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Luis Fernández Manrique

Biografía

Fernández Manrique, Luis. Marqués de Aguilar de Campoo (II). ?, s. m. s. xv – 28.VIII.1534. Político, consejero de Guerra, cazador mayor de Carlos V.

El padre de Luis, Garci Fernández Manrique, que ya disfrutaba del título de III conde de Castañeda, había sido elevado al marquesado por los Reyes Católicos, tras sus servicios en la guerra de Granada. Muerto en junio de 1506, tras cumplimentar en La Coruña a los nuevos soberanos de Castilla, Juana y Felipe, Luis Fernández Manrique heredó título, estados y prebendas, como el oficio de canciller mayor de Castilla. Lo hizo, ciertamente, en una época de gran confusión en el reino, pero con una opción política definida, marcada por la cabeza del linaje de los Manrique, el duque de Nájera. Durante los años siguientes, se demostró que no había sido acertada la elección por el archiduque de Austria, cuya temprana muerte abrió el paso a una nueva regencia de Fernando el Católico, tenida su hija como inhábil para el gobierno. Nájera cayó en desgracia ante el Monarca aragonés, pero al menos el marqués de Aguilar se benefició de la necesidad que tenía Fernando el Católico de atraerse a la nobleza castellana. En 1507, gracias a la intercesión del conde de Benavente, logró la confirmación del título de canciller, negocio que estaba en el aire desde años atrás.

En cualquier caso, a medida que avanzaba la regencia del rey Fernando, los antiguos partidarios de don Felipe dirigieron su mirada hacia su hijo Carlos, que crecía en tierras flamencas, bajo la poderosa sombra de su abuelo, el emperador Maximiliano. Luis Fernández Manrique fue de los que terminó por recalar en Flandes, en clara apuesta por un futuro monarca todavía adolescente. Allí estaba cuando falleció el anciano rey aragonés, en 1516, y se puso al servicio del que fue proclamado regente del reino, el cardenal Cisneros, necesitado de sólidos contactos en la lejana Corte del Monarca para el que guardaba el reino. Regresó el marqués a Castilla en los últimos días de 1516 y colaboró con el cardenal en el gobierno del reino.

Uno de los asuntos más delicados, por cuanto podía poner en peligro la Corona de don Carlos, era la situación de su hermano menor, el infante don Fernando, educado únicamente en Castilla, y en quien un sector de la nobleza veía una alternativa muy seria a don Carlos, sucesor legítimo pero completamente extraño a Castilla. A mediados de 1517, tras insistentes misivas de Cisneros, llegaron órdenes para colocar a don Fernando bajo estrecho control de fieles personajes; en el mismo correo se incluía el título de consejero de Guerra para el marqués de Aguilar, con 100.000 maravedís de quitación, el primero del que se tiene constancia que se expidiera para este organismo (en realidad, todavía cabía hablar del “Consejo del rey” en sentido amplio, sin la especialización posterior entre diferentes órganos de la polisinodia), y recompensa, sin duda, por sus desvelos en defensa de la posición de Carlos de Gante; además, Cisneros escogió a Luis Fernández Manrique como persona que debía ocuparse del infante y su entorno, muestra de la confianza que le tenía. Finalmente, don Fernando abandonó la Península, acompañado de un hijo de Aguilar, hacia el norte del continente, donde le esperaba un largo periplo vital, coronado por la púrpura imperial.

Como era de esperar, cuando Carlos I desembarcó en la península Ibérica, el marqués de Aguilar se integró sin problemas en la nueva Corte. Y empezó a recoger los frutos de su trabajo y fidelidad. En abril de 1518 se le confirmó el título de consejero de Guerra y en el mes de noviembre del mismo año recibió la patente de cazador mayor de la Casa de Aragón, oficio que en los años treinta se integraría en los libros de Castilla, y que permaneció en su casa durante todo el siglo. Intervino durante estos años también en asuntos de Indias, para mitigar la influencia de Rodríguez de Fonseca, y en 1520 partió de nuevo en el séquito de don Carlos. La confusa situación que dejaba tras de sí degeneró rápidamente en lo que dio en llamarse las Comunidades de Castilla. En el Ejército imperial se distinguió el primogénito del marqués, mientras su padre defendía en la lejana Corte la necesidad de buscar una salida que no supusiese la destrucción del reino. De vuelta en la Corte en 1522, la figura de Aguilar se diluyó durante el siguiente decenio, cuando descollaron en el escenario áulico otros personajes de gran calado, como el cardenal Tavera y el secretario Francisco de los Cobos. Tampoco parece que obtuviera satisfacción a sus ansias de prebendas, aunque su primogénito fue nombrado camarero en la Casa de Borgoña y también le sustituyó durante los últimos años en el oficio de cazador mayor. Murió Luis Fernández Manrique el 28 de agosto de 1534.

De su matrimonio con Ana Pimentel, hija del señor de Villafáfila, tuvo descendencia abundante: entre los varones, el primogénito, Juan, ya mencionado, le sucedió en todos los títulos y oficios, y fue virrey de Cataluña; Pedro Manrique, que, dedicado a la carrera eclesiástica, ocupó la mitra cordobesa y Alonso, militar, muerto en la jornada de las Gelves. Además, cinco hijas, cuatro de las cuales matrimoniaron con la nobleza de su nivel: Inés con el conde de Paredes, Isabel con el señor de las Villorias, Catalina con Álvaro de Ayala, de la casa de los Condes de Fuensalida, y Luisa con el señor de las Casas de Butrino. La última hija, María, fue abadesa en el monasterio de Aguilar.

 

Fuentes y bibl.: A. López de Haro, Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España, vol. I, Madrid, Luis Sánchez, 1622, págs. 178-179; S. Fernández Conti, “Fernández Manrique, Luis” en J. Martínez Millán (dir.), La Corte de Carlos V, III, Los Consejos y los consejeros de Carlos V, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, págs. 130-132.

 

Santiago Fernández Conti