Carderera Solano, Valentín. Huesca, 14.XI.1796 – Madrid, 25.III.1880. Pintor y escritor.
Nació en Huesca, en 1796, de familia humilde, aunque sus padres procurarían darle una esmerada educación. Gran aficionado, desde niño, al dibujo y la pintura, también se hallaba bien dispuesto para el estudio, sobre todo de gramática y humanidades. Así, mientras logra una beca de gracia para estudiar en el Seminario conciliar de la diócesis, cursa luego tres años de estudio en la Universidad Sertoriana de Huesca, compaginando sus estudios con la práctica artística. Cuando se halla estudiando primer año de Teología, José Palafox, capitán general de Aragón, ve algunos de sus dibujos y grandes acuarelas y decide proteger al joven talento. Así, Carderera se traslada a Zaragoza e ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Luis, trabajando junto al pintor Buenaventura Salesa. En 1816 viaja a Madrid para estudiar, según deseos de Palafox, con Goya, aunque, tras la pérdida del favor real de éste, amplía conocimientos con Maella, el veterano pintor de cámara ya de avanzada edad. Ingresa a continuación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y se convierte, tras fallecer el valenciano en 1819, en atento discípulo de José de Madrazo.
Por otro lado, acude a la tertulia del Parnasillo, en el viejo café del Príncipe, donde los alevines del movimiento romántico discutían de teatro, poesía o arte, asimilando la revalorización de lo medieval que el grupo formado por Federico de Madrazo o Pérez Villamil propugnaba, y que luego desarrollará en su producción. Allí se fraguaría, además, la creación del Liceo Artístico y Literario, entidad primordial, a través de sus periódicas exposiciones, para el desarrollo de la pintura romántica, llegando Carderera a ser miembro de su junta directiva.
En 1822 marcha a Roma pensionado por el duque de Villahermosa, primo de Palafox, permaneciendo durante nueve años en Italia. Siempre abierto a toda sugestión intelectual y artística, su actividad como dibujante será incesante por todo el país, plasmando en sus cuadernos, al lápiz o a la acuarela, desde variados conjuntos de objetos de arte a los más diversos monumentos, no tardando en iniciar su afición como coleccionista. En Nápoles, especialmente, recogerá y dibujará todo lo relativo a los militares y españoles ilustres que allí dejaron huella. Al tiempo, retrata en Roma a diversas personalidades del momento, como los cardenales Pacca o Franzoni, la princesa Doria o el conde de Marsciano.
Atraído por un moderado romanticismo tras su formación neoclásica con José de Madrazo, vuelve en 1831 a España y realiza una labor pictórica no muy abundante, con temas literarios, religiosos y alegóricos, como la serie de cuadros sobre El Quijote, de la colección del duque de Villahermosa, su Santa Marcelina o Cleopatra. Reanuda, asimismo, su actividad como retratista, destacando entre los pintores del momento en ese género a través de sus figuras de cuerpo entero y pequeñas dimensiones. Las efigies de María Cristina en rico atuendo de Corte o la de Pedro Téllez Girón, XI duque de Osuna, como guardia de corps, son de las más destacadas al respecto, así como el Retrato de señora, de la colección de Toreno, de 1837, el del marqués de Belmonte, de 1839, o el del jurisconsulto Manuel María Cambronero.
Figura en la Exposición del Liceo de 1835 con Los Reyes Católicos recibiendo a Colón a su vuelta del Nuevo Mundo, dándose el caso de que será él, precisamente, quien ya convertido en todo un erudito, divulgue en su Memoria sobre el retrato, traje y escudo de armas de Cristóbal Colón el rostro del Almirante, tal como fue plasmado posteriormente por los pintores de historia. Ese mismo año colabora en El Artista, revista de corta vida pero editada con calidad. En ella trabaja junto a Federico de Madrazo como ilustrador, o con Pedro de Madrazo como redactor de temas de arte, siempre mostrando en sus artículos su incansable faceta de investigador. Las mismas funciones realiza en otra famosa publicación del momento, El Semanario Pintoresco Español, iniciada en 1836.
Al tiempo, publica el Catálogo y descripción de retratos de personajes ilustres españoles y extranjeros, o Apuntes sobre la indumentaria austriaca, obras de innegable valor documental para futuras generaciones de pintores. También llegaría a ser un buen conocedor de la obra de Goya, sobre todo en su apartado gráfico. Al respecto, aportaría interesantes datos sobre el de Fuendetodos y Ceán Bermúdez en relación con Los desastres de la guerra. Asimismo, Antolín, uno de los hijos del matrimonio entre Manuel Salvador Carmona y Ana María Mengs, le franquea el archivo de su abuelo.
Como fruto de su prestigio, el Gobierno le encarga, en 1836, el estudio e inventario de los monasterios suprimidos en las provincias de Valladolid, Burgos, Palencia y Salamanca con motivo de la Desamortización. Miembro, asimismo, de la Junta directiva del Museo Nacional de la Trinidad en 1838, demuestra igualmente su talento en la clasificación, restauración y colocación de los cuadros, pese a las dificultades arquitectónicas del edificio.
Por otro lado, remite La Prudencia y la Hermosura a la Exposición de 1838, obra que, para algunos críticos, recordaba el carácter grandioso de los maestros de la escuela italiana. Hacia 1840 realiza diversas láminas para la España Artística y Monumental, edición proyectada y dirigida por su amigo Pérez Villaamil, mostrando en sus trabajos el rigor arqueológico necesario para obra de tal envergadura.
En 1843 es nombrado pintor honorario de Cámara de S. M., así como, ya en 1847, académico de número en la Academia de San Fernando, donde ejercerá como profesor de Teoría e Historia de las Bellas Artes. También será, desde 1847, individuo de número de la Real Academia de la Historia, así como Caballero de la Real Orden de Carlos III y de la Gran Cruz de Isabel la Católica. El 2 de octubre de 1848 es designado para suplir, en ausencias y enfermedades, al director del Museo Real, lo que le convertía en una especie de subdirector de la Pinacoteca. Hacia 1850 influye decisivamente en la creación del Museo de Bellas Artes de Huesca, asumiendo personalmente su posterior instalación e incrementando sus fondos con la donación de cuatro litografías taurinas de Goya y algunos retratos al aguafuerte del mismo pintor.
Su continua actividad de investigador histórico-artístico le lleva a registrar hasta los más escondidos rincones de la Península o a examinar museos, archivos y bibliotecas extranjeros, erigiéndose como uno de los más importantes coleccionistas de dibujos y grabados de su época. Heredero, además, de la colección ilustrada de Ceán Bermúdez, llega a reunir más de 70.000 estampas y dibujos antiguos y modernos, adquiridos luego por el Estado y hoy depositados en la Biblioteca Nacional.
Ese acervo le permite elaborar, entre 1855 y 1864, su Iconografía española, pareja de volúmenes donde plasma al dibujo una numerosa e inédita serie de retratos de reyes, militares y personajes relevantes desde la Edad Media hasta el Barroco, así como monumentos relacionados con ellos. La obra, de gran interés por su valor iconográfico, será muy elogiada por toda la prensa, y algunas de sus láminas figurarían en la Exposición Universal de París de 1855 o en la de Londres en 1862. Colabora a continuación, tanto en lo artístico como en lo literario, en diversas revistas del momento, como El Arte en España o Revista-Hispano-Americana, publicando en la Gazette des Beaux Arts, en 1860 y 1863, dos artículos sobre la obra gráfica de Goya.
Dona al Museo del Prado una importante serie de aguadas y acuarelas sobre papel con retratos femeninos en su mayoría, como los de Isabel de Farnesio, Catalina de Rusia o Paulina Bonaparte, legando a su muerte, en disposición testamentaria, una amplia colección de estampas antiguas y modernas a la Academia de San Fernando.
Fallecido en marzo de 1880, su actividad como investigador, coleccionista y bibliófilo, que supera a su faceta como artista, le convierte en todo un personaje de la cultura española de su tiempo.
Obras de ~: Retrato del cardenal Pacca, c. 1925; Retrato de la princesa Doria, c. 1925; El conde de Vilches, 1827; Santa Marcelina, c. 1835; Retrato de Señora, 1837; La Prudencia y la Hermosura, 1838; Retrato del marqués de Belmonte, 1839; Sofonisba Anguisciola pintando un retrato del príncipe Carlos en presencia de Isabel de Valois, c. 1850.Escritos: “Biografía de D. Francisco de Goya, Pintor (1835)”, en El Artista, n.º 11 (1835), págs. 253-255; Iconografía española, Madrid, Ramón Campuzano, 1855-1864, 2 vols.; “François Goya. Sa vie, ses dessins et ses eaux-fortes”, en Gazette des Beaux Arts (Paris), VI (1860), págs. 215 y 227 ss.; XV (1863), págs. 237-249.
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Ángel Castro Martín