López López, Joaquín María. Villena (Alicante), 15.VIII.1798 – Madrid, 14.XI.1855. Abogado y político, catedrático de Derecho Político, presidente del Gobierno y ministro.
Nació en el seno de una familia burguesa, acomodada y culta. Su padre, Ildefonso López y Pérez, natural de Villena, fue abogado de los Reales Consejos en Madrid. Sus antepasados, se remontan a mediados del siglo xiii, pues Pedro López de Oliver y su hijo, Íñigo López, nobles de Aragón, combatieron junto a Alfonso X el Sabio, en la conquista del reino de Murcia (1242-1243), siendo por ello recompensados con tierras en varios pueblos levantinos, entre ellos, Villena, donde se establecieron.
Su madre, Pascasia López de Platas y Cervera, nació en Madrid, pero su familia era oriunda de Chinchón. Mujer de gran sensibilidad, fue muy culta y muy aficionada a la música y a la lectura.
De este matrimonio nacieron cuatro hijos, Joaquín María fue el segundo, y así como hacia su padre —despegado y poco solícito con sus hijos— no sintió gran afecto, para su madre tuvo auténtica veneración que ella correspondía con un excepcional cariño.
Los primeros años de su niñez los pasó en la Hoya Hermosa, hacienda que poseía un tío de su madre, a 15 kilómetros de su pueblo natal, Villena, y próxima a la sierra Salinas, rodeada de pinares, olivos y viñedos, viviendo en contacto directo con la naturaleza y conociendo de cerca las faenas agrícolas.
A los ocho años, regresó a Villena, donde comenzó su instrucción primaria. A los trece se trasladó a Murcia y allí cursó durante tres años los estudios de Filosofía en el colegio de San Fulgencio —tachado de jansenista—, con notas muy brillantes y adquiriendo una profunda formación liberal. A los dieciséis años, finalizados sus estudios de Filosofía, los completó de forma autodidacta con el estudio de la Historia, la Literatura y la Geografía, logrando una sólida formación intelectual. A esa misma edad, comenzó la carrera de abogado en la Universidad de Orihuela, terminando sus estudios de Derecho a los veintitrés años, en 1821.
Ferviente luchador por la causa de la libertad, en 1822 ingresó en la Milicia Nacional y fue nombrado teniente de una compañía con la que participó en las agitaciones políticas del Trienio Liberal (1820-1823), primero en Villena y después en Madrid, pero tras la derrota de Campillo de Arenas (Jaén), fue detenido y llevado preso a Novelda. Gestionada su libertad por sus familiares, se refugió en Francia, instalándose unos meses en Burdeos y definitivamente en Montpellier.
En 1824 regresó a España y, tras obtener nuevamente el título de abogado —pues Fernando VII había ordenado anular todas las titulaciones concedidas durante el Trienio Liberal—, ejerció como abogado en Villena, Alicante y Madrid, con gran éxito profesional.
El año 1834 fue el punto de arranque de su carrera política al obtener el escaño por Alicante en el Estamento de Procuradores. Militante en el grupo más avanzado del progresismo, se convirtió en el político más combativo contra el Estatuto Real del moderado Martínez de la Rosa y en defensor del restablecimiento de las libertades que contenía la Constitución de 1812, siendo elegido por sus compañeros del Estamento de Procuradores para hacer la crítica al Estatuto Real en los debates de la Cámara. En las siguientes legislaturas obtuvo acta de diputado y realizó brillantes discursos en los debates parlamentarios, que empezaron a darle fama de gran orador.
Tras los levantamientos populares de 1835 y el pronunciamiento de los sargentos de La Granja (12 de agosto de 1836), que obligó a la Reina Gobernadora a restablecer la Constitución de 1812, fue nombrado, por primera vez, ministro, ocupando durante siete meses la cartera de Gobernación en el gabinete presidido por Calatrava. En este cargo, tomó parte muy activa en la redacción de la Constitución de 1837, trabajando con entusiasmo en la elaboración de sus artículos y destacándose especialmente en la defensa de que el principio de soberanía nacional figurase en el preámbulo de la Constitución, en que las Cortes estuvieran formadas por dos cámaras y en lo referente a la responsabilidad de los ministros.
En noviembre de 1837 fue elegido presidente del Congreso de los Diputados. Y durante los años 1838, 1839 y 1840 volvió a ocupar su escaño de diputado por Madrid, participando activamente en las principales cuestiones que se debatían en la Cámara. Pero desilusionado por la fuerza que iban perdiendo los progresistas en el panorama político, el 21 de marzo de 1840 renunció a su escaño de diputado y pasó a ocupar el cargo de alcalde de Madrid, desde el cual hizo la oposición a los gobiernos moderados de la última etapa de la Regencia de la reina María Cristina.
Exiliada la Reina Gobernadora, se inició la elección de un nuevo regente, ya que la reina Isabel II, aún contaba sólo diez años. Las sesiones para elegir nuevo regente fueron muy laboriosas, duraron ocho sesiones en el Congreso de los Diputados, desde el 28 de abril de 1841 hasta el 8 de mayo, y en ellas se pudieron escuchar importantes discursos de los diputados que defendieron la regencia de cinco miembros, la de tres o la unitaria. Joaquín María López, partidario a ultranza de la regencia trina pronunció uno de sus discursos más brillantes —que le valió fuertes aplausos de la Cámara y grandes elogios de la prensa—, defendiendo con elocuencia y pasión que la regencia debería ser compartida por tres personas, frente a la opinión de Salustiano Olózaga, partidario acérrimo de la regencia única de Espartero, opción que finalmente, tras votación, fue la vencedora, por ciento cincuenta y tres votos contra ciento treinta y seis que obtuvo la regencia trina.
Durante la Regencia de Espartero desempeñó un papel importante, pero sin perder su independencia política como progresista avanzado, ni traicionar sus convicciones, por lo que no dudó en formar parte de una coalición junto con los también progresistas Salustiano Olózaga y Manuel Cortina, en mayo de 1842, que planteó un voto de censura contra el Gobierno que presidía Antonio González, voto de censura que no sólo liquidó al gabinete González, sino que hirió de gravedad al propio Espartero, al quedar denunciadas las debilidades y los errores políticos cometidos por el Regente y por sus colaboradores más cercanos, el abandono del programa progresista puro y la creciente corrupción administrativa.
Ante la creciente actitud antidemocrática de Espartero —que llegó a ordenar bombardear Barcelona desde Montjuic y a disolver las Cortes—, Joaquín María López se convirtió en su enemigo político y colaboró en su caída. Nombrado por él presidente del denominado “Gobierno de los diez días”, el 9 de mayo de 1843, en el que además ocupó la cartera de Gracia y Justicia, su dimisión y la de todo su Gobierno —en el que fue ministro de Gobernación su incondicional amigo Fermín Caballero— hizo caer al Regente, que tuvo que exiliarse en Inglaterra (30 de julio de 1843), dejando el país sumido en el caos político y económicamente sangrado por la reciente guerra civil y a sus partidarios progresistas divididos.
Tras la caída del duque de la Victoria, Joaquín María López se hizo cargo de la presidencia del Gobierno Provisional (julio de 1843), en el que entraron tanto las fuerzas progresistas como moderadas que habían expulsado al Regente. Pero las circunstancias eran tan difíciles que este Gobierno Provisional no pudo ni elaborar, ni sacar adelante un programa de Gobierno serio y sólido —como explica el propio Joaquín María López en su Exposición razonada de los principales sucesos políticos que tuvieron lugar en España durante el Ministerio de 9 de mayo de 1843 y después en el Gobierno Provisional escrita en 1844—, por lo que cayó en el mes de noviembre de 1843.
Se pensó entonces en una tercera Regencia —pues la reina Isabel II aún no había alcanzado la mayoría de edad—, formada por un triunvirato en el que entraría López, pero, finalmente, ante la insistencia de los moderados, se optó por adelantar la mayoría de edad de la Reina. Tras ser declarada y sancionada la mayoría de edad de Isabel II por el Congreso de los Diputados y el Senado (8 de noviembre de 1843), y a pesar del voto de confianza que ambas cámaras acordaron dar al Gobierno Provisional, Joaquín María López presentó su renuncia irrevocable a la Reina.
Aunque ésta al principio se resistió a aceptarla, finalmente llamó —a propuesta de Joaquín María López— a Salustiano Olózaga para que presidiese el nuevo Gobierno, que sólo pudo mantenerse cinco días (de 25 de noviembre de 1843 a 29 de noviembre de 1843), derribado por un complot en el que intervinieron los moderados que incluso llegaron a involucrar a la jovencísima Isabel II. Este fracaso del progresismo fue aprovechado por los moderados que, encabezados por el general Narváez, se instalaron en el poder.
A partir de entonces, el declive político de Joaquín María López, desengañado de la política, fue palpable. Su gran oportunidad había sido 1843 y había pasado sin que él hubiese podido estabilizar al progresismo y, a cambio, había dado paso a los moderados. A pesar de su decepción, volvió a participar en política en 1847 como senador y en 1854, durante el breve repunte progresista del Bienio (1854-1856), fue ministro togado del Tribunal de Guerra y Marina.
Aquejado desde abril de 1854 de una grave enfermedad —cáncer en la lengua— que soportó con gran entereza, dadas sus profundas creencias como católico liberal, falleció en Madrid, el 14 de noviembre de 1855 a los cincuenta y siete años de edad, siendo trasladado a su Villena natal, donde fue enterrado y se conserva actualmente su panteón familiar.
Joaquín María López fue uno de los más importantes oradores parlamentarios de su tiempo. “Gigante de elocuencia”, como fue llamado por los políticos de su época, se destacó por su palabra fácil, abundante y rápida, el inmenso poder que ejerció sobre su auditorio y la gran capacidad retentiva en sus discursos, siendo dos de los más famosos, el de contestación al mensaje de la Corona, en 1836, encomendado por el Estamento de Procuradores al que él entonces pertenecía, y el pronunciado el 6 de mayo de 1841, con motivo de su defensa de la Regencia trina, cuando se discutía en el Congreso y el Senado la Regencia de Espartero.
Joaquín María López contrajo matrimonio a los veintiún años, con Manuela López y Fernández de Palencia, de diecinueve años, prima suya y perteneciente a una familia con raíces en la nobleza. De este matrimonio nacieron siete hijos: dos hijas —Loreto y Concepción— y cinco hijos —Pascasio, Feliciano, Modesto, Joaquín y Agustín—. Pero este matrimonio, forzado por las familias de ambos contrayentes, fue un rotundo fracaso y la causa principal de la borrascosa vida sentimental de Joaquín María López, que, tras varias relaciones amorosas en Madrid, tuvo una hija natural con Ana Díaz Molín, llamada Elisa.
Obras de ~: Observaciones sobre la interpelación anunciada al Congreso por el diputado D. Joaquín M.ª López escritas por él mismo, Madrid, 1839; Exposición razonada de los principales sucesos políticos que tuvieron lugar en España durante el Ministerio de 9 de mayo de 1843, Madrid, Imprenta de D. José M.ª Canalejas, 1843; Exposición razonada de los principales sucesos políticos que tuvieron lugar en España durante el Ministerio de 9 de mayo de 1843, y después en el Gobierno Provisional (Con documentos justificativos), Madrid, Imprenta de D. José M.ª Canalejas, 1845; Lecciones de elocuencia parlamentaria e improvisación, Madrid, 1851; Colección de discursos parlamentarios, defensas forenses y producciones literarias, Madrid, 1857.
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Trinidad Ortuzar Castañer