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Aníbal Álvarez Bouquel

Biografía

Álvarez Bouquel, Aníbal. Roma (Italia), 1.XII.1809 – Madrid, 5.IV.1870. Arquitecto.

Hijo del insigne escultor prieguense José Álvarez Cubero y de Isabel Bouquel y Wanreggem, natural de Dunkerque, según su partida de bautismo nació en Roma el 1 de diciembre de 1809, si bien en su testamento figura como fecha de nacimiento el día anterior.

Fue bautizado el 18 de diciembre en San Pedro del Vaticano, siendo sus padrinos José de Madrazo y su esposa, Isabel Kuntz, con quienes siempre mantuvo una afectuosa relación, así como con sus hijos.

Vivió en esa ciudad hasta 1827, año en el que Álvarez Cubero regresó a España con su familia.

Aníbal Álvarez gozó de una privilegiada formación, enriquecida con las relaciones de su padre en los más selectos círculos culturales italianos y españoles. En Roma se inició en el dibujo y las matemáticas. Ya en España simultaneó las clases en la Real Academia de San Fernando con la asistencia al estudio del arquitecto Isidro Velázquez, quien siempre le consideró uno de sus más queridos discípulos. En 1831, con un proyecto de “Real Biblioteca” como prueba de pensado y otro de “Arco de triunfo para unas funciones reales” como prueba de repente, ganó el primer premio en el concurso general convocado por la academia, lo que le proporcionó una pensión para establecerse en Roma desde 1832 hasta 1835. Allí coincidió con sus amigos Federico de Madrazo y Ponciano Ponzano, conoció al arquitecto Domingo Gómez de la Fuente y estableció profundos y duraderos vínculos con los “nazarenos” catalanes, sobre todo con Joaquín Espalter con cuya colaboración contó en diversas ocasiones.

Aunque Elías Rogent afirme en sus Memorias que no pasó ese tiempo “midiendo por milésima vez las columnas Trajana y Antonina ni tampoco el Coliseo sino visitando los palacios de Florencia, de Venecia y de Milán”, buena parte de su estancia transcurrió bajo el magisterio del célebre arqueólogo Antonio Nibby. De hecho, como trabajo correspondiente a su primer año de pensionado, remitiría  a al Academia un estudio de la Columna Trajana. En julio de 1835 solicitó ser eximido de las pruebas para la obtención del título de arquitecto, alegando los trabajos realizados durante su pensionado —a los que sumó una propuesta de restauración del anfiteatro Flavio— y la necesidad que tenía, dada su orfandad y escasez de recursos económicos, de comenzar a ejercer su profesión nada más regresar a España.

Aceptada su petición, se le expide el título con fecha 23 de agosto de 1835.

La concesión por la academia de una nueva pensión le permitió emprender, en mayo de 1836, un recorrido por diversas ciudades italianas, alemanas y francesas.

Visitó entonces los templos de Paestum y Sicilia —cuyos dibujos expuso en el Liceo Artístico y Literario de Madrid en 1839—, adscribiéndose a la corriente defensora de la policromía en la arquitectura griega. En 1837 se hallaba establecido en París trabajando en diversos proyectos y, en palabras de Federico de Madrazo, “encantado con los edificios que se construyen aquí de pocos años a esta parte”. En la primavera de 1838, acompañado por el pintor Carlos Luis de Ribera, viajó a Bélgica e Inglaterra, regresando a España en agosto de ese año.

En 1839 obtuvo el grado de académico de mérito por la Arquitectura, presentando para ello la colección de cuarenta y tres dibujos de monumentos romanos efectuados durante su pensionado, a los que sumó una “Memoria o indicación de los materiales de primera necesidad y modo de construir de los antiguos romanos”.

En 1844 fue nombrado director de la sección de Arquitectura de la Academia de San Fernando y desde 1846 hasta su muerte ocupó el cargo de tesorero de dicha institución.

En 1843 solicitó el puesto de arquitecto mayor de palacio, pero se prefirió entonces a Narciso Pascual y Colomer. Sólo a la muerte de Domingo Gómez de la Fuente pasaría a ocupar, por Real Decreto de 26 de febrero de 1857, el cargo de arquitecto mayor de la Real Casa, Patrimonio y Sitios Reales. Se jubilaría, a petición propia, en agosto de 1859. Durante estos años fue también arquitecto del Museo del Prado.

Álvarez tuvo una dilatada y prolífica actividad profesional que se manifestó no sólo en su obra arquitectónica, sino también en sus escritos teóricos, su trabajo en pro de la conservación del patrimonio y, muy especialmente, en su labor docente.

José de Madrazo escribía en septiembre de 1841 a su hijo Federico: “Aníbal Álvarez que se hallaba antes de muy mal humor porque no se le presentaban obras que hacer, tiene ahora muchas y muy buenas”. En efecto, tras su regreso a Madrid se convirtió en uno de los arquitectos favoritos de la sociedad isabelina, trabajando tanto para particulares como en numerosos encargos oficiales.

En 1844 realizaría su primera obra importante, la reforma de la fachada del palacio del Senado, cuyo ingreso solemnizó con un arco de triunfo inspirado en fuentes arqueológicas y cargado de significado simbólico.

A partir de mediados de los años cuarenta, construyó numerosas viviendas repitiendo un patrón característico derivado de los palacios renacentistas italianos: edificios por lo general de tres plantas, la inferior imitando un almohadillado en piedra y las superiores articuladas con pilastras, rematando el conjunto un ático o una balaustrada. Los motivos decorativos, siempre dentro de la innata contención y elegancia del autor, se inspiran en la ornamentación quattrocentista. Éste es el esquema que, con diversas variantes, empleó en el Banco de Fomento y en las casas de José Canga Argüelles, Ramón de Mesonero Romanos, el banquero Bernar, el marqués de Perinat y en su propia vivienda de la calle de la Cruz, entre otros lugares, destacando especialmente el palacio construido en 1846 para el banquero andaluz Manuel Gaviria en la calle del Arenal.

Su estudio de la policromía en la arquitectura antigua se reflejó en el monumento levantado bajo su dirección, en 1852, por los alumnos de la Escuela de Arquitectura para celebrar el nacimiento de la infanta Isabel. Inspirado en túmulos etruscos y en antiguos mausoleos romanos —la correspondencia del escultor Manuel Vilar testimonia el interés de Álvarez por el diseño de sepulturas durante su pensionado—, incorporaba en su cuerpo bajo treinta y seis heraldos medievales portando los escudos de las provincias españolas.

También seguía modelos de la antigua Roma el panteón que erigió poco después en el cementerio de la Sacramental de San Luis para los marqueses de Espeja.

El interés de Aníbal Álvarez por la arquitectura medieval se remonta igualmente a sus años de formación.

Ya en la exposición del Liceo Artístico y Literario de 1839 presentó un cuadro con fragmentos de edificios que permitía seguir el desarrollo cronológico y estilístico del arte medieval. Asimismo, conoció de primera mano el debate entre clasicistas y goticistas en Francia y llegó a traducir varios artículos de los Annales Archéologiques para su publicación en el Boletín Español de Arquitectura. Sin embargo, cuando recurre al vocabulario medieval lo hace sobre todo por su contenido simbólico. Los heraldos vinculan a Isabel II con su antecesora, Isabel la Católica, tema recurrente a lo largo de todo su reinado. El proyecto para el Congreso de los Diputados que presentó al concurso de 1842, era un edificio almenado, especie de torre o castillo medieval, en clara alusión a las antiguas Cortes de Castilla y fruto de la identificación entre nacionalismo y medievalismo que se plasmó igualmente en otros parlamentos europeos. Su proyecto neomedieval más relevante fue, sin duda, el del Hospital del Buen Suceso, de 1859, en el que combinaba el románico centroeuropeo de la iglesia con el racionalismo de inspiración violletiana de las dependencias administrativas y hospitalarias.

Aníbal Álvarez no permaneció ajeno a las nuevas tipologías edilicias demandadas por la sociedad de su tiempo ni a los nuevos materiales que la industria ponía al servicio de la arquitectura más avanzada. En 1838, establecido en París, trabajaba en el proyecto de un pasaje comercial como los que entonces se levantaban en la capital francesa, que pretendía construirse en el solar del desaparecido convento de la Victoria y que presentó en la citada Exposición del Liceo Artístico y Literario. Dicho pasaje —propiedad de Antonio Jordá y abierto entre las calles de Espoz y Mina y de la Victoria con el nombre de Nueva Galería o Galería Espoz y Mina—, que no se inauguraría hasta 1847, se cubría con una estructura de hierro y cristal, aún sometida a la imposición del estilo, en este caso el Renacimiento, tan del gusto del autor. Del mismo estilo y también en hierro y cristal es la serre o invernadero que proyectó para el ala oriental de la Plaza de Armas del Palacio Real. En una línea similar cabe destacar en la producción de Aníbal Álvarez el Taller de Coches que construyó en 1845 para el empresario Mariano Carsí en el paseo de Recoletos, un edificio industrial de grandes dimensiones cubierto con una impresionante bóveda de madera entrelazada y recubierta de zinc, cuyo carácter puramente funcional hacía innecesarias las referencias historicistas.

Nuestro arquitecto dedicó gran parte de su vida profesional al diseño de edificios de utilidad pública, cuyas tipologías, surgidas mayoritariamente en el siglo XVIII, se estaban replanteando para adaptarlas a un nuevo modelo social.

En 1839 fue nombrado vocal de la Sociedad matritense para la mejora del sistema carcelario, encargándose de realizar un proyecto de cárcel según el sistema celular entonces en boga. Partiendo del modelo panóptico de Bentham, Aníbal Álvarez aportó una solución muy original al evitar el esquema radial y solventar el problema de la vigilancia mediante la disposición escalonada de las celdas. Publicado en 1841 por el Ministerio del Interior francés en una circular destinada a la construcción de cárceles departamentales, influyó de forma decisiva en el planteamiento de la nueva prisión de Caen. En ese mismo año, el editor mexicano Ignacio Cumplido sugería que se tomase como modelo para la Cárcel Nacional de México, y su reproducción en el Atlas carcelario de Ramón de la Sagra (1843) garantizó su difusión, resonando aún sus ecos en el proyecto realizado en 1876 por Tomás Aranguren para la Cárcel Modelo de Madrid.

En 1846 formó parte de la comisión constituida para la realización de un manicomio modelo y en 1852 de la encargada de la construcción de una casa de lavado y baño para pobres. Figuró, asimismo, en la comisión nombrada por el gobierno en 1852 para estudiar la creación de cuatro hospitales en Madrid, cuyos proyectos fueron encargados a la Academia de San Fernando que eligió a Álvarez para su realización.

Sólo llegó a construirse el Hospital de la Princesa, cuya planta seguía el modelo de pabellones aislados del Hospital Lariboisière de París, construido por Martin-Pierre Gauthier entre 1846 y 1854. El alzado combinaba una fachada neogriega con un sobrio Rundbogenstil en los pabellones. Inaugurado en 1857, el proyecto figuró en la Exposición Nacional de Bellas Artes del año siguiente, junto con otro de Biblioteca Nacional encargado por la Dirección de Instrucción Pública, que nunca llegó a realizarse.

Elegido en 1852 vocal de la Junta consultiva de Policía Urbana, llegó a ser vicepresidente de su sección de Construcción. En calidad de tal, realizó en 1858 un proyecto alternativo a la reforma de la Puerta del Sol ideada por Lucio del Valle. Proponía un trazado semicircular en el lado norte —cuyo centro enfatizaba con una iglesia porticada—, un jardín central y grandes arcos enmarcando el acceso a las calles adyacentes.

El sobrio diseño propuesto para las fachadas puede verse en la casa de la carrera de San Jerónimo, número 3, que levantó al año siguiente para la Administración del Buen Suceso.

Además de los ya citados, Álvarez ocupó diversos cargos y obtuvo numerosas distinciones. En 1848 fue nombrado arquitecto del Ministerio de la Gobernación; en 1856, vocal del Consejo de Sanidad del Reino y, en 1859, de la Junta creada para llevar a efecto la Exposición Nacional de 1862. Era comendador de la Orden de Carlos III y a su muerte estaba propuesto para recibir la Gran Cruz de Isabel la Católica.

Aníbal Álvarez mostró siempre interés por la difusión y conservación del patrimonio artístico y arqueológico, siguiendo muy de cerca la labor de sus colegas franceses. Amigo de Adolphe-Napoleón Didron, colaboró en las páginas de los Annales Archéologiques.

En 1843 era correspondiente del Comité Historique des Arts et Monuments de France. En 1844 fue nombrado vocal de la recién creada Comisión Central de Monumentos, encargándose, junto a Valentín Carderera, de la sección de Arquitectura de la misma y siendo uno de los principales promotores de los viajes arquitectónicos a las provincias españolas aprobados por la Academia en 1847. Igualmente presidió la comisión nombrada en 1859 para la publicación de los Monumentos Arquitectónicos de España.

Pese a la importancia de lo reseñado, en opinión de Modesto López Otero: “Quizá el aspecto más interesante de Aníbal Álvarez es el pedagógico [...] en su enseñanza eran fundamentos las nuevas técnicas y la admisión de todos los estilos”. Vinculado a la Escuela de Arquitectura desde su creación como profesor de Teoría del Arte y, más tarde, de Proyectos e historia de la Arquitectura, obtuvo en 1848 la cátedra de Teoría general del arte y decoración. En 1853 fue nombrado vicedirector y ocupó el cargo de director entre 1857 y 1864. El cese de Pascual y Colomer en abril de 1868 puso al frente de la Escuela a José Solano de la Matalinares, marqués de Socorro, y a Álvarez como vicedirector.

La revolución provocó el cese del comisario regio, permaneciendo Álvarez unos meses como director interino hasta el nombramiento de Jerónimo de la Gándara.

Considerado ya en su época, junto a Antonio Zabaleta, como el gran renovador de la enseñanza de la arquitectura en España, Aníbal Álvarez dejó una profunda huella en sus numerosos alumnos, no sólo por la novedad de sus enunciados sino también por la variedad y amenidad de sus clases, la sencillez de su metodología pedagógica y la afabilidad de su carácter.

Es posible aproximarse a sus criterios docentes gracias a la Exposición del sistema adoptado para la enseñanza de las teorías del arte arquitectónico que él mismo publicó en 1846, así como a través de los apuntes de sus lecciones de Historia de la Arquitectura que conservó celosamente uno de sus más fervientes alumnos, el gran arquitecto catalán Elías Rogent. Desde las páginas de El Renacimiento o del Boletín Español de Arquitectura, de las que fue asiduo colaborador, defendió su posición en el debate arquitectónico de la época. Rechazaba tanto el exclusivismo grecorromano como la frivolidad con que a veces se barajaban los distintos estilos; para él todos eran válidos, pero siempre que su elección se basara en criterios objetivos y razonados determinados por el clima, los materiales, la religión o las costumbres de los pueblos.

Aníbal Álvarez contrajo matrimonio en dos ocasiones.

De su unión con Carmen Nicolasa Amoroso nacieron sus hijos Matilde y Manuel Aníbal. Tras el prematuro fallecimiento de su esposa en 1851, contrajo nuevas nupcias con Lorenza Adúriz, con quien tuvo tres hijos más, Amalia, José y Alberto. Falleció en Madrid el 5 de abril de 1870, siendo enterrado en la desaparecida Sacramental de San Luis. Su apellido continúa presente en la arquitectura española a través de su hijo Manuel Aníbal Álvarez Amoroso y de su nieto Ramón Aníbal Álvarez y García-Baeza, miembro de la sección madrileña del GATEPAC.

 

Obras de ~: proyecto de Real Biblioteca, Madrid, 1831; embocadura del escenario del teatro del Liceo Artístico y Literario, Madrid, 1839; mercado del Caballero de Gracia (dirección de obra junto a Narciso Pascual y Colomer), Madrid, 1840 ( desapar.); proyecto de prisión celular, 1840; reforma del Teatro del Príncipe (Teatro Español) y embocadura de escenario, Madrid, 1840-1841; reforma del palacio del Senado, Madrid, 1844; Banco de Fomento (desapar.), Madrid, 1844; casa para Ginés Bruguera en la calle de Valverde 32, Madrid, 1844; chalet para Narciso Bruguera en el Paseo de la Castellana c/v a calle Goya (desapar.), Madrid, 1844; casa-palacio de José Canga Argüelles en la plaza de Vázquez de Mella 1, Madrid, 1844; reforma del palacio del duque de Abrantes en la calle Mayor 86, Madrid, 1844; Taller de Coches del paseo de Recoletos (desapar.), Madrid, 1845; palacio Gaviria en la calle del Arenal 9, Madrid, 1846; viviendas en la calle de Espoz y Mina 4, 6 y 8, Madrid, 1846; Pasaje comercial “Nueva Galería” (desapar.), Madrid, 1846; reforma de la casa de José Buschental en la calle de Atocha, Madrid, 1846; casa para Ramón de Mesonero Romanos en la plaza de Vázquez de Mella ( desapar.), Madrid, 1846; casa en la plaza de Santo Domingo 12, Madrid, 1847; casa-palacio del banquero Bernar en la carrera de San Jerónimo 38 (desapar.), Madrid, 1847; casa-palacio del marqués de Perinat en la calle del Prado 26, Madrid, 1850; viviendas en la calle Prado 22, Madrid, 1850; (dir.), monumento efímero en honor de Isabel II (dirección), Madrid, 1852; Hospital de la Princesa (desapar.), Madrid, 1852; proyecto de “serre” para la Plaza de Armas del Palacio Real, Madrid, c. 1857-1859; proyecto de reforma de la Puerta del Sol, Madrid, 1858; casa en la carrera de San Jerónimo 3, Madrid, 1859; proyecto para la Iglesia y Hospital del Buen Suceso, Madrid, 1859; proyecto de Biblioteca Nacional, Madrid, 1859; panteón de los marqueses de Espeja en la Sacramental de San Luis (desapar.), Madrid, c. 1860; proyecto de una lápida sepulcral de fray Luis de León en la Universidad de Salamanca, 1863; casa-palacio en la carrera de San Jerónimo 30 y 32, Madrid, 1866.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, expedientes personales, leg. 4-5/2; Archivo General de Palacio, Personal, c.ª 67/3; Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, prots. 26.462/322 y 29.050/2416.

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Nieves Panadero Peropadre

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