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Nicolás Casas Mendoza

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Biografía

Casas Mendoza, Nicolás. Madrid, 1801 – 31.XII.1872. Veterinario (protagonista de la reforma y modernización de la veterinaria en España).

Cuando Casas se matricula en la Real Escuela de Veterinaria de Madrid el 7 de octubre de 1816 (su hermano mayor, Manuel, ya estudiaba en ella, siguiendo una tradición familiar de antepasados albéitares), es un joven de quince años fustigado por su orfandad y pobreza. Fue admitido como alumno interno (becario), exento de pagar matrícula y con una ayuda de doscientos ducados para gastos de manutención, uniforme y otros extremos. El 8 de octubre de 1818 a solicitud suya y sin especificar las causas, pasó a la clase de alumno externo (teniendo que satisfacer una matrícula de ciento veinte reales). Vivía a expensas de un modesto sueldo que ganaba su hermano como auxiliar de la escuela, lo que le obligaba a sufrir no pocas dificultades económicas, subsanándoselas el protector del centro porque “demostró falta de recursos”. En mayo de 1820 termina la carrera y en su expediente consta que era un joven travieso con espíritu inquieto, que “en ocasiones hacía revivir entre los alumnos el germen de la insubordinación y la discordia”.

El mismo año gana por oposición el empleo de mariscal segundo del Primer Escuadrón del Cuerpo Nacional de Artillería. En 1822 es mariscal mayor, pero en 1823 se le destituye al iniciarse las depuraciones por los liberales y pasó a ejercer como veterinario clínico en Valparaíso de Abajo (Cuenca). Superadas en la Escuela las depuraciones de finales del Trienio Liberal y reorganizándose la enseñanza, gana en 1827 la plaza de vice catedrático de Fisiología e Higiene, de cuya asignatura será poco después catedrático.

La labor de Casas fue una continuación de la que intentó llevar a cabo su maestro Carlos Risueño (1778-1847), catedrático de Patología General y Cirugía y promotor de la reorganización de la Escuela de Veterinaria y a quien sucedió, a su muerte, como director de la Escuela; primero interinamente y, a partir de 1847 y hasta 1868, como titular. En este mismo año fue cesado el 17 de noviembre, por orden del Ministerio de Fomento, al considerársele un liberal demasiado tibio.

La actividad de Casas se centró en eliminar viejas instituciones y modificar el plan de estudios hasta acomodarlo a un nivel europeo, con el fin de formar profesionales competentes, acordes con los conocimientos científicos del momento, así como en divulgar las novedades procedentes de escuelas veterinaria extranjeras, fundamentalmente francófonas. Ya en marzo de 1842 y el 20 de noviembre de 1843, el claustro de la escuela se había dirigido a la reina María Cristina, recabando nueva reglamentación para modernizar las enseñanzas, al ser insuficiente el decreto de 1835. El Ministro de Gobernación, del que dependía el centro, nombra una ponencia integrada por Risueño, como director de la escuela desde 1830 y Nicolás Casas; pero por motivos de salud Risueño delega en su discípulo toda la gestión. El resultado fue el decreto de 1847 que aprobó el reglamento de reforma de la enseñanza de la veterinaria. El decreto inserta a la escuela en el régimen general de las enseñanzas, dependientes del Ministerio de Comercio e Instrucción Pública; se perdieron las funciones ajenas a la docencia, de tipo militar y civil, aunque la escuela continúa redactando informes solicitados por las diversas autoridades, en especial en casos graves de epizootias o problemas de higiene pública. Pero la escuela deja de intervenir en los nombramientos de los veterinarios militares y en la represión del intrusismo.

Se suprime definitivamente el Protoalbeiterato y se fundan, además de la de Madrid, las escuelas de Córdoba y Zaragoza. En 1854 surge un nuevo decreto que pretende actualizar el anterior, ofreciendo la novedad de introducir las ciencias físicas y naturales como preparatorias de los estudios veterinarios e incorporando la agricultura y la zootecnia.

Hasta entonces, el desarrollo de la zootecnia estaba basado en la experiencia acumulada a través de los siglos. Era necesario buscar una nueva orientación científica a estos saberes para acelerar y consolidar su progreso. Por otra parte, Casas defendía que esa era, posiblemente, la actividad profesional más destacable y propia de la veterinaria: “Pensar, idear o suponer que los ingenieros agrónomos sean zootecnistas es un sueño, es querer un imposible, porque les falta la base, el fundamento para ello [...], es decir, los conocimientos anatómicos, fisiológicos, higiénicos, patológicos y los que corresponde al exterior”, afirma en su monografía Los veterinarios y la Zootecnia.

Con ello culmina una de las mayores preocupaciones de Nicolás Casas: la de vincular la profesión veterinaria al proceso productivo agropecuario. Ya en 1847, dirigiéndose a los estudiantes afirmaba que la veterinaria “es una parte de la Historia Natural que tiene por objeto final la conservación, multiplicación y mejora de los animales domésticos [...] [pero] la veterinaria es algo más que medicina animal y requiere una orientación pecuaria o se perderá en la nada”.

En este sentido y en la línea de Francisco González y de Agustín Pascual, que fue catedrático de Fisiología (1807) y uno de los pioneros de los estudios zootécnicos en España, fundó Casas la serie titulada Biblioteca completa del ganadero y agricultor (1843-1853), cuya finalidad era, ante todo, difundir entre aquellos los nuevos conocimientos pecuarios. Asimismo, fue el fundador y casi el único redactor del Monitor de Veterinaria (1850-1868). Casas fue el primer veterinario que abarcó en su amplia totalidad la importancia del problema ganadero en España y supo plantear las soluciones sobre bases científicas. El 28 de septiembre de 1853 logra el título de zootecnista y como tal fue elevado al Real Consejo de Agricultura, Industria y Comercio, así como a los consejos consultivos de la Asociación de Ganaderos, de la Dirección de Cría Caballar y Remonta del Ministerio de la Guerra.

Supo también colegir que, si bien se trataba de una función inherente a la veterinaria, la plenitud de sus frutos requería una colaboración interprofesional.

Revisando su Economía rural, uno de los siete tomos de que consta su Diccionario de Agricultura y Ganadería, afirma paladinamente en el prólogo que: “Desconfiando de nuestras escasas y débiles fuerzas, nos hemos asociados con varios agrónomos y médicos españoles para que la obra salga con la mayor perfección posible y se lleguen a lograr las ventajas que ansiamos, con lo que si sucediera quedábamos del todo recompensados”.

Aunque Casas fue zootécnico por excelencia, no descuidó otros aspectos de la profesión. En su Tratado de Epizootias, muestra sus profundos conocimientos sobre patología veterinaria y defiende la tesis de que este tipo de enfermedades y su desarrollo se deben al debilitamiento de las defensas y modificación de las estructuras orgánicas que produce la domesticación. Lo mismo se puede afirmar de la importancia que dio a las enfermedades parasitarias, estudiadas exhaustivamente en sus principales publicaciones. El plan de estudios, consecuente al decreto de 1847, tuvo, al mismo tiempo, importantes limitaciones.

Siguiendo el modelo francés, copiado a su vez por Bélgica, crea dos clases de veterinarios: los de cinco años de carrera en Madrid, considerados como veterinarios de primera clase, y los de segunda clase, con tres años, los titulados en las otras dos escuelas.

Por lo demás, la enseñanza se rige por el Reglamento General de Instrucción Pública: la escuela es administrada por su director y las plazas de profesor se otorgan por rigurosa oposición. Se conservan algunas reliquias del pasado, como la de alumnos internos pensionados y externos que satisfacían el importe de la matrícula. Pero Risueño y Casas supieron aprovechar bien la oportunidad, no sólo con la introducción de la asignatura de Zoonomología, sino también con las de Enfermedades Infecciosas, Epizootología, Policía Sanitaria e Higiene, que apuntaba a una decidida lucha contra las enfermedades de todas las especies, así como con asignaturas complementarias como la Medicina Legal, Moral Veterinaria y Bibliografía.

Pero la actividad de Casas en pro de una veterinaria española homologable a la europea no acaba en su preocupación por la reforma de la enseñanza y en su diligencia en la divulgación de conocimientos modernos, como ya manifestó al traducir en 1829 el Manual de Albeitería o compendio de Veterinaria de James White, o la publicación en 1830, junto con Guillermo Sampedro, del Tratado elemental completo de Veterinaria en cuatro tomos, con una segunda edición en 1844. Intentó que el nuevo veterinario ocupara el lugar adecuado en la institución correspondiente.

Desde el Boletín de Veterinaria, fundado por el catedrático de Materia Médica de la escuela José María Estarrona y cuya dirección tuvo que asumir Casas a la muerte de aquel (1845), lanzó la idea de constituir un cuerpo de Veterinaria Militar. La Escuela de Veterinaria de Madrid se hallaba, inicialmente, dentro de la órbita militar, hasta tal punto que figura como un centro militar castrense en el “Estado Militar de España” de 1806. De hecho, su inauguración el 18 de octubre de 1793 tenía como único objetivo el suministrar buenos mariscales a los institutos montados, colocándose bajo la protección del inspector general de Caballería hasta 1825. En la escuela se distinguía entre alumnos militares y civiles, con trayectorias de postgrado muy distintas; Casas optó por opositar al cargo de mariscal, creado en 1762 para distinguirlo del mariscal militar de armas y que, a partir de la Orden de 1768, establecía diferencia entre mariscales mayores, de los recién creados mariscales segundos. Los intentos por crear un cuerpo veterinario con personalidad propia fue uno de los objetivos del claustro de la escuela, pero fue Casas su verdadero valedor y quien convirtió en una realidad a partir del Decreto de 15 de junio de 1845 en el que se crea el Cuerpo de Veterinaria Militar.

En 1855 insiste en incorporar la veterinaria a la Sanidad Militar y sus esfuerzos se vieron recompensados el 4 de febrero de 1856, cuando vio la luz el primer Reglamento de Veterinaria Militar, equiparando a la veterinaria, en sus derechos, atribuciones y prerrogativas, a la medicina.

Pionero en los estudios de historia de la veterinaria, fue el primero en interesarse seriamente por los orígenes históricos de la Escuela de Veterinaria de Madrid y por las peculiaridades de la profesión en el pasado como fundamento de su proyecto renovador, evidenciando lo obsoleto de ciertas instituciones como el Protoalbeiterato. En los últimos años de su vida preparaba una propuesta para la reforma definitiva de la enseñanza, de tal manera que todas las escuelas, por igual, formasen veterinarios con amplios conocimientos científicos y de la misma categoría, equiparando los títulos de las escuelas de Córdoba y Zaragoza con la de Madrid; pero su proyecto quedó retenido al cesarle como director de la Escuela de Madrid en 1868.

Sin embargo, el Decreto de 1871, en el que se unificó la enseñanza de la veterinaria, fue un fruto maduro de su labor.

Su preocupación por la profesión no se limitó a su reformismo científico, también se ocupó de aspectos sociales. El 17 de marzo de 1864 se aprueba la tarifa que señalaba los sueldos correspondientes a los inspectores veterinarios, gracias a las gestiones de Casas ante el director general de Beneficencia y Sanidad.

Dos años más tarde, eleva un proyecto de arancel ante el Ministerio de la Gobernación, consiguiendo el 26 de abril uno de los deseos más ansiados por la profesión veterinaria de entonces, la aprobación de la tarifa de honorarios.

Fue académico fundador de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1847), consejero de Sanidad (1855) y académico de número de la Real Academia de Medicina (1861), Sillón 35.

 

Obras de ~: Elementos de exterior del caballo y jurisprudencia veterinaria, Madrid, 1832; Elementos de Anatomía patológica veterinaria, Madrid, P. Sanz, 1833; Elementos de fisiologíaveterinaria, Madrid, 1834; Tratado de las enfermedades de los ganados, del perro, aves y abejas, Madrid, 1842 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Tratado de la cría del caballo, mula y asno y principios de equitación, Madrid, 1843 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Farmacopea veterinaria y formulario magistral, Madrid, Viuda de Calleja e Hijos, 1843; Tratado de la cría de las aves de corral, de las abejas, de los gusanos de seda, cochinilla, grana, quermos y de los peces, Madrid, 1844 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Tratado de la cria del buey, oveja, cabra, cerdo, perro y conejo, Madrid, 1844 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Tratado de economía rural, o cría, propagación, mejora, conservación y multiplicación de todos los animales, Madrid, 1844 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Tratado de Agricultura teórico-práctico, Madrid, 1845 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Instituciones Veterinarias o Manual de examinandos, Madrid, 1846 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Novísima cartilla de M. Pérez Sandoval, o sea arte de herrar y sanidad del caballo, Madrid, 1846 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Tratado completo de epizootias en general y particular, Madrid, 1846 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Atlas de anatomía y medicina operatoria: Veterinaria. Estampas y texto, Madrid, Gómez Fuentenebro, 1847; Higiene veterinaria y Policía sanitaria, Madrid, Gómez Fuentenebro, 1849 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Exterior de los principales animales domésticos. Derecho veterinario comercial y Medicina legal veterinaria, Madrid, Cía. de Impresiones, 1850; Elementos de Fisiología comparada de los animales domésticos, Madrid, A. Calleja, 1856; Diccionario manual de Agricultura y Ganadería españolas, Madrid, Rivadeneyra, 1857 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Obstetricia o método de los partos de los principales animales domésticos, Madrid, 1858 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Tratado de Higiene general veterinaria, Madrid, 1860 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Derecho veterinario comercial y Medicina legal veterinaria, Madrid, 1860 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor); Arte de herrar en frío y a fuego: con unas nociones referentes al forjado, Madrid, Librerías de Saturnino Martínez y Pablo Calleja, 1870; Tratado completo de Zootecnia o de producción animal, Madrid, 1871 (col. Biblioteca Completa del Ganadero y Agricultor).

 

Bibl.: C. Sanz Egaña, “Nicolás Casas de Mendoza”, en Boletín Bibliográfico Agrícola, 15 (1951), pág. 3; Eralón y Villanueva, “Comunicado Sobre Casas”, en El Monitor de Veterinaria, Madrid, 1868; M. Cordero del Campillo, C. Ruiz Martínez y B. Madariaga de la Campa (dir.), Semblanzas veterinarias, Madrid, Consejo General de Colegios Veterinarios, 1973, págs. 39-47; E. Balaguer, “Casas Mendoza, Nicolás”, en J. M.ª López Piñero, Th. F. Glick, V. Navarro Brotons y E. Portela Marco, Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, vol. I, Barcelona, Península, 1983, págs. 190-192; G. Suárez Fernández (ed.), Libro conmemorativo del bicentenario de la Facultad de Veterinaria, Madrid, Editorial Complutense, 1994.

 

Emilio Balaguer Perigüell

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