Ribera y Fievée, Carlos Luis de. Roma (Italia), 1815 – Madrid, 14.IV.1891. Pintor y litógrafo.
Hijo de Juan Antonio de Ribera, uno de los pintores más influyentes de su tiempo, Carlos Luis estaba llamado a participar en la escena artística española antes de que él mismo pudiera decidirlo. Aunque al principio de su carrera tratase de rivalizar, a su pesar, con Federico de Madrazo, su arte tuvo una repercusión mucho menor que la de su colega, debido seguramente a que planteaba unos modelos plásticos mucho más cercanos a los prototipos franceses.
Nació en Roma, durante el exilio del rey Carlos IV y María Luisa de Parma, a los cuales su padre, como muchos otros artistas y servidores reales, había seguido con lealtad, integrándose en esa nueva Corte.
Sus padrinos fueron precisamente los dos viejos monarcas, de los cuales tomó sus nombres. Su padre encaminó sus primeros pasos hacia la pintura, enseñándole a dibujar y a pintar desde que era un niño.
En 1819 regresó a Madrid, y recibió enseñanzas en la Academia de San Fernando, donde optó en 1831, con quince años, al Concurso de premios generales abierto por la Corporación en enero de ese mismo año. Su pintura Descubrimiento de la mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa —erróneamente identificada hasta hace poco con la pintura de ese argumento que se conserva en la Facultad de Bellas Artes de Madrid, que hoy se considera obra de su rival en el ejercicio Benito Sáez—, le valió el primer premio, por delante de artistas más maduros pero menos adiestrados en la pintura de Historia de concepción davidiana. En 1832 ganó también la oposición a las pensiones de Roma que ofrecía la Academia. Sin embargo, no existen indicios de que el artista viajara nunca allí. Dada la juventud del aspirante, su pensión se pospuso para cuando cumpliera diecinueve años. Aunque dos años después ya contaba con esa edad, hubo de esperar hasta 1836 para que se dictara una resolución a su favor. La documentación que se ha manejado hasta ahora permite asegurar que en realidad Carlos Luis imitó a su padre marchándose directamente a París, donde permanecería nueve largos años sin pasar por Italia.
Antes de marcharse por tan larga temporada a la capital francesa, Carlos Luis entró en contacto con los círculos literarios y artísticos románticos de Madrid.
Su vinculación con ese grupo intelectual la confirma su asidua participación en el semanario El Artista, el proyecto editorial más interesante de esos años. Ribera suministró un importante número de litografías a la revista en su corta pero intensa vida. En esos años juveniles pintó además obras como la Jura del primer príncipe de Asturias (antigua colección de los duques de Montpensier), la Aparición de la Virgen a san José de Calasanz (Ant. en Navalcarnero; Madrid, Iglesia de San Roque) y el retrato de Isabel II niña, realizadas todas ellas en Madrid entre 1835 y 1836.
Una vez en París acudió con asiduidad al estudio de Paul Delaroche (1797-1856), junto al que completó su formación como pintor de Historia y, sobre todo, como retratista. Su experiencia junto a Delaroche condicionó toda su producción posterior. En efecto, los prototipos de sus retratos y de sus composiciones históricas reproducen directamente los de su maestro y en ellos se encuentran ecos de la experiencia italiana de otros pintores, como la del propio Delaroche. En París pintó su gran composición Don Rodrigo Calderón en el acto de ser conducido al suplicio (Madrid, Palacio Real), que fue presentada con éxito en el Salón de 1839, donde la crítica lo comparó con el arte de Zurbarán. Con motivo de ese éxito tan notorio, Isabel II le concedió la Cruz de Isabel La Católica a finales del mismo año. También en 1839 protagonizó una suerte de duelo artístico con Federico de Madrazo.
Cada pintor retrató al otro, enviando después los resultados a Madrid para que la crítica evaluara sus méritos, fruto del cual queda el exquisito retrato de Federico de Madrazo (Nueva York, Hispanic Society), en el que Carlos Luis concede a los negros y oscuros del fondo y del traje de su rival un delicado tratamiento.
Lo cierto es que, aunque en ocasiones se ha considerado que los dos jóvenes artistas fueron amigos, la intimidad de la correspondencia de Federico con su padre José revela que más bien eran cordiales rivales. Durante sus años en París Carlos Luis realizó otras importantes pinturas como la Magdalena en el Sepulcro (México D. F., Museo de Bellas Artes de San Carlos), La Asunción de la Virgen o los retratos del Señor Gómez y Señor Toca y su hija, que recibieron desiguales opiniones por parte de la crítica francesa.
En 1845 participó en el Salon de París con la última obra pintada en aquella capital, La Batalla librada contra los moros de la Sagra de Toledo en 1102, titulada también como Origen del apellido de los Girones en la batalla de la Sagra (Ant. Colección Osuna), muy bien recibida por la crítica francesa. La obra gozó también de muy buena fortuna en España, donde pronto fue difundida por grabados, como el dedicado al cuadro por Domingo Martínez.
A su vuelta a España en 1845, Ribera se estableció definitivamente en Madrid. En marzo de 1845 recibió el nombramiento de profesor agregado de la asignatura de Paisaje de la Escuela Especial de Bellas Artes, aunque no tomó posesión de la plaza hasta enero de 1852. En 1846 fue nombrado académico de Número de San Fernando y ese mismo año, con motivo de la celebración de las bodas de Isabel II con Francisco de Asís, recibió también el nombramiento honorífico de Pintor de Cámara. En esos primeros años atendió algunos encargos particulares, hasta que a finales 1849 se anunció que le serían encargados varios lienzos para la decoración del Congreso de los Diputados.
El edificio se acababa de construir y estaba en pleno proceso de decoración, en cuyos trabajos participaron los artistas más reputados del momento. Así, en marzo de 1850 se publicaba la real orden con el encargo a Carlos Luis de Ribera de pintar cinco lienzos con escenas sobre las cinco etapas de la Historia de la Legislación española, para la bóveda del Salón de Sesiones, además de veintiuna figuras alegóricas con el mismo destino. También se le encomendaba una pintura para el techo del Gabinete de los Ministros, con una alegoría de los Ministerios del gobierno de la Monarquía. Debió de ocuparse con mucho empeño de este encargo, puesto que en octubre de 1852 ya estaban terminadas todas las obras. Al término de tan monumental empresa, Isabel II le comisionó para que realizara otra pintura de grandes dimensiones, cuya adquisición por la Reina nunca se hizo efectiva.
Se trataba de 2 de enero de 1492 en Granada al enarbolarse la Cruz y el Pendón de Castilla en la Alhambra (Burgos, Catedral), obra muy ambiciosa y de grandes dimensiones que Carlos Luis no terminó hasta 1890, mucho después de que la Reina hubiera sido depuesta del trono español, cuando pinturas como ésta comenzaban a verse anticuadas.
Al mismo tiempo, Ribera desplegó una interesante labor como retratista que, si bien no podría competir con el monopolio del género llevado a cabo por Federico de Madrazo, le hizo brillar durante algo más de una década, hasta la marcha de Isabel II. Son retratos en los que propone una escenificación burguesa de los personajes, concediendo a la ambientación y al desarrollo del fondo gran protagonismo. En realidad, en sus retratos se percibe el recuerdo a los modelos de Paul Delaroche.
En octubre de 1857 fue nombrado profesor numerario de Dibujo del Antiguo, maniquí y ropajes de la Escuela Superior de Bellas Artes, plaza de la que tomó posesión inmediatamente. En esos años participó en las convocatorias de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, que acababan de comenzar a celebrarse, fundamentalmente con algunos de los retratos que pintaba por encargo, entre los que destacó el retrato de la Infanta Isabel Fernandina de Borbón (Madrid, Museo del Prado), hermana del Rey consorte.
En 1859 recibió el encargo de completar la decoración de la Bóveda del Salón de sesiones del Congreso de los Diputados con dos cuadros triangulares que cerrarían el frente del salón y que deberían representar, a proposición del propio Ribera, los orígenes divinos de la Legislación, refiriéndose a la Ley Mosaica y a los Evangelios. A finales de 1860 Ribera había terminado el encargo. La comisión quedó tan satisfecha por sus trabajos que le propusieron al Ministerio de Estado que le concediera la Orden de Carlos III.
Al concluir ese encargo público recibió otro de carácter particular. Se trataba de la decoración del Oratorio privado que tenía en su casa el banquero Carlos Calderón, para la que pintó treinta y cinco lienzos que armonizaban con el estilo bizantino de la construcción, desaparecidos tras la demolición del inmueble que los contenía.
En 1862 formó parte del jurado de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Como hicieran Federico de Madrazo, Joaquín Espalter, Carlos de Haes y el escultor José Piquer, dimitió por las irregularidades que observó en la adjudicación de los premios, debido a que el jurado estaba integrado por una mayoría de miembros que no eran artistas. Ese escándalo, que ponía de manifiesto la onerosa injerencia política en el campo de las artes, no impidió, sin embargo, que el año siguiente recibiera del mismo Ministerio de Fomento que había organizado la exposición su nombramiento como Catedrático de enseñanza superior.
Por esos años su figura se requería para distintos dictámenes emitidos sobre pinturas y pintores, tanto desde la Academia como particularmente.
Entrado en sus cincuenta, Carlos Luis contrajo nupcias con la hermana de uno de sus discípulos de la Academia. Mariana, hermana del pintor Pedro González de Bolívar, veintiséis años menor que el maestro y de modesta extracción social, habría de convertirse en un personaje antipático a la familia del pintor, que acabó alejándose de su familia.
En 1869 Carlos Luis recibió el nombramiento de director de la Escuela de Pintura y Escultura dependiente de la Academia de San Fernando, de la que ya era catedrático. Así, además del desempeño de ese cargo, ejerció asiduamente como jurado de las Exposiciones Nacionales y también, desde 1873, como jurado para la elección de los pensionados en Roma, aunque él nunca hubiera acudido a esa ciudad como becario.
En 1880 recibió el encargo que junto con la decoración del Congreso de los Diputados más fama habría de concederle en toda su carrera. Era designado como director artístico de las obras de pintura de la restauración artística que tendría lugar en la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid. El proyecto artístico, el más importante de todos los desplegados durante la Restauración borbónica en España, contemplaba la participación del pintor supervisando cada uno de los trabajos de pintura. Además, como hiciera al ocuparse de las pinturas del Congreso, presentó una memoria con los argumentos que debían pintarse que se considera como el programa de la decoración, y también propuso a los pintores que debían ocuparse de cada uno de los argumentos. Algunas pinturas, como la de la bóveda principal y las del Coro, debían de ser ejecutadas por otros pintores, pero siguiendo los bocetos de Ribera. Asumió además la ejecución de una de las capillas del templo, la llamada de los Sagrados Corazones.
Aunque los modelos plásticos de Carlos Luis quedaban ya anticuados, el artista se mostró muy receptivo a los cambios y novedades que sugirieron los pintores más jóvenes en los trabajos que él mismo les había asignado y su propia intervención, a pesar del anacronismo que suponía en el contexto del conjunto, posee un indudable atractivo estético y una gran coherencia, no sólo con su propia carrera, sino con la idea de decoración que se había propuesto para el templo.
Tras la conclusión de sus trabajos en San Francisco el Grande en 1888, su actividad artística se limitó a la docencia y a terminar el gran cuadro de la conquista de Granada que conserva en la Catedral de Burgos.
Fallecido a causa de una neumonía, a la edad de setenta y seis años, Carlos Luis de Ribera fue enterrado en la Sacramental de San Isidro, junto a sus padres.
No dejó ningún hijo. Muy poco tiempo después de enviudar, Mariana —que había sido reconocida por el pintor como su única heredera— casó con el médico madrileño Miguel García del Moral, a quien tampoco dio hijos.
Obras de ~: Descubrimiento de la mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa, 1831; Autorretrato, 1832; Josefa de Ribera, 1832; Jura del primer príncipe de Asturias, 1835; José María Queipo de Llano Ruiz Saravia, VII Conde de Toreno, 1838; Pilar Anastasia Gayoso de los Cobos y Téllez-Girón, Condesa de Toreno, con su hija, 1838; Federico de Madrazo, 1839; La Virgen adorando al Niño, 1839; Don Rodrigo Calderón conducido al Suplicio, 1839; Josefa Ana de Ribera y Fievée, c. 1840; Luis Matías de Ribera, h. 1840; Pedro de Alcántara Téllez de Girón, XI duque de Osuna, h. 1840; María Magdalena en el Sepulcro, 1840; La Asunción de la Virgen, 1840; Señor Sánchez de Toca y su hija, 1840; Autorretrato, 1841; Marcos Adriano González, 1843; Alejandro Mon, 1843; Conde de la Cimera, 1843; Eugenio de Ochoa, 1843; Señora de Velasco, 1844; Origen del apellido Girón en la batalla de la Sagra, 1845; Escenas de la Inquisición, 1847 ant.; Una niña ante un paisaje, 1847; Gil y Zárate, 1847; Gregorio López de Mollinedo, a caballo, 1848; Marcela Molinés, 1848; Vista de Nôtre Dame de Paris, 1848; Una dama con su hijo, 1849; Julián Saiz de Milanés y Josefa Ana de Ribera y Fievée, 1849; Magdalena Parrella y su hija, Elisa Tapia de Parrella, 1850; Manuel de Tapia con su familia, 1850; Historia de la Legislación española, 1850-1852; Ministerios del gobierno de la Monarquía, 1850-1852; Isabel Fernandina de Borbón, Infanta de España, 1852; Antonio López López, Ier Marqués de Comillas, 1853; La familia de Bernardo López de Mollinedo, 1854; Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia, VIII Duque de Alba, 1855; Nicolás Osorio y Zayas, XIV Marqués de Alcañices, 1855; Emilio de Ribera y Gómez, 1859; La Ley Divina trasmitida por Moisés, 1860; La Ley Divina trasmitida por el Evangelio, 1860; La Conversión de San Pablo, h. 1860; Decoración del Oratorio del Palacio Calderón (treinta y cinco lienzos), 1863; La imposición de la Casulla a san Ildefonso, 1864; Nieves Solís, 1864; Leonor de Salm-Salm, Duquesa de Osuna, 1866; Amadeo I de Saboya, Rey de España, 1871; Inmaculada Concepción, 1871; Rodrigo Echevarría y Briones, Obispo de Segovia, 1876; Rosario Aguirre, 1881; Miguel García del Moral, 1884; Los Sagrados corazones de Jesús y de María, 1885; Conquista de Granada, 1890.
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Carlos G. Navarro