Andrade, Fernando de. Conde de Villalba (II). ?, c. 1477 – Galicia, ?, XII.1536. Consejero de Guerra, asistente de la ciudad de Sevilla.
Nacido hacia 1477, el linaje de los Andrade tenía sólido asiento en Galicia desde finales del siglo xiii, con Fernando Pérez I, señor de Andrade. Fernando era hijo de Diego de Andrade, que había tenido una participación muy activa en el movido siglo xv gallego, a favor de los Reyes Católicos, hasta el punto de que había enviado a su primogénito a educarse en la Corte regia. Allí le sorprendió al joven noble gallego el temprano fallecimiento de su padre, en 1492, hecho que le convirtió en titular de la Casa, mientras la administración efectiva del amplio patrimonio en manos de su madre viuda, María de las Mariñas.
Consta que hacia 1494 era contino de la Real Casa, y despegaba su carrera, que enfocó hacia la milicia.
Eran tiempos de disputa con Francia en terreno italiano, a pesar del Tratado de Granada de 1500, por el que Luis XII y Fernando el Católico se repartieron Nápoles, donde fue enviado Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. En 1502, Andrade se contaba entre las tropas que, comandadas por Luis Portocarrero, señor de Palma, fueron de refuerzo a Sicilia.
En abril de 1503, Palma murió de enfermedad y al mando de las tropas le sustituyó Fernando, a pesar de las reticencias de capitanes más veteranos, que fueron acalladas con la inmediata victoria de Seminara.
Las siguientes batallas ganadas por el Gran Capitán devolvieron a Andrade a su puesto en el Ejército, que en pocos meses aseguró su posición en el reino de Nápoles.
En 1504, Fernando de Andrade regresó a España, con recompensas concedidas en el reino conquistado por valor de 3.000 ducados, incluido el condado de Caserta. En Castilla se vivían momentos muy delicados, tras la muerte de Isabel la Católica. Retirado a Galicia, desde allí se alineó rápidamente en el bando de los que vieron en el marido de Juana, soberana de Castilla, al nuevo Monarca. Con el conde de Lemos, aseguró a Felipe de Austria el puerto de La Coruña para desembarcar en la Península Ibérica, en abril de 1506. Como regidor, estuvo presente en el acto por el cual Felipe juró los privilegios de La Coruña, y luego se integró en su comitiva hacia Castilla, al mando de la artillería. Juana le nombró asistente de Sevilla, unas semanas antes de la muerte de su esposo.
El nuevo regente, el cardenal Cisneros, le confirmó en el puesto, pero no lo llegó a ocupar. La inmediata aparición del rey Fernando para llevar la gobernación de Castilla frustró su carrera política, pues el monarca aragonés no contó con los seguidores de su yerno muerto. Hasta 1511, Andrade se mantuvo retirado en Galicia, enredado en conflictos jurisdiccionales.
Cuando Fernando el Católico volvió sus ojos al norte de África, recuperó a su capitán gallego con sus mesnadas, pero fue intento vano. De nuevo la situación en Italia, donde se había producido el Cisma de Pisa, modificó sus planes. En 1512 estuvo Fernando presto para partir a Italia, pero tampoco hubo lugar. Regresó entonces a Galicia, y vio pasar los últimos años y la muerte del rey Fernando. La segunda regencia de Cisneros, con quien le unía una buena relación, supuso una nueva oportunidad para el noble gallego. En abril de 1516, el purpurado le envió a Flandes a explorar las intenciones del entorno que rodeaba al joven Carlos de Gante. Allí tomó contacto con los cortesanos flamencos para preparar la llegada del nuevo Rey. En el verano del mismo año regresó a Castilla, con jugosa merced en su haber, y Cisneros le empleó como capitán general de la gente de Ordenanza, reclutada para mantener el orden en el reino.
Sólo hubo de intervenir para poner paz en el conflicto por el priorato de San Juan, que enfrentó a los duques de Alba y Béjar por la rica prebenda. Hubo un conato de resistencia por parte de Diego de Toledo, pero las compañías de Hernando disuadieron con su presencia al revoltoso noble.
Llegado Carlos a España, Andrade desapareció temporalmente de la escena, dominada por el boato de la Corte flamenca. Resurgió en 1520, cuando, antes de embarcar, el nuevo Monarca celebraba Cortes en La Coruña. En sus sesiones se distinguió por la defensa de los derechos de las ciudades gallegas, pero también capitaneó la flota que le llevó a Flandes. Regresó con la merced hecha de entrada en la Orden de Santiago. La situación en Castilla era explosiva, malestar que podía contagiarse a Galicia. En diciembre de 1520, Andrade y el arzobispo Fonseca convocaron una conferencia de nobles en Mellid (La Coruña), en la que se aseguró la lealtad a la Corona, pero que planteó al tiempo ciertas reivindicaciones para Galicia, como el derecho de voto en Cortes, hasta el momento en manos de Zamora, y la creación de una Casa de Contratación en La Coruña. Contaba Andrade con la buena relación que le unía con Adriano de Utrecht, el gobernador de Carlos V. Producto de la situación fue el nombramiento de capitanes generales de Galicia a Andrade y Fonseca (11 de abril de 1521).
El regreso del César en 1522 frustró sus intenciones para mejorar la situación de Galicia. Su primer encargo fue llevar a Italia al papa recién elegido, Adriano de Utrecht. De nuevo en su tierra, se implicó en la puesta en marcha de la Casa de Contratación de la Especiería, con varias expediciones. Pero nunca terminó de funcionar debidamente, y fracasó definitivamente cuando, en 1528, Carlos V cedió las Malucas a los portugueses. En cualquier caso, le esperaban otros destinos cortesanos. En 1529, el Emperador partió hacia Italia, camino de su coronación en Bolonia. En Castilla dejó como regente a su esposa, la emperatriz Isabel, asistida por los principales patronos de la Corte. Hernando fue nombrado consejero de Guerra, junto con Antonio de Fonseca y el marqués de Cañete. Claro que Fernando no lo consideraba suficiente merced para sus largos años de servicio, y siguió pidiendo nuevas gracias. La recompensa llegó con un nuevo cargo: asistente de Sevilla.
Ejerció desde finales de 1529 y por un período de dos años. Se distinguió en la defensa de los intereses de la Corona (lo que le procuró no pocos enfrentamientos) y en la reforma del Gobierno sevillano.
Cumplido el mandato, se puso en marcha el preceptivo proceso de residencia, que se alargó un tiempo. Mientras tanto, Fernando cumplía en la Corte como consejero de Guerra, aunque este órgano pronto cayó en la inacción, y sus funciones pasaron al Consejo de Estado. En 1533 Carlos V estaba de nuevo en Castilla, y ordenó un segundo mandato en Sevilla para Andrade. Allí, de nuevo, movilizó recursos para la campaña norteafricana del César contra el caudillo de Argel, Barbarroja. Finalizado su mandato en el otoño de 1535, volvió a Galicia a ocuparse de sus numerosos intereses, donde murió hacia 1540. Había matrimoniado en 1500 con Francisca de Zúñiga, y tuvo varias hijas: Teresa (fallecida en 1532) casó con Fernando de Castro, heredero de la Casa de Lemos, y tuvieron un hijo, Pedro, que a la postre fue el heredero del mayorazgo de los Andrade, con título de conde. Catalina casó con Fernando de Silva, IV conde de Cifuentes, que fue mayordomo mayor de la Emperatriz.
Bibl.: J. García Oro, Don Fernando de Andrade, conde de Villalba (1477-1540), La Coruña, Xunta de Galicia, 1994; S. Fernández Conti, “Andrade, Fernando de”, en J. Martínez Millán (dir.), La Corte de Carlos V. III. Los Consejos y los consejeros de Carlos V, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, págs. 44-46.
Santiago Fernández Conti