Vega Martínez, Juana María de la. Condesa de Espoz y Mina (I). La Coruña, 7.III.1805 – 22.VI.1872. Aya de la reina Isabel II y de su hermana la infanta Luisa Fernanda y camarera mayor de Palacio.
Su padre, Juan Antonio de la Vega, natural de Mondoñedo (Lugo), fue un acaudalado comerciante, culto y de fuertes convicciones liberales. Huérfano de padre y madre, fue recogido por un tío suyo. A los catorce años, un amigo de su familia, el coronel de ingenieros, Felipe Paz, impresionado por su inteligencia natural, se lo llevó con él a La Habana y se hizo cargo de su educación. Juan Antonio realizó allí sus estudios y dado su carácter emprendedor pronto tuvo una casa de comercio propia y en unos cuantos años fue dueño de varias, con lo que llegó a convertirse en una de las principales fortunas de Cuba.
En un viaje de negocios a España, conoció a María Josefa Martínez Losada, de quien se enamoró hasta el punto de que decidió vender sus propiedades en Cuba e instalarse en La Coruña, donde contrajeron matrimonio.
En esta ciudad montó una casa de comercio y en la villa de Camariñas, una fábrica de conservas y salazón de pescados. Mantuvo principalmente relaciones económicas con Cuba, con tanto éxito que adquirió varias propiedades. La más importante fue una casa de campo en San Pedro de Nos, cerca de La Coruña, hermosa finca de veinticinco mil metros cuadrados distribuidos en tierras de labor, huerta y jardín donde se encontraba ubicada la casa. Además compró dos viviendas en la capital coruñesa, una situada en el número 49 de la calle de la Franja, y otra en el número 56 de la calle de Acevedo (actualmente llamada calle Real). En la primera, vivió siempre la familia de la Vega y en ella nacieron las dos hijas que tuvo el matrimonio, una niña que murió a los tres años y Juana María, que nació al poco tiempo de morir su hermana.
María Josefa Martínez Losada, madre de Juana María, había nacido en Monforte de Lemos (Lugo). Fue una mujer inteligente, culta, de recta formación moral y religiosa y con un acentuado sentido de la caridad.
Gran aficionada a la lectura, procuró inculcar el gusto por ella a su hija. La ilustración de sus padres fue la causa de que Juana María recibiese una educación muy cuidada, teniendo desde corta edad profesores particulares de aritmética, gramática, dibujo, música, danza, francés e inglés; llegó a hablar perfectamente estos dos idiomas y a tocar el arpa con gran sensibilidad.
El patriotismo y las ideas liberales de su padre marcaron la niñez de Juana María de la Vega. Durante los seis meses en que La Coruña estuvo ocupada por las tropas napoleónicas mandadas por el mariscal Soult, la familia tuvo que refugiarse en la villa de Camariñas, desde donde su padre prestó ayuda a la resistencia contra los franceses. Al regresar Fernando VII a España, iniciando con el Decreto de Valencia (4 de mayo de 1814) la primera etapa absolutista de su reinado, el padre de Juana María fue perseguido por liberal y tras el frustrado pronunciamiento del general Porlier en La Coruña (septiembre de 1815), tuvo que huir a Portugal, pues había financiado con una importante cantidad de dinero este levantamiento. Permaneció exiliado en este país casi dos años, hasta que pudo regresar con su familia a La Coruña tras el pronunciamiento de Riego (1 de enero de 1820).
El 16 de enero de 1821, la llegada del general Francisco Espoz y Mina, héroe de la Guerra de la Independencia, a La Coruña, como capitán general de Galicia, cambió la vida de Juana María, pues a pesar de la diferencia de edad —ella tenía dieciséis años y él treinta y siete—, se enamoraron y tras múltiples dificultades contrajeron matrimonio en La Coruña el 24 de diciembre de 1821. Pero la gravedad de los acontecimientos políticos surgidos al final del Trienio Liberal (1820-1823), que condujeron a la Regencia de Urgel (agosto de 1822), hizo que el general Espoz y Mina fuese nombrado capitán general de Cataluña, por lo que tuvo que partir hacia Cataluña y Juana María hacia La Coruña, siendo muy doloroso para ambos tener que separarse a los seis meses de casados. Sin embargo, el sacrificio iba a ser aún mayor. Con la ayuda prestada por el ejército francés, mandado por el duque de Angulema (Los Cien Mil Hijos de San Luis), Fernando VII recuperó su absolutismo y dio paso a una etapa de feroz represión (Década Ominosa, 1823-1833). El general Espoz y Mina, liberal convencido, tuvo que exiliarse a Inglaterra, por lo que el matrimonio no volvió a estar junto, hasta pasados dos años en que tras múltiples vicisitudes Juana María pudo reunirse en Londres con su marido, al que encontró abatido y enfermo, pues, dolorido por la situación que vivía España, había sufrido un derrame cerebral del que le quedaron graves secuelas. En adelante Juana María pasó a ser esposa, enfermera y ayuda insustituible en todos los asuntos de su esposo.
La muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1833) permitió al matrimonio regresar a España en octubre de 1834, tras permanecer once años en el exilio londinense, donde Juana María y el general Mina, muy bien considerados, se relacionaron con ilustres emigrados como Agustín Argüelles, con el que surgió una profunda amistad. A su llegada, encontraron a España enfrentada en una cruel guerra civil, la Primera Guerra Carlista. El general fue nombrado general en jefe del Ejército de Navarra, que operaba en tierras vascas y navarras contra los carlistas mandados por Zumalacárregui, y en octubre de 1835 ocupó la Capitanía General de Cataluña, donde a causa de su salud cada vez más delicada, murió el 24 de diciembre de 1836 a los cincuenta y tres años. Entre los honores póstumos que el Gobierno concedió al ilustre general, fue la concesión a su viuda del título de condesa de Espoz y Mina (1 de enero de 1837).
A los treinta y un años, Juana María de la Vega, enviudó tras quince años de accidentado matrimonio.
Se instaló en La Coruña, en su vivienda de la calle de Acevedo n.º 56, depositó los restos mortales de su esposo en una estancia de esta casa que convirtió en oratorio, tras conseguir la autorización del papa Gregorio XVI y el permiso de las autoridades civiles; allí permanecieron casi treinta y cinco años, hasta el fallecimiento de la condesa. Dado el inmenso cariño que ésta sintió hacia su esposo, tras su muerte vistió luto perpetuo y se dedicó a realizar obras de caridad: presidió la Asociación de Señoras de la Beneficencia y se volcó con el Hospital Teresa Herrera y la Casa de Maternidad e hizo venir de Francia a las Hijas de la Caridad para ponerlas al frente de estos establecimientos benéficos protegidos por ella.
Durante la Regencia de Espartero (1841-1843), estando en su finca de San Pedro de Nos, recibió una carta de Agustín Argüelles, tutor de la reina Isabel II y de su hermana la infanta Luisa Fernanda, en la que se le rogaba que aceptase el cargo de aya de éstas tras la marcha al exilio de su madre la reina María Cristina de Borbón, en reemplazo de la marquesa de Santa Cruz. Después de resistirse mucho, por no sentirse preparada para ello y porque turbaba su vida dedicada a las obras de beneficencia en La Coruña, tuvo que aceptar el cargo, el cual desempeñó desde el 29 de junio de 1841 hasta el 29 de julio de 1843, y posteriormente el de camarera mayor de palacio a partir de agosto de 1842, al dimitir de él la marquesa de Bélgida. Llevó adelante ambos cargos con habilidad, firmeza, discreción e incluso ternura maternal, ya que la reina Isabel II sólo tenía once años y su hermana la infanta Luisa Fernanda, nueve.
Durante estos dos años de continua presencia en la Corte, se supo ganar el afecto de las reales niñas y el respeto del personal de Palacio, aunque durante los primeros meses tuvo que soportar una dimisión en cadena de sus cargos, de las damas de ideas moderadas afectas a la marquesa de Santa Cruz, y que no aceptaban que la condesa no perteneciese a la Grandeza de España.
Sin duda, el episodio más amargo que vivió la condesa durante esta etapa fue durante la noche del 7 de octubre de 1841, en que tuvo lugar el intento de rapto de la reina Isabel II y de la infanta Luisa Fernanda.
Pronunciamiento moderado gestado en el círculo de la reina María Cristina desde su exilio en París y protagonizado por un grupo de militares entre los que se destacaron los generales Diego de León y Manuel Gutiérrez de la Concha, que intentaron raptar a la Reina y a la Infanta para devolverlas a la custodia de su madre, corriendo grave peligro tanto éstas como la condesa y el personal de servicio que acompañaba a las reales niñas. Como agradecimiento al heroísmo demostrado por la condesa durante esa noche, en la que puso en peligro su propia vida por defender la de la Reina y la Infanta, el Gobierno le concedió el la Grandeza de España.
Con el triunfo de los moderados que puso fin a la Regencia de Espartero (julio de 1843), la condesa de Espoz y Mina presentó su renuncia de los cargos de aya y camarera mayor y regresó a su tierra natal para continuar sus obras de caridad, una de las cuales fue la creación, con su gran amiga Concepción Arenal, de un patronato para la visita y enseñanza de presos; también realizó con ella asiduas visitas a cárceles, manicomios y hospicios.
El 22 de junio de 1872 murió, a los sesenta y ocho años, en La Coruña en su casa de la calle de Acevedo, víctima de un ataque cardíaco. Fue enterrada en el cementerio de La Coruña. Aunque su deseo era que su entierro no revistiese ninguna solemnidad, el pueblo de La Coruña se volcó asistiendo a él en agradecimiento de toda la solicitud que de ella había recibido; también acompañaron el acto personalidades civiles, militares y eclesiásticas.
Juana María de la Vega, condesa de Espoz y Mina, junto con Rosalía de Castro y Concepción Arenal, fue una de las mujeres gallegas más destacadas del siglo XIX. Modelo de mujer liberal, desempeñó una gran influencia en el sector liberal-progresista de la burguesía coruñesa. Como murió sin hijos, el título de conde de Espoz y Mina pasó al descendiente más directo de su esposo, su sobrino Juan Moso de Mina.
En San Pedro de Nos (La Coruña) se encuentra en la actualidad la fundación que lleva su nombre, que basa sus actividades en las disposiciones testamentarias de la condesa de Espoz y Mina, siendo las más destacadas la convocatoria a becas de estudios para cursar las carreras de Ingeniería Agrícola y de Montes, y Veterinaria, a favor de estudiantes nacidos en La Coruña o su provincia, y los cursos de Gestión de Empresas Agroalimentarias.
Obras de ~: Reglamento de la Asociación de Señoras de Beneficencia, La Coruña, 1885; Apuntes para la historia del tiempo en que ocupó los destinos de Aya de S. M. y A. R. Y camarera mayor de Palacio, escritos después de su renuncia y revisados por Manuel José Quintana (1841-1843), Madrid, Hijos de M. G. Hernández, 1910; En honor de Mina. Memorias íntimas (1820 a 1836), Madrid, Atlas, 1961 (Biblioteca de Autores Españoles, 147).
Bibl.: A. Pirala, Historia contemporánea. Anales desde 1843 hasta la conclusión de la actual Guerra Civil, Madrid, Manuel Tello, 1875; Historia de la Guerra Civil y de los Partidos liberal y carlista, con la Historia de la Regencia de Espartero, Madrid, Felipe González Rojas, 1891; C. Cambronero, Isabel II, íntima, Barcelona, Montaner y Simón, 1908; N. Correal, Juana de Vega, La Coruña, Imprenta Roel, 1909; M. Casas, Concepción Arenal: su vida y su obra, Madrid, Librería V. Suárez, 1936; P. de Répide, Isabel II, Reina de España, Madrid, Juventud, 1940; C. Llorca, Isabel II y su tiempo, Alcoy, Tipografía Moderna, 1956; F. Espoz y Mina, Memorias (Publicadas por su viuda D.ª Juana M .ª de la Vega, Condesa de Espoz y Mina en 1851, Madrid, Atlas, 1961 (Biblioteca de Autores Españoles, 146-147); E. Pardo Bazán, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1964; J. García Barros, Medio siglo de la vida coruñesa (1834- 1889), La Coruña, Grafinsa, 1970; E. Vedia y Goossens, Historia y descripción de la ciudad de La Coruña, La Coruña, Instituto José Cornide, 1975; C. Martínez Barbeito, Juana de Vega, La Coruña, Revista del Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses, 1981; E. González López, El reinado de Isabel II en Galicia, Sada (La Coruña), Ediciós do Castro, 1984; C. Fernández Santander, Juana de Vega, Condesa de Espoz y Mina, La Coruña, C. Fernández, 1993; E. Cornide, Mujeres estelares en la cultura gallega, La Coruña, Diputación Provincial, 1993; B. Pérez Galdós, Episodios Nacionales, Madrid, Aguilar, 1995; M. Rodríguez Maneiro, Juana de Vega, entre Acevedo y San Pedro de Nos: Vida y obra de una mujer ejemplar, Iñás- Oleiros (La Coruña), Trifolium, El Taller de Juan, 2003; http:// www.juanadevega.org.
Trinidad Ortuzar Castañer