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Troilo (Troilos) Carrillo

Biografía

Carrillo, Troilo. Conde de Santisteban de Lerín (II) y de Agosta (I) en Sicilia. Señor de la Casa de Peralta en Navarra. ?, m. s. XV – p. s. XVI. Condestable de Navarra.

El hombre que había de representar al príncipe Fernando de Aragón en su proyectada y no realizada boda por poderes con la princesa Isabel de Castilla, era hijo sacrílego del arzobispo de Toledo. Tampoco se sabe por qué Alfonso Carrillo eligió para su hijo el nombre del héroe troyano, Troilo —Troyllos en la documentación—, si bien puede estar relacionado con las muchas aficiones —alquimista y mago— de aquel extraordinario personaje.

Troilo era hijo de madre desconocida al igual que su hermano Lope Vázquez de Acuña, que llevaba el nombre de su abuelo, el primer conde de Buendía, de su tío, el primer duque de Huete y del hijo de éste y primo suyo. Pero fue Troilo el que protagonizó una más que interesante trayectoria a lo largo de su vida gracias, naturalmente, a ser el favorito de uno de los personajes más influyentes en la Castilla del siglo XV. A ello habría que añadirle su matrimonio con una rica heredera: la hija de Pierres de Peralta, condesta­ble de Navarra.

Las primeras noticias sobre la vida de Troilo remi­ten al reinado del joven príncipe-rey Alfonso (1465-1468) al que, entre otros nobles, su padre había apo­yado como Monarca tras la deposición del abúlico Enrique IV. Desde finales de 1465 hasta unos meses antes de su muerte, el rey Alfonso le entregó al hijo favorito del arzobispo más de medio millón de mara­vedíes por juro de heredad, tanto en lugares no espe­cificados como en la villa realenga de Molina, lugar del que también fue beneficiario de las tercias. Se subraya que parte de esas importantes mercedes consti­tuyeron el regalo de bodas del joven Alfonso al tam­bién joven heredero del arzobispo. Efectivamente, el 22 de noviembre de 1467 se casaba Troilo con Juana de Peralta, la primogénita del condestable de Navarra y de Ana de Brabante. La dote de Juana no fue baladí: 1.200 florines de oro y la sucesión en el mayorazgo si Pierres de Peralta no tenía herederos varones. Carrillo no tardó en posesionarse de todo ello.

A la muerte del Príncipe-Rey, probablemente en­venenado por su tío Juan Pacheco, maestre de San­tiago, Troilo se colocó indubitativamente del lado de los defensores de los derechos de la princesa Isabel, hermana del fallecido monarca. No en vano su padre el arzobispo era su más firme paladín y de poco sirvió que Enrique IV —para anular el acto de Guisando— intentara chantejear a aquél con tres mil vasallos y dos fortalezas para él y su hermano. El arzobispo de Toledo no sólo no perjuró, sino que se afanó en que su princesa se casara con el mejor pretendiente: el príncipe Fernando de Aragón. En todo ello, Troilo no dejó de colaborar. De hecho, como rey de Sici­lia, se conserva una minuta suscrita en Cervera por Fernando, seguramente a principios de 1469, para que Troilo se casara en su nombre con Isabel. Antes de ese momento, el primogénito del arzobispo rea­lizó no pocas gestiones para que aquella unión tu­viera un final feliz. El 16 de febrero de ese mismo año desde Yepes, su suegro y el arzobispo de Navarra aprobaban todos los tratos que tuvieran como fin la consecución de ese matrimonio siempre que se efec­tuaran en presencia de Troilo y así se lo hacían llegar a los comendadores Gutierre de Cárdenas y Gonzalo Chacón. También mereció Troilo Carrillo el recono­cimiento de la princesa que sólo unos días antes de casarse —el 17 de octubre de 1469— le concedía la villa de Atienza con sus salinas, “acatando los muchos e buenos e leales servicios que vos el noble cavallero trylos carrillo fesistes al muy illustre e muy esclarecido rey de gloriosa memoria el señor rey don Alfonso mi hermano que Dios aya e a mi ayeys fecho e faseys de cada día [...]”. Seguramente en remuneración a sus muchas y buenas obras, el rey Juan II le concedió el condado de Agosta que, según el cronista Zurita, usó orgullosamente Troilo —una luna creciente— en sus armas. También le hizo beneficiario el rey aragonés de los lugares de Ademuz y Alpont en Valencia así como Careal y Cabra en Cataluña, sin que tuviera que pagar por ello los derechos del sello. Además de su buen hacer por el matrimonio de los futuros Reyes Católicos, el conde de Agosta destacó como un buen militar. Siguiendo siempre el ejemplo de su padre —un proaragonesista indisimulado—, Troilo se ba­tió valerosamente al mando de doscientos caballeros en el sitio de Perpiñán donde Juan II estaba sitiado por los franceses. Aquella hazaña le hizo merecedor de 36.000 florines situados en las rentas de Sicilia y que no sólo el monarca aragonés lo hizo para premiarle, sino para contentar a su padre, no en vano el mejor valedor de Fernando.

La vida de Troilo se difumina en el reino de Castilla coincidiendo con la llegada al trono de los Reyes Ca­tólicos —y también por la defección del bando de los príncipes dolido por la ingratitud de aquéllos— para centrarse en Navarra. En este reino, convertido en el heredero de su suegro, ostentó el título de condestable y el de segundo conde de Santisteban de Lerín, con­virtiéndose en un hombre muy rico que tomó parte en acontecimientos políticos de no poca importancia. Sin embargo, la herencia en el mayorazgo de su mujer Juana le trajo a Troilo Carrillo no pocas complicacio­nes familiares, que hubo de solventar por medio de compensaciones económicas.

El conde Troilo falleció al filo del nuevo siglo y fue enterrado en un magnífico sepulcro a la izquierda del de su padre el arzobispo —cuyos restos fueron tras­ladados luego a la catedral de Toledo—, en la capilla mayor del monasterio de San Francisco de Alcalá de Henares. En su epitafio hizo grabar un enigmático “Llevó la muerte consigo quien nunca muere con­migo”.

Le sucedió su único hijo, el tercer conde de Santis­teban de Lerín y condestable de Navarra, Alonso Ca­rrillo de Peralta, que perteneció al Consejo de Juan y Catalina de Albret. Casado con Ana de Velasco, Alonso Carrillo —que seguía el nombre de su famoso abuelo— fue nombrado por Fernando el Católico primer marqués de Falces.

 

Bibl.: Real Academia de la Historia, Memorias de don En­rique IV de Castilla, vol. II, Madrid, Tipografía de Fortanet, 1913; F. Esteve Barba, Alfonso Carrillo de Acuña, autor de la unidad de España, Barcelona, Amaltea, 1943; J. Vicens Vives, Juan II de Aragón 1389-1479. Monarquía y Revolución en la España del siglo XV, Barcelona, Teide, 1953; A. de Palencia, Crónica de Enrique IV, intr. de A. Paz y Meliá, Madrid, Atlas, 1973 (col. Biblioteca de Autores Españoles); T. de Azcona, Isabel La Católica. Estudio crítico de su vida y de su obra, Ma­drid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1964; I. del Val Val­divieso, Isabel la Católica, Princesa de Castilla (1468-1474), Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1974; D. C. Morales Muñiz, “La política de mercedes del rey Alfonso de Castilla: el sostenimiento de su causa 1465-1468”, en Homenaje al Prof. Torres Fontes, vol. II, Murcia, Universidad-Academia Alfonso X el Sabio, 1987, págs. 225-239; “Documentación acerca de la administración de la Orden de Santiago por el príncipe-rey Alfonso de Castilla”, en Hidal­guía, 211 (1988), págs. 839-868; “Las confederaciones nobi­liarias de Castilla durante la guerra civil de 1465”, en Anuario de Estudios Medievales, 18 (1988), págs. 455-467; Alfonso de Ávila, rey de Castilla, Ávila, Fundación Gran Duque de Alba, 1988; G. Mirecki Quintero, “Apuntes genealógicos y bio­gráficos de Don Alfonso Carrillo de Acuña, Arzobispo de To­ledo”, en Anales Toledanos, 28 (1991), págs. 55-75; R. Pérez Bustamante y J. M. Calderón Ortega, Enrique IV 1454-1474, Burgos, Diputación de Palencia, 1998 (col. Serie de Re­yes de Castilla y León); E. Cooper, La mitra y la roca: intereses de Alfonso Carrillo arzobispo de Toledo, Toledo, Diputación Provincial, 2001; L. Suárez Fernández, Enrique IV de Casti­lla. La difamación como arma política, Barcelona, Ariel, 2001; Isabel I, Reina, Barcelona, Ariel, 2002; F. Fernández de Benthecourt, Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, Sevilla, Fabiola de Publicaciones Hispalenses, 2002, 10 vols.; J. M. Nieto Soria, “Dos prelados en la encrucijada de un trono: Alfonso Carrillo de Acuña y Pedro González de Mendoza”, en Torre de los Lujanes, 54 (2004), págs. 49-64; J. Sánchez Osés y M. Gil Azparren, Mosén Pierres de Peralta y el Marquesado de Falces, Peralta, Ayuntamiento de Peralta, 2007.

 

Dolores Carmen Morales Muñiz

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