Villacorta Gala, Francisco. Guardo (Palencia), II.1770 – Valladolid, 24.X.1844. Agustino (OSA), misionero, comisario, procurador, asistente y vicario general de la orden.
En la parroquia de San Juan Bautista de Guardo (Palencia) fue bautizado el 7 de febrero de 1770 el vástago de Francisco y María Antonia. En su villa natal vivió hasta el año 1788, que ingresó como novicio en el Real Colegio Seminario de Valladolid. Al año siguiente, en la festividad de la Conversión de San Agustín, emitió sus votos perpetuos ante el Rector Fr.
Antonio Moreno. Y en aquellos claustros completó su carrera eclesiástica, en la que se mostró como un joven de mucha virtud y ciencia.
La reseña que se le hace en Cádiz el 8 de octubre de 1793 antes de embarcarse lo describe “de buena constitución; pelo castaño, ojos lo mismo; ancho de cara y una cicatriz en la ceja derecha”. Tras un año a la espera de bajel en el Puerto de Santa María, se hizo a la mar y arribó a Filipinas en 1795.
Su primer destino con cura de ánimas fue la parroquia de Basey, en la isla de Leyte (1796-1804). Tornó a la metrópoli manileña para ejercer primero como subprior del Convento de San Agustín (1804-1806), luego como procurador ecónomo (1808-1810) y finalmente como prior (1810-1814). En 1814 fue elegido definidor provincial y prior de Guadalupe (1814-1815). De aquí pasó al pueblo de Taguig (1815-1818), y el capítulo provincial de 1818, por su capacidad, talento y virtudes, le nombró comisario procurador para las Cortes de Madrid y Roma.
Regresó a España para ejercer dicho cargo y fueron años difíciles los que le tocaron en suerte. Además, el 17 de diciembre de 1819 fue nombrado comisario general de las Misiones y asistente general de la Orden, cargo al que renunció inicialmente pero que tuvo que aceptar en 1826 por decreto del Nuncio Apostólico Mons. Giustiniani. Desde 1834 fue además vicario general en España. Rehusó también a la mitra arzobispal de Manila, para la que fue propuesto repetidas veces por la Corona, y otras tantas declinó tan alta dignidad, recomendando para ella a otros religiosos agustinos que, según él, eran más dignos de ostentarla.
De esta su última etapa merecen destacarse los Memoriales, Informes y Exposiciones al Gobierno español en los que se muestra como un profundo conocedor de la diplomacia y del Derecho en defensa de los intereses de la Iglesia, la Orden y del Real Colegio Seminario de Valladolid. A éste llegó cuando apenas se había normalizado la vida de observancia tras la invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia.
Su espíritu organizador hizo que volviera a resurgir como centro de formación de jóvenes misioneros para el Oriente. Tuvo que arrostrar el Decreto de la Junta Provisional de 1820, que prohibía la profesión de novicios, por lo que elevó una Exposición que pasó de Real Orden al Consejo de Estado y, presentada a las Cortes con informe favorable, determinaron la excepción del Colegio de los Filipinos de la ley general. En 1829 se opuso con éxito a la Alternativa en los cargos suscitada y pedida al Rey por unos pocos frailes descontentos. En 1838 consiguió del Trono otra Real Orden que prohibía la entrada en el Colegio de Valladolid a todas las personas que no sean autoridades legítimas, o dependientes de la casa, a fin de evitar las suspicacias suscitadas con motivo de la guerra carlista.
Como balance de su Comisariato quedaron diez Misiones enviadas a Filipinas con un total de ciento cuarenta y seis religiosos, fiel reflejo de haber alcanzado la normalidad en la vida claustral del convento vallisoletano.
Obras de ~: Máximas del Gobierno Monárquico. Obra dedicada al Rey nuestro Señor, Madrid, 1824; Administración espiritual de los Padres Agustinos calzados de la Provincia del Dulce Nombre de Jesús de las Islas Filipinas, con la especificación de todos los religiosos individuos de ella, número de almas que están a su cargo, conventos que tienen en el día, Misiones y Curatos que administran, años de la fundación de unos y otros, y Estadística de ellos, Valladolid, 1833; Sucinta memoria que contiene el estado actual de las islas Filipinas, sus ricas producciones, su agricultura, industria y comercio; mejoras que pueden hacerse, medios fáciles de realizarlas, y cuanto puede cooperar a la prosperidad de la Nación Española, esta tan preciosa parte de sus dominios, Valladolid, 1838.
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Isacio Rodríguez Rodríguez, OSA