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Fernando de Silva

Biografía

Silva, Fernando de. Conde de Cifuentes (IV). Toledo, s. m. s. XV – Madrid, 16.IX.1549. Militar, diplomático.

Hijo de Juan de Silva y Catalina de Toledo, fue un aristócrata castellano que ocupó puestos de importancia en el servicio militar, diplomático y cortesano de la Monarquía en tiempos del emperador Carlos V.

Como militar de alta graduación, estuvo el conde de Cifuentes al servicio del emperador Carlos V en sus estancias en Flandes e Italia. Como diplomático, estando en posesión de la distinción de alférez mayor del Rey, fue embajador en Roma en el pontificado de Pablo III, para después ser nombrado embajador extraordinario en la Florencia de los Médicis. Desempeñó asimismo el cargo de mayordomo mayor de la emperatriz Isabel de Portugal, y se hizo cargo de la custodia de las hijas de los monarcas en diversas ocasiones, siendo también su mayordomo mayor y gobernador de su casa. Por ello recibiría la nada despreciable cantidad de un millón de maravedís de renta anual. Entre sus numerosos cargos públicos destacan también el de alcalde mayor de las alzadas de Toledo, y ser miembro del Consejo de Estado del Emperador.

Al igual que los demás aristócratas de su época, entroncó con otras grandes familias castellanas. Contrajo matrimonio con Catalina de Andrada, hija del conde de Andrada y hermana de la condesa de Villaba. Tuvo por hijos a Juan de Silva, que le sucedió en la casa, y a Catalina de Silva, que le vincularía con la poderosa casa de los Mendoza, ya que sería mujer de Diego Hurtado de Mendoza, duque de Francavila y príncipe de Mélito. Esta última hija, Catalina de Silva, sería, por tanto, madre de la famosa princesa de Éboli, y en quien seguiría, a la postre, la sucesión de la casa.

La hacienda señorial del conde de Cifuentes, su hacienda no era ni mucho menos escasa, y, por vía de mayorazgo, fue poseedor de varios señoríos en tierras alcarreñas y otros términos, entre los que destacan los de las villas de la propia Cifuentes, Barciense, Escamilla, Torre-Quadrada, etc., así como de abundantes bienes libres.

Accedió al condado en el año 1512, y ya desde entonces mostró una vinculación decidida con el servicio real, del que esperaba sacar grandes recompensas.

Como alférez mayor quiso participar ya en aquel mismo año de 1512 en la guerra de la incorporación de Navarra, llevando también tropas de sus estados, aunque no tuvo ocasión por la fulgurante conquista del duque de Alba. Más adelante, cuando accedió a la corona Carlos I, entre los aristócratas castellanos que fueron a servirle estando todavía en Flandes se encontraba Cifuentes, que le acompañó luego en el viaje que hizo el flamante Rey para hacerse cargo de su trono a la Península.

Cuando, unos pocos años después, las cosas se pusieron complicadas para el soberano y sus consejeros flamencos, fue de los primeros magnates de Castilla que acudieron a la llamada de apoyo del cardenal Adriando de Utrecht en el contexto de la revuelta de las Comunidades de Castilla. Su decisión de acudir a Medina de Rioseco fue especialmente importante, sobre todo teniendo en cuenta que esta adhesión se hacía cuando la situación para las armas reales era peligrosa en aquellos momentos. Así, el 5 de diciembre de 1520 participó en la primera victoria del ejército realista sobre los comuneros: el asalto de la villa de Tordesillas, donde estaba recluida la reina Juana, llevando el estandarte real como alférez mayor del Rey.

También es muy significativo de esta fidelidad a la causa y al servicio real el hecho de que fuera una de los magantes castellanos que estuvieron presentes en la famosa coronación de Bolonia del gran Carlos en 1530; de tal manera que quiso el Emperador que Fernando de Silva quedara como su embajador en Roma ante Clemente VII. Sus buenos oficios los prolongó en el pontificado de Paulo III, de quien obtuvo importantes beneficios para su casa y sus dominios señoriales, como la correspondiente bula y el apoyo financiero para la erección y acrecentamiento del Colegio de las Doncellas de Cifuentes y los dos grandes jubileos que obtuvo.

Después de esta estancia en Roma, estuvo algún tiempo en sus estados, donde se dedicó —brevemente— a la administración de los mismos.

Ya en 1532 participó con el Emperador en el formidable ejército imperial que hizo retirarse a los turcos de Solimán del asedio de Viena. Y también estuvo presente en la famosa entrevista del César con Francisco I en Marsella en octubre de 1533, haciendo un buen papel de intermediario de los intereses españoles ante el Papa.

Con respecto a la administración de sus estados, el IV conde de Cifuentes hizo numerosas compras y dotó varias memorias y fundaciones de sus dominios (entre las que destaca la fundación del monasterio de clarisas de su villa de Cifuentes, llamado Nuestra señora de Belén, y el mencionado Colegio de Doncellas del mismo lugar). Con todo ello, acrecentó considerablemente, en un momento de expansión de la aristocracia castellana en general, el mayorazgo de su casa.

Cuando, en 1545 le sorprendió la muerte, estaba ocupado en su lucrativo cargo de mayordomo de las infantas reales en Madrid. Sería sepultado en la Capilla Mayor de San Pedro Mártir de Toledo.

 

Bibl.: A. López de Haro, Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España, Madrid, 1622; L. de Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Silva, Madrid, 1685 (ed. facs., 1998 en 2 vols.); F. Barrios, El Consejo de Estado de la Monarquía Española 1521-1812, Madrid, Consejo de Estado, 1984; J. Martínez Millán (dir.), La corte de Carlos V, vol. III, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000.

 

David García Hernán

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