Buix y Lacasa, José Vicente Pascual Domingo. Domingo de Petrés. Petrés (Valencia), 10.VI.1759 – Bogotá (Colombia), 19.XII.1811. Misionero capuchino (OFMCap.) y arquitecto.
Su padre era maestro albañil, por lo que se intuye que desde edad temprana lo debió acompañar en las actividades propias de su oficio, asumiendo esa formación de estilo gremial que se transmitía de padres a hijos.
Tomó el hábito en el convento de Masamagrell (Valencia), el 4 de marzo de 1779. Un año más tarde (5 de marzo de 1780) hizo su profesión como hermano lego en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, cambiando su nombre de bautismo por el de Domingo de Petrés, que le acompañó ya el resto de su vida. Cumplido el requisito canónico, fray Domingo debió dedicarse inmediatamente a realizar el oficio que bien conocía, trabajando en arreglos y restauraciones de los conventos que los capuchinos tenían en la provincia religiosa de Valencia. Con esta tarea, se dice que, entre marzo de 1780 y septiembre de 1781, estuvo en los conventos de Alcira, Segorbe, Albaida, Caudete, Monóvar y Murcia. Un paso tan fugaz habla de su oficio, realizando trabajos cada vez más complejos y de mayor responsabilidad.
Se ha afirmado que durante su estancia en Murcia habría estudiado en la Escuela de Diseño, que en aquella ciudad dirigía el escultor Francisco Salcillo, quien contaba con una hermana religiosa en el monasterio de capuchinas de aquella ciudad. Los últimos trabajos de investigación, que tienen en cuenta la documentación conservada en dicha ciudad, no permiten mantener con rigor esta hipótesis. Con todo, no cabe duda de que la formación práctica del religioso se vio perfeccionada por un interés intelectual, que le capacitó para dar respuesta a las lagunas que le iban surgiendo en su trabajo. Algo que orienta hacia una formación autodidacta basada en libros especializados, aquende y allende los mares. Prueba de ello es el número nada desdeñable de obras de carácter empírico y, especialmente matemático, que conservan su firma. Entre ellas se conservan también algunas de los “modernos”, entre los que se cuenta también el capuchino Francisco de Villalpando.
Es probable que, en razón de la competencia que iba surgiendo en ese momento entre la formación clásica gremial y la nueva tendencia hacia una capacitación específica y especializada, promovida por la Sociedad de Amigos del País, fray Domingo fuera considerado en su marco geográfico cultural como un simple maestro de obra. Al mismo tiempo, también es cierto que en las propias órdenes religiosas estos miembros particularmente capacitados para un oficio específico gozaban de un estatuto diverso al de los gremios; lo que provocaba suspicacias y conflictos por las competencias profesionales. Precisamente, en aquellos años, eran diversos los decretos reales encaminados a fortalecer el papel de control de la Academia, frente a los gremios, al tiempo que se marcaba una abierta orientación hacia un estilo oficial, que se distanciaba abiertamente del barroco. Este modo de proceder debía corresponder a la sensibilidad propia del capuchino de Petrés que, precisamente por su opción religiosa como capuchino, donde la austeridad y sobriedad eran elementos constitutivos, se sentiría muy a gusto en el estilo neoclásico que plasmará en algunas de sus obras. Este detalle, unido al de la reutilización de estructuras construidas con anterioridad, será característica peculiar de su labor arquitectónica, donde se harán coexistir distintos estilos en esa perfecta conjunción y reutilización de todo aquello que podía ser salvado. Aun con todos los controles gremiales esta característica, unida al número exiguo de profesionales existentes, llevó a que el religioso fuera solicitado más allá de sus propios marcos conventuales, y colaboró en obras en pequeños pueblos o villas que, por otra parte, se identificaban mejor con la propia espiritualidad de los capuchinos. Algo que será habitual cuando pase a Indias.
Debido a la situación que se había creado en el virreinato de Nueva Granada después de la expulsión de los jesuitas, por una parte, y el terremoto de 1785, por otra, en 1791 Carlos IV, por medio del Consejo de Indias, solicitó a la provincia capuchina de la Preciosísima Sangre de Valencia el envío de un grupo de misioneros. Era algo que el superior de la misión había solicitado ya al Rey con anterioridad por medio del Consejo de Indias. Entre los voluntarios se encontraba también el religioso natural de Petrés. El grupo sale para Cartagena de Indias en 1792 y, después de diversas dificultades, llegan a aquella ciudad el 25 de abril.
La crónica provincial narra las vicisitudes vividas por la expedición en el viaje. Cuando el 1 de agosto fray Domingo llega a Santafé de Bogotá, las señales del terremoto eran todavía muy visibles, tanto en las obras públicas como en los edificios religiosos.
Desde su llegada, comenzó a colaborar en diversas obras arquitectónicas, civiles y eclesiásticas. La primera de éstas fue la finalización de la iglesia y convento de San José, que su Orden tenía a las afueras de la ciudad. La colaboración fuera del ámbito conventual era aceptada, puesto que la estricta lógica capuchina, que se manifestaba también en sus edificios, no permitía el desarrollo profesional y artístico que, aun dentro de su austeridad, atraería al religioso. Esto justificaría también, en diversos momentos, las tensiones acerca de sus constantes salidas del convento o los comentarios de sus propios hermanos de hábito, que no siempre eran favorables a su actividad profesional.
Pero si su intervención en una obra que ya estaba casi culminada pudo ser puntual, no sucede de igual manera en ese barrio de San Victorino, donde estaban ubicados los capuchinos, y en el que no se contaba con el necesario abastecimiento de agua, por lo que fray Domingo realizó el proyecto y dirigió la ejecución del acueducto, la pila y la fuente en estilo neoclásico.
Su trabajo fue recompensado con una canalización de acequia y pila para el convento de los capuchinos.
Dirigió también la restauración del convento de Santo Domingo que se había visto fuertemente afectado con el terremoto de 1785 y que nadie se atrevía a asumir. Fue una obra íntegramente realizada por él, tanto en el diseño, como en la fábrica y construcción; así lo testimonia fray Domingo un año antes de la inauguración. Pronto los trabajos comenzarán a llover por todas partes y dirigió la restauración de diversos edificios en la ciudad de Bogotá: la iglesia de San Francisco, la de la Concepción, el hospital y convento de San Juan de Dios, la iglesia de la Compañía, la de San Diego, el convento de la enseñaza, entre otros. Particular mención merece la obra del Observatorio Astronómico de dicha ciudad, que fue el primero de su tipo en el territorio hispanoamericano.
Su construcción comenzó el 24 de mayo de 1802 y estaba culminada el 20 de agosto de 1803. Era fruto de la colaboración entre el sabio José Celestino Mutis, fray Domingo y el espíritu ilustrado. Se trataba de una obra poco suntuosa, pero de un fuerte contenido innovador, incluso respecto a los parámetros oficiales del momento.
Lugar preferente en su tarea profesional merecen también tres templos religiosos: la catedral de Zipaquirá, la de Bogotá y el santuario de Chiquinquirá.
Petrés no verá terminado ninguno de ellos, en los que había colaborado ardientemente dedicando todos sus esfuerzos, aunque poco faltaba para la culminación de los mismos. Por otra parte, la distancia del santuario de Bogotá crearía también ciertas tensiones, puesto que todos querían la supervisión y presencia del maestro.
Entre las civiles significativas se encuentra la ampliación de la Casa de la Moneda, con la construcción de una nueva habitación como “Pieza de la fundición”.
Otras muchas obras, tanto de rehabilitación como de construcción, serán atribuidas en esta época al religioso, y es probable que muchas de ellas hubieran contado al menos con su consejo profesional.
Bibl.: E. de Valencia, Necrología Seráfica de la Provincia de la Preciosísima Sangre de Cristo de los Padres Capuchinos en Valencia, Totana, 1934; A. de Alcácer, Fray Domingo de Petrés: arquitecto capuchino, Bogotá, Editorial Manrique, 1958; Las Misiones Capuchinas en el Nuevo Reino de Granada, hoy Colombia (1648-1820), Bogotá, Puente del Común, 1959; C. Arbeláez Camacho y S. Sebastián López, La Arquitectura Colonial, Bogotá, Editorial Lerner, 1967; A. Bonet Correa, “Tratados de arquitectura y de arte en Colombia: Fray Domingo Petrés”, en Archivo Español de Arte (Madrid), n.º 174 (1971), págs. 121- 136; V. Reynal, Fray Domingo de Petrés, arquitecto capuchino valenciano en Nueva Granada (Colombia), Valencia, Gráficas Hurtado, 1992; R. Gutiérrez, R. Vallín y V. Perfetti, Fray Domingo Petrés y su obra arquitectónica en Colombia, Bogotá, Banco de la República-El Áncora Editores, 1999.
Miguel Anxo Pena González, OFMCap.
Buiza Fernández, Francisco. Carmona (Sevilla), 23.IV.1923 – Sevilla, 1.III.1983. Escultor.
Fue discípulo de Sebastián Santos Rojas. Sus obras son numerosas, destacando en los Crucificados. Entre ellas se encuentran el de la Sangre, de la Hermandad de San Benito, de 1966, asimismo hizo para esta Cofradía las figuras que adornan las andas del misterio y Crucificado.
En 1974 realizó el misterio de la Hermandad de las Cigarreras y ha restaurado diversas imágenes titulares de las cofradías, como también un sinnúmero de modelos para los orfebres y obras escultóricas para fuera de Sevilla. El Ayuntamiento de Sevilla concedió en 2002 rotular una calle del distrito de la Macarena sevillana con el nombre Escultor Francisco Buiza.
Obras de ~: Imagen del Cristo de la Sangre, de la Hermandad de San Benito, Sevilla, 1966.
Bibl.: J. Carrero Rodríguez, Anales de las Cofradías de Sevilla, Sevilla, Ediciones Guadalquivir, 1991; Gran Diccionario de la Semana Santa, Córdoba, Almuzara, 2006.
Juan Carrero Rodríguez