alto Aragón”, constituyéndose bajo la presidencia de Javier de Quinto, compartida según algunas fuentes con Pascual Madoz, ejerciendo la vicepresidencia el alcalde de Barbastro Vicente Baselga, a la que se unieron representantes de Tamarite, Boltaña, Sariñena, Benabarre y otros. La Junta contó con la colaboración de la Milicia Nacional y con militares de prestigio como Jaime Ortega o el coronel Pantaleón Boné. Dicha Junta era un claro exponente de las alianzas entre la vieja nobleza y la pujante burguesía, tanto isabelinas como carlistas, todos unidos frente a Baldomero Espartero. Ese mismo día 2, la Junta emitió una proclama, en la que los firmantes se manifestaban “decididos a contribuir, aún a costa de sus propias vidas, a la salvación del país, de la Constitución y de la Reina”. Desde allí marcho a Caspe, desde donde se incorporó a los ejércitos comandados por Narváez y por Serrano, con los que hizo su solemne entrada en Madrid el 23 de julio. Ese día Quinto fue ampliamente gratificado por decreto del ministro de la Gobernación como jefe político de la provincia de Madrid, atendiendo a su “patriotismo acreditado, notorios conocimientos y distinguidos servicios, que en todas épocas y singularmente en la actual ha prestado a la causa nacional”.

Quinto tomó posesión de su nuevo cargo al día siguiente, y como jefe político de Madrid impulsó la reforma de la matritense Puerta del Sol. El 3 de agosto, en gratitud por sus actitudes políticas, fue recompensado con la Gran Cruz pensionada de Carlos III. El 19 de agosto fue designado miembro de la Comisión de Códigos de 1843, ocupando parte de la sección del Código civil, desde donde como buen aragonés mantuvo una actitud vigilante para que se tuvieran en consideración “las especialidades de la legislación de mi país”. El 14 de agosto pasó a dirigir la Dirección General de Correos, cargo que ocuparía hasta el 30 de junio de 1847. La labor que realizó el aragonés en dicho campo puede observarse en su Memoria razonada y estadística de la Administración general de Correos, firmada por el mismo Quinto el 24 de febrero de 1847. En dicha memoria, de 198 páginas, tras presentar una perspectiva general de la administración de correos incidía en sus principales problemas, explicando las medidas concretas que aplicó para solucionar tales problemas. La actividad llevada a cabo por el caspolino en pos de la modernización del servicio de correos, en algunos puntos muy discutida por los progresistas, le sirvió para recibir, por Decreto de 5 de marzo de 1844, la Cruz de Comendador de la R.O. Americana de Isabel la Católica.

Javier de Quinto también era persona de considerable gusto artístico, aprendiz de pintor, mecenas y coleccionista de obras de arte, y tal vez por ello tuvo interés especial en dirigir el Museo Nacional de Pinturas de la Trinidad en Madrid (futuro Museo del Prado), cargo al que accedió el 1 de agosto de 1843, reemplazando a Joaquín Iñigo. Quizás favorecido por su nueva posición, fue reuniendo una magnífica colección particular, de evidentes semejanzas con la colección del Museo de la Trinidad que paralelamente se estaba levantando, y que inicialmente se centró en la adquisición de pinturas religiosas secundarias de la escuela madrileña del siglo XVII. Entre las obras de la colección privada de Quinto se encontraban también algunas pinturas de Goya, que había recibido dentro de la herencia de su padre Agustín, como el Retrato a Juan Meléndez Valdés, óleo sobre lienzo pintado en 1797, en la actualidad en el Bowes Museum, Barnard Castle, Gran Bretaña. Igualmente guardaba del genial pintor aragonés un pequeño óleo sobre hojalata pintado alrededor de 1793 titulado El corral de locos de Zaragoza, que en la actualidad se encuentra en el Meadows Museum de Dallas. También un óleo sobre lienzo pintado en 1807, el Retrato a Isidoro Máiquez, del que se conocen hoy dos versiones, una en el Museo del Prado, procedente del Museo de la Trinidad, y el otro conservado desde 1933 en el Art Institute de Chicago. Igualmente destacaban varias obras de El Greco, en especial un óleo sobre tela de alrededor de 1580 titulado Cristo abrazado a la cruz (tipo I), que fue vendido en 1862, y que tras pasar por varias manos fue adquirido por Robert Lehman en 1953, encontrándose en la actualidad en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Igualmente destacó la presencia en su colección personal de cuadros de pintores como Zurbarán, Claudio Coello, Luca Giordano o Juan Carreño de Miranda. De este último sobresalían El festín de Baltasar, óleo sobre lienzo pintado alrededor de 1647, hoy en el Bowes Museum, y Mariana de Austria, óleo sobre lienzo de 1669, hoy en el Museo del Prado. El caspolino, también nombrado decano de la Comisión Central de Monumentos históricos y artísticos, permanecería en su cargo de director hasta su precipitada marcha de España tras los sucesos revolucionarios de julio de 1854.

Tras la caída de Espartero, en las elecciones siguientes de 15 de septiembre de 1843 una vez más alcanzó escaño por Zaragoza, con 1566 votos. Fue vicepresidente del Congreso y formó parte activa de la Comisión sobre el adelanto de la edad de Isabel II, junto con algunos de los liberales más destacados del momento como Pascual Madoz, Alejandro Oliván, Martínez de la Rosa, Posada Herrera, Istúriz o González Bravo. Su postura abiertamente favorable quedó constatada en su discurso de 7 de noviembre de 1843, en el que abiertamente declaraba que “no se trata de nombrar Reina de España a Doña Isabel II, porque Reina es por la Constitución, por el voto de los pueblos y porque nadie puede disputarle este derecho; se trata únicamente de declararla mayor de edad. No hay cuestión de personas, sino de dispensa de edad”. En los llamados “sucesos del Real Palacio” de noviembre de 1843, Javier de Quinto se alineó con las huestes del liberalismo doctrinario, experimentando un importante giro hacia la derecha al aproximarse al sector conservador autoritario encabezado por el marqués de Viluma y por Bravo Murillo. En cualquier caso, el 2 de diciembre de 1843 pronunció en el hemiciclo un sentido discurso en favor del propio Olózaga: “tengo interés como el que más en que el Sr. Olózaga se defienda. Lo tengo por mil razones, y entre otras porque ahora más que nunca me honro con ser amigo del Sr. Olózaga; lo he sido muchos años de S. S. y ahora en la desgracia no le abandonaré”.

Por R.O. de 1 de abril de 1844, se encargó a Quinto la redacción y empresa del Boletín Oficial de Instrucción Pública (BOIP), sustituyendo en esa labor a F. P. de Anaya. En la labor de redactar dicho boletín se le asociaron Pablo Montesino, Pedro Juan Guillén y Juan Martín Carramolino, los tres miembros a su vez del Consejo de Instrucción Pública. En una especie de editorial titulada “A los lectores” que aparece encabezando el primer número de esta nueva etapa del BOIP, de 15 de abril de 1844, Javier de Quinto manifiesta sentirse “profundamente convencido de que la educación moral y literaria del pueblo es la única base segura de su prosperidad y de su engrandecimiento”. Ese mismo mes de abril aparece como secretario de la sección cuarta del Consejo de Instrucción Pública, organismo que había sustituido a la Dirección General de Estudios y en el que el aragonés ya había ejercido como vocal. Por Decreto de 4 de agosto de 1844 fue premiado con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. En su respuesta Quinto aseguraría a S. M. que “mi vida ha estado y estará siempre consagrada a su servicio”. En las elecciones de 3 de septiembre de 1844 Quinto consiguió, ya por última vez, escaño por Zaragoza con 4217 votos. Sus intervenciones no fueron importantes, pues unos meses después abandonó el Congreso, siendo sustituido por Eusebio Calonge, al obtener el rango de senador vitalicio por Real Decreto de 25 de agosto de 1845, lo que se trasladó al presidente del Senado por una R.O. de 25 de noviembre de 1845. El 18 de diciembre de ese mismo, el Comité encargado de verificar la aptitud legal de Quinto señalaba que Javier de Quinto probaba “poseer una renta anual procedente de bienes propios que radican en las Villas de Caspe y Ricla, cuya suma asciende a 30180 reales, cantidad suficiente para declarar su aptitud legal bajo este concepto”.

El 1 de abril de abril de 1846 Javier de Quinto fue nombrado miembro numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El 2 de octubre de 1846 tomó posesión como académico supernumerario de la Real Academia de la Historia, tras haberse excusado ante dicha Academia el 28 de noviembre de 1844 por no haberlo hecho todavía, alegando haber perdido todos sus papeles en los sucesos del 9 de junio de 1843. Quinto pronunció el segundo de sus discursos sobre el viejo Reino de Aragón: Del juramento político de los antiguos reyes de Aragón, obra cumbre de su producción historiográfica, en la que intentaba demostrar la falsedad del famoso juramento de los reyes aragoneses Nos que valemos tanto como vos, y que juntos podemos más que vos, elegimos rey... haciendo al parisino Francisco Hotman responsable de tal error. El 5 de marzo de 1847 fue admitido como académico numerario, siendo el primer usuario de la medalla núm. 34 antes de ser numerada.

El caspolino contrajo matrimonio en junio de 1845 con la jovencísima Elisa de Rodas y Rolando, natural de Madrid, dama de honor de su majestad la reina María Cristina y dieciocho años más joven que él. El 6 de junio el notario de Madrid Ildefonso de Salaga redactó el contrato matrimonial, y al día siguiente la unión fue bendecida por Federico José Sánchez, vicario de la Parroquia de San Sebastián de Madrid. De este matrimonio nacerían cuatro hijos: Emilia (1846), Francisco de Asís (II conde de Quinto, 1854), Agustín (comandante de caballería, 1856) y Cristino (Academia Militar de Valladolid, 1858). Estos dos últimos nacieron en París, y tuvieron como padrinos a la reina María Cristina, viuda de Fernando VII, y a su nuevo esposo Fernando Muñoz. Ponciano Ponzano, compañero de juventud de Quinto en la Academia de San Luis de Zaragoza, hizo un panteón de mármol que tenía las cabezas de cuatro angelitos que representaban a sus cuatro hijos. Con anterioridad había esculpido Ponzano los bustos de los condes de Quinto, que se expusieron en París a mediados de la década de 1850.

Por Decreto de 19 de febrero de 1848 Quinto fue nombrado consejero de Instrucción Pública, participando activamente en sus sesiones desde el 25 de abril de dicho año hasta el 16 de agosto de 1851. Por Real Decreto de 24 de junio de 1849 fue nombrado Consejero Real, en clase de ordinario, siéndole designada la sección de Gobernación. Mantuvo su plaza en dicho Consejo hasta su renuncia, admitida por Real Decreto de 24 de junio 1853. En 1850 fue nombrado académico de número de la Real Academia Española, sustituyendo en la silla “M” al altoaragonés José Duaso y Latre. El caspolino leyó su discurso de ingreso el 13 de enero de 1850 con el título de Sobre el genio y carácter de la lengua española en el siglo XIX y sobre los medios de conciliar sus antiguas condiciones y pureza con las necesidades de los tiempos modernos. Contestado por el duque de Frías, es un apasionado manifiesto en favor de la lengua castellana, considerando los medios necesarios para mantener la pureza de la lengua haciéndola compatible “con las necesidades de los tiempos modernos”.

El 13 de abril de 1850 Javier de Quinto llevó a cabo, junto a su esposa Elisa, una de sus actuaciones más controvertidas, al comprar a Joaquín Cortés el edificio histórico de la Universidad de Alcalá: el Colegio Mayor de San Ildefonso. Al parecer la idea del caspolino era utilizarlo como cantera de materiales, demoliendo parte del mismo, lo que generó la reacción del pueblo de Alcalá, que acabaron constituyendo una sociedad de condueños para evitar dicha demolición. Quinto accedió a venderles el edificio, lo que se verificó el 12 de diciembre de ese mismo año, pero antes se adueñó del retablo, y también se llevó las cuatro campanas de bronce que pendían de la portada del edificio. Una de ellas la trasladó al Colegio de los Escolapios de Caspe. También se llevó a su ciudad natal parte de la verja que circundaba a la Universidad de Alcalá. La caspolina Iglesia de Santa María recibió igualmente una escultura de San Sebastián, que Quinto trasladó de Madrid a la villa zaragozana. Hay quienes califican a Javier de Quinto como “un gran depredador” del patrimonio artístico español. En Caspe, sin embargo, es considerado un “gran patricio” para la ciudad.

Javier de Quinto recibió, el 21 de mayo de 1851, la concesión del título nobiliario de I conde de Quinto, aunque su expedición se retrasaría hasta al 24 de enero de 1859. Ese mismo año 1851 fue nombrado vocal de la Junta General de Beneficencia, y culminó un tenso debate historiográfico con José Morales Santisteban, secretario del Ateneo de Madrid, sobre la legislación y las libertades políticas aragonesas, publicando una Respuesta que a D. José Morales Santisteban, autor de un folleto intitulado “Estudios históricos sobre el reino de Aragón”, se apresura a dar D. Javier de Quinto. Dicha polémica, iniciada ya en 1840, alcanzó entonces sus mayores grados de crispación, con fuertes ataques dialécticos por ambas partes. Alrededor de comienzos de la década de 1850 el escultor asturiano Francisco Pérez del Valle le hizo un busto fundido. El caspolino apoyó en 1852 el ultra moderado proyecto de reforma constitucional de Bravo Murillo, que resulto fallido, y que proponía un viraje hacia la derecha con respecto al modelo político implantado por la Constitución de 1845.

Por Real Decreto de 10 de noviembre de 1853 fue nombrado alcalde corregidor de Madrid, con un sueldo de 60.000 reales anuales. Sin embargo, el 17 de enero de 1854, fue elegido como gobernador civil interino de Madrid, obteniendo el 24 de febrero de ese mismo año el puesto en propiedad. Dos días antes, en el ejercicio de su cargo, ordenó cerrar el Ateneo de Madrid “hasta nueva orden de este gobierno civil”. También intentó frenar, si éxito, la subida de precios con toda una serie de medidas que resultaron insuficientes. El 2 de mayo de 1854 fue nombrado Gentilhombre de Cámara con ejercicio, libre de gastos, lo que juró tres días más tarde. El 30 de junio de dicho año publicó un bando como gobernador civil en el que alertaba contra “los perturbadores revolucionarios”. El 14 de julio publicó otro bando amenazando a quienes ayudaran a los revolucionarios, y fijando el horario de cierres de los cafés. El 17 de julio el pueblo sublevado centró sus represalias en algunos gobernantes como Quinto, Sartorius o Domenech. El aragonés vio abatida su brillante carrera política, siendo incendiada su casa en Madrid por los insurrectos. La mayor parte de la documentación familiar se perdió esa noche, como bien se recoge en un valioso manuscrito posterior que se conserva en el archivo familiar. Quinto cesó como gobernador civil ese mismo 17 de julio. Diez días más tarde, la recién fundada “Junta de Salvación”, creada con el fin de contener la radicalización del pueblo de Madrid, dispuso las detenciones de Quinto y de Sartorius. El aragonés se refugió en la legación portuguesa junto a su esposa, quien tuvo que disfrazarse para pasar entre la muchedumbre. Ambos huyeron al extranjero, desapareciendo de la praxis política diaria y dedicándose a sus negocios particulares. El 28 de julio recibió carta del vizconde de Kerkom, presidente de la Academia de Arqueología de Bruselas, mostrándole sus condolencias. Al no contar Quinto con el permiso real para marchar al extranjero, ello obligó en 1865 a su viuda a solicitar ese permiso “a posteriori” para que su esposo fuera declarado cesante como gobernador civil, y poder cobrar su pensión de viudedad. En 1881 fue su hija Emilia la que solicitó otra pensión ante la Junta de Pensiones Civiles.

En la década de los años cincuenta el caspolino participó en numerosos negocios muy lucrativos, como la construcción del canal de Isabel II, la explotación de minas en León, la canalización del río Ebro o la construcción de los ferrocarriles pontificios. En este último asunto formó a comienzos de 1856, junto con Fernando Muñoz, I duque de Riánsares y segundo marido de María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII, con José Castillo Ayensa, con el marqués de Casa-Valdés y con otros empresarios la llamada Sociedad Casa-Valdés y Cía., con el confeso objeto de construir el ferrocarril pontificio que cubriera los trayectos entre Roma y Civitavecchia y entre Roma-Foligno-Ancona-Bolonia. En diciembre de 1856 formó parte de la comitiva real que, con María Cristina de Borbón al frente, se trasladó a Roma al nacimiento de su nieto, fruto de las relaciones de su segunda hija con el príncipe del Drago. La comitiva se alojó durante cuatro meses y medio en la casa de José Castillo Ayensa, quien afirmaría que el conde de Quinto jugó allí un importante papel al hacer “de intendente y conocedor de negocios”, aconsejando a la propia María Cristina en la adquisición de ciertas propiedades. En el verano de 1857 participó en la formación de una nueva sociedad, la Societé Industrial Crédito Mobiliare Toscano, de nuevo junto con el I duque de Riánsares, con el marqués Cosimo Ridolfi y con Giulio Sarti. Con sede en Florencia, a dicha sociedad se le adjudicó la línea de Roma al Po por Ancona, Boloña y Ferrara. La polémica por las actuaciones del caspolino y del duque de Riánsares fue enorme. Tras una agitada asamblea celebrada el 10 de febrero de 1858, la situación se solucionó indemnizando Quinto y Riánsares a todos los interesados con 22’5 millones de francos.

El aragonés ocupó por última vez su sillón en el Senado en la legislatura de 1859-1860. Nombrado ministro honorario del Consejo Supremo de Guerra y Marina, falleció de forma absolutamente inesperada en la localidad francesa de Rueill, en las cercanías de París, el 1 de mayo de 1860, cuando todavía no había cumplido los cincuenta años de edad. Su muerte estuvo acompañada por un halo de oscuridad que todavía hoy no se ha disipado. Sus restos mortales fueron trasladados a su localidad natal de Caspe, donde fue enterrado en el llamado “panteón de Chacón”.

Hombre ilustrado de espíritu agitado, Javier de Quinto fue doctor en Derecho por la Universidad de Zaragoza, abonado a los tribunales de Reino de Aragón y miembro de numerosas corporaciones nacionales: individuo de número de la Real Academia Española, de la Real Academia de la Historia, y de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando; individuo de mérito de la Academia Sevillana de las Buenas Letras y de la Academia de Jurisprudencia teórico-práctica de Madrid; miembro honorario de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza, así como de la Academia de la Concepción de Valladolid; profesor en la Academia Aragonesa de Jurisprudencia; miembro del Ateneo de Madrid y de las Sociedades Económicas de Amigos del País de Zaragoza, Madrid, Écija y Burgos; también de corporaciones extranjeras: socio correspondiente de la Real Academia de Arqueología de Bélgica y de la Sociedad de Anticuarios de Normandía, honorario de la Academia Gran Ducal de Mineralogía y de Geognosia de Jena, e individuo de la Academia Romana del Panteón.

Su prematura muerte cortó de cuajo una muy interesante, aunque breve, producción historiográfica. También una señalada, y camaleónica, actividad pública, en la que fue incrementando sus convicciones conservadoras al tiempo que la Revolución liberal se fue consolidando en el país. El mismo conde de Quinto había sintetizado unos años atrás esta trayectoria, dejando constancia de su militancia activa en el partido progresista interrogándose “si cupo gloria o deshonor en haber formado primero en la vanguardia de la hueste liberal; si hay gloria o deshonor en formar hoy en el centro de ese mismo ejército”, y reconociendo significativamente “que la primera necesidad de mi país era ya la de consolidar sus legítimas conquistas sin exponer el Estado a nuevas conmociones ni peligros”.

Javier de Quinto fue objeto de un excelente retrato por parte de Vicente López que acompaña a estas líneas. Se trata de un óleo sobre lienzo de 65 x 54 cm, pintado alrededor de 1845. También de una litografía de Hermoso, realizada por Isidoro Lozano. En paradero desconocido se encuentra un óleo sobre lienzo en el que aparece retratado póstumamente, con marco de madera sobredorada de época, bien conservado, pintado por Nicolás Ruiz de Valdivia y Aguilera en 1861 por encargo del Ayuntamiento de Caspe. En dicho Ayuntamiento permaneció hasta que fue adquirido por Máximo Pasqual de Quinto, quien alrededor de 1920 se lo entregó a su hijo primogénito Francisco. Representa al I conde de Quinto ataviado con uniforme de la época, con condecoraciones, banda y bicornio en la mano.

 

Obras de ~: ¿Cuáles son los medios oportunos para extinguir la mendicidad de estos reinos? ¿Cuál ha sido el efecto de las medidas adoptadas en el particular por nuestras leyes?, Memoria presentada a la Real Academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia de Fernando VII, 4 de febrero de 1832 (en Revista de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, entrega cuarta, 1 de julio de 1875, págs. 161-171); Juicio crítico de D. Leandro Fernández de Moratín como autor cómico, presentado a la Real Academia de Sevilla, inéd. 1832; Poema del Cerco de Zamora por el Rey D. Sancho II de Castilla, presentado a la Real Academia Española, inéd., 1833; ¿El haber Cervantes ridiculizado las costumbres caballerescas llevadas al extremo en su tiempo, y conseguido exterminarlas con su inimitable Quijote, ha producido posteriormente resultados desventajosos a la sociedad?, presentado a la Real Academia de Sevilla, inéd., 1833; El libro de los niños. Presentado a la comisión central de instrucción primaria en el concurso de 1835 como ensayo de una obra que pudiera servir para primera lectura, Madrid, Imprenta de don Tomás Jordán, 1836; Discursos políticos sobre la legislación y la historia del antiguo Reino de Aragón. Del derecho de suceder las hembras a la Corona de Aragón, Madrid, Imprenta Nacional, julio de 1840; “Bosquejo crítico del estado actual de la instrucción pública en España”, en Boletín Oficial de Instrucción Pública (BOIP), Madrid, Imprenta Nacional, t. I, nº 1, 28 de febrero de 1841, págs. 18-35; “De la instrucción intermedia y de los medios de mejorarla”, en BOIP, Madrid, Imprenta Nacional, t. I, nº 6, 15 de mayo de 1841, págs. 268-276; “Universidades menores. Institutos de Murcia y Cáceres”, en BOIP, Madrid, Imprenta Nacional, t. I, nº 7, 31 de mayo de 1841, págs. 314-326; “Sobre la enseñanza privada y los colegios de humanidades y de filosofía”, en BOIP, Madrid, Imprenta Nacional, t. I, nº 9, 30 de junio de 1841, págs. 398-407; Manifiesto que sobre los acontecimientos de Zaragoza durante la noche y el día 9 de junio de 1843, dirige a la nación española el ex-diputado a Cortes don Javier de Quinto, Bayona, sin pie de imprenta, 13 de junio de 1843; “A los lectores'', en BOIP, Madrid, Imprenta Nacional, t. VII, nº 1, serie segunda, 15 de abril de 1844, págs. 253-255”; “Bosquejo crítico del estado actual de la instrucción pública en España (II)'', en BOIP, Madrid, Imprenta Nacional, t. VII, nº 1, serie segunda, 15 de abril de 1844, págs. 256-272”; “Sobre el Real Decreto de 13 de abril de este año expedido por el Ministerio de Gracia y Justicia'', en BOIP, Madrid, Imprenta Nacional, t. VII, nº 2, serie segunda, 30 de abril de 1844, págs. 282-297”; “Juicio del Consejo de Instrucción Pública acerca del Decreto de 13 de abril expedido por el Ministerio de Gracia y Justicia'' y “Instrucción primaria. Logroño y Salamanca”, en BOIP, Madrid, Imprenta Nacional, t. VII, nº 3, serie segunda, 15 de mayo de 1844, págs. 317-323 y 323-327 respect.; “Instrucción secundaria”, en BOIP, Madrid, Imprenta Nacional, t. VII, nº 4, serie segunda, 31 de mayo de 1844, págs. 487-501; “Instrucción primaria'', en BOIP, Madrid, Imprenta Nacional, t. VII, nº 10, serie segunda, 31 de agosto de 1844, págs. 547-549”; “Enseñanza secundaria'', en BOIP, Madrid, Imprenta Nacional, t. VII, nº 16, serie segunda, 30 de noviembre de 1844, págs. 727-731”; “Instrucción pública”, en BOIP, Madrid, Imprenta de D. Antonio Mateis Muñoz, t. VIII, nº 1, 15 de enero de 1845, págs. 12-18; Memoria razonada y estadística de la Administración general de Correos desde 14 de agosto de 1843, en que se encargó de su dirección don Javier de Quinto, hasta enero de 1847, Madrid, Imprenta Nacional, 1847; Discursos políticos sobre la legislación y la historia del antiguo Reino de Aragón. Del juramento político de los antiguos reyes de Aragón, Madrid, Imprenta de San Vicente, a cargo de D. Celestino G. Álvarez, 1848, (reed. Zaragoza, Cortes de Aragón, 1986, con presentación de J. Pasqual de Quinto y de los Ríos); Discurso sobre el genio y carácter de la lengua española en el siglo XIX y sobre los medios de conciliar sus antiguas condiciones y pureza con las necesidades de los tiempos modernos, Madrid, Imprenta de San Vicente, a cargo de D. Celestino G. Álvarez, 1850; Respuesta que a D. José Morales Santisteban, autor de un folleto intitulado ''Estudios históricos sobre el reino de Aragón'', se apresura a dar D. Javier de Quinto, Madrid, Imprenta a cargo de José Rodríguez, marzo de 1851.

 

Fuentes y bibl: Archives du Département des Hauts-de-Seine, “Acte de décès du comte de Quinto”, 4 E/ RUE 15; “Dépôt du testament de Monsieur le Comte de Quinto”, 4 E/ RUE 268; Archivo de la Familia Pasqual de Quinto, Zaragoza, Datos y apuntes sobre la genealogía, nobleza de los apellidos de nuestra casa, con datos sobre los escudos de armas, Manuscrito, 200 folios, en especial ff. 55-79, 83-84, 95-104 y 105-107; Archivo del Arzobispado de Madrid (AAM), Libro de difuntos de la Parroquia de San Marcos, nº. 6, fol. 466; Archivo del Congreso de los Diputados (ACD), Serie documentación electoral: 15, núm. 25; 17, núm. 22; 20, núm. 9; 21, núm. 17; 23, núm. 15; 24, núm. 20; 24, núm. 69; Archivo de la Comisión General de Codificación (ACGC), Sección 7ª. II, 1, 17; Archivo Central del Ministerio de Justicia (ACMJU), Leg. 312-2, núm. 3340. Conde de Quinto; Archivo General de la Administración (AGA), Sign. 03057, leg. 20, expediente carpeta 1228; AGA, Sign. 16522, leg. 1217, expediente carpeta 0009; Archivo General de Palacio (AGP), “Expediente personal de Javier de Quinto”, caja 860/30; Archivo Histórico Municipal de Zaragoza (AHMZ), Acta del Ayuntamiento extraordinario del 9 de junio de 1843; AHMZ, Sección Fondos Antiguos, caja 24244, sign. 87; Archivo Histórico Nacional (AHN), Sección Estado (Carlos III), leg. 6290, doc. 69 (1843), leg. 7372, doc. 18 (1841) y leg. 7374, doc. 27-166, (1843); AHN, Sección Estado (Orden de Isabel la Católica), leg. 7499-1, exp. 94; leg. 7499-2, exp. 30; leg. 6331, exp. 23; AHN, Sección Gobernación, Expediente personal de Quinto, Francisco Javier, 412; Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (AHPM), Protocolo 25.067, fol. 1231; Protocolo 32.032, fols. 105 y 249; Archivo Histórico Universitario de Zaragoza (AHUZ), Libros de Matrículas de la Universidad de Zaragoza, del t. LXXI (1824-1825) al t. LXXX (1832-1833); Archivo Municipal de Guadalajara (AMGU), Protocolo 26.570, fols. 1027-1037; Archivo de la Real Academia Española (ARAE), Expediente de Quinto y Cortés, Francisco Javier de, Conde de Quinto, ES 28079; Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (ARABASF), leg. 3-14; leg. 6-95-1; Archivo de la Real Academia de la Historia (ARAH), Expediente académico de D. Javier de Quinto y Cortés, Conde de Quinto. Leg. 100, carpeta 26, sección 11 F; Archivo Regional de la Comunidad de Madrid (ARCM), Fondo Diputación Provincial, serie núm. 913714, expediente núm. 2; Archivo de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País (ARSEAAP), Libro de actas, Año 1833, fols. 411 y 417. Año 1836, fol. 101; Archivo del Senado (AS), Expediente personal del senador vitalicio D. Francisco Javier de Quinto y Cortés, I conde de Quinto. Caja nº 95, leg. 0361HIS-0361-07; Archivo de la Villa -de Madrid- (AV), Corregimiento. Sección 2, leg. 126, nº 55; Sección 4, leg. 21, nº. 51 y 52; Diario de Sesiones de Cortes (DSC), Índices 1837, págs. 132-133; 1838, pág. 49; 1839, pág. 36; 1840, págs. 56-57; 1841, pág. 69 y 78; 1842, pág. 6; 1843, págs. 22 y 26; 1843, págs. 26 y 55.

Otras fuentes: Archivo familiar y entrevistas a Don José Ignacio Pasqual de Quinto y de los Ríos, barón de Tamarit, entre los meses de diciembre de 2006 y junio de 2007, en su domicilio particular de la Calle César Augusto de Zaragoza.

J. Martínez Villergas, “Biografía de D. Francisco Javier de Quinto”, en Los políticos en camisa. Historia de muchas historias, t. II, Madrid, Imprenta del siglo, 1846; M. Ovilo y Otero, “Biografía del Excmo. Sr. D. Francisco Javier de Quinto, senador del Reino”, en Historia de las Cortes de España, y biografías de todos los diputados y senadores más notables contemporáneos, Madrid, Baltasar González, 1847; J. Morales Santisteban, “Examen de un discurso del Sr. D. Francisco Javier de Quinto sobre el derecho de suceder las hembras a la Corona de Aragón”, en Estudios históricos sobre el Reino de Aragón, Madrid, Imprenta de la Publicidad, 1851, págs. 59-78; J. Morales Santisteban, “Refutación de los principales errores del Sr. Quinto, relativos al derecho de suceder a la corona en el reino de Aragón”, en Estudios históricos sobre el Reino de Aragón, II, Madrid, Imprenta de M. Rivadeneyra, 1851, págs. 37-72; C. Iglesias Benavente, y J. E. De Eguizabal, Alegatos de bien probado de parte de los exmos. señores condes de Quinto, en los dos pleitos que les han sido suscitados por el señor don Antonio Serradilla, tercer marido de la señora doña Cruz Rolando, sobre aumento de pensión vitalicia y sobre afianzamientos especiales, Madrid, Imprenta a cargo de José Rodríguez, 1853; J. Castillo Ayensa, Historia crítica de las negociaciones con Roma desde la muerte del Rey Don Fernando VII, 2 vols., Madrid, Imprenta de Tejado, 1859; S. López Novoa, Historia de la muy noble y muy leal ciudad de Barbastro y descripción geográfica-histórica de su diócesis, Barcelona, Imprenta de Pablo Riera, 1861, t. I, págs. 405-407; M. Gómez Uriel, Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa, aumentadas y refundidas en forma de diccionario bibliográfico-biográfico, Zaragoza, Imprenta de Calisto Ariño, 1886, t. III, págs. 7-9; J. 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Guillermo Vicente y Guerrero

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