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Antonio Manrique de Lara

Biografía

Manrique de Lara, Antonio. Duque de Nájera (II), conde de Treviño (III). ?, c. 1466 – Navarrete (La Rioja), 13.XII.1535. Virrey de Navarra.

Hijo de Pedro Manrique de Lara, I duque de Nájera, y de Guiomar de Castro. En 1493, los Reyes Católicos concedieron que el título de conde de Treviño se vinculase, en él, a los primogénitos de la Casa de Nájera.

Desde finales del siglo XV, colaboró con su padre en la conquista del reino de Granada y en los incidentes fronterizos del de Navarra. El “gran duque” de Nájera pretendía ejercer dominio sobre pueblos del extremo occidental de este reino (Genevilla, Cabredo, Espronceda y Lapoblación) inmediatos al núcleo de sus señoríos riojanos. Su casa extendía también su influencia hacia las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, protegiendo al bando oñacino, y ostentaba el título de tesorero mayor del señorío y alcaide de Valmaseda. Además, mantenía una estrecha alianza política y personal con la casa de Beaumont, que eran condestables de Navarra y condes de Lerín, cabezas del bando beamontés. Así, en 1494, 1504 y, sobre todo, 1506, Antonio Manrique colaboró junto con su padre auxiliando la sublevación, contra los reyes Juan III y Catalina I de Navarra (1484-1512/1517), de Luis de Beaumont, II conde de Lerín, el cual murió exiliado en Castilla y despojado de sus estados.

Pese a este fracaso, se mantuvo firme la alianza de ambas casas de Nájera y de Lerín, anudada con el matrimonio de su hermana Brianda Manrique de Lara con Luis de Beaumont, que fue el III conde de Lerín (1508-1530). Se barajó la posibilidad de que Antonio, el heredero del ducado desde la muerte del primogénito, casara con una de las hermanas del rey de Navarra, Juan de Albret. Pero finalmente se celebró una boda doble en 1503: la de Antonio Manrique y su hermana Francisca, con Juana y su hermano Fernando Folch de Cardona, II duque de Cardona, que eran primos de Fernando el Católico.

En las incertidumbres sucesorias a la muerte de la reina Isabel I (1504), su padre, como cabeza del linaje de los Manrique, tomó partido en contra de la gobernación de Fernando el Católico y en favor de Felipe de Habsburgo. Esto perjudicó los intereses de la casa, que se vio postergada hasta 1516, cuando Antonio Manrique hizo valer ante el joven Carlos I todos los servicios prestados. Con todo, en noviembre-diciembre de 1512, el viejo duque de Nájera y su heredero Antonio participaron en la conquista de Navarra, encabezando el Ejército castellano que socorrió al duque de Alba, que se encontraba asediado en Pamplona por el Ejército franco-navarro.

La muerte de Fernando el Católico (23 de enero de 1516) propició en este reino el levantamiento del bando agramontés, liderado por el mariscal Pedro de Navarra, y también cierta inquietud entre los beamonteses que seguían al conde de Lerín. Con todo, ni se movilizó ampliamente la nobleza del país ni la revuelta contó con la ayuda de Francia. En marzo de 1516, la guarnición castellana del coronel Villalba se bastó para sofocar la rebelión. El regente de Castilla, Cisneros, para castigar a los culpables y prevenir nuevas tentativas, decidió retirar del virreinato a Fadrique de Acuña, luego conde de Buendía. Entonces, según el cronista Sandoval, el propio Antonio Manrique se postuló para ejercer el cargo, que se le confió de inmediato.

Como cabeza de la vecina casa de Nájera desde la muerte de su padre (1 de febrero de 1515), como cuñado y aliado del poderoso conde de Lerín, líder del bando pro castellano, y como hombre próximo a Cisneros, era el más indicado.

Su nombramiento facilitó que volviera a la fidelidad el inquieto conde de Lerín, que, según el cronista Alesón, habría sido denunciado por su esposa Brianda Manrique, hermana del duque de Nájera, por mantener correspondencia con Juan de Albret, el rey exiliado, en las semanas posteriores a la muerte del Católico. El virreinato de Antonio Manrique en Navarra desequilibró peligrosamente la relación interna de fuerzas, en beneficio de los beamonteses y en perjuicio de los agramonteses. Pero no parece que, en realidad, supervisara muy estrechamente el gobierno de este reino o que se produjeran grandes cambios.

Durante estos años, a Antonio Manrique de Lara le ocupó más el conocer y ser conocido por el nuevo Rey, y el reforzamiento de su casa y linaje, que gobernar Navarra. Juró los fueros en nombre de Carlos IV ante las Cortes de Pamplona (22 de mayo de 1516), aunque se envió a Bruselas una embajada para conseguir su ratificación por parte del joven monarca antes de su venida; y volvió a presidir la asamblea, brevemente, en tres ocasiones más (1517, 1519 y 1520).

Sin embargo, por lo que se sabe, durante estos años no se introdujeron novedades gubernativas de importancia.

Participó activamente en las fiestas de coronación de Carlos en Valladolid (1517), y en las primeras Cortes de castellana que convocó en aquella ciudad (1518), y fue nombrado caballero del Toisón de Oro en la reunión de Barcelona (1518).

La revuelta antiseñorial de la villa de Nájera (abril de 1520) y la rebelión de las Comunidades le tuvieron muy ocupado en 1520, y contribuyen a explicar su cese en el virreinato. El duque acudió a Guipúzcoa en varias ocasiones para mediar ante quienes se oponían al nombramiento del nuevo corregidor, el licenciado Acuña. En mayo de 1521, un ejército francés reconquistó sin dificultad Navarra y asedió Logroño.

Antonio Manrique había abandonado Pamplona dos días antes de su capitulación (19 de mayo) y viajó a Segovia para pedir socorro a los gobernadores de Castilla.

En su disculpa, siempre alegó que éstos le habían ordenado retirar del reino muchos soldados, artillería y munición para hacer frente a los comuneros, que fueron decisivas en la victoria de Villalar (21 de abril) pero que dejaron desguarnecido el país ante Francia.

Pero también es cierto que durante estos meses, su heredero, Manrique, empleó todos los recursos de la casa, más que en la defensa de Navarra, en restablecer su autoridad señorial sobre Nájera y en socorrer a sus deudos alaveses amenazados por el conde de Salvatierra.

En junio de 1521, el ejército que reunieron las casas de nobleza y ciudades de Castilla para rechazar a los franceses estuvo mandado por el conde de Haro, primogénito del condestable castellano. La recuperación de Navarra y la victoria de Noáin (30 de junio) la protagonizó el condestable de Castilla más que el duque de Nájera como virrey. Esto tiene que ver con su inmediato cese y sustitución por Francisco de Zúñiga, III conde de Miranda, sobrino del condestable de Castilla (27 de agosto de 1521). Íñigo de Velasco había protestado el nombramiento virreinal de Antonio Manrique de 1516 —probablemente porque lo ambicionaba para sí—, alegando su proclividad en favor del bando oñacino en las provincias y de los beamonteses navarros, cuando él mismo se postulaba protector de los gamboínos y de los agramonteses, sus rivales respectivos.

La antigua enemistad con la casa de Velasco, y el recelo del Emperador ante la inercia banderiza de los grandes señores como Antonio Manrique, ayudan a explicar su eclipse político hasta su muerte en 1535.

Acudió regularmente a las reuniones de Cortes, y asistió en la Corte real como el gran señor que era (Marineo Sículo le estimaba unas rentas anuales de 30.000 ducados hacia 1520), haciendo amplia ostentación de su posición. Al parecer, en una ocasión en que visitó a los Reyes en Toledo, la emperatriz Isabel, ante la magnificencia de su séquito, exclamó: “Más viene el duque a que le veamos que a vernos”. Pero no ocupó cargos militares, políticos o cortesanos de relevancia, que sí ejerció, ya en el reinado de Felipe II, su hijo Juan, que fue virrey de Nápoles, del Consejo de Estado y Guerra y mayordomo mayor de Isabel de Valois.

Antonio Manrique fue enterrado en la capilla mayor del monasterio de San Francisco de Nájera. En su testamento, significativamente, agregó al mayorazgo uno de los cañones capturados a los franceses en la batalla de Noáin.

 

Bibl.: A. López de Haro, Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España, vol. I, Madrid, Luis Sánchez, 1622, págs. 308-309; L. Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Lara, Madrid, 1696 (facs. Acedo, Wilsen, 1988, vol. II, págs. 168-179); J. Pérez, La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521), Madrid, Siglo XXI, 1977; F. Idoate Iragui, Esfuerzo bélico de Navarra en el siglo XVI, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1981; R. M.ª Montero Tejada, “Ideología y parentesco: bases de la actuación política del primer Duque de Nájera a comienzos del siglo XVI”, en Espacio, Tiempo y Forma. Serie III, Historia Medieval, V (1992), págs. 229-260; M. Diago Hernando, “Política y guerra en la frontera castellano-navarra durante la época Trastámara”, en Príncipe de Viana, n.º 203 (1994), págs. 527-549; P. Boissonnade, Historia de la incorporación de Navarra a Castilla. Ensayo sobre las relaciones de los príncipes de Foix-Albret con Francia y con España (1479-1521), Pamplona, Gobierno de Navarra, 2005.

 

Alfredo Floristán Imízcoz