Acuña, Fadrique de. Conde de Buendía (V). ?, ú. t. s. XV – p. t. s. XVI. Virrey de Navarra, comendador de Montemolino de la orden de Santiago.
Hijo de Pedro Vázquez de Acuña, conde de Buendía, y de Beatriz de Sant Angel. Mantuvo con su madre un litigio por los bienes de la sucesión.
Fue designado virrey y capitán general de Navarra el 16 de noviembre de 1515, desempeñándose en este cargo hasta mayo de 1516. Fue “el tercer virrey, siendo proveydo mediante particular instancia y medios de personas, que privavan con el rey don Fernando” (Garibay, libro XXX: 588). El 22 de febrero de 1516 se reunieron las cortes en Pamplona para recibir su juramento como virrey.
Le tocó el ejercicio del virreinato en el delicado momento de la muerte de Fernando el Católico (23 de enero de 1516) y el segundo intento de recuperación del reino de Navarra por parte de Juan de Albret, que ocurrió en marzo de 1516 (el primero fue en 1512, inmediatamente después de la ocupación castellana). Su labor tuvo un marcado carácter militar, incluyendo su preocupación por el aprovisionamiento de hombres y vituallas, designación de cuarteles y lugares de paso de las tropas, etc., lo cual significó un endeudamiento del reino que tardó largos años en satisfacerse.
El 10 de marzo “quizá para congraciarse con los pueblos, dio patente de contrafuero, a petición de las cortes, en relación con los alojamientos de la tropa, que debía hacerse en cada pueblo en la forma que indicaba. El virrey consultaría previamente a los oidores del consejo real, prescribiéndose que los alcaldes del lugar donde se aposentase la gente de armas, interviniesen en ello. En cuanto a los utensilios se hará de modo semejante, y los víveres serán pagados a su justo valor. Prometió así mismo el virrey que se levantarían todas las penas de destierro impuestas en años anteriores, y que en adelante no se impondría ninguna sin causa justificada” (Del Burgo, 1992: 413).
En marzo de 1516, debió enfrentarse a las tropas de Juan de Albret que sumaban unos diez mil hombres.
Acuña tenía sólo tres mil soldados (a pesar de la celeridad con que le llegaron refuerzos), pero contó con la colaboración militar del experimentado coronel Cristóbal de Villalba y del capitán beaumontés Miguel de Donamaría. La frontera francesa de Navarra fue defendida por mil hombres provistos por la provincia de Álava (luego que el virrey solicitara a ésta voluntarios con este propósito) que sirvieron al mando de su diputado general. La sublevación de Albret no tuvo éxito porque no contó con el esperado respaldo popular en favor de los reyes destronados, aunque en prevención de que esto sucediera, Fadrique de Acuña, el 13 de marzo de 1516, ordenó desterrar por tres meses a varios clérigos y vecinos de Pamplona, Sangüesa y Olite. Las fuerzas rebeldes (que además sufrieron la deserción de numerosos soldados) fueron completamente derrotadas el 21 de marzo de 1516 cerca de la villa de Isaba.
Según Boissonnade, Fadrique de Acuña se demostró sin autoridad ni prestigio, de lo cual intentó sacar provecho Juan de Albret para recuperar su reino del dominio español. De Moret y Yanguas afirman que el cardenal Jiménez, regente de Castilla, le consideró inadecuado para manejar la guerra, por lo cual nombró en su reemplazo a Antonio Manrique de Lara, duque de Nájera. Estas opiniones son infundadas porque el virrey Acuña reprimió con rigor el intento de sublevación contra Castilla: la rebelión fue sofocada y sus principales cabecillas fueron apresados. Los prisioneros fueron llevados a Atienza. En efecto, Pedro de Navarra, mariscal de Navarra, Pedro Enríquez de Lacarra, primo del mariscal, Antonio de Peralta, hijo del marqués de Falces, Francisco de Ezpeleta, señor de Espeleta, Juan, señor de Olloqui, Juan Remírez de Baquedano, Valentín de Jaso y el capitán roncalés Petri Sanz fueron sometidos a un duro interrogatorio para conocer los orígenes y detalles de la sublevación.
El virrey finalmente perdonó a los prisioneros luego que éstos juraran fidelidad a Fernando de Aragón.
Sólo el mariscal Pedro de Navarra moriría en prisión, en 1522, en circunstancias misteriosas. En otras palabras, Fadrique de Acuña ejerció correctamente su cargo: fue capaz de vencer a los rebeldes y hacer prisioneros a sus cabecillas. También se demostró políticamente hábil al perdonar a los sublevados y ordenar sólo unas pocas detenciones. El cardenal Jiménez le relevó de su autoridad no porque hubiera dado muestras de incapacidad sino para significar un cambio de política castellana respecto a Navarra consistente en una mayor represión (que se manifestó, por ejemplo, en derribar murallas y fortificaciones de villas y señoríos).
El nuevo virrey, Antonio Manrique, duque de Nájera, llevó a cabo perfectamente esta nueva política, la cual finalmente se reveló contraproducente.
Hay otro hecho importante que anotar en el breve virreinato de Fadrique de Acuña. El primero de mayo de 1516, los moros, que hasta entonces habían vivido perfectamente integrados con los cristianos, fueron expulsados del reino de Navarra, quedando deshabitadas las morerías de Murchante, Tudela y otras localidades. Seguramente a raíz de las protestas de este hecho, el 11 de mayo de 1516 el virrey declaró que se le guardarían a la ciudad de Tudela todos sus privilegios.
Casó con María de Acuña (hija de Pedro de Acuña, duque de Huete) con quien tuvo dos hijos: Juan y María de Acuña. Juan de Acuña fue sexto conde de Buendía, gentilhombre de la cámara del rey, caballero de Santiago y capitán de hombres de armas; casó con Francisca de Córdoba (hija de Álvaro de Córdova y María de Aragón) y no tuvo hijos legítimos, compitiendo por la sucesión su primo hermano, el marqués de Algaba, y su hermana, María de Acuña (en quien finalmente recayó); legó cien mil ducados a su hijo natural, Juan de Acuña, del Consejo Supremo de Castilla. María de Acuña fue séptima condesa de Buendía y mujer de Juan de Padilla, señor de la casa de Padilla y adelantado mayor de Castilla.
Fuentes y bibl.: Biblioteca Apostólica Vaticana, urb. Lat. 493/178r.; Biblioteca Nacional, ms. 6388/21-25.
E. de Garibay y Zamalloa, Compendio Historial de las Cronicas y Universal Historia de Todos los Reynos de España, libro XXX, Anvers, Plantin, 1571, págs. 588-590; J. Yanguas y Miranda, Historia Compendiada del Reino de Navarra, San Sebastián, Ignacio Ramón Baroja, 1832, pág. 424; J. de Moret, Anales del Reino de Navarra, vol. VII, Tolosa, Eusebio López, 1891, pág. 361; P. Boissonnade, Histoire de la Réunion de la Navarre a la Castille, Paris, Alphonse Picard et Fils, 1893, pág. 455; A. García Carraffa, Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y americanos, vol. I, Madrid, Imprenta Antonio Marzo, 1920, pág. 199; J. del Burgo, Historia General de Navarra desde los Orígenes hasta Nuestros Días, vol. II, Madrid, Rialp, 1992, págs. 406-434; M. I. Ostolaza Elizondo, “El Reino de Navarra en el Dilema de su Incorporación a Castilla o su Fidelidad a los Albret, Agramonteses y Beamonteses entre 1512-1524”, Huarte de San Juan. Geografía e Historia, (1994), págs, 55-82; M. I. Ostolaza Elizondo, Gobierno y Administración de Navarra bajo los Austrias; Siglos XVI-XVII, Pamplona, Departamento de Educación y Cultura, 1999, pág. 78.
Rafael Vargas-Hidalgo