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Louis Joseph Proust

Biografía

Proust, Louis Joseph. Angers (Francia), 26.IX.1754 – 5.VII.1826. Químico y farmacéutico.

Segundo hipo de Joseph Proust y Rosalía Sastre, nació en el seno de una familia de antigua tradición farmacéutica, que había regentado, desde 1592, una de las principales oficinas de farmacia de Angers. Terminada su primera formación en el Colegio de los Oratorianos de su ciudad natal, ingresó como aprendiz en la farmacia familiar. Atraído por el prestigio de los farmacéuticos parisinos, las ventajas profesionales de un título concedido por el Colegio de Farmacia de la capital y la posibilidad de adquirir una formación científica en los innumerables cursos públicos y privados que allí se ofrecían, fue enviado a París, como otros muchos hijos de farmacéuticos acomodados, para completar los años de aprendizaje que todo aspirante a formar parte del gremio debía cumplir junto a un maestro farmacéutico. Fue ayudante durante años del prestigioso farmacéutico Nicolas François Clerambourg y siguió los cursos de Química impartidos por Hilaire Martin Rouelle en el Jardin des Apothicaires.

Su carrera profesional se inició como farmacéutico jefe en el Hospital de la Salpêtrière, donde fue contratado en 1776.

Probablemente recomendado por su maestro Rouelle, fue elegido como candidato para ocupar la Cátedra de Química que pretendía crear la Sociedad Vascongada de Amigos del País de Vergara, bajo los auspicios del Ministerio de la Marina. Llegó a mediados de 1778 y durante los dieciséis meses en que finalmente se mantuvo al frente de la nueva cátedra logró dotar y organizar un laboratorio químico y poner en marcha los cursos de Química. A pesar del esfuerzo realizado, los cursos tuvieron poco éxito y, a mediados de 1780, abandonó Vergara para regresar a Francia. De su actividad durante los años que permaneció en su país natal se sabe tan sólo que continuó su tarea docente en el Musée fundado en París por Jean- François Pilâtre de Rozier en 1781 para la educación y el entretenimiento de nobles y “gens du monde”.

En este contexto fue en el que se produjo su colaboración en los experimentos aerostáticos impulsados por Pilâtre y Jacques Charles, que culminaron con las famosas ascensiones en globo realizadas en 1784 en Versalles, en presencia del reyes de Francia y Suecia y de la Corte Francesa en pleno.

Las nuevas teorías sobre la composición química y la combustión, así como el desarrollo de la química pneumática habían abierto grandes expectativas sobre las aplicaciones prácticas de la química, incluidas las militares. En Francia, la dirección de la Régie des Poudres, la institución encargada del control de la producción de la pólvora, había sido confiada al principal químico de la época, Antoine Lavoisier.

Fue a él a quien se dirigió el embajador de España, el conde de Aranda, cuando se le encomendó la misión de encontrar un candidato para ocupar la Cátedra de Química de la Real Escuela de Artillería de Segovia y fue él quien señaló a Proust como el mejor preparado para este puesto. Llegó a Segovia en 1786 con la misión de organizar la formación de los artilleros en los principios de la química y en sus aplicaciones militares, así como para realizar trabajos de investigación que permitieran mejorar las técnicas de producción y la calidad de la pólvora. Para ello, se aprobó un generoso presupuesto destinado a la construcción de un edificio de nueva planta que albergara las aulas de enseñanza y un laboratorio químico, que fue dotado con los mejores instrumentos de la época. Durante el tiempo que duró la construcción del nuevo laboratorio, se le encomendaron varias misiones de inspección de las explotaciones mineras e industrias metalúrgicas del Reino, con el fin de que tomara conocimiento de los diferentes procesos industriales de extracción, depuración y tratamiento de minerales y metales a los que debería dedicar parte de su futuro trabajo de investigación. Los resultados de estos trabajos de inspección y de las investigaciones realizadas desde que el laboratorio estuvo listo en 1789 fueron publicados en el primer volumen de los Anales del Real Laboratorio de Segovia (1791), revista de la que fue director y casi único redactor. Fueron memorias de carácter eminentemente práctico en las que Proust hizo gala de sus sofisticados métodos analíticos y su gran capacidad de trabajo experimental. En una de ellas, la dedicada al azul de Prusia, se encuentran las primeras formulaciones de lo que tradicionalmente se ha considerado como la principal aportación científica de Proust, la supuesta enunciación de “ley de las proporciones definidas”, según la cual “la oxidación de los metales en las manos del hombre, es una operación sujeta a las leyes de proporción, determinadas por la misma naturaleza, e inalterables a la voluntad humana”. Como han mostrado recientemente los historiadores de la química, más que la formulación de una nueva ley, las conclusiones de Proust eran un intento de ofrecer una interpretación coherente a un hecho ampliamente conocido, y debatido, por los químicos de la época. Lo que sí es cierto es que Proust fue especialmente constante en la defensa de este principio y de su carácter de ley natural, frente a los que, como Claude Louis Berthollet, lo pusieron en cuestión, lo cual explica en parte el que se le atribuyera su autoría. También datan de estos años las numerosas memorias publicadas en los Anales de Ciencias Naturales, revista de la que fue también miembro del grupo de redactores, por designación real. Fue aquí donde aparecieron sus estudios sobre la composición de muestras de minerales procedentes de diferentes regiones y cuencas mineras españolas, entre ellos sus tres trabajos sobre los métodos de purificación del platino, así como las memorias sobre las características y las técnicas de producción de sustancias como el alcanfor de Murcia, el azul de Prusia, el jabón fabricado en frío, el azúcar de uva o el alcohol de algarrobo, de claro interés para las artes y la agricultura. Finalizado el laboratorio y dotado del equipamiento necesario, en febrero de 1792 dieron comienzo los cursos. A ellos asistieron con obligada asiduidad los alumnos de la Escuela de Artillería, pero también todos aquellos auditores libres que aprovecharon su carácter público y gratuito. Sus lecciones se caracterizaron por la profusión de demostraciones experimentales con las que acompañó las explicaciones, oponiéndose de este modo a los métodos escolásticos todavía empleados por muchos profesores de Química de la época. A pesar de la reconocida calidad de sus cursos y de sus investigaciones, su inquebrantable rechazo a someterse a la disciplina que la jerarquía militar de la escuela trataba de imponerle, así como la constante sospecha que sus modos y costumbres despertaron en la Inquisición, acabaron provocando su destitución en 1798. Antes de que esto se produjera, tuvo lugar en Segovia otro acontecimiento de gran importancia para su vida: el encuentro con Anne Rose Châtelain Daubigné, una joven de familia francesa, con la que contrajo matrimonio ese mismo año.

En 1799, se trasladó a Madrid para hacerse cargo de la dirección de la Real Escuela Práctica de Química, la institución que, de acuerdo con el plan de reforma de las escuelas de química puesto en marcha por el Ministerio de Estado, debía unificar la enseñanza de la Química impartida hasta entonces en la Cátedra de Química de la Academia de Artillería de Segovia; la de Química Aplicada a las Artes fundada en 1787 por el Ministerio de Hacienda y ocupada por Domingo García Fernández; y el Real Laboratorio de Química, fundado por el Ministerio de Estado, en 1787, y dirigido por Pedro Gutiérrez Bueno. Todas ellas quedaban de este modo suprimidas y reunidas en la nueva Escuela Práctica de Química. La tarea asumida era de enorme importancia, pues la nueva Escuela era el núcleo de un ambicioso plan de institucionalización de la química en España que contemplaba la creación de una red de cátedras de esta ciencia en las principales capitales de provincia. Según su Reglamento, los candidatos a ocupar las nuevas cátedras, recibirían una formación de dos años en los laboratorios de la Escuela y, una vez superadas todas las pruebas y nombrados catedráticos, serían pensionados durante otro año para completar sus estudios en París, antes de incorporarse a sus puestos en las ciudades a las que se les destinase. El plan establecido pudo completarse para al menos tres promociones de alumnos, a razón de seis por año, que siguieron los cursos, realizaron sus estancias en París y, en algunos casos, llegaron a ocupar sus cátedras en las ciudades asignadas. Sin embargo, el regreso de Proust a Francia, en 1806, y el estallido de la guerra abortaron por completo el desarrollo de este importante proyecto.

El regreso a Francia supuso el abandono prácticamente total de su actividad científica. Hasta 1807 siguió publicando con cierta intensidad, principalmente en relación con la polémica mantenida con Berthellot, y también con el mineralogista René Just Haüy, sobre las proporciones en que se combinan las sustancias y sobre el complejo concepto de “mezcla” y “compuesto” que subyacía a toda esta discusión. Su nombramiento como miembro del Institut de France (1816), en sustitución del recientemente fallecido Guyton de Morveau, le mantuvo también en contacto durante algún tiempo con los círculos académicos franceses. Desde allí llevó a cabo algunos de sus últimos proyectos de trabajo, principalmente relacionados con aplicaciones industriales de la química, como por ejemplo el de la producción industrial del azúcar de uva, resultado de un encargo realizado por el gobierno napoleónico, en 1810. La enfermedad de su esposa, muerta en 1817, y la suya propia le llevaron a recluirse en una granja familiar situada en Croan.

En 1820 se trasladó a Angers para hacerse cargo de la farmacia familiar, regentada hasta entonces por su hermano. Allí permaneció hasta su muerte en 1826.

 

Obras de ~: “Introducción al curso de química”, en Extractos de la Sociedad Vascongada de Amigos del País (1779), págs. 125- 135; “Spato, cobalto y resina de la bilis”, en Extractos de la Sociedad Vascongada de Amigos del País (1780), págs. 19-33; Resultado de las experiencias hechas sobre el alcanfor de Murcia, Segovia, A. Espinosa, 1789; Discurso que en la abertura del Laboratorio de chimia del Real Cuerpo de Artilleria establecido en Segovia, pronunció [...], profesor de química del expresado Real Cuerpo, Segovia, Antonio Espinosa, 1792; Memoria sobre el azul de Prusia, Madrid, 1795; “Análisis de la mina de cobre vidriosa roja, o del oxido rojo nativo de cobre”, en Anales del Real Laboratorio de Segovia, II (1795), págs. 1-27; “Recherches sur l’azul de Prusse”, en Annales de Chimie, 23 (1797), págs. 85- 101 “Experimentos hechos en la platina”, en Anales de Historia Natural, I (1799), págs. 51-86; “Recherches sur le couivre”, en Annales de Chimie, 32 (1799), págs. 26-54; Indagaciones sobre el estañado del cobre, la vaxilla de estaño, y el vidriado, Madrid, Imprenta Real, 1803; Carta sobre los salitres, Madrid, Imprenta Real, 1804; Análisis de una piedra meteórica caída en las inmediaciones de Sixena, en Aragón, el 17 de noviembre de 1773, Madrid, 1804; Cartilla para los labradores que quieran hacer azúcar de uva, Madrid, Imprenta Real, 1806; Traité élémentaire sur le sucre de raisin, sa fabrication, ses propriétés et ses usages dans l'économie domestique et commerciale, suivi du Mémoire sur le sucre de raisin, Paris, D. Colas, 1808; Essai sur une des causes qui peuvent amener la formation du calcul, Angers, L. Pavie, 1824.

 

Bibl.: J. Rodríguez Carracito, “D. Luis Proust en España”, en Estudios históricos-críticos de la Ciencia española, Madrid, Imprenta Alrededor del Mundo, 1897 (2.ª ed., 1917); J. Rodríguez Moruelo, “L’oeuvre de Proust en Espagne”, en Revue Scientificque, 54 (1916), págs. 257-266; L. Silvan, Los estudios científicos en Vergara a fines del siglo xviii, San Sebastián, Biblioteca Vascongada de los Amigos del País, 1953; El químico Luis José Proust, 1754-1826, Vitoria, 1964; S. Mauskopf, “Joseph Louis Proust”, en Dictionary of Scientific Biography, New York, Scribner’s Sons, 1980, págs. 11 y 167-172; R. Gago y F. S. H. Mauskopf, “La producción de pólvora en la España de finales del siglo xviii: Informe inédito de L. Proust (1754- 1826) sobre dos métodos para fabricar pólvora ideados por el ingeniero francés J. F. C. Cossigny (1730-1809)”, en Dynamis, 1 (1981), págs. 311-319; F. Kiyohisa, “The Berthollet-Proust controversy and Dalton’s chemical atomic theory, 1800- 1820”, en British Journal for the History of Science, 19 (1986), págs. 177-200; R. Gago, “Luis Proust y la cátedra de química de la Academia de Artillería de Segovia”, en Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia (est. prelim. a la ed. facs.), Segovia, Academia de Artillería, 1990, págs. 5-51; R. Moreno García, “Early studies of platinum in Spain: The contribution made by Joseph Louis Proust”, en Platinum Metals Review, 3 (1993), págs. 102-107; M. Izquierdo y P. Grapí Vilumara, “Valoración de la obra de Proust y Berthollet en los textos de Química General”, en Llull, 17 (33) (1994), págs. 325-342; J. Puerto Sarmiento, “La huella de Proust en el Laboratorio de química del Museo de Historia Natural”, en Asclepio, 47 (1994), págs. 197-220; R Gago e I. Pellón, Historia de las Cátedras de Química y Mineralogía de Bergara a finales del siglo xviii, Vergara, Ayuntamiento, 1994; X. A. Fraga Vázquez, “El plan de la Real Escuela práctica de Química de Madrid (1803): una alternativa institucional para la incorporación de la química en el estado español”, y M. Valera Candel y J. F. López Sánchez, “Estudios de Proust sobre el alcanfor de Murcia”, en Llull, 18 (34) (1995), págs. 35-65 y págs. 275-288, respect.; C. Garriga, “Louis Proust y la consolidación de la terminología química en español”, en Estudios de historia de las técnicas, la arqueología industrial y las ciencias: VI Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, Segovia-La Granja, 1998, págs. 691-700; L. M. Sesé Sánchez, “La Ley de las proporciones definidas de Proust”, en 100 cias UNED, n.º 3 (2000), págs. 108-113; J. Leher, Proust y la neurociencia: una visión única de ocho artistas fundamentales de la modernidad, trad. de B. Moreno, Barcelona, Paidós, 2010.

 

Antonio García Belmar