Larramendi Muguruza, José Agustín de. Valle de Mendaro (Guipúzcoa), 31.III.1769 – Madrid, 27.V.1848. Ingeniero, geógrafo (autor material de la división provincial de España) y arquitecto.
Nació en una familia dedicada a la construcción. El padre, Juan José, maestro de obras no titulado, intervino, en calidad de proyectista o de perito, en obras tales como la reconstrucción del hospital de Elgóibar, arruinado por un huracán en 1780. José Agustín empezó a trabajar con su padre a los quince años; pero, tras la muerte de éste, marchó a Madrid para estudiar en la Real Academia de San Fernando, a cuyas clases se incorporó en diciembre de 1788.
Permaneció en la Academia seis años durante los cuales, estudió Matemáticas y Física Experimental, ganó diversos premios y colaboró, en varias obras, con el arquitecto y director de la Academia Manuel Machuca y Vargas. Fue nombrado académico de mérito en mayo de 1795. Al organizarse, en septiembre de 1796, el Real Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos, bajo la dirección de Salvador Jiménez Coronado, Larramendi fue agregado con el grado de teniente y nombrado profesor de Meteorología. Como miembro de este cuerpo realizó algunos levantamientos cartográficos, entre los que destacan los de los Reales Sitios de San Fernando y de El Pardo.
A finales de 1798 fue propuesto por el conde de Guzmán para incorporarse como facultativo de la Inspección General de Caminos y Canales y cuando, tras una laboriosa gestación, se creó este organismo, el 12 de junio de 1799, fue uno de los tres comisarios nombrados, antecediendo al también arquitecto Manuel Martín Rodríguez y al oficial de Marina Francisco Javier Barra. En julio de 1803, siendo inspector Agustín de Betancourt, los facultativos de la Inspección adoptaron la denominación de ingenieros de caminos y canales, con lo que Larramendi pasó a ser el primer ingeniero de caminos español.
Permaneció como comisario de caminos, a las órdenes de Betancourt durante todo el tiempo en que éste estuvo en España. Dirigió la oficina de proyectos de la Inspección y realizó misiones tales como el levantamiento topográfico, en 1805, de la Albufera de Valencia perteneciente al príncipe de la Paz y, también en esa fecha, el estudio del paso de la carretera de Andalucía por la zona inundable del Guadiana.
Como continuación del estudio anterior, efectuó, ya en 1806, el reconocimiento de los ríos de La Mancha, con vistas a la construcción de un posible canal que conectase el Mediterráneo con el Atlántico, a través de las cabeceras de los ríos Júcar y Guadiana.
Finalizó su Memoria en junio de 1807; pero no se publicó sino póstumamente, en 1858. Otro estudio realizado por esas fechas es el reconocimiento del proyectado canal de Cieza, asunto sobre el que volvió a ser comisionado de nuevo en 1815.
Tras la marcha de Betancourt a Rusia no se cubrió la plaza de inspector y Larramendi, como comisario más antiguo, quedó al frente de la Inspección, instalada en el palacio del Buen Retiro. Allí permaneció durante la Guerra de la Independencia y colaboró con la Administración josefista. A partir de enero de 1809 estudió, junto con los ingenieros Monasterio y Gutiérrez, una posible conducción de aguas del Jarama, para abastecimiento de Madrid. Cuando en 1810 José María de Lanz propuso la creación de un nuevo Cuerpo de Ingenieros Civiles, Larramendi figuraba, sólo por debajo del director general, como único ingeniero de división, mientras que al también comisario Barra se le asignaba una categoría inferior. Pocos días antes de que los franceses abandonaran Madrid, el 7 de marzo de 1813, Larramendi contrajo matrimonio con Antonia Ponzoti Suriñac, viuda de Cipriano de la Niña.
No tuvieron hijos, pero, andando el tiempo, habrían de adoptar a Julia Bourbaki, hija de un militar, fallecido en la guerra de liberación griega. Durante esta época, está documentada la pertenencia de Larramendi a la masonería, junto a Lanz, López de Peñalver y otros ingenieros civiles; pero, en su caso, eso no sería óbice para la resolución satisfactoria de su posterior proceso de depuración.
El 28 de junio de 1815 fue restituido en su empleo de comisario. Durante los cinco años siguientes, reunificadas las Direcciones Generales de Correos y Caminos, decapitada la Inspección de Caminos y Canales y desorganizado su cuerpo facultativo, trabajó en diversas misiones, algunas de ellas subalternas, encargadas por Real Orden, y que no respondían a planes preestablecidos. Así, a finales de 1815 o principios de 1816 formó el proyecto para la construcción de un canal entre Torremolinos y Churriana y se sabe que, en mayo de 1817, estaba encargado de la reconstrucción del puente de La Ventosa, en el camino de Aranjuez. Durante los meses de junio y julio de ese mismo año, a propuesta de su paisano José Antonio de Larrumbide, visitó las Reales Fábricas de San Juan de Alcaraz y emitió un extenso informe sobre el estado de las estructuras hidráulicas, en el que marcó las pautas para la rehabilitación de aquel complejo fabril, que se encontraba arruinado a causa de la guerra y de las avenidas del río Mundo.
Más importancia tuvo su proyecto, formado entre 1818 y 1819, de un canal para navegación y riego en el valle del Guadalquivir, entre Córdoba y Sevilla. La navegación del Guadalquivir era una vieja aspiración, con antecedentes que se remontaban a época romana y que, a lo largo de los siglos, había sido objeto de diversos proyectos. Tras la guerra se había formado, con importantes privilegios, la Real Compañía de Navegación del Guadalquivir, que dragó el cauce inferior, puso en funcionamiento el primer barco de vapor que navegó en España y emprendió el cultivo de las islas próximas a la desembocadura. Larramendi, encargado de inspeccionar los trabajos, emitió en abril de 1818 un informe en el que manifestó la necesidad de que las actuaciones se ajustasen a un plan y propuso la ejecución de un reconocimiento general del valle que se le encargó el día 3 de mayo. Auxiliado por el ingeniero José de Azas, realizó un minucioso levantamiento topográfico y llegó a la conclusión de la imposibilidad de navegar el río aguas arriba de Sevilla, por lo que proyectó, a lo largo de la margen izquierda, un canal mixto de navegación y riego, tomando como referencia el proyecto dieciochesco de Carlos Lemaur.
Presentó su proyecto en un gran plano firmado en Sevilla el 22 de diciembre y en un largo informe dirigido el 2 de febrero siguiente al marqués de Casa Irujo, primer ministro de Estado. Su trabajo fue elogiosamente acogido, se publicó en febrero de 1820 y le valió el nombramiento de intendente honorario de provincia.
Una muestra del espíritu pragmático que presidía el proyecto es la frase de Jonathan Swift, que reproduce y hace suya: “El hombre que consigue hacer crecer dos manojos de hierba donde antes no se cogía más que uno es más digno de elogios que todos los guerreros y políticos que jamás han existido”.
El advenimiento del régimen constitucional dio ocasión a tres actuaciones destacadas de Larramendi.
Formó parte, encabezándola, de una Comisión de Caminos y Canales creada por Real Orden de 14 de junio de 1820, con el encargo de estudiar las vías de comunicación del territorio peninsular. Junto con Felipe Bauzá, Manuel Martín Rodríguez y Antonio Gutiérrez, el 30 de septiembre de ese año presentó una “Memoria sobre las comunicaciones generales de la península”, en la que, tras analizar críticamente la situación de las principales obras de caminos, puentes y canales, exponían las ideas rectoras de un plan de comunicaciones y los medios necesarios para realizarlo.
Proponían la creación de una Dirección General encargada de todas las obras de interés nacional y la reapertura de la Escuela de Ingenieros de Caminos, cerrada desde 1808. La Memoria fue presentada a las Cortes por Agustín de Argüelles y, por mandato de éstas, se imprimió, ese mismo año, junto con un proyecto de Ley sobre Caminos y Canales del Reino, que recogía todas las sugerencias de la Comisión. El 1 de agosto de 1821 Larramendi fue nombrado director general de Caminos y Canales.
Los otros dos encargos que Larramendi recibió de las Cortes fueron el plan para el trazado de una “Carta geográfica de España” y el de la división provincial de la Península, ambos en colaboración con Felipe Bauzá, que ya había trabajado sobre ellos en 1813. Durante nueve meses de trabajo, entre junio de 1820 y marzo de 1821, estudiaron la riqueza y la demografía de las distintas comarcas, oyeron a diversas comisiones y analizaron cuantas memorias se habían redactado sobre este asunto, para presentar un proyecto de división territorial que descomponía España en cuarenta y ocho provincias de superficie homogénea.
Las principales novedades de esta propuesta eran la creación de las provincias de Calatayud, Gerona, Logroño, Valverde del Camino y Albacete y la reunión de las tres provincias vascas en una sola. Este proyecto sirvió de base para el que aprobaron las Cortes en 1822.
Con la caída del régimen constitucional desaparecieron las instituciones que éste había creado y se persiguió a los funcionarios que se habían distinguido en su servicio. Larramendi, siguiendo al Gobierno y a las Cortes, salió de Madrid el 26 de abril de 1823; pero no llegó a Cádiz. Quedó en Sevilla hasta la llegada de las tropas del duque de Angulema y, el 30 de junio, intentó regresar a Madrid. Fue detenido en Valdepeñas por el comisario de vigilancia pública y quedó confinado en Ocaña. El 1 de octubre se le declaró cesante, a la espera de su depuración. Su solicitud de rehabilitación fue rechazada, en primera y segunda instancia, a lo largo de 1824, y sólo el 5 de noviembre de 1826 se le reintegró en sus antiguos honores de intendente de provincia, con el sueldo de que, como comisario de caminos, gozaba antes de marzo de 1820. Durante ese año 1826 pasó tres meses en el País Vasco, en el único viaje a su tierra natal de que ha quedado constancia, desde que la abandonase en 1788. También de 1826 data seguramente su colaboración con el Diccionario Geográfico de Miñano, para el que redactó el artículo sobre canales incluido en el tomo II. A finales de 1825 había sido nombrado secretario de una junta encargada de establecer los límites de las provincias, de la que también formó parte el sucesor de Bauzá, Martín Fernández de Navarrete.
Tras dos años de escasa actividad, de la que sólo ha trascendido algún proyecto, como el de reconstrucción del puente romano de Andújar, y alguna comisión, como la que le llevó en abril de 1828 a reconocer la carretera del muelle de Bonanza a El Puerto de Santa María, en 1829 realizó varios trabajos de envergadura, que son reflejo de la creciente confianza del ministro González Salmón. A solicitud de éste, el 6 de febrero de ese año, presentó una “Memoria sobre la importancia de caminos y canales” en la que exponía sus ideas sobre la reorganización del ramo.
Postulaba la creación de una unidad administrativa independiente del ramo de Correos, servida por un cuerpo facultativo específico formado en una escuela especial.
El 21 de marzo de 1829 se produjo un terremoto que arruinó cerca de quince pueblos de la comarca de Orihuela. Larramendi, comisionado para estudiar los estragos y proponer soluciones, recorrió la zona detenidamente y tras un primer informe en que proponía la reconstrucción de los pueblos, el 6 de junio remitió las plantas, de trazado hipodámico, para las poblaciones de Torrevieja, Benejúzar, Rojales, Guardamar y Almoradí, junto con una memoria con las normas de carácter antisísmico que debían seguirse para la construcción de calles y edificios. Recomendaba asimismo nombrar superintendente “con facultades omnímodas” al obispo de Orihuela y nombrar facultativo principal al ingeniero de los pantanos de Lorca Eugenio Fourdinier. La propuesta se aprobó por Real Orden, pero la reconstrucción encontró dificultades, pues la Junta Superior de Socorros denegó la entrega de los fondos. Ello obligó a Larramendi a presentar un informe detallado con un presupuesto que ascendía a 5.345.000 reales. Frente a la acusación de no haber previsto la reconstrucción de los templos, afirmaba la necesidad de empezar por los puentes y los pueblos y pronosticaba que las ruinas se convertirían “en los pueblos más lindos y deliciosos del Reino”. Todas las reconstrucciones se hicieron según los planos de Larramendi, si bien Benejúzar se trasladó a otra posición en la orilla opuesta del río.
Un informe de Fourdinier, fechado en enero de 1835, indica que, para esa fecha, las obras estaban prácticamente acabadas.
Dentro del mismo año 1829 realizó otras dos comisiones técnicas en el sur de España, la primera, por encargo de la Secretaría de Hacienda, para reconocimiento de la isla Mayor del Guadalquivir, en la que le auxilió el ingeniero militar José García Otero, y la segunda para informar acerca de la laguna de la Janda, de cuya desecación eran concesionarios los hermanos Moret y Felipe Riera. A principios de febrero de 1830 informó que la laguna estaba desecada y acompañó un plano de grandes dimensiones con las obras de desecación efectuadas. Mientras tanto, el 31 de diciembre de 1829, había sido nombrado director facultativo de Caminos y Canales, en paralelo con los directores de Correos, lo que originó la protesta de éstos ante Fernando VII y estuvo a punto de provocar la caída de González Salmón. Durante los cuatro años siguientes, hasta la muerte de Fernando, trabajó en ese puesto, con una estructura deficiente y en medio de trabas y dificultades burocráticas; pero, aprovechando la bonanza económica y una cierta apertura política, reactivó la construcción de caminos, impulsó proyectos de canales como el de Castilla o el Real Canal de Albacete e informó diversas propuestas de concesiones ferroviarias que, de momento, no llegaron a fructificar.
Simultáneamente, Larramendi continuó trabajando en el proyecto de división provincial, en paralelo con el magistrado Lamas Pardo, que se ocupaba de la división de los partidos judiciales. Consta que en la división provincial colaboraron dos jóvenes arquitectos y futuros ingenieros de caminos, auxiliares de Larramendi: Toribio de Areitio y Carlos María de Castro. A principios de 1833 el proyecto ya estaba preparado, pero no se aprobó hasta después de la muerte de Fernando VII.
En octubre de 1833 Javier de Burgos, recién nombrado ministro de Fomento, presentó al Consejo de Ministros el proyecto que, con el único cambio de sustituir a Huesca por Barbastro como capital de esa provincia, fue aprobado por Real Decreto del 30 de noviembre.
Para estudiar las observaciones formuladas a la división territorial se formó una Comisión en la que, bajo la presidencia de Larramendi, participaron hasta 1840 Fermín Caballero y José García Otero.
También en octubre de 1833, creó Burgos la Dirección General de Caminos, independiente de la de Correos, y en ella colocó a Larramendi. En este puesto se mantuvo durante casi siete años, hasta su jubilación en 1840. Durante ese período asistió a varios cambios de denominación del Ministerio y vio pasar por el cargo a más de treinta ministros, Martín de los Heros, Ángel Saavedra, Joaquín María López y Lorenzo Arrazola, entre ellos. A propuesta suya, en enero de 1834, se reorganizó la Escuela de Caminos, cuya dirección desempeñó hasta 1837. En una época marcada por la guerra civil y la inestabilidad política, consiguió organizar su Dirección General y poner en marcha las obras de los caminos principales. De todas formas, los fondos disponibles, reducidos a los escasos rendimientos de los portazgos, no permitieron poner en servicio más que quinientos kilómetros de caminos. Ante las dificultades económicas, promovió las concesiones de obras públicas a particulares, entre los que destaca el constructor francés Jules Seguin, que obtuvo autorización para construir cuatro puentes colgados.
En octubre de 1837, Larramendi fue elegido diputado suplente por los distritos de la parte de Guipúzcoa “sometida al Gobierno legítimo de S. M. la Reyna Nuestra Señora”. Por haber pasado el titular al Senado, juró el cargo el 18 de noviembre y participó en los períodos de sesiones de 1837-1838 y 1838- 1839. Formó parte de numerosas comisiones y, como director general, tuvo que responder a varias interpelaciones, entre ellas una del marqués de Casa-Irujo sobre los caminos de Andalucía, y otra, muy agresiva, del conde las Navas, sobre el supuesto despilfarro que suponían los cuerpos de ingenieros y celadores.
Jubilado en septiembre de 1840, sobrevivió aún siete años. Antes, en abril de ese año, su hija adoptiva Julia, casada con el abogado de los tribunales y profesor de Derecho en la Escuela de Caminos Tomás de Vizmanos, le había dado una nieta de la que fue padrino.
A su fallecimiento dejó una mediana fortuna y una biblioteca de cerca de quinientos títulos y más de novecientos volúmenes.
Obras de ~: Informe y proyecto de un canal de navegación y riego desde Sevilla a Córdoba, Madrid, 1820; Memoria y relación circunstanciada de los estragos que la terrible catástrofe de los terremotos de 21 de marzo y siguientes [...] han causado en Torrevieja y los demás pueblos de la Gobernación de Orihuela, Madrid, Imprenta Real, 1829 (ed. facs. Valencia, Librerías París-Valencia, 1995); Informe sobre la necesidad de desaguar las lagunas de la Mancha, Madrid, 1858.
Bibl.: F. Sáenz Ridruejo, Ingenieros de Caminos del siglo xix, Madrid, Editorial AC, 1990; J. R. Urquijo Goitia, “Larramendi Muguruza, José Agustín”, en Diccionario biográfico de los parlamentarios de Vasconia (1808-1876), Vitoria, Parlamento Vasco, 1993; J. Burgueño, Geografía política de la España constitucional: la división provincial, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1997; C. Domínguez López y F. Sáenz Ridruejo, José Agustín de Larramendi, primer Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Bilbao, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos del País Vasco, 1999; M. López García, “Larramendi y los inicios de los puentes colgantes en España”, en JAFO, homenaje a José Antonio Fernández Ordóñez, Madrid, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 2001.
Fernando Sáenz Ridruejo