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Pedro de Navarra

Biografía

Navarra, Pedro de. Tafalla (Navarra), c. 1465 – Castillo de Simancas (Valladolid), 24.XII.1522. Mariscal de Navarra y jefe de los agramonteses.

Después de la trágica desaparición de su hermano Felipe, Pedro heredó la mariscalía de Navarra (vinculada desde generaciones a su familia) y la jefatura de la facción agramontesa. Constituido en portaestandarte de los monarcas navarros, su norte político fue la sistemática oposición al partido beaumontés, convencido de que era el único medio para eliminar injerencias políticas no deseadas. De ahí que tanto la reina Leonor como el rey Febo y los Albret le beneficiaran largamente: así el 22 de marzo de 1498, y con motivo de su casamiento, una real merced de Juan de Albret dispuso que se le entregaran 3000 escudos de oro así como las alcabalas de San Martín, Murillo el Fruto y Pitillas con la jurisdicción baja y mediana, baylíos y penas foreras de los tres lugares.

Casado con Mayor de la Cueva, hija del duque del Alburquerque, emparentó con los condestables de Castilla, convirtiéndose de esta manera en la persona ideal que podía hacer de puente entre Navarra y Castilla. Por ello, en 1507 recibió una importante merced o acostamiento concedido por Fernando el Católico en gracia, posiblemente, a los servicios de mediación prestados el año anterior cuando en el Tratado de Tudela de Duero se quisieron arreglar las diferencias surgidas con Juana de Castilla. Un acostamiento, también de 100.000 maravedís, volvió a concedérsele en 1508.

A pesar de ello, realizada la anexión de Navarra a Castilla en 1512, se enfrentó al proyecto de Fernando el Católico organizando la entrada en el reino de las tropas francesas que intentaban restaurar a Juan de Albret faltando, presuntamente, a la palabra de fidelidad dada al Católico según le denunciaron los caballeros navarros Francés de Ayanz y Charles de Góngora. Don Pedro lo confesaría más tarde, cuando, prisionero en la cárcel de Atienza, declaraba como “una vez muerto el rey Fernando con cuya persona expiró si alguna obligación se tuvo con este confesante [...]”, dando a entender que sólo desde entonces se sentía exonerado de sus particulares compromisos con Castilla. Naturalmente, en respuesta a su actitud de 1512, Fernando el Católico le desposeyó de su mariscalía obligándole al exilio, en el que nada le impidió ponerse al servicio del rey de Francia.

En 1516 se sabía en Navarra como el rey Juan de Albret había acudido a París a “jurar la fidelidad que debía al rey de Francia sobre las tierras que tenía en su reino y a confirmar las mutuas alianzas”. Consciente de ello, este mismo año Pedro de Navarra solicitaba autorización de su señor de Albret para levantar a su favor los enclaves de Lumbier y Sangüesa, intentando en vano sublevar los valles de Aezcoa, Salazar y Roncal, en los que, “esperando a quienes quisieran seguir su propuesta”, no encontró un eco favorable. De modo que, derrotado en Isaba el 21 de marzo de 1516, perdía en su huida a Francia por el valle del Roncal las cartas delatoras escritas a Albret para soliviantar, además, las merindades de Olite y Tudela, en las que amenazaba “con dar saco a esta última ciudad si no le obedecía”.

Apresado por el coronel Villalba y confiscados sus bienes, fue encerrado primero en el castillo de Atienza y, situado el emperador Carlos en Valladolid, en Simancas, donde, quitados los primeros hierros, se le fueron mitigando paulatinamente las penas hasta permitírsele el trato amistoso con su criado y amigo Felipe Vergara, quien siempre declaró que “conoció al mariscal como muy buen cristiano”. El testimonio de este amigo suyo presenta al mariscal ya alterado en sus últimos días, “desconfiando de todos sus parientes y amigos”. Quizás ello explique lo que se certificó en el acta notarial de aquel 24 de diciembre de 1522 aludiendo a que don Pedro “había muerto degollado él mismo por su mano”.

Si con su actitud defendió constantemente, hasta el punto de negarse por sistema a prestar obediencia al emperador Carlos, su fidelidad a los reyes de la dinastía Albret, no se puede afirmar que hiciera lo mismo con el proyecto político, ya muy generalizado en el reino, de los caballeros navarros que lucharon en Noain y en Maya contra los franceses.

 

Bibl.: J. Yanguas y Miranda, Historia compendiada del reino de Navarra, San Sebastián, Ignacio Ramón Baroja, 1832; Diccionario de Antigüedades del Reino de Navarra, Pamplona, Javier Goyeneche, Francisco Erasun, 1840; J. Moret, Anales del reino de Navarra, Tolosa, 1891; M. Arigita y Lasa, Don Francisco de Navarra de la Orden de San Agustín, Pamplona, 1899; J. L. Orella y Unzué, Francisco de Navarra y las familias del Renacimiento navarro, Pamplona, Editorial Mintzoa, 2003; J. Gallastegui Ucin, Amayur 1522, Pamplona, 2006.

 

Javier Gallastegui Ucin

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