Muñoz Capilla, José de Jesús. Córdoba, 29.VI.1771 – 29.II.1840. Agustino (OSA), botánico, predicador.
Era hijo de Roque Lorenzo Muñoz de León y de Antonia Rafaela de Vega. Cursó Filosofía en el colegio dominicano de San Pablo; su contacto con algunos prestigiosos agustinos le hizo sentirse llamado a la vida religiosa retirada, encontrando que el Convento de Nuestra Señora de Regla (junto al océano, entre Sanlúcar y Chipiona) era el lugar con el que había soñado; allí tomó el hábito y profesó, probablemente, en 1787. Realizó su formación filosófica en los Conventos de Murcia y Granada; para cursar la Teología ganó por oposición una plaza de colegial en San Acacio de Sevilla, joya académica de la Orden Agustiniana en Andalucía, y famoso por su biblioteca, abierta al público desde mediados del siglo XVIII. Posteriormente, obtuvo una plaza de lector en Artes en el Convento de Córdoba (¿1793?), y después en Teología, en 1798.
Simultaneó las enseñanzas con el estudio y la reflexión filosófica, ampliando conocimientos de lengua y ciencias naturales, botánica principalmente; con enorme sacrificio venció su temor al púlpito llegando a ser un maestro en la oratoria sagrada, muchos de cuyos sermones se han conservado; durante años fue el predicador de las ocasiones más importantes en la vida de la ciudad. Las limosnas que le entregan por los sermones predicados las empleó en comprar libros; con lo recibido en especie muestra el padre Muñoz Capilla una vertiente humana que resalta su figura.
Cuando en 1808 fue preconizado obispo de Guadix el prior de San Agustín, P. Cabello, él sería designado para sucederle en la prelacía cordobesa. En los años críticos que le tocó vivir, vitalizó la disciplina religiosa, mejoró la economía conventual, enriqueció la biblioteca y fomentó el estudio entre los jóvenes religiosos, alcanzando la casa de Córdoba uno de los momentos culminantes de su existencia. Siempre tuvo presente el tema de la juventud y su formación llegando a redactar un Plan de estudios. Desde el punto de vista pastoral potenció la antigua Hermandad de las Angustias, haciéndose famosa en la Semana Santa cordobesa por predicarse en la iglesia de San Agustín un importante septenario durante la Semana Mayor.
En vista de las necesidades primarias que padecía un elevado número de cordobeses, buscó limosnas hasta reunir una cantidad importante; atendió esas urgencias más perentorias y le sobró cierta cantidad que aprovechó para crear la “sopa o comida económica”, en la que se atendía a cien personas diariamente. Con la experiencia sacada de aquí elaboró un informe para la Junta de Abastos, cuyo modelo aceptó e implantó en la ciudad. Su prestigio de hombre de letras y sus ideas renovadoras hicieron que, en 1808, se le nombrara vocal de la Junta de Defensa y, viendo el celo de su entrega, vocal de la Junta Eclesiástica de Sevilla, en 1809, pasando con el Gobierno a Cádiz. El ambiente gaditano terminó por hacerse insoportable para el padre Muñoz Capilla por la preocupación de las actitudes de ciertos diputados absolutistas que veían peligrosas y avanzadas algunas de las ideas propuestas en sus informes; tampoco los medios económicos para subsistir, tanto él como otros religiosos, eran seguros y regulares.
En abril de 1811 abandonó la capital atlántica y, por vía marítima, huyó hasta el sureste (Murcia-Orihuela) buscando a su compañero el obispo Cabello, que también estaba apartado de su diócesis por temor a los franceses. Aprovechando la amistad con Pedro Fernández, aceptó el ofrecimiento de retirarse a Segura de la Sierra, donde vivió unos años en un ambiente próximo a sus deseos: oración y estudio en contacto con la naturaleza, ampliando sus conocimientos en botánica. En estas circunstancias tan propicias a la reflexión comenzó a escribir su obra La Florida, concebida en forma de diálogo, y que él califica de proyecto ideológico, metafísico y moral, para formación de la juventud que siempre le había preocupado, y ahora se había incrementado viendo los efectos perniciosos de la invasión francesa y los desastres de la guerra. Es una aproximación de la doctrina agustiniana del iluminismo al sensismo de la época, muy elogiado por los historiadores de la filosofía, aunque algunos se hayan sorprendido de su vinculación al sensualismo.
Liberada Andalucía, regresó a Córdoba en 1813; allí fue testigo del estado de abandono material en el que encontraba el Convento de San Agustín, la ruina moral de sus hermanos de hábito, dispersos por cualquier parte, y hundidos moralmente tras los efectos de la revolución. Era tiempo de reconstrucción material y de rearme moral. Las autoridades jiennenses le ofrecieron un puesto de educador en aquella diócesis cuya mitra estaba ocupada por el agustino pacense fray Diego Melo, pero el amor a su familia y la fidelidad al solar religioso hicieron que permaneciera en Córdoba, siendo uno de los artífices de la restauración humana, religiosa y cultural de la ciudad. Intensa fue la amistad y frecuente el trato con el obispo Pedro Antonio de la Trevilla; le encargó el prelado que ordenase y catalogase la biblioteca episcopal para abrirla al público, cumpliendo con la misión encomendada y redactando el Índice de la Biblioteca episcopal de Córdoba en el que se incluían las importantes adquisiciones hechas a expensas del prelado.
Otra importante obra del obispo Trevilla fue la fundación de un hospicio de beneficencia, en 1820, quien pensó en el agustino para dirigir la nueva obra y ratificaron las autoridades civiles por el conocimiento que tenían de los muchos informes realizados los años de atrás. No solamente se buscaba un gestor eficaz, sino que también se necesitaba un padre, un formador, un maestro. No pudiendo atender tantas peticiones como le llegaban, por las limitaciones reales del establecimiento, amplió la asistencia y creó los “socorros domiciliarios”. Por méritos religiosos, académicos, patrióticos y sociales, el Consejo de Estado le propuso en enero de 1822 para ocupar la sede episcopal de Salamanca. Existían serias dificultades para que su preconización siguiese adelante por la quebrantada salud de Pío VII y por el enfriamiento de relaciones entre el Gobierno y la Santa Sede; el talante liberal que se sabía en el obispo electo y el triunfo en Europa de la Santa Alianza hizo que, en mayo de 1822, presentase la renuncia a la mitra salmantina.
El fin del Trienio Constitucional supuso un cambio radical en la vida de Muñoz Capilla; sus afinidades políticas con liberales le van a ocasionar el cese en todos los puestos públicos y se recluyó en el Convento con algún temor por las amenazas que le hicieron y los insultos que escuchó. El retorno a la clausura y a la vida monástica, tan queridas por su espíritu intimista, significó la posibilidad de volver al estudio y al trato con los libros. Fue el tiempo en que acometió la obra más ambiciosa y de más envergadura: El tratado del verdadero origen de la Religión [...] o impugnación del Origen de los cultos, obra de Dupuis, publicada por consejo de otros grandes agustinos del Convento madrileño de San Felipe el Real, entre ellos el padre La Canal, que luego sería director de la Real Academia de la Historia, de la que Muñoz Capilla era miembro correspondiente desde 1817; en noviembre de 1815 había sido admitido como miembro de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba y nombrado maestro de la Orden Agustiniana por el padre general.
En 1826 se le concedió licencia para trasladarse a Siles (en la estribación oriental de Sierra Morena), donde pudiese continuar con sus estudios de botánica, y recoger muestras de la flora de aquella comarca. Temiendo alguna llamada de atención, se encontró con que la Orden le volvió a distinguir con el cargo de asistente general (1828), coincidiendo con una grave enfermedad que le hizo reducir sensiblemente el trabajo intelectual y refugiarse para convalecer en la sierra de Segura. En los inestables años de la minoría de la princesa Isabel, la autoridad civil cordobesa acudió de nuevo al Convento de San Agustín para pedir a fray José que aceptase la dirección del Hospital de la Misericordia (de crónicos o incurables) que estaba en precaria situación económica y con muy serias deficiencias funcionales. Buscando hacer el bien a los cuerpos y a las almas, de los que allí sufrían la última enfermedad, aceptó ponerse al frente del establecimiento como un servicio más al evangelio y al pueblo de Córdoba. Poco después, el radicalismo progresista arremetió contra los religiosos; la exclaustración cogió a Muñoz Capilla mayor, enfermo y sin medios para sobrevivir.
José Martín de León le ofreció cuanto la generosidad de un corazón amigo podía y tenía; también fue ejemplar la respuesta del religioso y su decisión de seguir donde y como estaba: “Sirviendo a la patria y a mis semejantes; sin sueldo, sin provecho, con menoscabo de mi bolsillo, de mi salud y de mi honor”. Aprovechando estas cualidades humanas y cristianas, por una parte, y las excelentes dotes administrativas, por otra, se le presionó un poco más, en marzo de 1836, para que aceptase de nuevo la dirección del hospicio, en el que se apreciaba sensiblemente su salida, debiéndola simultanear los puestos en el Hospital y en la Junta de Beneficencia. En marzo de 1836 el ministro de Gracia y Justicia le comunicó que se le presentaba para el Obispado de Gerona. No demoró la respuesta; ese mismo mes escribió a la reina María Cristina expresando su lealtad a la Corona y su gratitud por la designación, pero suplicaba que aceptase la renuncia por ser una carga excesiva para sus ya mermadas fuerzas y su avanzada edad, inconvenientes auténticos para la responsabilidad que se le ofrecía. El Gobierno no la aceptó y fray José de Jesús tuvo que buscar en sus amistades leales e influyentes quien pudiera interceder ante el Gobierno para que atendieran sus razones. Las tensiones políticas no cesaban y los enfrentamientos que habían dividido a las familias y a los amigos se hicieron patente en la sociedad cordobesa, pequeña y cerrada. Así se fue agotando hasta que, el 29 de febrero de 1840 recibió los últimos sacramentos de manos de su discípulo, amigo y confidente, el padre Agustín Moreno, quien recogió poco después el último aliento de su vida.
Con una sentida manifestación de duelo el pueblo de Córdoba acompañó los restos de su paisano al panteón de los eclesiásticos, en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud, grabándose el epitafio compuesto por su gran amigo, Francisco de Borja Pavón; posteriormente el Ayuntamiento decidió poner su nombre a la calle en la que estuvo la casa paterna que le vio nacer, en las inmediaciones del Convento de San Agustín. El pintor José Saló y Junquet hizo un retrato del padre Muñoz Capilla al comienzo de la década de 1840, que fue donado a la Real Academia de Córdoba, que hoy conserva en su fondo artístico; el gran herbolario en el que tanto trabajo e ilusión puso, restaurado, se encuentra en la Facultad de Veterinaria de Córdoba.
Obras de ~: Manuscritos existentes en Real Colegio de Agustinos Filipinos de Valladolid: El libro del Eclesiastés explicado con notas, sign. F 091/M93J; Escritos. Sermones, en su mayor parte, y alguna alocución patriótica, sign. 1130/1; Arte de escribir, sign. 1002/2; Tratado del verdadero origen de la Religión y sus principales épocas, 2 vols., sign. 1013/A-B; Tratado de la organización de las Sociedades, sign. 1037/7; Cartas de ~ al P. Agustín Reguera y otros, sign. 1040/4; Plan de organización militar, sign. 1023/2-b; Plan de una Escuela militar en Córdoba, sign. 1130/2; Colección de varios opúsculos trabajados en distintas épocas, sign. 1039/3; Noticia biográfica del P.M. Fr. José de Jesús Muñoz Capilla y Vega, Cordobés, recopilada en 1875 [por el P. Tirso López], sign. 1056/5d. Manuscritos existentes en la Biblioteca Agustiniana del Real Monasterio de El Escorial: Sermones del R P. M. Fr. José de Jesús Muñoz, Agustiniano. Natural de Córdoba, obispo electo de Salamanca y de Gerona. Recogidos por Francisco de Borja Pavón; Cartas del P. M. Fr. José de Jesús Muñoz, Agustiniano, escritor cordobés, Obispo electo de Salamanca y de Gerona. Manuscritos existentes en la Biblioteca Nacional de España: Historia de las revoluciones de la República cristiana, con reflexiones análogas. Traducción del italiano por el P. Fr. José Muñoz Capilla, mss. 7273-7276; Cartas de D. Gregorio Gisbert al P. Fr. José de Jesús Muñoz (agustino), ms. 19.585; “Cartas del P. Muñoz Capilla a don Fco. de Borja Pavón y a don Luis Mª Ramírez”, en Cartas de varios literatos a D. Francisco de Borja Pavón [...], ms. 19.599. Manuscritos en la Biblioteca Cardenal Despuig de Mallorca: Crónica de la antigua Obulco. Crónica de la antigua Ulía. Crónica de la antigua población de Ilíberi; De Universo eiusque partibus Theses Philosophicae in aedibus augustinianis cordubensibus propugnandae [...] quibus aderit praeses [...], Madrid, 1797; Sermón que en la solemnidad de acción de gracias, que celebró la Junta de Gobierno del Reyno de Córdoba por la instauración de la Suprema Junta Central Gubernativa de España e Indias, y por las victorias de los exércitos españoles, dixo ~ en la Sta. Iglesia Catedral el día 9 de Octubre de este año 1808, Córdoba, [1808]; Oración fúnebre del Ilustrísimo Sr. D. Fr. Marcos Cabello y López, Obispo de Guadix y Baza [...] con asistencia del Ilustrísimo Señor Obispo y Prelados de las Oredenes Religiosas, el día 7 de Septiembre de 1820 [...] La publica la Provincia de Agustinos de las Observacia de Andalucía., Córdoba, 1820; Tratado del verdadero origen de la Religión y sus principales épocas en que se impugna la obra de Dupuis titulada: Origen de todos los cultos, Madrid, 1828, 2 vols.; “Enchiridion o librito que el P. Maestro Muñoz Hizo y llevaba en el bolsillo [...] 1829”, ed. del P. A. Moreno, en Revista Agustiniana (RA), 2 (1881), págs. 471- 475; La Florida. Extracto de varias conversaciones habidas en una casita de campo inmediata a Segura de la Sierra por los años 1811 y 1812 que forman un tratado elemental de ideología, lógica, metafísica, moral, etc..., Madrid, 1836; Sermones de Fray José de Jesús Muñoz Capilla, maestro que fue del estinguido Orden de San Agustín, Obispo electo de Salamanca y de Gerona. Publícanse bajo los auspicios del Excmo. e Ilmo. Sr. D. Juan Bonel y Orbe, obispo de Córdoba y Patriarca electo de las Indias, ed. de D. Manuel Gómez, Madrid, 1846, 2 vols.; El libro del Eclesiastés explicado con notas, pról. del P. T. Cámara, Valladolid, 1881; Arte de escribir, con notas del P. C. Muiños, Valladolid, 1884; Tratado de la organización de las sociedades, Valladolid, 1883; “Disertación sobre el influjo de la imaginación y del juicio en la poesía. Censura del sabio D. Rafael Linares. Respuesta del P. José de Jesús Muñoz”, en RA, 4 (1882), págs. 5-12, 97-103; “Informe sobre la poesía dramática”. [Con advertencias y notas de P. C. Muiños], en La Ciudad de Dios (CD), 18 (1889), págs. 518-522; “Plan de una escuela militar en Córdoba”, con advertencia y notas del P. C. Muiños, en CD, 19 (1889), págs. 88-92; “Plan de organización militar”, [Con advertencias y notas del P. C. Muiños], en CD, 20 (1889), págs. 508-526; Gramática filosófica de la Lengua Española, Madrid, s.a. [1831]; Carta Pastoral de Fr. Diego Melo de Portugal, obispo de Jaén, Impresa en 1812; Exhortación pastoral dirigida por el Obispo de Jaén a sus Diocesanos [...], Jaén, [1812]; Lecciones de enseñanza mutua según los métodos combinados por Bell y Lancaster o Plan de educación para los niños pobres [...], Córdoba, 1819; Historia de las revoluciones de la República Cristiana, con reflexiones análogas, traducción del italiano por el P. José Muño; “Correspondencia”, en Epistolario del Muñoz Capilla, ed. de F. J. Campos, San Lorenzo del Escorial, 1998.
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Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla, OSA