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Francisco Santa Cruz y Pacheco

Biografía

Santa Cruz y Pacheco, Francisco. Orihuela (Alicante), 11.V.1797 – Madrid, 31.VIII.1883. Ministro, diputado y senador.

Fueron sus padres José Santa Cruz y Marco, notario, y María Teresa Pacheco Francia. Pronto interrumpió sus estudios, pues ya a los dieciocho años era conocido por sus ideas liberales y su capacidad de liderazgo.

Fue uno de los primeros jóvenes que, defensor de las ideas de la Constitución de Cádiz, se incorporó a la lucha política, alistándose en 1820 a la Milicia Nacional y siendo uno de sus jefes hasta 1823, momento en que, al restaurarse el absolutismo, se vio complicado en la causa que se formó en dicha ciudad contra los liberales, por lo que hubo de abandonar su pueblo y se refugió en Griegos, partido de Albarracín, Teruel, dedicándose a sus negocios particulares.

Allí hizo una gran fortuna agrícola beneficiándose de la desamortización, lo que le mantendría siempre ligado a ese pueblo. Desde 1836 fue presidente de la Comisión de Ganaderos de Teruel y los pueblos del partido de Albarracín y de toda la provincia de Teruel, le dieron siempre pruebas de confianza, figurando su nombre en todas las candidaturas que se hicieron para diputados a Cortes hasta 1840, y más de una vez habría sido elegido si él mismo no lo hubiera evitado.

Con el pronunciamiento de 1840, volvió a tomar parte activa en la política. Fue nombrado ese año por la Junta de Gobierno de Teruel, jefe político de la provincia, cargo que aceptó renunciando al sueldo.

Nombrado por la Regencia Provisional jefe político en propiedad, desempeñó este destino, y, aunque desde entonces cobró el sueldo correspondiente, lo dedicó a los establecimientos de beneficencia y de instrucción pública. En 1843 presentó su renuncia y, al convocarse ese año elecciones generales, resultó elegido diputado, aunque no pudo llegar a desempeñar el cargo al no haber sido admitida su renuncia por el Gobierno. Volvió a reiterarla y, admitida finalmente, permaneció algún tiempo alejado de la política, hasta que en las elecciones de 1844 volvió a figurar su nombre, faltándole muy pocos votos para obtener la mayoría absoluta. Publicada la nueva ley electoral, fue de nuevo candidato por el distrito de Albarracín, siendo derrotado sólo por cinco votos, y lo siguió siendo en las siguientes con resultados similares.

En 1847 fue nombrado vocal de la Comisión Central y Permanente de la Asociación General de Agricultores del Reino y en 1848 vocal y vicepresidente de la Junta de Agricultura de Teruel e individuo de la Junta General de la Agricultura.

En las elecciones de 1851 resultó por fin elegido diputado por el distrito de Albarracín, dentro de las filas del Partido Progresista, donde combatió decididamente la reforma constitucional que el entonces presidente del Gobierno, Bravo Murillo, presentó a las Cortes en 1852. Esta reforma excitó los ánimos de moderados y progresistas constituyendo cada uno de ellos un Comité, siendo Santacruz uno de los miembros del progresista, firmantes del manifiesto que provocó la caída del gobierno, al que sucedió el presidido por Roncali. Reelegido diputado en la legislatura de 1853, fue elegido presidente del Congreso votado incluso por la oposición. Ese año vino al poder el Ministerio Lersundi, al que sucedió el del conde de San Luis, que retiró el proyecto de reforma constitucional de Bravo Murillo, lo que pacificó durante un tiempo a los progresistas, pero el avance de los elementos liberales de oposición era cada día mayor y, finalmente, tras una votación, pusieron al poder en la disyuntiva de abandonarlo o disolver las Cortes. San Luis optó por esto último y clausuró las Cámaras, lo que provocó la revolución de julio de 1854 que hace tiempo venían propiciando los progresistas y que supuso un duro golpe para la Monarquía. Cerradas las Cortes tras la votación del Senado, regresó de nuevo a Teruel, desde donde siguió con interés el pronunciamiento de Vicálvaro, la retirada de los sublevados a Andalucía, el Manifiesto de Manzanares y las jornadas de julio en Madrid, que llevaron finalmente a la Presidencia del Gobierno al duque de la Victoria, Espartero.

De nuevo fue elegido diputado, esta vez por dos provincias, Cuenca y Teruel, optando por esta última.

El 30 de julio de 1854 fue nombrado ministro de la Gobernación hasta el 29 de noviembre y de nuevo hasta el 6 de julio de 1855. Dio pruebas durante su ministerio de actividad y energía poco comunes.

De acuerdo con sus compañeros hizo la convocatoria de Cortes, restableció la Ley de Ayuntamientos y Diputaciones de 3 de febrero de 1823 y la antigua Ordenanza de la Milicia Nacional, dictando además otras importantes medidas. Conforme con sus principios dio gran expansión a la prensa periódica, a la que sujetó a la jurisdicción del Jurado, y adoptó en el orden político todas las libertades que permitieran diferenciar la nueva situación de las precedentes. En el orden económico hizo grandes ahorros, organizando las oficinas del Ministerio y las provinciales, de tal modo que los gastos disminuyeron notablemente, pues sólo en la oficina central se economizaron más de un millón de reales. Un incidente ocurrió en Madrid en la noche del 27 de mayo de 1855 que fue tratado y discutido en las Cortes produciéndose un grave altercado. Varios jefes de la Milicia Nacional se reunieron esa noche, bajo la presidencia del alcalde, en las Casas Consistoriales, en actitud hostil al Gobierno, pidiendo la separación de cuatro de los ministros, entre ellos él mismo. La interpelación del diputado Méndez Vigo al Gobierno acerca de la agitación que la noche anterior había habido en Madrid a causa de que algunos pretendieron arrastrar a la Milicia a exigir dichas separaciones, fue motivo de que como ministro de Gobernación presentara ese mismo día el siguiente proyecto de ley: “Artículo único. La milicia nacional no puede discutir, deliberar ni representar sobre negocios políticos ni otros asuntos más que los relativos a su organización y disciplina”, proyecto que fue aprobado por las Cortes con algunas enmiendas introducidas por el marqués de la Vega de Armijo. Disgustado el Ministerio por el resultado de aquel ruidosos debate, publicó después un decreto en el que se establecía la autorización al Gobierno para separar de las filas de la Milicia a los individuos que no debían permanecer en ella por causas políticas, y la suspensión de la cuota de 5 a 50 reales que pagaban los que no querían ser milicianos.

Este decreto dio lugar a que la Cámara aprobara un voto de censura, ante lo cual, no solo él dimitió, sino que arrastró también a Luzuriaga, Aguirre, Madoz y Luján a fines de mayo de 1855. Entre las leyes en cuya elaboración había tomado parte merecen citarse la de instrucción pública, la de sociedades de crédito y la de organización de la administración municipal y provincial. Su vocación política y su amistad con el gobierno hizo que, dos meses y medio después, fuera nombrado individuo de la Junta Consultiva de Ultramar y el 7 de febrero de 1856 ministro de Hacienda hasta el 14 de julio de ese año. Durante su mandato se nombró a Ramón Santillán primer gobernador del Banco de España. Graves eran las circunstancias del Tesoro Público, que, sin embargo, salvó con gran acierto consiguiendo que al aprobarse los presupuestos el 16 de abril de 1856, subieran notablemente los fondos públicos y, aprovechando esta situación, realizó una operación de crédito. Este hecho produjo, entre otras ventajas, la de amortizar parte de la Deuda del Tesoro, la de sostener en alza los fondos públicos y la de disminuir un dos por ciento el descuento. Controlado ya el Tesoro, y libre de los gravámenes que sobre él pesaban, se consagró a la formación de los presupuestos y a estudiar el modo de organizar la Hacienda por medio de reformas científicas y de posible aplicación dentro de la escuela liberal, pero no pudo ver realizados sus proyectos. Llegó el mes de julio y ocurrieron los sucesos de Valladolid, donde marchó Patricio de la Escosura, ministro entonces de la Gobernación.

A su regreso se provocó la crisis causada por la exigencia del ministro de Guerra, que a toda costa pedía la salida de Escosura del Gabinete, crisis que Santa Cruz pretendió evitar haciendo uso de la influencia que tenía con los generales Espartero y O’Donnell, lo que consiguió, y que acabaría ocasionando los sangrientos sucesos de los días 14, 15 y 16 de julio que darían el triunfo a O’Donnell. Indignado por todo ello, y sobre todo por cómo se cuestionaba la soberanía de las Cortes, frustrados sus deseos de que en vez de separarse por medio de una lucha sangrienta las dos grandes agrupaciones políticas que habían realizado la revolución de 1854 hubiesen permanecido unidas, se retiró de nuevo a Teruel abjurando de sus ideas liberales y abandonando el Partido Progresista.

En 1857, otra vez elegido diputado por Albarracín, dirigió la oposición progresista hasta la formación por O’Donnell de la Unión Liberal, partido al que se unió como gran parte de los antiguos progresistas como Luzuriaga, Luxán, San Miguel, Cirilo Álvarez, el marqués de Valdeterrazo, y otros. En las siguientes elecciones de 1858, resultando elegido diputado de nuevo por el mismo distrito, decidió apoyar al Ministerio O’Donnell, siempre que no se apartase de la política de tolerancia que había ofrecido ni dejara de adoptar una serie de reformas que garantizasen el ejercicio de las libertades proclamadas en la oposición por la Unión Liberal. Durante los cinco años que este partido permaneció en el poder, fueron solicitados sus servicios no sólo dentro del Parlamento, sino en los diferentes puestos de la Administración. El 5 de julio de ese año fue nombrado presidente del Tribunal de Cuentas y el día 15 senador vitalicio, jurando y tomando posesión del cargo el 11 de diciembre. En las dos legislaturas siguientes 1860-1861 y 1862 sufrió una enfermedad que le impedía asistir a la Cámara y, aunque continuó padeciéndola en la de 1862-1863, su estado de salud ya le permitía participar en los trabajos parlamentarios figurando como miembro de varias comisiones e interviniendo en numerosos debates.

Esta actividad la mantendría en todas las siguientes legislaturas que se produjeron hasta la disolución del Parlamento con la Revolución de 1868.

Paralelamente, de noviembre de 1863 a abril de 1866 fue gobernador del Banco de España.

Tras la Revolución de 1868, como diputado por Teruel, tomó parte en las Cortes Constituyentes de 1869, defendiendo de nuevo ideas avanzadas quizás viendo el rumbo que tomaba la revolución. Dirigió sus esfuerzos a que se consignasen en ella prescripciones liberales y a sostener la unidad religiosa. Fue uno de los que votaron la legitimidad de Amadeo de Saboya, quien durante su breve reinado le dio muestras reiteradas de su consideración y aprecio, con lo que continuó así ejerciendo una notable influencia en las deliberaciones de las Cortes. El 21 de marzo de 1871 fue elegido senador por la provincia de Cuenca, optando por este cargo, que juró el 10 de abril, y renunciando al acta de de diputado. En la sesión de 10 de marzo fue elegido presidente interino y en la del día 20 definitivo, y continuó en este puesto durante la legislatura 1872 (1.ª). Fue elegido otra vez senador por Teruel el 15 de abril de 1872, legislatura 1872 (2.ª), en la que de nuevo en la sesión del día 26 de marzo fue nombrado presidente interino y en la del 26 definitivo.

Su apoyo a Amadeo no había sido en balde, pues, además de presidir la Alta Cámara, uno de sus hijos fue nombrado mayordomo real y a una de sus hijas camarera de la reina María Victoria.

El pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto sirvió de detonante para la Restauración Alfonsina, a la cual se adhirió Santa Cruz, pasando a engrosar las filas del Partido Conservador, dirigido por Cánovas, motor de la Restauración. El cambio de situación política hizo que de nuevo cambiase sus ideas democráticas declarándose entusiasta de la Monarquía borbónica y juzgando excesivamente liberales las doctrinas que defendía el Partido Constitucional en el que militaba, sumándose a las filas de Cánovas y manteniendo así su influencia en el nuevo gobierno.

Fue elegido diputado una vez más por Teruel, capitaneando el grupo liberal llamado Centralista en el Congreso, pero también había obtenido el acta de senador, optando de nuevo por este último cargo, que juraría el 8 de mayo. Al año siguiente fue nombrado de nuevo senador vitalicio y, desde entonces siguió desarrollando la actividad que le caracterizaba tanto en comisiones como en debates, hasta su muerte.

Fue también consejero de Estado y su presidente organizando durante su mandato la biblioteca. A lo largo de su vida se vio recompensado con numerosas distinciones entre las que cabe destacar el nombramiento de caballero de Real Orden del Toisón de Oro y la Gran Cruz de Carlos III. Había contraído matrimonio con Teresa Gómez Pérez. Su hijo Francisco Santa Cruz Gómez, fue también diputado por Albarracín desde 1876 a 1892, en que pasó a senador por Teruel en la legislatura 1893-1894, siéndolo de nuevo en la de 1898-1899, en la que fue nombrado senador vitalicio. Perteneció, como su padre, al Partido Progresista durante el sexenio, pasando luego al Partido Liberal Conservador en la Restauración y fue quien comunicó al Senado su fallecimiento ocurrido en Madrid el 31 de agosto de 1883. Por haberse producido este hecho durante el interregno parlamentario, no se trasladó oficialmente hasta la sesión del 8 de octubre, siendo entonces presidente de la Alta Cámara el duque de la Torre.

Sus continuos cambios políticos hicieron que algunos cronistas de la época, como Ángel María Segovia, dijeran de él: “Arbitro de los destinos en la provincia de Teruel no tiene inconveniente en prestar su apoyo a cualquier gobierno, aun cuando no esté conforme con sus ideas políticas. Unas cuantas credenciales para sus parientes y amigos le bastan para inclinarse a quien se las da. Sirvió siempre a sus amigos y les ayudó”.

 

Obras de ~: con D. F. Cabello y D. R. M. Temprado, Historia de la guerra ultima en Aragón y Valencia [Primera guerra civil carlista. 1833 á 1840], Madrid, Imprenta del Colegio de Sordo-Mudos, 1845-1846.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Senado, Exps. personales, HIS-0427-04 y HIS-0427-02; Archivo del Congreso de los Diputados, Serie documentación electoral, 23 n.º 9, 32 n.º 8, 35 n.º 10, 37 n.º 23, 38 n.º 48, 41 n.º 42, 61 n.º 25, 85 n.º 11 y 79 n.º 6.

Diputados, Los diputados pintados por sus hechos. Colección de estudios biográficos sobre los elegidos por el sufragio universal en las Constituyentes de 1869, recopilados por distinguidos literatos, Madrid, Labajos, 1869-1870; E. de Tebar y J. de Olmedo, Las segundas Cortes de la Restauración. Semblanzas parlamentarias. Senado y Congreso de los Diputados, Madrid, Imprenta de Manuel G. Hernández, 1880; A. M. Segovia, Figuras y Figurones. Biografías de los hombres que mas figuran actualmente [...], Madrid, Imprenta de Figuras y Figurones, 1882; M. Sánchez Ortiz, Las Primeras Cámaras de la Regencia. Datos electorales, estadísticos y biográficos, Madrid, Imprenta de Enrique Rubiños, 1886; VV. AA., La Ilustración Española y Americana, 15 de enero de 1887; Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo- Americana, Barcelona, José Espasa, cop. 1924; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de historia de España, Madrid, Alianza Editorial, 1979; A. Rull Sabater, Diccionario sucinto de ministros de Hacienda (siglos XIX y XX), Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1991; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles (1705-1998), Madrid, Actas, 1998; VV. AA., Gran enciclopedia catalana, Barcelona, Edicions 62, 1970-2001; M. Á. Valle de Juan, Los Presidentes del Estamento de próceres y del Senado (1834-1923), Madrid, La Fundación del Sur, 2002; J. L. Sampedro y F. Alós Merry del Val, Ministros de Hacienda de 1700 a 2003, Madrid, Ministerio de Hacienda, Centro de Publicaciones, 2003.

 

María de los Ángeles Valle de Juan

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